Capítulo 28

En el estrado, Sally parecía muy joven. Iba recatadamente ataviada con un jersey blanco de algodón con cuello redondo y una falda azul. El suéter era lo bastante holgado para no atraer la atención sobre sus pechos.

Llevaba el pelo peinado hacia atrás y recogido en la nuca. Su rostro era rosado, pero sin maquillaje. No llevaba joyas, sólo un sencillo reloj de oro.

Stride la miró. ¿Estaba equivocado? Una sombra de duda pasó por su mente, mientras consideraba la terrible posibilidad de que hubieran enfocado mal el caso. Sally era celosa y posesiva. ¿Podría haber cruzado la línea y cometido un asesinato?

¿Dos veces? Sencillamente, no lo creía.

—Sally, quiero que le cuentes al jurado lo que te ocurrió el pasado verano. ¿Nos lo puedes explicar?

Sally asintió. Su expresión era grave y serena.

—Era un domingo por la mañana de julio. Fui con el coche al norte de la ciudad y me metí por una de las carreteras rurales. Aparqué allí y seguí con la bicicleta.

—¿Durante cuánto tiempo montaste en bici? —preguntó Dan.

—Cerca de media hora, creo. Iba escuchando música y no me fijé mucho en el tiempo. Pero entonces se rompió la cadena de mi bici. Debía de estar a unos cinco o diez kilómetros de mi coche, así que di media vuelta y me dispuse a volver, con la bicicleta a rastras.

—¿Hiciste todo el camino hasta tu automóvil?

Sally negó con la cabeza.

—No. Un coche pasó por la carretera. El conductor paró y me pitó; era el padrastro de Rachel, Graeme Stoner.

—¿Conocías bien al señor Stoner?

Sally se encogió de hombros.

—Bueno, nos conocíamos lo bastante como para hablar. Estuve varias veces en casa de Rachel con mi novio, Kevin.

—Continúa, Sally.

—Se ofreció a acercarme con la bici hasta el coche.

—¿Aceptaste?

—Sí. Estaba cansada y me pareció bien que me llevara de vuelta a mi coche. Así que me subí a su vehículo, pero nos quedamos ahí unos minutos. No parecía tener intención de encender el motor. Era un poco raro. Lo único que hacía era preguntarme cosas, cosas personales.

—Dinos qué te preguntó.

Sally vaciló.

—Dijo que me había visto mucho con Kevin. Me preguntó si era mi novio.

—¿Qué respondiste?

—Que sí, que lo era. Entonces me preguntó, con una especie de sonrisita, si tomábamos precauciones.

—¿Qué creíste que quería decir?

Gale se puso en pie.

—Protesto, su señoría. Suponiendo que esta conversación tuviera lugar, la testigo no está en posición de hacer de adivina.

—Aceptada, pero la próxima vez prescinda de ese tono, señor Gale —le conminó la jueza Kassel.

Gale se sentó al tiempo que esbozaba una tímida sonrisa.

—¿Estabas incómoda?

—Bueno, al principio no. Pero la cosa se empezó a alargar. Debimos de quedarnos cinco minutos ahí sentados, más o menos, mientras él me soltaba todas esas preguntas. Empecé a lanzar indirectas, ¿sabe? Le sugerí que nos fuéramos de allí. Le expliqué que tenía que volver a la ciudad. Al final, encendió el motor y nos pusimos en marcha. Pero me di cuenta de que iba muy despacio. Eché un vistazo y vi que sólo iba a sesenta. La gente suele ir a cien o ciento diez por esas carreteras.

—¿Continuó hablando el señor Stoner mientras conducía?

—Sí. Me dijo que era muy guapa. Que le gustaba mi pelo. Que tenía una piel muy bonita. Y no dejaba de mirarme, y no precisamente a la cara, ¿sabe?

—Dinos dónde miraba, Sally.

Observó al jurado con nerviosismo.

—Me miraba los pechos. Me iba echando miraditas disimuladamente. Intenté cruzar los brazos, pero parecía inútil. Así que cambié de postura para que no pudiese ver gran cosa.

—¿Cómo te sentías?

—Incómoda.

—¿Dijiste algo?

Sally sacudió la cabeza.

—No, sólo quería llegar a mi coche y marcharme de allí.

—¿Qué ocurrió luego? —preguntó Dan.

—Me preguntó si había estado alguna vez en el establo.

Un murmullo llenó toda la sala y la jueza Kassel golpeó con el martillo para restablecer el orden. Stride vio que los miembros del jurado estaban absortos en el relato de Sally.

—Continúa, Sally —dijo Dan.

—Me dijo que había oído que todo el mundo iba a enrollarse allí, y se preguntaba si yo había estado con Kevin —continuó.

—¿Qué respondiste?

—Que no. Se sorprendió mucho, creyó que bromeaba. Pero era la verdad, yo nunca había estado.

—¿Dónde os encontrabais en aquel momento?

—En un cruce. Yo sabía que el establo estaba en aquella dirección, todo el mundo sabe dónde está. Paró el coche en la intersección.

Dan se inclinó hacia delante.

—Sólo para dejarlo claro, Sally, ¿se trata del mismo establo donde se descubrieron las pruebas del brazalete y la sangre de Rachel?

—Sí, es el mismo sitio.

—¿Y qué pasó entonces?

—Me preguntó si el establo estaba siguiendo esa carretera. Le dije que me parecía que sí. Le brillaron los ojos, como si intentara flirtear conmigo, y me preguntó si creía que habría alguien enrollándose.

—¿Qué dijiste?

—Dije que no lo sabía. Le dije que tenía que irme.

—¿Te hizo caso?

—No —dijo Sally con cara de asco—. Dijo que teníamos que ir a comprobarlo. Insistió mucho y giró para dirigirse al establo. Yo estaba muy asustada.

—¿Qué creíste que iba a ocurrir?

—Protesto —interrumpió Gale—. Eso son especulaciones.

—Le estoy pidiendo a la testigo que nos diga cuál era su percepción de la situación, su señoría, y no lo que pasaba por la cabeza del acusado —rebatió Dan.

La jueza Kassel hizo una pausa.

—Aceptaré la pregunta. Puede contestar.

—La verdad es que no sé lo que pensé. Simplemente, estaba aterrada. Por el modo en que me hablaba, creo que pensé que se me iba a echar encima. Que iba a intentar algo.

—¿Te llevó al establo?

Sally asintió.

—Sí. Se metió por la parte de atrás del establo y aparcó. Yo estaba preparada para salir corriendo, ¿sabe? Es decir, me estaba asustando. No había nadie alrededor y él continuaba mirándome y diciendo que era muy guapa.

—¿Te tocó?

—No. Bueno, tampoco tuvo oportunidad. Apenas llevábamos allí un par de minutos cuando llegó otro coche y se puso detrás de nosotros. Jamás me había alegrado tanto en toda mi vida.

—¿Qué hizo el señor Stoner?

—Sacó su culo de allí. —Sally vaciló—. Lo siento, pero es lo que hizo. En cuanto apareció ese otro coche, pisó el acelerador y nos largamos.

—¿Te dijo algo más?

Sally sacudió la cabeza.

—No, ni una palabra. Se limitó a conducir hacia la carretera principal, y esta vez iba casi a cien. Llegamos a mi coche en un par de minutos. Me dejó allí y eso fue todo. Me alegré de poderme marchar.

—¿Le hablaste a alguien del incidente? —preguntó Dan.

—No. No entonces, en cualquier caso. Me sentía avergonzada y un poco estúpida. Intenté convencerme de que solamente había malinterpretado lo ocurrido. Pero todo sucedió tal como lo he contado.

—Eso es todo, Sally. Gracias.

Dan se volvió hacia Gale.

—Su testigo.

Ahora, pensó Stride, comenzaban los fuegos artificiales. Se inclinó para susurrarle algo a Maggie, y entonces se dio cuenta de que ésta se había marchado.