Al mediodía, después de que el juez del Tribunal Superior George Companioni firmara la orden de registro, Bosch, Chu y otros miembros de la Unidad de Casos Abiertos/No Resueltos confirmaron los horrores encontrados en el interior de la casa 6A. Hardy a continuación fue transportado en uno de los coches de la brigada al centro metropolitano de detención por los inspectores Baker y Kehoe. En su calidad de investigadores principales del caso, Bosch y Chu se quedaron donde estaban para seguir investigando la escena de los crímenes.
En la calle situada frente a los dos casas adyacentes en las que Hardy había suplantado a su padre y ejecutado sus macabros designios pronto empezó a reinar una atmósfera circense, a medida que la noticia de los terribles hallazgos empezó a atraer a nuevos investigadores y técnicos en criminalística, así como a los medios de comunicación de dos condados. Los Alamitos no tardó en atraer la atención del mundo entero, después de que la historia apareció en todas las páginas informativas de Internet y canales de televisión.
La disputa jurisdiccional entre los dos cuerpos de policía pronto fue resuelta. El de Los Ángeles se encargaría de llevar todos los aspectos de la investigación del caso, mientras que el de Los Alamitos se ocuparía de la seguridad del lugar de los hechos y del control de curiosos y medios de comunicación. Estas últimas tareas incluían el corte del tráfico rodado por los alrededores y la evacuación de los demás vecinos residentes en el complejo de seis casas en el que Hardy había estado viviendo y operando. Ambos cuerpos policiales se prepararon para trabajar por lo menos durante una semana de investigaciones en la escena del crimen. Los dos hicieron venir portavoces de prensa para hacer frente al contingente de periodistas, cámaras y unidades móviles que inevitablemente iban a desembarcar en aquel barrio antes tranquilo.
El jefe de policía y el comisario al frente de la Brigada de Robos-Homicidios se reunieron y establecieron un plan de investigación que, de entrada, contaba con una sorpresa inmediata. A la teniente Duvall, responsable de la Unidad de Casos Abiertos/No Resueltos, no le concedieron la dirección del caso. La investigación más importante en la historia de su unidad, que en esta ocasión además se había lucido más que nunca, fue puesta en manos del teniente Larry Gandle, otro jefe de unidad de la Brigada de Robos-Homicidios, más experimentado que Duvall y al que consideraban con más experiencia a la hora de relacionarse con los medios de comunicación. Gandle iba a asumir el mando de la investigación inmediatamente.
Bosch no se quejaba. Había estado en el equipo de homicidios de Gandle antes de ser trasladado a Casos Abiertos/No Resueltos y se había entendido con él a la hora de trabajar. Gandle era un mando competente y trabajador, que confiaba en sus investigadores. No era el tipo de superior que se escondía tras puertas cerradas y persianas bajadas.
Una de las primeras decisiones que tomó Gandle, después de hablar con Bosch y Chu, fue reunir a todos los investigadores asignados en el lugar de los hechos. Tras pedir al equipo de fotógrafos y especialistas en criminalística que saliera temporalmente de la casa, se encontraron en la oscura sala de estar de la 6A.
—Muy bien, escuchadme todos —dijo Gandle—. No me ha parecido adecuado que nos reuniéramos al aire libre y a la luz del sol. Creo que lo mejor es que nos encontremos en este lugar oscuro y que apesta a muerte. Todo indica que en este lugar han muerto muchas personas, y de una forma horrible. A estas personas las asesinaron y las torturaron, y lo mejor que podemos hacer en recuerdo de las víctimas es llevar a cabo nuestro trabajo mejor que nunca. Y sin pasarnos de listos ni quebrantar las normas. Vamos a hacerlo todo lo más legal posible. No me importa si ese tal Hardy que se ha ido en coche con Baker y Kehoe ahora mismo está confesándolo todo y cantando hasta La Traviata. Por una puta vez en la vida vamos a reunir unas pruebas en su contra incontestables. A ese sujeto lo vamos a mandar al corredor de la muerte. Y punto. ¿Todo el mundo lo ha entendido?
Varios de los presentes asintieron. Era la primera vez que Harry veía al teniente soltar una arenga propia de un entrenador de fútbol americano. Le gustó, pues consideraba oportuno recordar a los policías lo importante que era esa investigación.
Tras el preámbulo, Gandle procedió a asignar tareas concretas a los distintos equipos. Si bien gran parte de la investigación que iba a tener lugar en las dos viviendas tendría que ver con la recogida de muestras, estaba claro que el caso iba a centrarse en los vídeos encontrados en el armario del segundo dormitorio y en las fotos pegadas por las paredes de la casa. A los investigadores de Casos Abiertos/No Resueltos les correspondería documentar quiénes eran las víctimas, de dónde procedían y qué les había pasado exactamente. La suya iba a ser una tarea verdaderamente espeluznante. Chu antes había puesto en su ordenador uno de los discos DVD hallados en el armario del dormitorio para que Bosch y él se hicieran una idea de lo que iban a encontrar en la gran colección de cintas y discos. En el vídeo, Hardy aparecía violando y torturando a una mujer que finalmente —después de que su captor le quitara la mordaza—, suplicaba que sencillamente la matara de una vez para dejar de sufrir. Al final del vídeo, la mujer era asfixiada hasta perder el conocimiento —pero estaba claro que continuaba respirando—, y Hardy se giraba hacia la cámara y sonreía. Porque había conseguido lo que quería de aquella mujer.
En todos sus años de trabajo como policía, Bosch nunca había visto algo tan horroroso y estremecedor. En aquel disco había ciertas imágenes que —lo sabía— no podría olvidar, unas imágenes que tendría que confinar en los rincones más oscuros de su memoria. Pero había decenas de discos más, así como centenares de fotografías. Cada una de esas pruebas tendría que ser vista, descrita, catalogada y presentada ante el juez. Iba a ser un trabajo doloroso, de los que dañan el alma, con la garantía de dejar las heridas internas que tan solo sufren los policías dedicados a resolver homicidios. Gandle dijo que quería que todos los integrantes del grupo estuvieran abiertos a hablar de su espeluznante trabajo con los psicólogos de la unidad de ciencias conductistas del cuerpo. Cada policía sabía bien que albergar los horrores del trabajo en el interior de la persona y sin decir nada a nadie era similar a tener un cáncer y no tratarlo. Y, sin embargo, muchos consideraban que buscar ayuda profesional para manejarse con una carga así constituía una muestra de debilidad. Ningún policía quería aparecer como una persona débil, ni a ojos de los criminales ni a ojos de sus colegas de profesión.
Gandle a continuación cedió la palabra a Bosch y a Chu, los dos investigadores principales, quienes resumieron con rapidez los pasos que los habían conducido a Hardy y a las dos viviendas contiguas.
También hicieron referencia al aspecto paradójico que ahora se daba en la investigación. Por una parte era necesario trabajar con rapidez, pero a la vez era preciso obrar de forma concienzuda y meticulosa para asegurarse de que la investigación fuera lo más pormenorizada posible.
El cuerpo de policía tenía la obligación legal de presentar una denuncia contra Hardy en las cuarenta y ocho horas posteriores a su detención. Hardy iba a comparecer ante un juez por primera vez el miércoles por la mañana. Si por entonces no había una denuncia formal contra él, sería puesto en libertad.
—Lo que vamos a hacer es presentar una primera denuncia —explicó Bosch—. Vamos a acusarlo de un asesinato preciso, y luego iremos añadiendo los demás, a medida que la investigación los vaya aclarando. Así que el miércoles empezaremos con el de Lily Price. El caso ahora mismo tampoco está resuelto del todo, pero es lo mejor que podemos hacer. Tenemos una muestra de ADN, y, aunque no es de Hardy, nos parece que lo sitúa en la escena del crimen. Lo que necesitamos es encontrar una imagen de Lily Price en algún lugar de la casa antes del miércoles por la mañana.
Chu mostró una ampliación de una foto de Lily Price incluida en el libro de asesinato. Lily aparecía sonriendo, guapa e inocente. Si encontraban otra imagen de la chica entre los recuerdos de Hardy, su expresión iba a ser muy distinta.
—Estamos hablando de 1989, así que no la encontraremos en ninguno de los DVD. A no ser que Hardy se tomara el trabajo de pasar las cintas de vídeo a DVD, claro está —explicó Chu—. Pero no parece probable, ya que en la casa no hemos encontrado los medios técnicos para hacer ese tipo de copias. Y es evidente que Hardy nunca se atrevería a encargar a otros que copiasen unas imágenes de esta clase.
—Vamos a hacer un repaso rápido de todas las fotos —terció Bosch—. Los que vais a mirar los vídeos estad atentos y buscad el rostro de la chica. Si lo encontramos en alguna foto o vídeo, el miércoles lo tenemos chupado.
Una vez que Bosch y Chu hubieron terminado de hablar, Gandle volvió a tomar la palabra para exhortar a los suyos:
—Muy bien. Ha quedado claro. Todos sabemos lo que tenemos que hacer. Así que vamos a hacerlo. Y lo vamos a hacer a conciencia.
El grupo empezó a dispersarse. Bosch veía que todos los inspectores se tomaban muy en serio la labor que tenían por delante. La arenga de Gandle había surtido efecto.
—Ah, una cosa más —apuntó Gandle—. No hay límite de horas en este caso. Estamos autorizados a cobrar todas las horas extraordinarias que hagan falta, y la autorización procede directamente de la oficina del jefe.
El teniente quizá estaba esperando que la noticia fuera recibida con alborozo o aplausos, pero no fue eso lo que pasó. Apenas hubo reacción al hecho positivo de que iban a pagarles muy bien por aquella investigación. Porque el cobro de las horas extras era un hecho positivo que ese año se había dado con poca frecuencia. Pero pensar en el dinero que iban a ganar con ese caso era algo de mal gusto. Bosch tenía claro que todos los presentes estaban más que dispuestos a trabajar todas las horas extraordinarias que fuesen precisas, con dinero por medio o sin él.
«Esta es la razón por la que hacemos nuestro trabajo».
Era lo que Kiz Rider le había dicho antes. Todo formaba parte de la misma misión, y ese caso lo dejaba más a las claras que cualquier otro.