Capítulo 42

Stride se encontraba en el área de Lincoln Park, una zona verde de forma rectangular que subía desde la autopista y que era un punto conflictivo de crimen y drogas. Ni siquiera el frío invierno disuadía a compradores y vendedores. Dio una vuelta por el parque y luego inició una lenta vigilancia de las calles residenciales adyacentes. Iba hablando por teléfono mientras conducía. Contactó con el detective que aguardaba en la oscuridad dentro de la casa de Kathy Lassiter, pero ésta no había vuelto. Los agentes del exterior registraron el perímetro alrededor de la vivienda y los bosques que se extendían detrás, pero no encontraron rastro de Mitchell Brandt ni de ninguna otra persona. Stride preguntó al equipo que estaba frente a la casa de Brandt y obtuvo la misma respuesta. Por todo Duluth y Superior había coches patrulla a la caza del Porsche de Brandt y el Mercedes de Sonia, pero por ahora ambos los habían esquivado.

Volvió a sonar el teléfono.

—Soy Philip Proutz de la SEC, teniente. En la oficina me han dicho que me estaba buscando.

—Así es —dijo Stride—. Tenemos un problema y quisiera cierta información acerca de una cosa.

—¿Tiene que ver con Mitchell Brandt?

—Sí, pero me interesa más alguien llamado Kathy Lassiter.

Proutz hizo una pausa antes de contestar.

—¿Por qué no me habla de ese problema?

—¿Debo entender que sabe quién es Lassiter? —preguntó Stride.

—Sí.

—Es una de las principales consejeras externas de Infloron Medical, ¿no es así? En consecuencia, debió de ser de las primeras en enterarse del curso de la solicitud de la empresa a la FDA.

—Por supuesto. —Proutz parecía disgustado—. Por favor, no me diga que tiene relación con Mitchell Brandt.

—Eso creemos. Los dos son miembros de un club sexual clandestino de Duluth.

—¿Un club sexual? —gruñó Proutz.

—¿Sabía Lassiter que ustedes estaban llevando a cabo una investigación interna sobre la venta de acciones de Infloron Medical? ¿O que Brandt era uno de los objetivos?

—No, porque no sabíamos adónde nos conducirían las pistas. Nunca avisamos a la empresa ni a su consejo hasta que hemos reunido más información.

—¿Se estaban centrando en Lassiter como origen de la filtración sobre la resolución de la FDA?

—En absoluto. Era la última de nuestra lista. No sé qué opinión tendrá de los abogados, teniente, pero no es habitual que el consejo de una empresa esté involucrado en esta clase de conducta criminal. Aunque no le quepa duda de que tarde o temprano nos habríamos fijado en ella y en su gabinete.

Stride dudaba de que hubieran encontrado una relación fácilmente; no sin acceso a la lista de miembros de Sonia.

—¿Pudo ser Lassiter su fuente anónima? —preguntó.

—Si lo fue, no llamó ella misma. La llamada que nos avisó de las actividades de Mitchell Brandt la hizo un hombre.

Stride pensó quién más podría haber descubierto la relación que vinculaba a Brandt, Lassiter e Infloron Medical a un tiempo. Cualquiera del club sexual los conocía a los dos, pero creía improbable que ése fuera el origen a partir del cual hubieran podido enterarse de una conspiración bursátil que nunca había salido en los periódicos.

—Yo le he enseñado mis cartas; ¿por qué no me enseña usted las suyas, teniente? —preguntó Proutz—. ¿Qué está pasando?

—Brandt y Lassiter han desaparecido —le explicó Stride.

—¿Cree que pueden haber huido de la zona?

—No lo sé. Me preocupa más la seguridad de Lassiter; Brandt la ha atacado esta misma noche. ¿Es posible que alguien le chivara lo de la investigación?

—No lo creo. Mi personal sabe que la confidencialidad es fundamental en estos asuntos. A no ser que fuera alguien de su bando, teniente.

Stride repasó mentalmente: Serena, Maggie, Teitscher y él. Eran los únicos que lo sabían.

—Es muy improbable —contestó—. Dígame una cosa, si Lassiter desapareciera, ¿sería difícil presentar cargos contra Brandt por abuso de información privilegiada?

—No lo consideraría imposible, pero sí muy difícil —admitió Proutz—. Dependería de su destreza en ocultar sus huellas. Sin pruebas de cómo se filtró la información sería complicado demostrar que Brandt disponía de información restringida cuando hizo las operaciones. Normalmente enfrentamos a unos conspiradores contra otros a través de acuerdos.

Eso significaba que Brandt tenía un motivo para asegurarse de que nadie volviera a ver a Lassiter.

—Le mantendré informado, señor Proutz.

—Hágalo, por favor.

Stride cortó la comunicación, pero el teléfono volvió a sonar inmediatamente. Esta vez era Teitscher.

—¿Estás cerca de Enger Park? —le preguntó.

Stride se dirigía hacia el norte por Lincoln Park Drive, que se comunicaba con Enger Park cerca de un puente sobre la autopista 53.

—A menos de cinco minutos —respondió—, ¿por qué?

—Tenemos un 911 de un motorista de la zona. Ha oído a una mujer gritar cerca de la torre Enger.