Mientras Montaner y Díaz realizaban interesantes ascensiones en la alta montaña, Alberto Rabadá y Ernesto Navarro alcanzaban el máximo conocimiento de las técnicas de escalada en roca pura, pero su carencia en el conocimiento de las técnicas alpinas les llevó en muchas ocasiones a buscar objetivos quizás demasiado adelantados para su época. Imaginando el pirineísmo que se haría veinte años después, Alberto Rabadá intentó en un par de ocasiones con diferentes compañeros, que iba agotando por el camino, una primera ascensión invernal de la cara norte de la Torre de Marboré. Cuatrocientos metros de caliza vertical en lo alto del muro del circo de Gavarnie con una elevación de más de tres mil metros.
La gran capacidad de Rabadá para visualizar objetivos se veía obstaculizada en la práctica por su falta de técnica alpina y su básico conocimiento de las condiciones de la alta montaña. En su primer intento junto a Navarro, caminaron durante horas con la nieve a la altura de la cintura hasta llegar a la base de la pared agotados. Tras darse cuenta de que las condiciones eran impensables para comenzar la escalada, decidieron darse la vuelta.
Este exceso de optimismo que trasmitía Alberto fue contagiando a Navarro y creció en el escalador de Fuencalderas hasta equipararse o incluso superar el de su compañero. En el invierno de 1962 ya eran un tándem inseparable y preparaban su próximo viaje a los Alpes suizos.
Durante la aproximación a la Torre de Marboré en el Pirineo francés. Al fondo, la gran Cascada de Gavarnie.
Cuaderno de Alberto Rabadá con bocetos de posibles imágenes tomadas durante el intento de ascensión invernal de la vía Ravier en la Torre de Marboré, cerca de Gavarnie (Pirineo francés).