Capítulo 45

Serena buscó las manos atadas de Claire y se las sujetó con firmeza. Cuando se oyó la detonación fuera del coche, supo que Claire estaba gritando detrás de la cinta que le amordazaba la boca; pudo oír su llanto amortiguado mientras enterraba la cara en el hombro de Serena, en el lóbrego y reducido perímetro del maletero. Notó la humedad de las lágrimas a través de su camiseta. Claire se aferró a sus manos con tanta violencia que estuvo cerca de rasgarle la piel con las uñas.

Notó que el coche se sacudía cuando Blake volvió a subirse; luego se movieron, y sus cuerpos rebotaron libremente mientras el Impala avanzaba por el camino de entrada del complejo residencial hasta la calle. Serena reconoció la curva familiar. Esperaba que alguien hubiera oído los disparos y llamado al 911, aunque sabía que ya llevarían fuera un buen rato para cuando acudiera un coche patrulla.

Serena estaba magullada y dolorida. Salió disparada hacia delante cuando el coche paró de golpe en un stop, y se dio con la cabeza contra la pared del maletero. Le dolían los brazos de tenerlos tan rígidos y en la misma postura, y algo —¿un gato para cambiar neumáticos?— le había golpeado de lleno la rodilla. El hueso le palpitaba de dolor.

Desenredó sus dedos de los de Claire y se giró de espaldas, aterrizando sobre su omóplato. Antes había descubierto que los brazos le daban el juego suficiente para doblarlos por los codos y llevarse las manos a la boca. Sus dedos se aferraron a la cinta que la amordazaba, y se la arrancó lenta y dolorosamente. Liberada la mandíbula, se la frotó y respiró hondo varias veces, llenándose los pulmones de aire. Estaba sudando. Dentro del maletero, hacía tanto calor que se mareaba.

El coche pasó por un bache en el camino, y su frente impactó bruscamente contra el techo. Maldijo en voz baja.

Serena apoyó el pie izquierdo en el suelo y se dio impulso para volver a quedar de lado, de cara a Claire. Encontró las manos de ésta.

—Claire, escúchame —le susurró—. Seguramente puedes subir las manos hasta la cabeza y quitarte la cinta. ¿Puedes intentarlo?

Esperaba que Claire tuviera la fortaleza suficiente, tanto mental como física, para hacerlo.

La soltó y notó que Claire se contorsionaba para colocar los brazos y acercarse los dedos a la boca. Se quitó la cinta rápidamente y Serena la oyó jadear.

—Mierda, cómo duele.

Las dos se rieron. Serena se alegró de que Claire sonara calmada y ya no desesperada. Se acercó a rastras y puso la boca junto al oído de Claire.

—Tenemos que ser lo más silenciosas posible. ¿Qué ha pasado ahí fuera?

—Era Leo —dijo Claire—. Creo que Blake lo ha matado.

—¿Te ha herido?

—No. Pero he pasado un miedo de muerte.

Serena acarició con la mejilla la suave piel del rostro de Claire.

—No pasa nada. Vamos a salir de ésta.

«Ya está, pequeña».

Serena tuvo una extraña sensación de libertad. De fortaleza. Como si le hubieran dado una segunda oportunidad, una manera de compensar el pasado. De salvar a Deidre salvando a Claire.

—¿Sabes adónde nos está llevando? —preguntó Serena.

—No tengo ni idea.

Serena no quiso especular, pues ninguna opción resultaba atractiva. Había intentado seguir el rastro de las curvas y los stops una vez estuvieron en la calle, pero la ruta enseguida se volvió muy confusa. Todavía estaban en una parte concurrida de la ciudad, ya que se oía un montón de tráfico aunque ya era noche avanzada.

—Siento haberte metido en esto, Serena —le dijo Claire.

—No has sido tú.

Claire se quedó un instante en silencio.

—Lo que ha pasado antes entre nosotras…

—No hablemos de eso ahora.

—Necesito saber si te arrepientes —dijo Claire.

—No, no me arrepiento. —Serena sabía que tenía que cambiar de tema—. Ha sido muy inteligente lo que has hecho ahí con Blake. Empujarme y gritarme…

—¿Lo has cogido? ¿Has cogido el teléfono?

—Sí. Tienes que pasármelo. Me lo he metido en el bolsillo.

Serena apartó los brazos cuanto pudo y las manos de Claire exploraron sus vaqueros, hasta que sus dedos se toparon con el duro revestimiento del teléfono móvil.

—¿Puedes deslizarte un poco más abajo? —pidió Claire.

Serena descendió, doblando las rodillas para tener más espacio cuando sus pies golpearon el lateral del coche. Notó los dedos de Claire en su cintura, introduciéndose en su apretado bolsillo. Resultaba de una intimidad extraña estar haciendo eso en la oscuridad, en el tórrido interior de un coche. Tenía los senos de Claire casi en la cara. La camiseta se le enganchaba a la piel como pegamento.

—Normalmente disfrutaría con esto —susurró Claire.

—Sssh…

Claire encontró el móvil y lo deslizó entre sus palmas. Al intentar pasarlo a las manos de Serena, se le cayó en algún lugar entre las dos.

—¡Mierda! —se quejó—. Tengo las manos resbaladizas.

En aquel momento el coche cogió una curva pronunciada y se encontraron rodando y serpenteando por el angosto espacio. El teléfono también rodó. Serena perdió el sentido de la orientación debido a la oscuridad y no supo qué dirección habían tomado ni lo que era delante y lo que era detrás. Estaba desubicada.

—¿Claire?

—Estoy aquí.

Serena trató de rodar cerca de ella.

—Tenemos que encontrar el móvil.

Ejecutaron una torpe danza mientras intentaban darse la vuelta y penetrar en la oscuridad del maletero. Serena frotó las piernas por el suelo enmoquetado, esperando notar el fino rectángulo del teléfono. Claire hizo lo mismo. Serena empezó a sentir que el tiempo apremiaba y se preguntó cuánto tardaría Blake en llegar a su destino. Pero el teléfono parecía haberse desvanecido.

—¿Nada? —susurró.

—No.

El coche volvió a girar y sus cuerpos se movieron. Sin saber muy bien por qué, Serena tuvo la intuición de que ya casi habían llegado, y a lo largo de los años había aprendido a confiar en su sexto sentido. El camino por el que avanzaban ahora era más accidentado, como si hubiera grava sobre el pavimento. Había dejado de oírse ruido exterior. Ya no estaban en una calle transitada.

—Hay que darse prisa.

—Lo tengo, lo tengo —respondió Claire—. Cerca de mi cara. Ha ido a parar ahí con la última curva.

—Trata de poner las manos encima antes de que volvamos a girar.

Serena oyó que Claire se movía y se dirigió hacia su voz. Dobló otra vez los codos, llevándose las manos junto a la cara. Se acercó más y notó con los dedos el antebrazo de Claire, que estaba inmediatamente delante de ella. Siguió la suave piel hasta llegar a las manos, y fue un alivio notar el teléfono móvil acurrucado entre sus dedos. Claire lo sujetaba con fuerza.

—Muy bien, afloja sólo un poquito —ordenó Serena. Metió los dedos en la mano de Claire y los cerró alrededor del teléfono. Era pequeño y familiar—. Lo tengo.

Claire soltó un suspiro de alivio.

El coche giró en otra curva y Serena se aferró al móvil y procuró apoyarse en alguna parte para evitar deslizarse. Claire impactó contra ella. Serena casi soltó el teléfono, que se zarandeó en sus manos, aunque luego sintió que volvía a asentarse en ellas. Recorrió el teclado con las yemas de los dedos y trató de imaginar la posición de cada número. Eran unas teclas casi planas y apenas notaba su tacto.

Pulsó lo que creía que era el número dos, la tecla de marcación rápida para llamar al número de Jonny.

No ocurrió nada.

Serena probó con otra tecla y obtuvo el mismo resultado. Finalmente recordó que había apagado el teléfono al cogerlo del suelo de su dormitorio, por si alguien la llamaba y delataba lo que escondía en el bolsillo.

—Mierda, está apagado —exclamó.

Buscó la tecla que encendía el teléfono y la pulsó. Al hacerlo, notó que el coche empezaba a circular sobre un terreno con surcos que hacía tambalearse el vehículo. Los frenos chirriaron y el coche dio una sacudida y se paró.

El teléfono se iluminó. Empezó a buscar cobertura.

—Vamos, vamos —apremió Serena.

Oyó que se abría la puerta del conductor y que Blake salía. Sus pasos crujían sobre la grava.

—Deprisa —dijo Claire.

Serena pulsó otra vez el botón del numero dos y contuvo el aliento. Blake casi estaba en el maletero. El teléfono empezó a dar señal.