LA COLECCIÓN LEWINSKI
1
LLAMAN a la puerta del despacho.
Estoy de vuelta en Oslo. Llevo algunos días estudiando los informes de las diferentes instancias que trabajan en la investigación de la gruta y los restos mortales.
Lanzo una mirada de irritación a la puerta y me quedo inmóvil con la esperanza de que dejen de llamar.
Por miedo a los emisarios del Vaticano, los custodios retiraron la momia egipcia de la cueva en Selja —o tal vez de un escondite temporal en alguna iglesia— y la trasladaron a Islandia, donde estaba Snorre. Él fue el primero en custodiar allí a la momia; luego la custodió Thordur kakali, pero no sabemos quién se hizo cargo de ella cuando el rey de Noruega reclamó a Thordur. ¿Por qué trasladaron el ataúd? ¿Adónde lo llevaron? ¿Y por qué dejaron los tesoros y el arca de Olav en la cueva?
Vuelven a llamar a la puerta. Esta vez más fuerte.
He encapsulado mi paranoia persecutoria en un capullo de indiferencia. He ganado. El jeque ha perdido. Sus legiones de asesinos, espías y perseguidores se han marchado a casa junto con Hassan, decepcionados y con las orejas gachas, humillados por un profesor adjunto noruego. Llevo días cultivando mi rencor hacia ellos con una autosatisfacción descarada.
—¿Bjørn? —La puerta se abre.
—¡Soy yo!
Thrainn.
Le abrazo algo más cordialmente de lo que un pobre profesor adjunto debería abrazar a un doctor en filosofía.
—He estado intentando llamarte —dice.
—Disculpa. Tengo el móvil apagado. No paraba de sonar. ¿Qué estás haciendo aquí?
—He traído algo que puede ser de utilidad. Luego voy a ir a Selja para echarle un vistazo a la cueva. Estas cosas, en el mejor de los casos, sólo pasan una vez en la vida.
Debajo del brazo lleva una gran carpeta.
—¿La traducción del manuscrito bíblico?
Niega con la cabeza.
—Aún están trabajando en eso. Es todo muy confuso. El texto se corresponde, y al mismo tiempo no se corresponde, con las viejas versiones de la Biblia. No se descarta que el texto sea una versión pirata, que algún monje burlón haya hecho sus propios añadidos a una copia existente de un texto bíblico.
Abre la carpeta y saca unas grandes fotografías de un manuscrito.
—He hecho que me fotografíen las páginas más interesantes a una escala uno a uno. ¡Calidad fotográfica de primera! Se notan incluso las rugosidades de las uniones de la tinta.
—¿Y qué es?
—El Libro de Flatey. Codex Flatöiensis. La más grande y bella de las colecciones de manuscritos islandeses. Tal vez sea el manuscrito medieval más importante de Islandia. Doscientas cincuenta páginas de la piel más fina, escritas a mano, iluminadas e ilustradas. En 1387, comenzó a escribir el texto…
—¡Thrainn! ¿Por qué te has traído esa copia?
—Porque el Codex Flatöiensis contiene más que el resto de los textos. Aquí están la mayoría de las sagas de los reyes, como las sagas de Olav Tryggvason y Olav el Santo, pero también contiene mucha información histórica. El Libro de Flatey contiene, por ejemplo, versiones alternativas de la saga sobre Olav el Santo. Antes los historiadores pensaban que la versión de Snorre era más precisa, pero ahora confían más en la del Libro de Flatey. Lo que te quería enseñar era esto…
Thrainn avanza entre las páginas.
—Aquí —dice deteniéndose—. Grænlendingasagaen. La saga sobre los groenlandeses.
Hace tamborilear los dedos sobre la piel. En un margen, bellamente iluminado, aparecen tres símbolos: ankh, ty y cruz.
—Este texto del margen nunca ha aparecido en ninguna de las copias o traducciones del Libro de Flatey que se han hecho más tarde. Eso pasa con la mayoría de los manuscritos. Si vuelves al original, siempre encuentras algún texto olvidado u omitido.
—¿Qué pone?
—No gran cosa. Es evidente que no querían que lo entendiera cualquiera. En resumen, el texto del margen cuenta que los custodios llevaron el tesoro a Groenlandia en 1350, para que estuviera seguro.
Me quedo en silencio. El tesoro tiene que ser la momia y los rollos escritos.
¿Hay aún otra cámara mortuoria? ¿En Groenlandia?
Groenlandia fue colonizada a finales del siglo X por Eirik el Rojo, que se había fugado tras ser proscrito de Noruega e Islandia. Durante algunos siglos, la colonia noruega floreció en frágil armonía con los esquimales nativos, pero las relaciones se fueron deteriorando poco a poco. La última nave comercial noruega partió de Groenlandia en la primera mitad del siglo XV. Algunos creen que fueron capturados por piratas y vendidos como esclavos. Otros que navegaron hacia el sur, hasta las islas Canarias, y fundaron la tribu de los guanches, que eran altos, rubios y de ojos azules. Otros defienden que retornaron lenta y pausadamente a Noruega e Islandia. Otros piensan que se extinguieron. Y hay quien sostiene que siguieron camino hacia el Oeste, hasta Vinland…
—Esto podría explicar todas las demás referencias a Groenlandia que hemos encontrado —digo.
—Hay aquí una referencia a la peste negra. En la década de 1350, los islandeses estaban asustados por la peste que en aquellos tiempos acababa con la población de Noruega y de Europa. La verdad es que la peste no llegó nunca a Islandia, pero te podrás imaginar el pánico que debieron de sentir.
—¡Así que los custodios se fueron a Groenlandia huyendo de la peste!
—Eso parece.
—¿Y ahora el resto del tesoro está allí?
—Qué va.
Thrainn saca algunas fotografías más.
—Aquí, en el Skálholtsbók islandés, del siglo XV, se ha añadido posteriormente un texto en el margen, donde se insinúa que el tesoro fue custodiado por un asentamiento nórdico en Groenlandia durante un siglo, esto es, hasta la década de 1450. Pero entonces hubo allí una masacre. En los asentamientos se han hallado restos arqueológicos de esqueletos, armas y equipos que indican que los agresores eran soldados del sur de Europa. Tal vez del Vaticano. Pero ¡lee esto! —exclama señalando un párrafo—: Aquí dice claramente que hubo un grupo que se salvó del ataque y huyó en barcos hasta la tierra tras el horizonte. Es una formulación interesante, porque se repite en varios textos de esa época y siempre hace referencia a Vinland. La nueva tierra desconocida al Oeste.
—¿En 1450?
—Colón no se topó con las islas caribeñas hasta cincuenta años más tarde.
—En el Vaticano encontré una referencia a unas incursiones bélicas que se realizaron en Groenlandia en 1450. Si mal no recuerdo, decía también algo sobre que algunos de los bárbaros consiguieron escapar: quizá fueron los custodios noruegos e islandeses. Cincuenta años más tarde, el hermano de Cristóbal Colón trajo a Europa una carta de un grupo desconocido de personas en la isla de La Española. «Los custodios».
—¿Tienes la carta?
—La estamos buscando.
—Los mares entre Noruega, Escocia, Islandia y Groenlandia fueron visitados por varias expediciones del sur de Europa durante este período. Después de las expediciones de la década de 1360, en aquellas aguas se conocía bien a los hombres del Papa. De hecho, algo más de un siglo más tarde, también Cristóbal Colón viajó al Norte, aunque como marinero raso. Probablemente fue aquí donde se le ocurrió la idea de viajar hacia la tierra del Oeste.
—Así que se llevaron la momia de Islandia a Groenlandia, y, cien años más tarde, fue trasladada a la colonia vikinga de Vinland.
—Eso parece.
2
A LAS 14:00 horas tengo cita con el médico para que me quite la escayola. Una vez liberada, siento la pierna como si fuera aire, pero tengo miedo de apoyarme sobre ella. Soy demasiado sensible al dolor… El médico dice que soy un timorato. No sé si me toma el pelo o si lo piensa de verdad.
Laura —la investigadora de la SIS que ha estado buscando la colección de Maximilian Lewinski— me llama esa misma tarde. A juzgar por su tono de voz, está muy alterada.
—Te llamo desde Berlín. ¡Del archivo estatal!
—¿Has encontrado algo?
—¡Creo que por fin he conseguido rastrear la colección!
—¡¿De veras?! ¿En Berlín?
—¡No! ¡No! Pero aquí es donde he encontrado el hilo conductor. He estado en Bonn, Stuttgart, París, Varsovia…
—¡Cuenta!
—Maximilian von Lewinski debía de tener tanto respeto por la colección que no se atrevía a correr ningún riesgo. Era un destacado oficial de la Wehrmacht y es probable que se diera cuenta de que iba a estallar la guerra. Así que pensé: si yo hubiera sido Maximilian von Lewinski, ¿qué habría hecho? ¿Qué habrías hecho tú, Bjørn?
—Habría puesto la colección a buen recaudo. La habría trasladado a un sitio seguro.
—¿Y cuál era el lugar más seguro que se te podría ocurrir en la década de 1930?
—No sé… ¿Algún país que no fuera a entrar en guerra?
—¿Así que estamos hablando de…?
—Muchos países…
—Pero ¿no hay uno que se destaca naturalmente en un contexto como este?
—¿Estados Unidos?
—La dinastía Von Lewinski ya tenía contactos en Estados Unidos. El hermano de Maximilian, Uwe, emigró a Estados Unidos en 1924 y se estableció en Chicago, desde donde dirigía las compañías industriales americanas del imperio Lewinski: Lewinski Steel Corporation.
—¿Has encontrado alguna relación?
—¡Así es! La Alemania nazi era una sociedad profundamente regulada. Incluso las personas más destacadas de la sociedad, como Von Lewinski, tenían que pasar por la burocracia si querían sacar objetos valiosos del país. Y así es como he encontrado una referencia a la colección. Me he pasado los últimos cuatro días en el Bundesarchiv, el archivo estatal alemán. En los registros de aduanas de 1935, que paradójicamente se han conservado porque fueron trasladados a unas cámaras acorazadas a prueba de bombas antes de que estallara la guerra, he encontrado una referencia a los documentos que aprobaron la salida de la colección de libros de Maximilian von Lewinski. Lo mandó todo fuera del país, junto con sus obras de arte y diversas reliquias familiares. ¡A Chicago!
—¿A su hermano?
—Maximilian envió sus obras de arte y su colección de libros a su hermano Uwe. Aunque el documento no dice nada específico sobre cartas y manuscritos históricos, apuesto a que Maximilian von Lewinski camufló la colección del judío en su rica biblioteca.
—¿Sin que nadie lo descubriera?
—No es tan raro. Unos cuantos miles de documentos tampoco ocupan gran cosa. Especialmente si están repartidos entre miles de libros empaquetados en sólidas cajas de madera rellenas de serrín y periódicos.
—¿Existe aún la colección?
—No sólo existe, sino que he averiguado dónde está. No te lo vas a creer.
—¿Dónde?
—Delante de nuestras narices.
—¿Dónde?
—Maximilian murió durante la guerra y su hermano Uwe nunca compartió su gusto por las obras de arte y los libros. La excepcional colección de Maximilian von Lewinski lleva más de sesenta años en casa de su hermano Uwe. ¡Sin desembalar! Al morir Maximilian, Uwe no se tomó siquiera la molestia de abrir las cajas. Simplemente las subió al desván. Uwe von Lewinski murió en 1962 y su hijo Albert murió en un accidente aéreo hace un año. No tenía hijos. Los herederos, una infinidad de sobrinos y primos, les echaron una rápida ojeada a esas cajas repletas de libros viejos y donaron la colección, agárrate, a la Biblioteca del Congreso. The Library of Congress!
Cuando colgamos, el aparato hace clic dos veces.
De pronto escucho la voz de Laura: «… Repletas de libros viejos y donaron…», antes de que vuelva el sonido de la línea.