EPÍLOGO
Te llamas Matt Hunter.
Ha pasado un año.
Lance Banner se ha disculpado contigo. Durante meses ha mantenido la distancia, pero un día, en una barbacoa en el barrio, te pide que seas su ayudante de entrenador de baloncesto. Tu sobrino, Paul, te recuerda Lance con una palmada en la espalda, también está en el equipo. ¿Qué dices?
Dices que sí.
Al final te compras la casa de Livingston. Ahora trabajas allí, como asesor en temas legales para Carter Sturgis. Ike Kier es con diferencia tu mejor cliente. Te paga bien.
Se han retirado todos los cargos contra Cingle Shaker. Cingle ha abierto su propia agencia de investigación privada llamada Cingle Service. Ike Kier y Carter Sturgis le encargan todos sus casos. Hay tres investigadores que trabajan para ella.
Marsha, tu cuñada, sale en serio con Ed Essey. Ed trabaja en la construcción, no sabes muy bien en qué. Quieren casarse pronto. Parece simpático, el tal Ed. Intentas que te guste, pero no puedes. Pero él quiere a Marsha. Y cuidará de ella. Probablemente será el único padre que Paul y Ethan recuerden. Son demasiado pequeños para acordarse de Bernie. Tal vez sea así como debe ser, pero no lo soportas. Siempre intentarás ser una presencia en su vida, pero te convertirás simplemente en un tío. Paul y Ethan acudirán primero a Ed.
La última vez que estuviste en su casa, buscaste la foto de Bernie en la nevera. Seguía allí, pero debajo de fotografías más recientes y tarjetas y dibujos.
No vuelves a saber nada de Sonya o de Clark McGrath.
Stephen, su hijo, te visita de vez en cuando. No tanto como antes. Y a veces incluso te alegras de verle.
Después de cerrar el trato de la casa nueva, Loren Muse viene a verte. Los dos os sentáis en el jardín con un par de cervezas Corona.
—De vuelta en Livingston —dice.
—Sí.
—¿Estás contento?
—Las ciudades no te hacen feliz, Loren.
Ella asiente.
Todavía hay algo pendiente.
—¿Qué le pasará a Olivia? —preguntas.
Loren mete la mano en el bolsillo y saca un sobre.
—Nada.
—¿Qué es eso?
—Una carta de la hermana Mary Rose, antes Emma Lemay. La madre Katherine me la dio.
Te sientas. Loren te da la carta. Te pones a leer.
—Emma Lemay se atribuye toda la culpa —dice Loren—. Ella y sólo ella mató a Clyde Rangor, ocultó su cadáver y mintió a las autoridades sobre la identidad de la víctima. Afirma que Candace Potter no sabía nada de eso. Hay más, pero esto es lo esencial.
—¿Crees que será suficiente?
Loren se encoge de hombros.
—¿Quién puede decir lo contrario?
—Gracias —dices.
Loren asiente. Deja la cerveza y se incorpora.
—Veamos, ¿quieres hablar de esos registros telefónicos, Matt?
—No.
—¿Crees que no sé con quién habló Darrow en Westport, Connecticut?
—Da igual. No puedes demostrar nada.
—Eso no lo sabes. Seguramente McGrath le mandó dinero. Podríamos localizarlo.
—Déjalo, Loren.
—Desear venganza no es una defensa.
—Déjalo.
Ella vuelve a tomar la cerveza.
—No necesito tu permiso.
—Es verdad.
Loren mira hacia otro lado.
—Si Kyra le hubiera contado la verdad a Olivia de buen principio…
—Probablemente estarían todas muertas.
—¿Por qué dices eso?
—La llamada de Emma Lemay. Le dijo a Kyra que no hablara. Y creo que tenía una buena razón.
—¿Qué es?
—Creo que Emma, la hermana Mary Rose, sabía que se estaban acercando.
—¿Crees que Lemay pagó por todas ellas?
Te encoges de hombros. Te preguntas cómo localizaron a Lemay y sólo a Lemay. Te preguntas por qué Lemay, si sospechaba algo, no huyó. Te preguntas por qué resistió la tortura y no delató a Olivia. Quizá Lemay pensó que un último sacrificio le pondría fin. Ella no sabría que habían colgado algo sobre la adopción. Probablemente creía que ella era el único vínculo. Y si se rompía para siempre ese vínculo, sobre todo por la fuerza, no habría forma de localizar a Olivia.
Pero nunca se está seguro.
Loren vuelve a ensimismarse.
—Otra vez en Livingston —dice.
Los dos meneáis la cabeza. Los dos bebéis.
A lo largo de los años Loren te visita de vez en cuando. Si el tiempo acompaña, os sentáis afuera.
El sol está alto ese día, un año después. Loren y tú estáis echados en tumbonas. Los dos bebéis cervezas Sol. Loren te dice que son mejores que las Corona.
Tú das un sorbo y le das la razón.
Como siempre, Loren echa un vistazo, menea la cabeza y dice su frase de siempre:
—Otra vez en Livingston.
Estáis en el jardín. Olivia, tu esposa, planta flores en un parterre. Benjamín, tu hijo, está en una colchoneta a su lado. Ben tiene tres meses. Hace ruiditos de alegría. Lo oyes desde el otro extremo del jardín. Kyra también está en el jardín, ayudando a su madre. Hace un año que vive con vosotros. Piensa quedarse hasta que se gradúe.
Y tú, Matt Hunter, los miras. A los tres. Olivia siente tus ojos en ella. Levanta la cabeza y sonríe. Kyra también. Tu hijo suelta otro gorgorito de alegría.
Sientes el pecho ligero.
—Sí —dices a Loren con una sonrisa tonta en la cara—. Otra vez en Livingston.