—Su nombre es Blake Wilde —le dijo Serena a Stride—. O al menos ése es el nombre que ha estado utilizando. Era guardaespaldas de Premium Security. El tío que lleva la agencia, David Kamen, reconoció a Blake en el retrato. Es nuestro hombre, y ha desaparecido.
Era de noche y Stride se encontraba en el hangar privado de Walker en el aeropuerto de Vancouver, esperando a que volviera el Gulfstream. El jet se encontraba en Denver, en tierra, sin permiso para despegar debido al mal tiempo. Ahora también estaba lloviendo en la costa.
—¿Cuánto tiempo trabajó ahí? —preguntó Stride.
—Sólo un par de meses. Kamen asegura que investigaron a Blake a fondo y salió limpio, pero su archivo personal ha desaparecido. Dicen que debió de birlarlo Blake. Me pregunto si Kamen lo habrá mandado a la trituradora.
—¿Crees que se conocían?
—Kamen tiene un pasado militar. Tirador para los marines en el Golfo. Pero he hecho algunas llamadas y se rumorea que estuvo vinculado con muchos otros grupos de Oriente Próximo, incluidos traficantes y mercenarios. Si fueras Blake Wilde y quisieras aterrizar en Las Vegas, ¿no recurrirías a un viejo amigo?
—La cuestión es por qué vino Blake a Las Vegas —dijo Stride.
—Para matar a gente.
—Ya lo sé, pero ¿por qué? ¿Por qué él? ¿Por qué ahora? Supongo que daría una dirección falsa…
—Una casa en Boulder City —contestó Serena—. Familia de mormones con cinco hijos y un beagle; nunca han oído hablar de Blake Wilde.
—¿Qué hay de su número de la seguridad social?
—Pertenece a un niño de Chicago que murió a los cinco años.
—Debieron de pagarle —dijo Stride.
—Ingresaba sus cheques en casas de empeño locales. Una diferente cada vez. Pagaba un diez por ciento de comisión, pero no había cámaras ni le hacían preguntas.
A través de la puerta del hangar, Stride contempló la lluvia que seguía cayendo.
—¿Así que ese tío estuvo con Karyn Westermark el sábado por la tarde? —preguntó—. ¿Se ocupaba de su seguridad?
—Increíble, ¿no? —respondió Serena—. Eso explica el disfraz de esa noche. No le importaba esconderse de nosotros, pero no quería que Karyn lo reconociera.
—¿Y Tierney Dargon?
—Sí, Kamen dice que también trabajó para ella. No tendría ningún problema para que le abriera la puerta en Lake Las Vegas.
Stride no podía creer que estuvieran tan cerca, y aun así le daba la sensación de que no tenían nada.
—Tiene que haber algo más —dijo—. ¿El comprobante de alguna compra, algo con un número de tarjeta de crédito o una cuenta de banco?
—Cero —dijo Serena—. Todo lo que les dio era falso. Y eran buenos trabajos. He llamado a Harvey Washington, el vecino de Nick Humphrey. Llama a un falsificador si quieres encontrar a otro, ¿no crees? Me ha dado un par de nombres de timadores locales. Cordy también lo está comprobando con algunos de sus chivatos de la calle. Pero este tío es listo; apuesto a que no lo hizo por la zona.
—Es probable que ya tenga otra identidad de reserva, además —dijo Stride.
—Nos estamos poniendo en contacto con todas las personas para las que trabajó como segurata. Les estamos avisando para que extremen las precauciones en el caso de que aparezca, y les estamos entrevistando para ver si Blake soltó algo sobre su vida personal cuando estaba con ellos. Dónde compraba, dónde comía… cualquier cosa que pueda acotar el área de investigación.
—¿Ha salido el retrato en televisión?
—Sí. Estamos recibiendo llamadas, pero nada sólido por ahora. ¿Qué le has sacado a Walker Lane?
Stride hizo un repaso rápido de su día con Walker y de lo que éste le había contado sobre la relación entre la muerte de Amira y Boni Fisso.
—¿Le crees? —preguntó Serena.
—En cualquier caso, tiene sentido —respondió Stride—. O bien en realidad Walker mató a Amira y Boni ordenó que le dieran una paliza como castigo, o bien Boni se los quitó de encima a los dos porque Amira y Walker pensaban escaparse. Ésa es la versión de Walker, y creo que es la verdad. Ese hombre tiene más dinero que Dios, y aun así parece asustado de Boni.
—Hay otra cosa —continuó Serena—. Boni es el propietario de Premium Security.
Stride sacudió la cabeza. Los tentáculos de Boni Fisso se agarraban al cuello de todas las personas implicadas en la investigación.
—Lo que significa que David Kamen ya le ha contado a Boni todo lo que está pasando.
—Cuenta con ello —dijo Serena—. Me pregunto si nuestro asesino, Blake Wilde, sabía que la empresa llevaba la firma de Boni. A lo mejor formaba parte del juego introducirse en una de sus empresas encubiertas.
—Creo que Blake Wilde conoce a Boni mil veces mejor que nosotros —concluyó Stride, y añadió—: Tenemos que hablar con Boni: él tiene que saber qué diablos está ocurriendo. Todo señala en su dirección. Y quizá también en la de su proyecto Orient.
—Sawhill dice que ha intentado conseguir que nos veamos con él —dijo Serena—. Incluso le pidió a su padre que llamase a Boni, pero no ha habido suerte. Lo máximo que podemos conseguir es una entrevista con su abogado.
—Maldita sea —blasfemó Stride—. No voy a arrestar a ese hijo de puta. Me encantaría, pero no puedo. No es sospechoso de ninguno de estos asesinatos, así que ¿por qué cuernos no habla con nosotros? El único asesinato que creemos que cometió fue hace cuarenta años, y no podemos tocarlo por eso.
—Boni mantiene sus manos lejos de la mierda —dijo Serena.
—Sólo hay una manera: tienes que volver a hablar con Claire.
Serena se quedó callada durante un rato sorprendentemente largo. Por fin dijo:
—No creo que funcione. No hablará con él.
—Dijiste que no había cerrado la puerta del todo. Necesitamos que nos ayude.
—Es una pérdida de tiempo —insistió Serena.
Stride no entendía nada.
—Tú puedes convencer a cualquiera de lo que sea, ¿cuál es el problema?
—Claire intentó ligar conmigo —dijo.
Él casi se rió.
—Vaya, ¿eso es todo? Los tíos intentan ligar contigo todo el tiempo. Si se pasa de la raya, tienes mi permiso para derribarla. —Procuraba entender qué se estaba perdiendo, por qué aquello la descolocaba. Entonces por fin se le encendió una luz—. A no ser que llegarais hasta el final.
—No —le dijo ella. Y luego, violentada—: No del todo.
—¿No del todo? Eso es como decir que se está medio embarazada.
—No pasó nada —insistió Serena. Luego continuó—: Pero deseé que ocurriera. Es decir, para mí fue algo surgido de la nada. Estaba dispuesta a meterme en la cama con ella. Es eso lo que me asustó. Mierda, no puedo creer que te esté contando esto.
Stride se había quedado sin palabras, intentó dejar que su cerebro se ajustara a sus sentimientos, pero no tenía ni idea de lo que sentía. Traición. Celos. Excitación. Todas esas cosas.
—¿Qué es lo que me estás diciendo, Serena?
Se encontró entrando a trompicones en una conversación para la que no estaba preparado, y lo último que quería era mantenerla por teléfono móvil, a miles de kilómetros de distancia.
—No sé qué es lo que te estoy diciendo. —Su voz se estaba fundiendo con la electricidad estática. Aguzó el oído para entenderla—. Hay muchas cosas que no sabes sobre mí. Hay cosas que ni siquiera yo misma sé.
—Estás haciendo una montaña de esto. Te pilló con la guardia baja. No eres de piedra.
—Habría resultado más fácil si lo fuera —contestó.
—Dime una cosa: ¿tú me quieres? —le preguntó él.
Contuvo el aliento, porque de pronto ya no estaba seguro de lo que ella respondería.
—Sí.
—¿Y Claire ha cambiado algo?
—No, no, no es eso. Pero ahora tengo que volver a verla.
Stride reflexionó.
—Sabes que puedes utilizar la atracción que siente por ti para conseguir que llame a Boni.
—Por supuesto. Eso es lo que tengo que hacer. Pero me preocupa verme superada por la situación.
—¿Tan fuerte es la atracción?
—Sí, lo es.
Stride contempló la neblina que persistía como un halo alrededor de las luces del aeropuerto. Jamás había notado de forma tan aguda la falta de un hogar. Quería marcharse, empezar a andar bajo el aguacero y desaparecer en ninguna parte.
—Mira, yo no puedo decirte lo que tienes que hacer —concluyó.
Le estaba hablando a la nada. La señal se había cortado, perdida en la lluvia. En aquel momento, habitaban universos distintos. Stride supo que la espera y el vuelo de regreso a casa surcando el cielo oscuro serían largos.