27 de diciembre de 1963

Guías suizos que realizaron el recate de los cuerpos de Alberto Rabadá y Ernesto Navarro. De izquierda a derecha; Joseph Henkel, Ueli Cantenbein y Paul Etter, quien dirigía la maniobra.

En pleno invierno, un joven guía suizo alcanzaba la cumbre del Eiger con dos aspirantes a guía cuya edad no sobrepasaba los 20 años. Eran Paul Etter, Ueli Cantenbein y Sepp Henkel, que, después de ascender la arista oeste en duras condiciones, se disponían a vivaquear en la cumbre. Querían realizar el primer descenso integral de la Eigerwand con el objetivo de rescatar los cuerpos de Alberto Rabadá y de Ernesto Navarro. Su aparición en la cumbre aquella tarde causó sensación en el complejo turístico de Kleine Scheidegg. Los jóvenes guías, no queriendo llamar la atención sobre su actividad, no se habían detenido en el hotel y habían continuado hacia la montaña sin dar explicaciones.

El 28 de diciembre, con la ayuda de cuerdas excepcionalmente largas, rapelaron trescientos metros hasta los cuerpos parcialmente tapados por el hielo.

Paul Etter, asegurado por uno de sus compañeros, se acercó hasta el punto donde yacía Navarro. El cuerpo, doblado hacia atrás, como un caballete desvencijado, colgaba de un pitón de hielo. En la mano derecha todavía colgaba un martillo de hielo y el otro brazo, estirado hacia atrás, apuntaba a un lugar indeterminado. Un cabo de cuerda descendía hasta el cuerpo de Rabadá, totalmente cubierto por una costra de hielo. A Etter le llamó la atención que el cuerpo de Alberto hubiese estado durante tantos meses expuesto a las avalanchas sin ser arrancado de la pared. Había quedado inmóvil, ligeramente erguido, tal vez congelado mientras aguantaba sus últimas fuerzas. También los crampones colocados cuidadosamente junto a su cabeza plantearon una incógnita en los guías suizos. ¿Por qué un alpinista antes de morir se quitaría los crampones en un acto tan finalizador?

Pasaron el resto del día desenterrando a Navarro de la nieve y al atardecer tallaron una repisa, donde pasaron la noche.