16 de agosto de 1963

La familia Montaner desayunaba con tranquilidad. Rafael tomaba un café mientras revisaba la prensa cuando entre las páginas del Heraldo de Aragón encontró una noticia que le sobrecogió: «Los escaladores españoles Navarro y Rabadá se encontraban esta mañana a cuatrocientos metros de la cumbre del Eiger, la montaña maldita de los Alpes. El mal tiempo dificulta peligrosamente la escalada final […] todavía hay esperanza […]». En ese momento sonó el teléfono y Rafael respondió con voz temblorosa:

—Diga.

—Hola, soy Luis Alcalde, desde Suiza, Ernesto y Alberto han muerto.

Rafael, atónito, era incapaz de asimilar las palabras de Alcalde.

—¿Estás seguro? ¿Qué ha ocurrido?

—Sí —respondió rotundamente Alcalde desde el teléfono público del hotel Bellevue—. Hace horas que no se mueven después de varios días escalando con mal tiempo y esta mañana un avión ha sobrevolado la pared certificando su muerte. No hay nada que hacer.

Montaner se puso en contacto con el presidente de Montañeros de Aragón, Eduardo Blanchard, que ya estaba al tanto de la noticia. Habló también con el presidente de la Federación Española de Montañismo, Félix Méndez, que, en colaboración con los aragoneses, decidió enviar a Julián Vicente Nanín hasta Suiza para ayudar en el rescate de los cuerpos. No se imaginaban que Rabadá y Navarro todavía tendrían que pasar varios meses más en la montaña y que el rescate de los aragoneses se convertiría en una audaz maniobra de salvamento.

Los medios de comunicación suizos se hicieron eco de la tragedia de los españoles. La Tribune de Géneve, 22-23 agosto de 1963.