Dan llamó a Emily Stoner como primer testigo el segundo día de juicio.
Su melena corta y oscura estaba peinada con esmero. Su piel, cubierta de maquillaje, parecía suave y rosada. Llevaba los labios pintados de un color pálido, un collar de perlas y pendientes a juego. Su vestido, azul marino y con el cuello ribeteado en blanco, se ajustaba bien a su cuerpo y se notaba que era nuevo. Al mirarla, Stride vislumbró cómo había sido Emily años atrás. El único signo que delataba la edad actual de Emily residía en su mirada, que, como siempre, no podía ocultar su abatimiento y su desesperación.
Emily avanzó por el pasillo. Sus tacones golpearon el suelo de mármol a medida que se aproximaba al estrado, donde prestó juramento. No miró a Graeme, y Stride se dio cuenta de que éste la ignoró. Gale también lo advirtió y Stride vio cómo le daba un discreto codazo a su cliente. Graeme había perdido a su esposa a causa de unas acusaciones falsas y tenía que mostrar su dolor.
Emily se instaló en la silla. Echó un vistazo rápido al jurado y luego apartó la vista con gesto nervioso. Tenía las manos cruzadas en su regazo. Su aspecto era atractivo y amable, pero a los ojos de Stride, parecía inestable. Los acontecimientos de los últimos meses habían agrandado la herida de su corazón. Stride comenzaba a preguntarse si el único motivo por el que no había cometido otro intento de suicidio era para tener la oportunidad de testificar contra Graeme y verle entre rejas. Stride esperaba que lo consiguiera.
—Señora Stoner, sé que esto es muy duro para usted —comenzó Dan.
El pecho de Emily se hinchó cuando respiró hondo y cerró un instante los ojos. Se irguió, armándose de valor para contar la historia. Su expresión era dura y resuelta.
—Estoy bien —dijo.
—¿Cómo conoció a Graeme Stoner? —preguntó Dan.
—Yo era cajera en el Range Bank. Él procedía de Nueva York y se incorporó al banco como ejecutivo. Era soltero, rico y atractivo y todas las mujeres de la oficina estaban locas por él. Incluida yo.
—¿Mostró interés por usted?
—No, al principio no. Pasaba por mi lado sin mirarme, como si no existiera. Hacía lo mismo con todas las mujeres: las ignoraba.
—¿Y entonces? —preguntó Dan.
—Un día, Rachel vino al banco. Llevaba la espalda descubierta y pantalones muy cortos. Yo la regañé por ese motivo y nos pusimos a discutir en el vestíbulo. Graeme nos vio juntas, pero no dijo nada. Sin embargo, más tarde, ese mismo día, me pidió una cita.
Dan remarcó lo que había dicho Emily, elevando la voz.
—¿El día en que Graeme se acercó a usted fue el mismo en que la vio con Rachel en el banco?
—Sí.
—¿Después de ignorarla durante meses?
—Sí.
—¿La había visto él antes con Rachel? —preguntó Dan.
—No lo creo. Rachel casi nunca venía al banco.
—Bien. Así que ustedes dos empezaron a verse. ¿Cómo reaccionó Rachel ante el hecho de que un hombre volviese a entrar en la vida de su madre?
—Era simpática con Graeme. Flirteaba con él.
—Finalmente, usted y Graeme se casaron. ¿Qué observó en la relación entre Rachel y Graeme después de eso?
Emily volvió a respirar hondo.
—Hacían cosas juntos, ellos dos solos. Se iban al bosque a hacer fotos y tardaban horas en volver. Graeme le hacía regalos: ropa, discos… esas cosas.
—¿Qué le parecía a usted?
—Al principio, me pareció muy bien. Estaba contenta de volver a tener una familia. Pero empecé a preocuparme porque Graeme pasaba cada vez más tiempo con Rachel y cada vez menos conmigo. Se volvió muy frío y distante. Era como si estuviera terminando con nuestra relación, y yo no sabía por qué.
Dan miró largamente al jurado y luego dijo, con voz calmada:
—Señora Stoner, ¿alguna vez tuvo motivos para pensar que su marido estaba manteniendo relaciones sexuales con su hija?
La mirada de Emily se llenó de ira.
—Las señales estaban allí, pero yo no las veía. No quería creerlo. Pero ahora, al mirar atrás, me doy cuenta de que ciertas cosas tendrían que haber disparado la alarma en mi cabeza.
—¿Por ejemplo?
—Pues una vez, cuando estaba cargando la compra en la parte de atrás del coche, me encontré unas bragas de Rachel. Era un lunes, y Graeme y Rachel habían salido juntos de excursión el día antes.
—¿Qué hizo? —preguntó Dan.
—Se lo comenté a Graeme. Dijo que Rachel había resbalado al cruzar un arroyo, que se había caído y se había mojado.
—¿Habló también con Rachel?
—No. Me limité a lavarlas y me olvidé de ellas.
—¿Qué más observó? —preguntó Dan.
—En otra ocasión, les vi besarse. Yo estaba en la cama y oí a Rachel y a Graeme que subían las escaleras. Rachel se reía. Las luces del pasillo estaban encendidas y oí que ella le daba las buenas noches, y luego vi que le rodeaba el cuello con los brazos y le besaba. En los labios. No era un beso inocente.
—¿Habló de ello con Graeme o con Rachel?
—No. Me hice la dormida. No fui capaz de afrontarlo.
Dan esperó, para que el relato de Emily calase hondo.
—Esa relación tan estrecha entre Graeme y Rachel, ¿continuó durante mucho tiempo?
Emily negó con la cabeza.
—No, algo cambió. Hace dos veranos la relación de Rachel con Graeme se deterioró. Ella se volvió fría e indiferente. Y yo no había visto discusiones ni peleas que provocasen tal cambio de actitud. Simplemente perdió el interés, como si hubiese desconectado un interruptor. Graeme intentó volvérsela a ganar. Era algo casi patético. Le compró un coche nuevo, pero nada cambió. Desde entonces, Rachel le trató de un modo muy parecido a como me trataba a mí: como a un enemigo.
—Protesto —interrumpió Gale.
—Se acepta —dijo la jueza Kassel.
—Señora Stoner, ¿por qué no le contó a la policía nada de todo esto al principio, cuando Rachel desapareció? —preguntó Dan.
—Intenté convencerme de que era imposible que Graeme estuviese implicado. Me engañaba a mí misma, como si las cosas que había visto no significasen nada. Y supongo que era demasiado humillante pensar que algo tan horrible estaba ocurriendo delante de mis narices sin que yo me enterase nunca.
Gale volvió a protestar y otra vez se aceptó su protesta. Pero Dan había alcanzado su objetivo. Estaba listo para concluir.
—Sabemos que vivió momentos muy difíciles con su hija. Después de todo lo que ocurrió entre ustedes, ¿todavía la quería?
La pasión afloró al rostro de Emily. Era la primera vez que Stride recordaba haber visto un atisbo de vida en aquellos ojos cansados.
—¡Por supuesto! La quería con toda mi alma. Y la sigo queriendo. Sé lo mucho que sufrió y habría hecho cualquier cosa por llegar a ella. Pero nunca lo conseguí y eso me destrozaba por dentro. Siempre será lo que más me reprocharé en la vida: no haber encontrado el modo de salvar el abismo que nos separaba.
Dan sonrió.
—Gracias, señora Stoner.