EL PRÍNCIPE HEREDERO

1

TRAS el interrogatorio me vuelven a llevar a la celda. Me han dado dos panecillos, dos manzanas y dos botellas de agua. La pestilencia me golpea.

Los guardas de seguridad me empujan hacia dentro y me abandonan a la oscuridad y las clases de historia del Conservador.

—¿Qué tal ha ido?

—Beatriz ha participado en el interrogatorio.

—Ya veo…

—¿Has oído lo que he dicho?

—Sí.

—Ella es parte del asunto.

—¿De qué asunto?

—De la operación de Esteban.

—¿Beatriz? Nunca.

—Yo tampoco lo puedo entender.

En la oscuridad nos comemos los panecillos y las manzanas. El agua la guardamos para más tarde.

En el silencio escuchamos la respiración del otro.

2

ENTONCES ¿quién es?

Oigo como el Conservador se acomoda y limpia la voz.

—El Moisés de la Biblia no vivió nunca.

—¿Aun así sabes quién fue? —le espeto.

—El príncipe al que conocemos como Moisés era un egipcio de linaje real. No era hijo de esclavos. Los autores de la Biblia de la posteridad lo han adaptado a su proyecto israelita. Como tantas otras cosas de la Biblia, la historia está adornada y coloreada.

—¿Por qué?

—Tenían una nación que construir y un pueblo que reunir. Una religión que crear. Necesitaban un profeta. Necesitaban una historia fantástica que entusiasmara y amedrentara al pueblo.

—¿Y entonces se inventaron a Moisés?

—Fue una idea genial. Al crear un personaje literario, Moisés, pudieron construirlo a base de personas reales e inventadas, de mitos y de sucesos históricos.

—¿De qué modo?

—El origen de Moisés, el hijo de esclavos que se convirtió en príncipe, es un buen ejemplo. Todos conocemos el episodio del Éxodo donde la hija del faraón encuentra a un bebé, Moisés, flotando en el río en una cestilla de juncos de papiro. (Éxodo 2:3-10). El problema es que a la hija de un faraón egipcio nunca le habrían permitido adoptar a un niño, como sostiene la Biblia. Los lazos de sangre de las familias reales egipcias eran tan sagrados que, si era necesario, los faraones dejaban embarazadas a sus propias hijas y hermanas con tal de conservar la pureza de la sangre. Es impensable que a la hija semidivina de un rey se le permitiera adoptar al hijo de un pobre esclavo hebreo.

—¿Cómo ha surgido la historia?

—El relato sobre el hijo adoptivo tiene su origen, en parte, en una historia paralela de la mitología babilónica y, en parte, en la historia egipcia. Muchos faraones se hacían cargo de princesas de otros reinos para formar alianzas políticas. A algunas de ellas les daban palacios propios y se les concedía el título de honor de tet-sa-pro. ¿Te imaginas lo que significa tet-sa-pro?

En la oscuridad niego con la cabeza.

Tet-sa-pro, Bjørn, significa «hija de faraón». Estas pobres mujeres vivían en soledad y celibato y no se les permitía tener hijos propios. Una vida bien triste. Si se echaban un amante, las ejecutaban. Por las fuentes históricas conocemos el destino de una de aquellas mujeres: la princesa siria Termut. Vivió como una tet-sa-pro, una hija de faraón, en los tiempos de Thutmosis II. No tuvo hijos. Pero la historia cuenta que educó a un niño.

—¿Un hijo adoptivo?

—Sí. No conocemos su nombre, pero sabemos que a la princesa Termut se le permitió adoptar a un hijo porque no era más que una esposa proveniente de otra familia, una tet-sa-pro. Junto con el mito babilónico sobre el bebé que llegó flotando en una cestilla de juncos, aquella adopción dio a los autores de la Biblia la idea de que Moisés saliera del campamento de esclavos y entrara en la casa real egipcia.

3

ENTONCES ¿quién es el Moisés de la Biblia?

—Un príncipe heredero rebelde.

—¿Akhenatón?

—Akhenatón heredó la corona en vez de su hermano mayor.

—¿Y eso qué quiere decir?

El Conservador retiene el aliento.

—Moisés era el hermano de Akhenatón —dice.

—¿Hermano? ¿Qué hermano?

—El hijo mayor de Amenhotep III, el príncipe heredero: se llamaba Thutmosis. También se le conocía por el nombre de Djehutymos. Es el gran misterio del Egipto de la Antigüedad.

—Ni siquiera he oído hablar de él.

—Exacto. Mientras que todos sus familiares siguen siendo grandes nombres (su padre Amenhotep III, su madre Tiye, su hermano pequeño Akhenatón, en fin, incluso Tut Ankh Amón, hijo de Akhenatón o de Amenhotep III), nadie ha oído hablar del príncipe Thutmosis. Podría haber pasado a la historia como el gran faraón Thutmosis V, pero lo que hizo fue desaparecer, sin elegías y sin las alabanzas de la familia o del pueblo. Sin más explicaciones, el príncipe heredero del país desapareció de la historia silenciosamente.

—¿Por qué?

—Cayó en desgracia. En el vigésimo tercer año de reinado de Amenhotep III, el príncipe Thutmosis desapareció brusca e inesperadamente de la historia. Como una pelusa en el viento.

—¿Qué pasó?

—Es una triste historia. El príncipe heredero Thutmosis era un celebrado héroe de guerra, además de un líder religioso y un valiente general del ejército de su padre. Al igual que Moisés, se rebeló. La verdad es que entre el príncipe y Moisés hay demasiadas similitudes como para que se deban a una casualidad.

—¿Cómo cuáles?

—En la Biblia se dice que Moisés mató a un egipcio que maltrataba a un esclavo en Gosén. El príncipe Thutmosis también intervino en contra del maltrato de los esclavos. Según una versión alternativa de la historia bíblica, Moisés no huyó a Median, sino a Etiopía. Allí luchó tan valerosamente que lo coronaron rey. En el Corán se dice abiertamente que Moisés fue rey de Etiopía y la obra judía Talmud habla del rey Moisés.

—¿Y?

—Durante un tiempo, el príncipe Thutmosis fue rey de Etiopía.

—¿Y eso lo convierte en Moisés?

—Hay más. Tanto Moisés como Thutmosis eran grandes líderes de ejércitos y ambos eran profundamente religiosos. Tras una triunfal batalla, el príncipe Thutmosis fue nombrado sumo sacerdote del templo de Ra en Heliópolis, al Norte de Egipto, y se vinculó al culto de Ptah en Menfis. Desde aquella base religiosa, no muy lejos de Pi-Ramsesés, el príncipe Thutmosis regía sobre todos los sacerdotes del Alto y Bajo Egipto.

El Conservador tose y pienso que es demasiado frágil como para aguantar varios días en la celda.

—¿Te estás enterando de lo que te estoy diciendo, Bjørn? El príncipe heredero Thutmosis era sumo sacerdote de la zona donde su padre reconstruyó Gosén, del lugar donde dice la Biblia que los israelitas trabajaban como esclavos para el faraón.

4

TRAS UNA breve pausa, durante la cual se suena la nariz, el Conservador continúa:

—En la obra histórica Aegyptiaca, del historiador Manetón, encontramos más líneas de relación entre el príncipe heredero Thutmosis y Moisés. Allí menciona una revuelta de esclavos en Avaris, es decir, Pi-Ramsesés o Gosén, durante el reinado de Amenhotep III. Manetón escribe que al faraón se le aconsejó que limpiara el país de los «indeseados» y que los pusiera a trabajar en la cantera de Avaris.

—¿Quiénes eran los «indeseados»?

—¿Quiénes podían ser sino la odiada tribu israelita? Según Manetón, los esclavos tuvieron que trabajar durante muchos años hasta que llegó un sacerdote del templo de Ra en Heliópolis. ¡El príncipe Thutmosis! El sacerdote que había abandonado su religión y sus dioses egipcios y adoraba a un dios todopoderoso. Manetón escribió también que este sacerdote había sido soldado (al igual que el príncipe Thutmosis) y que enseñó a los «indeseados» a trabajar. La Biblia dice que «los egipcios les tenían miedo» (Éxodo 1:12), refiriéndose a los israelitas. Manetón escribe que cuando el sacerdote lideró a los «indeseados» en la revuelta, muchos de ellos consiguieron retornar a su patria. ¿Ves los paralelismos? Una revuelta de esclavos… Un egipcio que los ayudaba… Una huida de vuelta a la patria…

—Éxodo…

—¡Exacto! Siglos más tarde, los autores de la Biblia transformaron este relato en una historia épica y dramática sobre la traición y el valor, la revuelta y la huida; una ruptura para poder emigrar a la tierra prometida de Dios. Evidentemente la versión de la Biblia es más orgullosa y grandilocuente, habla de una espectacular huida en masa… De un Dios que interviene activamente en los acontecimientos en la tierra… De un majestuoso líder del calibre de Moisés…

5

—¿QUIERE decir eso que la momia que se guarda aquí en el mausoleo del Palacio Miércoles es la del príncipe Thutmosis?

—La momia es Thutmosis, hijo de Amenhotep III y la reina Tiye, la oveja negra de la familia. Alborotador y rebelde.

—¿Qué le pasó después de que huyeran los esclavos?

—Luego de que Thutmosis había ayudado a los esclavos israelitas a huir, tuvo la valentía de regresar al palacio de su padre. Volvió a casa con papá. Pero Amenhotep no era precisamente un padre benigno y comprensivo. Condenó a su hijo a la muerte. El príncipe no sólo se había rebelado contra su familia y los dioses egipcios, sino que, ante todo, había deshonrado a su padre, el rey y dios de Egipto. Para eso no había perdón.

—¿Así que fue ejecutado?

—Al ser de estirpe real, se libró de la ejecución pública. Para el faraón, la traición de su hijo era un secreto de estado, un no-asunto, una mácula familiar. El propio príncipe pudo elegir cómo morir y escogió el veneno. Una vez hubo vaciado el cáliz de veneno y expirado, su cuerpo fue embalsamado y momificado. Por muy traidor que fuera, seguía siendo de familia real y, por tanto, divino. Pero no se le permitió descansar en compañía de sus antepasados. Fue enterrado, en cambio, en una cámara mortuoria oculta junto a la orilla del Nilo, a las afueras de los Valles de los Reyes, las Reinas y los Príncipes. Lo escondieron detrás de las otras dos cámaras mortuorias y luego fue borrado de la historia. Amenhotep ordenó que se lo erradicara: se destruyeron todas las referencias escritas sobre él y se arrasaron todos los monumentos en su honor.

—¿Y aun así no fue olvidado?

—El príncipe dejó tras de sí muchos escritos que forman parte de los raídos manuscritos en papiro que conservamos aquí en el Palacio Miércoles. En conjunto, aquellos textos asentaron las bases de una nueva fe. Los aliados del príncipe heredero, que eran muchos, no olvidaron a su líder y se encargaron de conservar no sólo sus propios escritos, sino también aquellos más antiguos que él había poseído. Estudiaron sus pensamientos y sus visiones religiosas. Los sacerdotes se dejaban convertir a este dios todopoderoso que derrotaba a los dioses egipcios. De este modo, el príncipe Thutmosis acabó siendo un líder religioso. Gradualmente fueron cada vez más quienes adoraban a su dios. Una de las líneas se desarrolló en el judaísmo y otra más pequeña y peculiar sentó las bases del culto de Amón Ra. La momia del príncipe, que ellos custodiaban, era su divinidad. Hubo escritores visionarios que conciliaron los numerosos escritos de modo que crearon a un nuevo y poderoso protagonista al que dieron el nombre de Moisés.