Gale se quitó las gafas graduadas, se las guardó en el bolsillo superior de la chaqueta y miró a Sally con una sonrisa paternal.
—No nos llevará mucho tiempo, Sally —le dijo—. Sólo quiero hacerte unas cuantas preguntas.
«Y una mierda», pensó Stride.
—Saliste a pasear en bicicleta por carreteras comarcales a varios kilómetros de distancia de la ciudad, ¿verdad? —preguntó Gale—. ¿No tenías miedo?
—No —dijo Sally—. Lo hago al menos una vez al mes.
Gale frunció el ceño.
—Sin embargo, unos meses antes, otra chica de tu instituto había desaparecido mientras hacía jogging por carreteras secundarias. ¿Te preocupaba?
—Protesto —interrumpió Dan—. En qué pensaba o dejaba de pensar la testigo es irrelevante.
—Su señoría, si el jurado tiene que decidir si este incidente tuvo lugar, debe conocer el contexto —dijo Gale.
La jueza Kassel asintió.
—Protesta denegada. La testigo puede responder a la pregunta.
Sally se encogió de hombros.
—Supongo que debería haberme preocupado, pero la verdad es que no pensé en ello.
—¿Así que no te inquietaba que la persona que atacó a Kerry te pudiese atacar también a ti?
—Protesto: pregunta y respuesta —interrumpió Dan.
—Se acepta.
—Está bien, Sally, aseguras que el señor Stoner te recogió mientras ibas arrastrando la bicicleta, ¿es correcto? —preguntó Gale.
—Sí.
—Y el episodio fue muy traumático para ti.
—Sí.
Gale hizo una pausa.
—¿Pero no se la contaste a nadie?
—No, no lo hice. No entonces.
—¿No se lo contaste a nadie? —preguntó Gale—. ¿Ni a tus padres o a Kevin? ¿Ni a una profesora?
—No. Estaba asustada. Y pensé que a lo mejor exageraba.
—Que exagerabas. En otras palabras, empezaste a darte cuenta de que habías sacado conclusiones equivocadas, ¿no?
Sally vaciló.
—No sabía qué pensar. O sea, yo sólo me alegraba de que hubiese terminado. No quería causarle problemas.
—La primera vez que hablaste con alguien de este supuesto incidente fue cuando te interrogó la policía, ¿verdad?
—Así es.
—Pero no era la primera vez que te interrogaban, ¿no es así? —preguntó Gale.
—No.
—De hecho, la policía ya había hablado varias veces contigo antes de que salieras de repente con esta historia. ¿Correcto?
—Ya le he dicho que estaba asustada —dijo Sally.
—Sí o no, Sally, por favor.
—Sí. —Se aceleró antes de que Gale pudiera detenerla—. Hasta que me enteré de las pruebas que había encontrado la policía en el establo no me di cuenta de que era importante.
—¿Nunca antes se te ocurrió sacarlo a relucir?
—No, la verdad es que no.
Gale cambió de rumbo.
—Estás enamorada del testigo anterior, Kevin, ¿verdad?
Dan se levantó.
—Eso es irrelevante y se aleja de la cuestión que nos ocupa, su señoría.
La jueza Kassel se mordió el labio.
—No, acepto la pregunta.
Sally estaba encantada de poder responder.
—Sí, estamos muy unidos —dijo con firmeza.
—Es un chico muy atractivo. Seguro que de vez en cuando hay otras chicas que van detrás de él —dijo Gale.
—Kevin me quiere a mí.
—¿Nunca mira a otras chicas?
—No.
—¿No? Pero otras chicas se fijan en él, ¿verdad? ¿No lo hizo Kerry McGrath?
Dan volvió a ponerse en pie de inmediato.
—La misma protesta, su señoría.
—¿Señor Gale? —le interpeló la jueza Kassel.
—Su señoría, mi interrogatorio tiene por objeto determinar la credibilidad de la testigo.
—Muy bien, denegada. Pero espero ver muy pronto su relevancia, señor Gale.
La jueza Kassel miró al abogado de la defensa con expresión impaciente.
—¿No le pidió Kerry a Kevin que saliera con ella? —repitió Gale.
—Kevin dijo que lo había hecho una vez, sí.
—¿Y eso te molestó?
—Kevin rechazó la propuesta —dijo Sally—. Me habría molestado si la hubiera aceptado.
—¿No estabas furiosa porque Kerry se había metido en tu terreno? —preguntó Gale con una sonrisa.
—No.
—¿No lo estabas? ¿No hablaste con ella sobre el tema?
Sally vaciló.
—No.
—No pareces muy segura, Sally.
—Bueno, puede que le mencionara que Kevin no estaba disponible. Tampoco fue gran cosa.
—¿Se lo mencionaste? ¿Fue una advertencia con buena voluntad, o más bien algo del tipo «apártate de mi novio o te arranco la cabeza»?
Sally puso los ojos como platos. Empezaba a comprender. Stride casi podía ver cómo el mensaje penetraba en el cerebro de la chica: «Este hombre intenta cargármelas a mí».
—Protesto —gritó Dan—. Su señoría, no entiendo nada. ¿A quién estamos juzgando y de qué crimen se trata?
La jueza Kassel suspiró.
—Señor Gale, yo tampoco entiendo nada. ¿Le importaría aclararnos la relevancia de todo esto? Hasta ahora he sido más que paciente.
Dan se acercó a la mesa de la defensa y habló antes de que Gale pudiera abrir la boca.
—Su señoría, ¿podemos discutirlo en su despacho? Con el debido respeto al abogado de la defensa, no quiero que intente colar por la puerta de atrás lo que ya se ha desestimado abiertamente.
—Su señoría, esto es ofensivo —replicó Gale.
La jueza miró largamente a ambos hombres y luego asintió.
—Un receso de diez minutos. A mi despacho, caballeros.
Sentada tras su pulcro y ordenado escritorio de nogal, la jueza Kassel estaba inclinada hacia delante, con los codos encima de la mesa. Gale estaba cómodamente sentado delante de ella y Dan paseaba por la estancia.
—¿Y bien, Archie? —preguntó la jueza con amabilidad—. Hablemos de la relevancia de este asunto.
Gale abrió los brazos, como si la explicación fuese evidente.
—Su señoría, estoy intentando demostrar que existe una alternativa y una teoría razonable de la desaparición de Rachel, y mi línea de interrogatorio aumentará la credibilidad de esa teoría. Además, proporcionará al jurado motivos razonables para creer que la testigo se inventó toda la historia sobre el señor Stoner y la excursión al establo. No existe ninguna corroboración imparcial, así que el jurado puede creer en su palabra. Tengo derecho a refutarla.
Dan respondió con ira.
—Su señoría, lo que esta testigo dijera o no a Kerry McGrath no tiene nada que ver con su credibilidad. Lo único que intenta hacer el señor Gale es lanzar indirectas para desprestigiar a la testigo y sugerir la absurda idea de que está involucrada en la desaparición de la otra chica. No dispone de la más mínima prueba que respalde esta teoría, porque no existe ninguna. Sencillamente, quiere confundir al jurado. Es vergonzoso.
Gale sacudió la cabeza.
—Ya he establecido una relación circunstancial entre las dos desapariciones, es decir, que ambas chicas pidieron una cita al mismo muchacho poco antes de volatilizarse. Y tenemos a una novia celosa en medio. Tengo derecho a profundizar en esta conexión, porque contribuye a establecer una duda razonable sobre la implicación de mi cliente en la segunda desaparición y pone en tela de juicio la credibilidad de la testigo.
—No pone nada de nada en tela de juicio —insistió Dan—. Para dar a entender que Sally tiene razones para mentir sobre el incidente del establo, sólo se puede insinuar que asesinó a dos chicas. Es una locura. La llamada relación circunstancial no es más que una coincidencia. ¿Cuántos estudiantes y profesores más tuvieron alguna disputa con ambas chicas poco antes de que desaparecieran? ¿Piensa el señor Gale traerlos a todos? El hecho es que no tenemos nada en absoluto que relacione a esta testigo con la desaparición de Kerry o la de Rachel. Nada. Es una cortina de humo.
—¿Señor Gale? —preguntó con frialdad la jueza Kassel—. ¿Tiene alguna prueba, además de casualidades y la voluntad de tenerla?
Gale asintió.
—Creo que la tengo, su señoría, con respecto a la desaparición de Rachel.
La jueza frunció el ceño mientras le daba vueltas a un bolígrafo.
—Eso es muy amable por su parte, teniendo en cuenta que este juicio versa sobre la desaparición de Rachel. Pero, ¿qué hay de Kerry McGrath?
Gale vaciló.
—Nada directo, su señoría.
La jueza Kassel lo fulminó con la mirada.
—Entonces, su línea de investigación sobre este asunto ha terminado. Céntrese en el auténtico motivo del juicio, señor Gale. Daré órdenes precisas al jurado para que ignore todas las referencias a Kerry McGrath de sus dos interrogatorios de hoy y espero no volver a oír su nombre. ¿Queda claro? No me gusta que mi sala se convierta en un concurso de pesca.
—No creo que lo sea, su señoría.
—He emitido mi fallo, señor Gale. Ahora, continuemos.
Mientras tanto, Sally seguía sufriendo en la sala. Su determinación había desaparecido para dar paso a la incomodidad y la confusión de una adolescente asustada que no sabía por dónde le caería el siguiente golpe. Stride se preguntaba si ése era el objetivo de la táctica de Gale al utilizar a Kerry McGrath: debilitar a Sally para lo que iba a venir.
Gale abandonó su actitud amable. Su voz era cortante como una navaja. Apuntó directamente a Sally, pero esperó unos segundos agónicos antes de formularle otra pregunta.
Stride, que observaba el desarrollo del melodrama, se distrajo un momento al ver que Maggie volvía a ocupar su asiento junto a él. Se sentó y sus piernas se tocaron. Stride se acercó y puso una mano alrededor del oído de ella.
—¿Ocurre algo? —susurró.
Maggie asintió. Miró a sus espaldas para asegurarse de que no hubiera nadie de la prensa por allí.
—Me ha llamado Guppo. Anda detrás de algo al norte de la ciudad, dice que podría ser importante.
Desde la mesa de la defensa, Gale empezó otra vez con un tono de voz gélido.
—Sally, ¿dónde vives?
Sally, sorprendida, le dio la dirección.
—¿Dónde está eso respecto a la casa de Rachel? —preguntó Gale.
—A un kilómetro y medio más o menos, creo.
—¿Se puede ir caminando?
—Claro.
—¿Alguna vez has ido caminando desde tu casa a la de Rachel?
Sally asintió.
—Un par de veces, sí.
—¿Y has estado en el interior de la vivienda?
—Sí, un par de veces. Con Kevin.
—¿Qué coche tienen tus padres? —preguntó él.
Dan se levantó.
—Protesto; irrelevante.
La jueza Kassel suspiró.
—Protesta denegada. El tiempo corre, señor Gale.
—Por favor, contesta —dijo Gale a Sally.
—Un monovolumen Chevy.
—¿Parecido al que tienen los Stoner? —preguntó Gale.
—Supongo.
—¿Has conducido alguna vez el coche de tus padres?
Sally asintió.
—Sí.
—Así pues, ¿estás familiarizada con su funcionamiento?
—Protesto —dijo Dan—. Pregunta y respuesta.
—Se acepta. Continúe, señor Gale.
—Está bien, Sally, hablemos de la última noche que tú y Kevin visteis a Rachel. ¿Estuvisteis los tres en Canal Park?
—Así es.
—¿Puedes decirme qué llevabas puesto esa noche? —preguntó Gale.
Sally dudó. Miró nerviosa a Dan, que se enderezó y dirigió a Stride una mirada confusa.
—¿Qué llevaba? No me acuerdo.
Gale asintió.
—Tal vez pueda refrescarte la memoria. —Se sacó las gafas del bolsillo y se las puso en la punta de la nariz. Pasó algunas páginas de su bloc de notas—. ¿Podría ser una camisa de cuadros rojos, vaqueros y un anorak rojo? ¿Te suena?
—Tal vez —dijo Sally—. No estoy muy segura.
—Pero tienes unas prendas como ésas, ¿verdad?
Sally asintió.
—Sí.
Gale se cruzó de brazos y observó a la muchacha.
—Tú no te quedaste en Canal Park todo el tiempo que Rachel y Kevin estuvieron allí, ¿es cierto?
—No, me fui hacia las nueve y media o algo así.
—¿Qué hiciste luego? —preguntó Gale.
—Me fui a mi casa.
—¿Te detuviste en algún sitio?
Sally negó con la cabeza.
—No, fui directamente a casa.
Gale volvió a pasar las páginas de su bloc.
—¿Volviste a salir después de eso?
—No.
Gale sonrió con frialdad.
—¿Estás completamente segura de ello?
—Sí —dijo Sally.
—Está bien. Dime, Sally, ¿por qué te fuiste pronto a casa? ¿Por qué no te quedaste con Kevin? Es tu novio, ¿no?
—Sí, lo es.
—¿Pero le dejaste a solas con Rachel? —preguntó Gale.
Sally sonrió débilmente.
—Estaba cansada.
—Oh, vamos, Sally. Sabes lo que ha declarado Kevin, ¿verdad? Nos ha dicho que Rachel se le había insinuado en el puente.
Sally no dijo nada. Se mordió el labio inferior y evitó la mirada de Gale.
—El hecho es que les viste juntos, ¿no es así? ¿Viste lo que estaban haciendo?
—No, no lo vi.
Gale arqueó las cejas.
—¿No estabas vigilando? ¿Tu novio estaba subido al puente con una chica guapa y no prestaste atención? ¿Te fuiste, sin más?
—Ya le he dicho que estaba cansada —repitió Sally.
—En realidad estabas furiosa, ¿no es cierto? Tu novio te estaba engañando delante de tus narices. Esa zorra despiadada le estaba besando y acariciando allí mismo para que tú pudieras verlo. —Gale hizo una pausa—. Te marchaste como un huracán, ¿no es así, Sally? Sentías rabia y humillación, ¿verdad?
Sally pestañeó. Una lágrima se deslizó por su mejilla y se la enjugó.
—Me sentía herida —dijo suavemente.
—Así que los viste. —Sally asintió—. Estabas enfadada con los dos —dijo Gale.
—No, con Kevin no —espetó Sally.
—Estabas furiosa con Rachel —dijo Gale.
Sally frunció el ceño.
—Era como si lo hubiera hechizado. Hacía lo mismo con todos los chicos. Pero no le importaba ninguno de ellos, sólo los utilizaba.
—Y eso te sacaba de quicio, ¿no es así? —preguntó Gale.
—Era cruel —dijo Sally—. Yo sabía que sólo estaba jugando con Kevin. Sabía que en el fondo no estaba interesada en él.
—Pero, ¿qué sentía Kevin por Rachel? ¿No estaba loco por ella?
Sally enrojeció.
—No era nada serio, sólo se trataba de un capricho. Él me quiere a mí.
—Y sin embargo, Sally, ¿no te dejaría plantada al instante si tuviera la oportunidad de estar con Rachel?
—¡No! —gritó Sally.
—Pero, ¿no hizo eso mismo aquella noche?
—¡No es eso lo que ocurrió!
—¿Y qué ocurrió? —preguntó Gale—. ¿Qué hizo Rachel aquella noche?
Sally miró al suelo.
—Le besó.
—¿Y qué más?
—No lo sé.
—¿No lo sabes? Acabas de decir que les viste. ¿Qué hizo Rachel con tu novio delante de tus narices?
Sally vaciló.
—Le metió la mano en los pantalones.
—¿Estaba ahí arriba montándoselo con tu chico mientras tú te quedabas sola en la acera?
—Sí.
—¿Y crees que sólo estaba jugando con él? ¿Que no iba en serio? —preguntó Gale.
—¡Sí! ¡Así era ella! Él no le interesaba en absoluto.
—Pero a Kevin sí le interesaba ella. Siempre estuvo secretamente enamorado de Rachel, ¿no es así? Y tú lo sabías. Y ahí estaba la chica de sus sueños, echándosele encima. Te dio miedo que él te dejara, ¿verdad?
—Kevin nunca haría eso.
—Sabemos que quedó para salir con Rachel la noche siguiente. Canceló una cita contigo, ¿no es cierto?
Sally se mordió el labio. Parecía querer escapar.
—Llamó y canceló nuestra cita.
—¿Y sólo era culpa de Rachel?
—¡Sí!
—Por lo tanto, después de verles a los dos en el puente, ¿te marchaste a casa?
—Así es.
—¿Eso fue todo? ¿Te marchaste a casa?
—Sí, me marché a casa. Estaba disgustada.
—¿No quisiste enfrentarte a ellos?
—No, no entonces. No podía. No podía mirarles.
—Vuelve a decirnos qué hora era.
—Hacia las nueve y media.
Gale se sacó las gafas y agitó las hojas de su bloc al cerrarlo. Sally le seguía con la mirada. Se dispuso a levantarse, como si Gale hubiese terminado. Pero en cuanto estuvo de pie, Gale se volvió. Sally tragó saliva y se sentó de nuevo. Gale se tiró de la perilla y contempló a la muchacha, pensativo.
—¿Qué hiciste al llegar a casa?
—Charlé un rato con mis padres y luego me metí en la cama.
Gale asintió.
—¿Telefoneaste a Kevin?
—No.
—¿Telefoneaste a Rachel?
—No.
—Debió de costarte conciliar el sueño, estando tan enfadada.
—No me acuerdo —dijo Sally.
Su labio inferior sobresalía de su boca. Estaba adoptando una actitud agresiva.
—¿Tu dormitorio está en el primer piso? —preguntó Gale.
—Sí.
—Así que, si querías, ¿podías escabullirte sin que tus padres se enterasen?
—No hice tal cosa —dijo Sally.
—¿No fuiste caminando a casa de Rachel para enfrentarte a ella? ¿Para dejarle las cosas claras?
—Protesto, pregunta y respuesta —interrumpió Dan.
—Se acepta la protesta.
Gale probó con un acercamiento distinto.
—Está bien, seamos muy claros con esta cuestión. Sally, ¿viste a Rachel aquella noche después de marcharte a tu casa?
Antes de que Dan pudiese protestar, Sally abrió los ojos como platos.
—¡No!
Varios miembros del jurado se inclinaron hacia delante. Dan contempló a Sally con desconfianza y luego volvió a mirar a Stride, con expresión inquisitiva y hostil. Stride se acercó a Maggie y le susurró:
—¿De qué diablos va todo esto? ¿Adónde quiere ir a parar?
La piel de color miel de Maggie parecía varios tonos más pálida.
—Creo que vas a matarme, jefe.
—Qué pasa —dijo Stride.
Maggie susurró:
—Su ropa.
Gale esperó hasta que volvió a hacerse el silencio en la sala. Entonces, con voz tranquila, dijo:
—Sally, explícanos una cosa. Si no fuiste a ver a Rachel, si no abandonaste tu casa aquella noche, ¿por qué te vieron en la calle a sólo unos metros de distancia de la casa de Rachel cuando pasaban unos minutos de las diez?
La jueza Kassel golpeó de nuevo con el martillo cuando el nivel de ruido se elevó en el interior de la sala. Sally parecía encogerse ante los ojos de la concurrencia.
—Eso es imposible. Yo no estaba allí.
Gale suspiró. Extrajo un trozo de papel blanco de entre sus notas y se acercó al estrado.
—Sally, esto es un informe policial de la noche de la desaparición de Rachel. Se trata del interrogatorio a una tal señora Carla Duke, que vive cuatro casas más allá de la de los Stoner. ¿Harías el favor de leernos el fragmento subrayado, Sally?
Sally cogió el papel como si ardiera, sosteniéndolo por la esquina con la yema de los dedos. Su voz era casi inaudible.
—«Vi a una chica caminando poco después de las diez. La vi a la luz de la farola. Pero no se parecía en nada a esa chica que están buscando. Su cabello era espeso y castaño y llevaba vaqueros y un anorak rojo».
Gale cogió el papel de la mano de la muchacha.
—Sin duda se parece a ti, Sally.
—No era yo —murmuró—. No era yo.
Stride también murmuró:
—Hijo de puta. ¿Por qué se nos pasó por alto?
—Buscábamos a alguien que hubiese visto a Rachel —dijo Maggie—. No a otras chicas.
Gale sacudió la cabeza con incredulidad.
—Alguien que llevaba la misma ropa que tú, con el mismo pelo que tú, cerca de la casa de Rachel la noche de su desaparición, tan sólo unos minutos después de que Rachel te humillase en Canal Park. Pero no eras tú.
Sally empezaba a desmoronarse.
—No.
—Pues yo digo que mientes, Sally —soltó Gale.
—¡Protesto! —dijo Dan.
La jueza Kassel asintió.
—Se acepta la protesta.
Gale no se inmutó.
—Si la señora Duke testifica, ¿crees que te identificará?
—Protesto, eso son especulaciones.
—Se acepta la protesta.
Pero el mensaje ya se había enviado.
—¿Qué le dijiste a Rachel? —preguntó Gale—. ¿Le advertiste que se mantuviera alejada de Kevin?
—No la vi.
—¿Abrió ella la puerta? ¿Estaban las llaves del coche junto a la entrada? ¿Salisteis las dos a dar una vuelta?
—¡No!
—Alguien te vio, Sally. Kevin sabrá que eras tú. Ya es hora de que nos cuentes toda la verdad, tanto a él como a nosotros. Y ahora, por última vez, ¿fuiste a casa de Rachel aquella noche?
—Protesto —repitió Dan—. Está presionando a la testigo, su señoría.
Pero la jueza Kassel miraba de hito en hito a Sally, al igual que los demás. Sacudió la cabeza despacio.
—Protesta denegada. Por favor, responde a la pregunta, jovencita.
Sally miró a la jueza, luego a Gale y después al jurado. Tragó saliva y se pasó la mano por el pelo con nerviosismo. Se retorció un tirabuzón con los dedos y las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. Y entonces, con un suspiro, confesó:
—Sí, lo hice.
La sala estalló y la jueza intentó acallar a la multitud. Las siguientes palabras de Sally casi quedaron ahogadas cuando gritó:
—¡Pero yo no la maté! ¡No fui yo! ¡No fui yo!
Gale esperó a que los presentes guardaran silencio.
—Nos has estado mintiendo, Sally. ¿Por qué íbamos a creerte ahora?
—Solicito volver a interrogar a la testigo, su señoría.
Dan no tenía otra opción. No podía dejar al jurado preguntándose qué vendría luego; tenía que sacarle la verdad.
—Cuéntanos lo que hiciste aquella noche, Sally —dijo Dan con calma.
Sally parecía ansiosa por hablar.
—Me escapé de mi dormitorio. Estaba tan furiosa con Rachel… Estaba siendo muy cruel; jugaba con Kevin, y yo sabía que no le importaba. Así que me fui caminando hasta su casa. Quería cantarle las cuarenta, decirle que su actitud hacia él era mezquina.
—¿Y entonces? —preguntó Dan.
—Su coche estaba aparcado fuera cuando llegué. Así que supuse que estaba en casa.
—¿Qué hiciste?
—Me dirigí hacia la puerta. Quería hablar con ella.
—¿Y lo hiciste?
Sally negó con la cabeza.
—No.
—¿Por qué no? ¿No estaba en casa?
—No, no es eso. Estuve a punto de llamar al timbre, pero no lo hice.
—¿Por qué no?
Sally contempló a Archie Gale con mirada triunfante.
—Oí voces en el interior. Gente que gritaba. Oí los chillidos de Rachel. Parecía muy alterada. Y escuché… oí al señor Stoner. Reconocí su voz. Le gritaba a Rachel. Parecían discutir acaloradamente, así que me marché.
Graeme Stoner se inclinó hacia delante y empezó a susurrar con furia. Incluso Dan parecía sorprendido. Miró a Sally y luego se limitó a decir:
—Eso es todo, no hay más preguntas.
Stride sacudió la cabeza. Aquello era un jodido lío.
Gale se levantó otra vez. Si estaba inquieto por la repentina revelación de Sally, un grano en el culo de Graeme Stoner si el jurado la creía, no lo demostraba.
—Sally, Sally, Sally… —murmuró, amable—. Con tantas mentiras, ¿qué importa una más?
—Protesto.
—Se acepta.
Gale se encogió de hombros.
—¿Pides que nos creamos que tenías información crucial sobre este caso y que elegiste no revelar nada hasta el día de hoy?
—Estaba asustada —replicó Sally.
—¿De qué, Sally? —preguntó Gale con aire perplejo.
—De él. Del señor Stoner.
—¿Incluso después de que le arrestaran?
Sally tartamudeó.
—Pues sí.
—Sin embargo, no estabas tan asustada como para guardar silencio sobre la historia del establo. Si le hablaste de eso a la policía, ¿por qué no le contaste el resto, Sally?
—No estaba segura de que me creyeran.
—Así que mentiste. Buena estrategia.
—No quería que mis padres supieran que había salido otra vez —dijo Sally—. O Kevin. Tenía miedo de lo que pudieran pensar.
—De que pudieran pensar que habías asesinado a Rachel.
—¡No! —gritó Sally—. No se trata de eso, de ningún modo.
—El hecho es que no le hablaste a nadie de esa discusión fantasma entre Rachel y Graeme porque nunca existió, ¿no es cierto? Te lo acabas de inventar aquí y ahora.
—¡No, no es verdad!
—¿No? Vamos, Sally. Acabas de admitir que fuiste a casa de Rachel, después de negarlo durante meses. ¿Qué ocurrió realmente?
—Protesto, pregunta y respuesta —intervino Dan.
—Protesta denegada —dijo la jueza Kassel con resolución.
Aquello era un desastre. Ni siquiera la jueza la creía.
—Ocurrió tal como lo cuento —insistió Sally—. Les oí.
Gale suspiró.
—¿De veras? ¿Y qué decían?
—No pude comprender las palabras —dijo Sally.
—Ya veo. Sólo oíste voces.
—Sí.
—Así que, furiosa y humillada, después de recorrer un kilómetro y medio a pie para enfrentarte a ella, te marchaste sin verla. Porque oíste voces.
Sally asintió.
—Sí, así es.
—¿Y nunca se te ocurrió mencionarle esto a nadie? Puede que tengas una prueba clave para la investigación de un asesinato, ¿y no dices nada porque piensas que tus padres te castigarán por haberte escapado?
—No, no era… quiero decir que no fue por eso.
Gale no le daba tregua.
—Sally, ¿puedes darnos una sola razón por la que debamos creernos esta historia?
Sally abrió la boca y volvió a cerrarla, se humedeció los labios con la lengua y no dijo ni una palabra.
—He terminado, su señoría —dijo Gale.