Capítulo 22

Stride tomó asiento en el estrado. Lo había hecho cientos de veces, hasta el punto de que aquella silla ya le resultaba familiar, como si hubiera dejado en ella una huella que se ajustaba a su cuerpo. Estableció contacto visual con los miembros del jurado.

El jurado de Duluth creía en la policía. Lo veía en sus ojos. No era como uno de esos grupos de las grandes urbes, donde a veces los ciudadanos ven a la policía como a un enemigo. Vio cómo estudiaban sus marcadas facciones, los mechones grises de su cabello oscuro y su complexión robusta, y cómo llegaban a la conclusión de que podían confiar en él.

Dan les puso en antecedentes y dejó que Stride hablase sobre su historial en el cuerpo, sus años de experiencia y su pericia en la escena de un crimen para resolver los casos. Sólo después de que el jurado supiese todo eso, Dan comenzó a sacar el tema de Rachel. Stride explicó cómo se había enterado de la desaparición de la muchacha y luego, paso a paso, guió al jurado a través de la reconstrucción de las pruebas de la última noche de Rachel.

Describió el vídeo del banco, que mostraba el paso del coche de Rachel poco después de las diez de la noche. Dan proyectó la cinta para el jurado. Luego mostró una foto ampliada, con mucho grano, donde se veía el rostro de la muchacha detrás del volante. A pesar de que la imagen era borrosa, todo el mundo vio que se trataba de Rachel. Sonreía. Parecía contenta.

Dan recordó al jurado que se trataba de la última imagen que se había visto de Rachel Deese.

—Teniente, ¿qué lleva Rachel en esta fotografía?

—Un jersey de cuello de cisne blanco —dijo Stride.

Dan regresó a la mesa del fiscal y cogió un objeto: un recibo cuidadosamente catalogado en una bolsa de plástico.

—¿Puede identificar esto?

Stride asintió.

—Es un recibo encontrado en una bolsa de la marca Gap en el suelo del dormitorio de Rachel. Lo descubrimos durante nuestra investigación inicial.

—¿De qué es el recibo?

—De una prenda de vestir comprada el domingo anterior a la desaparición de Rachel. Un jersey blanco de cuello de cisne de la marca Gap.

—¿Encontraron algún jersey blanco de cuello de cisne cuando registraron el dormitorio de Rachel?

—No.

Dan asintió, pensativo.

—Teniente, díganos, por favor, cómo llevaron a cabo usted y sus agentes la búsqueda de Rachel.

—Pusimos en marcha una investigación inmediata y exhaustiva que abarcaba el estado y la región. Mis agentes interrogaron a todos los vecinos en un área de doce edificios alrededor de la casa de los Stoner. Comprobamos la estación de autobuses, el aeropuerto, la estación de trenes y todas las compañías de taxis tanto de Duluth como de Superior. La policía comprobó las estaciones de servicio del estado y los puestos de comida rápida de las autopistas principales, distribuyendo la fotografía de Rachel e interrogando a los empleados. Colgamos un aviso en nuestra página web y enviamos la información a la policía del país. Esta campaña originó centenares de pistas, que fueron metódicamente investigadas por nuestros agentes y compañeros de otros estados. Disponíamos de excelentes fotografías de Rachel que mostrarles a los testigos. Llevamos a cabo, literalmente, miles de interrogatorios. Sin embargo, no obtuvimos ni una sola verificación de que alguien hubiese visto a Rachel después de la cinta del banco. Ni una. En ningún sitio.

—¿A qué conclusión llegaron entonces? —preguntó Dan.

—Comenzamos a descartar la posibilidad de que Rachel se hubiese escapado. Nadie la había visto con vida desde el viernes por la noche. Además, desde el principio dudábamos de que Rachel hubiese huido dejando su automóvil en casa. Nos parecía extremadamente inusual que una adolescente que tuviera coche dejara tras de sí su único medio de transporte. Y, como ya he dicho, cubrimos todos los posibles transportes públicos y no encontramos ninguna prueba de que utilizase ninguno de ellos.

—¿Consideraron la posibilidad de que la hubiese raptado un extraño?

Stride asintió.

—Interrogamos a todos los delincuentes sexuales conocidos en un radio de ciento cincuenta kilómetros alrededor de la ciudad. Investigamos a varios que no tenían una coartada para el viernes por la noche. No había ninguna prueba de que se hubiesen acercado a Duluth. Nadie reconoció sus fotografías ni sus vehículos en la zona circundante a la casa de Rachel.

—¿Existen otros elementos de la investigación que, según su experiencia, sean incompatibles con un rapto por parte de un extraño? —preguntó Dan.

—Sí. Prácticamente todos los raptos de ese tipo suceden en zonas rurales o aisladas. En carreteras comarcales, por ejemplo. Es extremadamente inusual que se lleven a una chica de una ciudad y cerca de su casa. La mayoría de los acosadores sexuales prefieren no arriesgarse a ser identificados por acechar una zona concurrida o por raptar a alguien cuyos gritos y resistencia podrían llamar la atención de los vecinos. Sólo cometen sus crímenes si encuentran la oportunidad. Un camino solitario, una víctima desafortunada… Puesto que sabemos que Rachel se dirigió a su casa aquella noche, su coche estaba aparcado en la entrada, sabemos que se encontraba en un vecindario concurrido.

Dan regresó a la mesa del fiscal el tiempo suficiente para beber un sorbo de agua. No quería presionar al jurado. Stride estaba mostrando un panorama complejo y era importante que el jurado siguiese la cadena de pruebas y conclusiones.

—Finalmente, ¿encontraron otras pruebas de lo que le ocurrió a Rachel? —preguntó.

—Así es.

Stride habló del aviso de Heather Hubble que condujo al descubrimiento del brazalete de Rachel y describió la búsqueda en el establo, donde se había encontrado.

—Como resultado de la búsqueda, ¿encontraron otras pruebas de que Rachel hubiese estado en aquel lugar?

—Sí. Descubrimos un pedazo de tela blanca con manchas oscuras. Las manchas parecían ser de sangre.

Una vez más, Dan mostró la prueba y la presentó.

—¿Por qué fue significativo este descubrimiento? —preguntó Dan.

—Creíamos que Rachel llevaba un jersey blanco de cuello de cisne, que se había comprado el fin de semana anterior a la noche de su desaparición. La prenda encajaba con las características generales del jersey. Lo enviamos al departamento criminal de Minneapolis para que lo analizaran.

Dan terminó con sus preguntas sobre el jersey. Inmediatamente después de Stride, el doctor Yee —o Doctor Imperturbable, como le conocían en los círculos legales y criminalistas de Minnesota— subió al estrado para encajar las pruebas forenses en el rompecabezas. Yee comparó la tela con otro jersey de cuello de cisne del mismo fabricante y concluyó que concordaba con la marca y el patrón del cuello de cisne que llevaba Rachel. Y las pruebas de ADN de las manchas de sangre conducían hasta Rachel.

—A esas alturas, teniente, ¿modificaron el rumbo de su investigación? —preguntó Dan.

—Sí. Llegamos a la conclusión de que Rachel había muerto y empezamos a buscar un cadáver.

—Pero no lo encontraron, ¿es cierto?

Stride negó con la cabeza.

—Comprobamos kilómetros y kilómetros del bosque que rodea el establo. Entre la policía y los voluntarios, se cubrió cada metro con un esquema muy preciso. Por desgracia, allí hay demasiados lugares donde ocultar un cadáver.

—Sin embargo, ¿está firmemente convencido de la muerte de Rachel? —preguntó Dan.

—¡Protesto! —exclamó Gale—. El testigo no tiene conocimiento directo de si la chica está viva o muerta.

Dan sacudió la cabeza.

—Estoy solicitando una conclusión basada en la amplia experiencia del teniente en la investigación de homicidios. Es un experto.

La jueza Kassel frunció los labios.

—Se acepta. El testigo debe contestar.

—Sí, creo que Rachel está muerta —dijo Stride—. Es la única explicación razonable a las pruebas.

—Retrocedamos un instante, teniente. Además del pedazo de tela ensangrentado, ¿hallaron alguna otra prueba en la escena del crimen?

Gale se volvió a levantar.

—Su señoría, el fiscal ha calificado el lugar de escena del crimen sin tener pruebas definitivas de que se haya cometido uno.

La jueza Kassel asintió.

—Tiene razón, señor Erickson.

Dan se mostró imperturbable.

—¿Encontraron algo más cerca de donde habían hallado el pedazo de tela?

—Así es —dijo Stride—. Había muchas huellas dactilares que se solapaban en el suelo de tierra detrás del establo, donde suelen aparcar los coches. Allí no pudimos encontrar nada que nos sirviera. Pero a menos de cien metros de distancia de donde descubrimos el pedazo de tela, encontramos varias huellas parciales de una zapatilla deportiva del cuarenta y cuatro. También encontramos huellas de otra zapatilla deportiva, ésta del número treinta y ocho.

Dan presentó fotografías de las huellas, seguidas de la reconstrucción de los rastros de las pisadas.

—¿Pudieron identificar la marca de zapatillas asociada con el número cuarenta y cuatro de las huellas?

—Sí, el diseño es muy particular, con un gran óvalo rojo en el centro de la suela. Procede de unas zapatillas Adidas, modelo 954300. Se vende en tres locales del área de Duluth.

Dan cogió un papel de la mesa del fiscal y volvió a mostrarlo como prueba. Se volvió hacia Stride.

—¿Puede decirnos qué es este papel, teniente?

—Es la copia de un cheque firmado por Graeme Stoner y datado cuatro meses antes de la desaparición de Rachel. Fue entregado a una tienda llamada Sports Feet por una compra de ochenta y cinco dólares.

—¿Cuántas sucursales tiene esta tienda en Duluth?

—Una, en los almacenes Miller Hill.

—Esta tienda ¿vende el modelo de zapatillas Adidas que corresponde a las huellas?

—Así es. Su precio de venta al público en el momento de entregarse este cheque era de ochenta y cinco dólares.

Dan asintió con gravedad.

—Dígame, teniente, ¿encontraron un par de zapatillas Adidas cuando registraron la residencia del señor Stoner?

—No, no las encontramos.

—¿Ninguna zapatilla deportiva?

—Encontramos unas Nike que habían sido compradas hacía poco. Apenas se habían utilizado.

Dan mostró la copia de otro cheque firmado por Graeme Stoner.

—Háblenos de este otro cheque, por favor.

—Este cheque también fue entregado a Sports Feet, esta vez por un valor de setenta y ocho dólares. El cheque data del fin de semana posterior a la desaparición de Rachel. Setenta y ocho dólares es el precio de venta al público del modelo de Nike que encontramos en el dormitorio del señor Stoner.

—¿Se compró un par de zapatillas deportivas tan sólo cuatro meses después de comprarse el primero?

—Así es —dijo Stride.

—¿Y de qué número eran las Nike que encontraron? —preguntó Dan.

—Del número cuarenta y cuatro. El mismo que las huellas que había cerca del establo.

—Otra pregunta sobre esta cuestión, teniente, ¿establecieron qué número tenía el pie de Rachel?

—El número treinta y ocho. Eso encaja con el tamaño de la otra huella hallada junto al establo.

Dan se tomó un momento para observar las miradas de los miembros del jurado, para asegurarse de que comprendían el significado de todo lo que Stride estaba describiendo. Stride vio en aquellos ojos el impacto de su testimonio. Esas coincidencias les gustaban tan poco como a él.

—Durante la investigación, teniente, ¿obtuvo una orden para registrar la residencia de los Stoner? —preguntó Dan.

—Sí, la obtuvimos —dijo Stride.

—Díganos qué encontraron durante ese registro.

—La primera prueba significativa que descubrimos estaba en el disco duro del ordenador que el señor Stoner tenía en su despacho. Era una fotografía de Rachel.

Dan cogió una copia ampliada de la fotografía. La presentó como prueba y luego se la mostró a Stride sin que la viese el jurado.

—¿Es ésta la fotografía?

Stride asintió.

—Sí, es ésta.

Dan se acercó a la tribuna del jurado. Muy despacio, giró la fotografía para que todos los miembros pudieran verla. Varios de ellos ahogaron una exclamación. Stride apreció que, de forma involuntaria, los cuatro hombres del jurado se inclinaban hacia delante. Era imposible no reaccionar sexualmente ante la imagen de aquella chica.

—En el transcurso de su registro, ¿encontraron posteriormente alguna otra prueba de carácter sexual?

—Así es. En el fondo del cajón de un archivador, en el mismo despacho, encontramos varias revistas pornográficas, que incluían títulos como Pequeñas perversas, Lolitas ardientes y Carne tierna.

Sin mirar a Stride, estudiando los rostros del jurado, Dan preguntó:

—¿Qué clase de revistas eran?

—Incluían fotos explícitas de modelos caracterizadas para parecer adolescentes.

Dan regresó a la mesa del fiscal, llevándose la foto de Rachel. Él y Stride habían hablado sobre la posibilidad de dejar la fotografía expuesta en un caballete delante del jurado durante el resto de su declaración, pero ambos habían decidido que la imagen podía distraer demasiado a los miembros masculinos, e incluso quizás a los femeninos.

Dan sacó unas copias de las revistas descubiertas en casa de Graeme y se las pasó una por una a los miembros del jurado, que hojearon algunas de sus páginas. Sus rostros expresaron indignación. Dan les dejó unos minutos para examinar aquellas imágenes altamente explícitas; el tiempo necesario para hacerse una idea de su naturaleza perversa, pero no el suficiente para insensibilizarse. Recogió las revistas y luego extrajo otra página de su montón de objetos para exponer.

Se la tendió a Stride.

—¿Puede decirnos qué es esto?

—Es un listado de las llamadas telefónicas realizadas desde el hogar de los Stoner.

—¿Y qué vemos en él?

—Hay llamadas regulares a un número erótico. La media es de dos o tres llamadas al mes durante más de un año. Todas ellas a teléfonos especializados en servicios sexuales con adolescentes. La idea es que las personas que telefoneen se imaginen que están manteniendo relaciones sexuales con chicas jóvenes.

—Gracias, teniente. Volvamos a su registro del hogar de los Stoner, ¿le parece? ¿Incluía su registro el coche propiedad del señor Stoner?

—Sí. El automóvil estaba aparcado en el garaje, apartado de la casa. Estuvo en el mismo lugar durante todas las visitas que realizamos a casa de los Stoner.

—Cuando registraron el vehículo, ¿estaba cerrado?

—Sí, el señor Stoner nos proporcionó una llave.

—¿Qué resultados dio el registro del vehículo?

—Analizamos detenidamente la moqueta de la parte de atrás y encontramos varias manchas pequeñas que parecían sangre. También hallamos fibras blancas que concordaban con la tela del jersey de cuello de cisne de Rachel. Enviamos todo el material al departamento criminalista.

A continuación, el doctor Yee estableció la siguiente conexión para el jurado: las fibras pertenecían a un jersey del mismo tipo que el que llevaba Rachel la noche de su desaparición, así como a la tela hallada en el establo. Las manchas del vehículo también se correspondían con la sangre de Rachel.

—¿Encontraron las manchas de sangre y las fibras en la parte de atrás del coche cerrado con llave de Graeme Stoner? —repitió Dan.

—Así es —dijo Stride.

—¿Encontraron algo más en el vehículo?

Stride asintió.

—En una caja de herramientas había un cuchillo de caza de quince centímetros.

Dan regresó a la mesa y, cuando se volvió hacia Stride, lo hizo blandiendo el cuchillo con gesto amenazador.

—¿Es éste el cuchillo que encontraron?

—Sí.

Dan acercó el cuchillo al jurado un poco más, mientras le daba vueltas una y otra vez entre sus manos dejando que las luces se reflejasen en su hoja.

—¿Encontraron alguna prueba en el cuchillo? —preguntó.

—Encontramos restos de sangre en la hoja del cuchillo. También encontramos dos huellas dactilares que correspondían al pulgar y al dedo corazón de Rachel.

—¿Estaban esas huellas en el mango?

—No, estaban en el filo.

Dan miró hacia atrás con aspecto confundido.

—¿En el filo?

—Sí. Las huellas de Rachel estaban en el filo del cuchillo, mirando hacia arriba, lo que indica una postura defensiva.

—Protesto —interrumpió Gale.

—Se acepta —dictaminó la jueza Kassel.

—Bien; ¿puede mostrarnos cómo estaban dispuestas las huellas y la sangre en el cuchillo, teniente? —preguntó Dan.

Se aproximó al estrado y entregó a Stride el cuchillo. Con cuidado, el teniente le dio la vuelta para que la hoja quedase de cara a su palma. Luego dobló los dedos alrededor del filo.

—Así —dijo Stride.

Le entregó el cuchillo a Dan.

En un instante, Dan se abalanzó sobre la tribuna y la hoja resplandeció sobre el rostro de Stride. Inmediatamente, éste reaccionó intentando detener el cuchillo con la mano. Su palma y sus dedos acabaron en la misma posición que había reproducido para el jurado. Gale se puso en pie, furioso:

—Esto estaba preparado, su señoría. Rachel podría haberse limitado a recoger el cuchillo cuando se cayó al suelo. La escenificación del señor Erickson es engañosa e irrelevante.

La jueza Kassel asintió y miró a Dan con expresión severa.

—Aceptada. Pido al jurado que no tenga en cuenta la demostración del fiscal y su testigo. Y señor Erickson, no quiero más estupideces de este tipo en mi sala, ¿está claro?

—Por supuesto —dijo Dan.

Pero el jurado ya había recibido el mensaje.

—De acuerdo, teniente, sólo una cosa más. ¿Encontraron otras huellas dactilares en el cuchillo?

—Sí, en el mango encontramos unas huellas que corresponden al acusado.

—¿No había ninguna otra?

—No —dijo Stride.

—Gracias, teniente. No tengo más preguntas.