63

Matt condujo alejándose de la casa de los McGrath. Estuvieron un buen rato en silencio. En la radio del coche sonaba «O» de Damien Rice. Olivia la apagó.

—Es tan raro —dijo.

—Lo sé.

—¿Qué? ¿Seguimos donde lo dejamos?

Matt meneó la cabeza.

—No lo creo.

—¿Empezamos de nuevo?

Matt meneó la cabeza.

—No lo creo.

—Bueno, al menos eso está aclarado.

Él sonrió.

—¿Sabes qué?

—¿Qué?

—Nos irá bien.

—No me conformo con bien.

—Yo tampoco.

—Será espectacular —dijo Olivia.

Llegaron a casa de Marsha. Ella salió a recibirles y los abrazó a los dos a la vez. Paul y Ethan la imitaron. Kyra se quedó en la puerta, con los brazos cruzados.

—Dios mío —exclamó Marsha—, ¿qué diablos os ha pasado?

—Tenemos muchas cosas que contarte.

—Tu pierna…

Matt no le dio importancia.

—No pasa nada.

—El bastón es guay, tío Matt —dijo Paul.

—Sí, tope guay —se apuntó Ethan.

Se acercaron a la puerta donde estaba Kyra de pie. Matt recordó que le había ayudado a escapar del jardín.

—Eh, gracias por el grito.

Ella se ruborizó.

—De nada.

Kyra llevó a los niños al jardín. Matt y Olivia empezaron a explicarse. Marsha les escuchó con atención. Se lo contaron todo. No se dejaron nada. Ella se lo agradeció. Cuando acabaron, Marsha dijo:

—Os prepararé el almuerzo.

—No te molestes.

—A descansar.

Le hicieron caso. Olivia parecía distraída. Matt se daba cuenta de que todavía quedaba un gigantesco hueco.

—Ya he llamado a Cingle —dijo.

—Gracias.

—Encontraremos a tu hijo.

Olivia asintió, pero ya no lo creía.

—Quiero visitar la tumba de Emma. Despedirme de ella.

—Lo entiendo.

—Es increíble que acabara tan cerca de nosotros.

—¿Qué quieres decir?

—Eso formaba parte de nuestro pacto. Las dos conocíamos la identidad de la otra, por supuesto. Pero no nos comunicábamos nunca. Yo creía que ella seguía en la parroquia de Oregón.

Matt sintió un escalofrío en la columna. Se incorporó un poco.

—¿Qué pasa? —preguntó Olivia.

—¿No sabías que estaba en St. Margaret’s?

—No.

—Pero ella te llamó.

—¿Qué?

—Siendo la hermana Mary Rose. Había registros telefónicos. Te llamó.

Olivia se encogió de hombros.

—Supongo que pudo haber descubierto dónde estaba —dijo—. Sabía mi nombre. Tal vez intentó hablar conmigo para avisarme.

Matt negó con la cabeza.

—Seis minutos.

—¿Qué?

—La llamada duró seis minutos. Y no llamó a nuestra casa. Llamó aquí.

—No entiendo nada.

Y después otra voz dijo:

—Me llamaba a mí.

Los dos se volvieron. Kyra entró en la habitación. Marsha estaba detrás de ella.

—No sabía cómo decíroslo —dijo Kyra.

Matt y Olivia se quedaron de piedra.

—Tú no rompiste el pacto, Olivia —dijo Kyra—. Fue la hermana Mary Rose.

—No lo entiendo —dijo Olivia.

—Siempre supe que era adoptada —dijo Kyra.

Olivia se llevó una mano a la boca.

—Oh, Dios mío…

—Y cuando empecé a investigar, descubrí enseguida que mi madre biológica había muerto asesinada.

De la boca de Olivia escapó un sonido. Matt estaba mudo.

Olivia, pensó. Era de Idaho. Y Kyra… vivía en uno de esos estados con «I» del Medio Oeste…

—Pero yo quería saber más. Así que me puse en contacto con el policía que investigó su muerte.

—Max Darrow —dijo Matt.

Kyra asintió.

—Le dije quién era. Parecía que quisiera ayudarme sinceramente. Se apuntó toda la información: dónde había nacido, el médico, todo eso. Me dio la dirección de Kimmy Dale. Fui a verla.

—Espera —dijo Matt—. ¿No decía Kimmy…?

Kyra le miró, pero Matt calló. La respuesta era evidente. Darrow controlaba los hilos manteniendo a Kimmy en la ignorancia. ¿Por qué hacerle saber que había una hija en el panorama? Tal vez Kimmy, ya bastante vulnerable emocionalmente, se pasaría al otro bando si sabía que la chica que la había visitado era realmente la hija de Candi.

—Lo siento —dijo Matt—. Sigue.

Kyra se volvió lentamente hacia Olivia.

—Así que fui a ver a Kimmy a su caravana. Fue muy amable. Y al hablar con ella me entraron ganas de saber cosas de ti. Quería… aunque parezca mentira, encontrar a tu asesino. Y seguí investigando. Seguí preguntando. Y después recibí una llamada de la hermana Mary Rose.

—¿Qué?

—Intentaba ayudar a algunas de sus antiguas chicas, creo. Redimirse. Se enteró de lo que estaba haciendo. Y me llamó.

—¿Te dijo que seguía viva?

—Sí. La verdad es que me quedé pasmada. Creía que te habían asesinado. Y la hermana Mary Rose me dice que si hago lo que ella diga, podré verte. Pero teníamos que ir sobre seguro, no quería ponerte en peligro. Sólo quería… quería una posibilidad de conocerte.

Matt miró a Marsha.

—¿Lo sabías?

—Hasta ayer no. Kyra me lo contó.

—¿Cómo llegaste a vivir aquí?

—En parte fue por suerte —dijo Kyra—. Quería encontrar la manera de estar más cerca de ti. La hermana Mary Rose iba a intentar colocarme en DataBetter. Pero entonces nos enteramos de que Marsha necesitaba a una canguro que viviera en casa. Así que la hermana Mary Rose llamó a alguien del St. Philomena’s y me recomendó.

Matt recordó que Marsha había conocido a Kyra a través de la parroquia. Una monja tenía cierta influencia, ¿quién cuestionaría su recomendación?

—Quería decírtelo —dijo Kyra, con los ojos puestos en Olivia—. Esperaba un buen momento. Pero entonces llamó la hermana Mary Rose. Como has dicho, hace tres semanas. Dijo que todavía era pronto, que no debía decir nada hasta que ella se pusiera en contacto conmigo. Tenía miedo, pero confiaba en ella. Así que le hice caso. Ni siquiera sabía que la habían matado. Y la otra noche, cuando vinisteis tan tarde, quería decíroslo de todos modos. Por eso salí del garaje, pero entonces Matt se vio obligado a escapar.

Olivia se puso de pie, abrió la boca, la cerró y lo intentó de nuevo.

—Entonces ¿eres… eres mi…?

—Hija. Sí.

Olivia dio un paso incierto hacia Kyra. Alargó una mano. Después se lo pensó mejor y la dejó caer.

—¿Estás bien, Kyra? —preguntó.

Kyra sonrió, con una sonrisa tan apabullantemente parecida a la de su madre que Matt se preguntó cómo no se había fijado antes.

—Estoy bien —dijo.

—¿Eres feliz?

—Sí, soy feliz.

Olivia no dijo nada. Kyra se acercó un paso más.

—Estoy bien, de verdad.

Y entonces Olivia se echó a llorar.

Matt apartó la mirada. Aquello no tenía que ver con él. Oyó los sollozos y los ruiditos tranquilizadores de dos personas que intentan consolarse. Pensó en la distancia, en el dolor, la prisión, los malos tratos, los años, y lo que decía Olivia, que valía la pena esforzarse por llevar una vida sencilla.