57
Loren conducía un coche.
—¿Cómo crees que empezó todo? ¿Fue Darrow quien hizo rodar la bola?
—Parece lo más sensato —aceptó ella—. Darrow averigua que tu esposa tuvo una hija. Se acuerda de la autopsia. Entonces empieza a imaginarse qué pasó hace diez años. Había dinero de por medio. Contrata a un gorila para que le ayude.
—Que sería Charles Talley.
—Sí, Talley.
—¿Y crees que encontró a Olivia cuando contestó al mensaje?
—Sí, pero…
Loren se calló.
—¿Qué?
—Encontraron primero a Emma Lemay.
—Como hermana Mary Rose.
—Sí.
—¿Cómo?
—No lo sé. Tal vez quisiera compensar el mal que había hecho. He sabido la historia por la madre superiora. La hermana Mary Rose vivió una vida recta y piadosa desde que cambió de identidad. Quizá, no lo sé, quizás ella viera también el mensaje.
—¿E intentó ayudar?
—Sí. Y eso explicaría esa llamada de seis minutos de St. Margaret’s a casa de tu cuñada.
—¿Para avisar a Olivia?
—Tal vez, no lo sé. Pero probablemente encontraron primero a Emma Lemay. El forense dice que la torturaron. Tal vez querían el dinero.
O el nombre de tu esposa. Lo que sea, pero Emma acaba muerta. Y cuando yo intento descubrir su identidad, suena la alarma.
—Y ese tipo del FBI, ¿las oye?
—Sí. O puede que ya supiera lo de Lemay. Puede que lo utilizara como tapadera para involucrarse. No estoy segura.
—¿Y crees que Yates intenta tapar algo?
—Un informador me ha hablado de un montaje para perpetrar un chantaje de sexo con menores. No está seguro del todo. Pero si lo es, sí, creo que de alguna manera está relacionado con esto. Creo que me sacó del caso porque me estaba acercando demasiado. Él también está en Reno.
Matt miró al frente.
—¿Cuánto falta?
—La calle siguiente.
El coche acababa de doblar la esquina cuando Loren vio a Cal Dollinger cerca de la caravana. Estaba agachado, fisgando por la ventana. Loren apretó el freno.
—Maldita sea.
—¿Qué?
—Necesitamos un arma.
—¿Por qué? ¿Qué pasa?
—Es el hombre de Yates. El de la ventana.
Dollinger se incorporó. Le vieron meter la mano en un bolsillo y sacar una pistola. Con una velocidad que desafiaba su corpulencia, Dollinger fue a la puerta, la empujó y desapareció dentro.
Matt no vaciló.
—Espera. ¿Adónde vas?
Matt no miró atrás, no redujo el paso. Corrió hacia la casa. Veía el interior de la caravana a través de la ventana.
Olivia estaba allí.
De repente se puso de pie y levantó las manos. Había otra mujer —Matt supuso que era Kimmy Dale— allí también. Abrió la boca para gritar. Dollinger las apuntaba con un arma.
Disparó.
Oh, no…
Kimmy cayó. Olivia desapareció de su vista. Matt corrió. Dollinger no estaba lejos de la ventana. Utilizando el impulso que llevaba, consciente de que el tiempo era esencial, se lanzó contra la ventana. Bajó la barbilla y golpeó con los antebrazos.
La ventana se hizo añicos con sorprendente facilidad.
Matt encogió las piernas. Aterrizó y de nuevo no dudó. Dollinger seguía con la pistola. Había abierto la boca por la sorpresa. Matt no quería perder la ventaja. Se lanzó sobre él.
Fue como saltar sobre un bloque de cemento. Dollinger apenas se tambaleó.
—¡Corre! —gritó Matt.
Dollinger reaccionó. Apuntó a Matt con la pistola. Matt le agarró la muñeca con ambas manos. Tiró. Dollinger hizo lo mismo. Aunque Matt utilizaba las dos manos y Dollinger sólo una, Matt perdía la partida. Con la mano libre, Dollinger pegó a Matt un gancho en las costillas. Matt sintió que se le encogía el estómago, que no le entraba aire. Quería derrumbarse y caer al suelo.
Pero no podía.
Olivia estaba allí.
Siguió agarrando la muñeca con todas sus fuerzas.
Otro puño se hundió en su caja torácica. Los ojos de Matt se empañaron. Vio puntos negros. Estaba perdiendo la conciencia, la fuerza.
Una voz gritó.
—¡Quietos! ¡Policía! ¡Suelte el arma!
Era Loren Muse.
Dollinger la soltó. Matt cayó al suelo. Pero sólo un segundo. Miró a Dollinger desde abajo. Dollinger tenía una expresión curiosa en la cara. Echó un vistazo a la habitación.
Loren Muse no se veía por ninguna parte.
Matt sabía lo que pasaría. Dollinger se preguntaría por qué no se dejaba ver. Se acordaría de que acababa de llegar de Newark, que era una investigadora del condado, que las autoridades no le permitirían viajar con pistola.
Caería en la cuenta de que Loren no tenía arma. Que era un farol.
Olivia se arrastraba hacia Kimmy Dale. Matt miró por encima de ella. Sus ojos se encontraron.
—Ve —dijo casi sin voz.
Volvió a mirar a Dollinger.
Dollinger ya había caído en la cuenta.
Volvió a apuntar a Olivia.
—¡No! —gritó Matt.
Dobló las piernas y empujó como si fueran pistones. Sabía algo de peleas de verdad. Que el grande siempre sacude al pequeño. Pero a él no le preocupaba ganar. A él le preocupaba salvar a su esposa. Sólo necesitaba tiempo para que Olivia pudiera huir.
Y se acordó de algo más.
Incluso el hombre más grande y más fuerte tiene los mismos puntos vulnerables que el resto de los mortales.
Matt preparó la mano para un ataque. Saltó y golpeó a Dollinger en la ingle. El grandullón resopló y se dobló por la cintura. Agarró a Matt al caer. Matt intentó incorporarse. Dollinger era demasiado grande.
«Puntos vulnerables —pensó—. Dale en los puntos vulnerables».
Matt golpeó con la cabeza. Aterrizó con el cráneo en la nariz de Dollinger. Dollinger aulló y se levantó. Matt miró a su esposa. ¿Qué…?
Olivia no había huido. Matt no podía creerlo. Seguía al lado de Kimmy, palpando la pierna de su amiga, intentando febrilmente, detener una hemorragia o algo así.
—¡Huye! —gritó.
Dollinger se había recuperado y apuntó con la pistola a Matt.
Desde el otro extremo de la caravana, Loren Muse soltó un grito y atacó a Dollinger por la espalda. Intentó agarrarle la cara con la mano. El hombre empujó hacia atrás, con la nariz y la boca ensangrentadas. Se sacudió a Loren como un toro. Ella se golpeó con fuerza contra la pared. Matt saltó en pie.
«Ve a por los puntos vulnerables…»
Buscó los ojos de Dollinger y falló. La mano le resbaló. Acabaron en la garganta del hombretón.
Como la otra vez.
Como hacía tantos años, en un campus universitario de Massachusetts, con un chico llamado Stephen McGrath.
A Matt le daba igual.
Apretó con fuerza. Puso el pulgar sobre el hueco de la garganta y apretó más.
Los ojos de Dollinger protuberaron. Pero ahora tenía libre la mano de la pistola. Levantó el arma hacia Matt. Matt soltó una mano de la garganta. Intentó desviar el arma de Dollinger. La pistola se disparó de todos modos. Algo caliente se le introdujo en la carne por encima de la cadera.
Las piernas le fallaron. Soltó a Dollinger.
Dollinger tenía otra vez el arma a punto. Miró a Matt a los ojos y empezó a apretar el gatillo.
Se oyó un disparo.
Los ojos de Dollinger protuberaron un poco más. La bala le había dado en la sien. El hombretón cayó al suelo. Matt se volvió y miró a su esposa.
Llevaba una pistolita. Matt se arrastró hacia ella. Los dos miraron a Kimmy Dale, que no sangraba por la pierna sino por un punto sobre el codo.
—Te acordaste —dijo Kimmy.
Olivia sonrió.
—¿De qué te has acordado? —preguntó Matt.
—Ya te lo dije —dijo Olivia—. Kimmy siempre lleva un arma en la bota. Pero me ha costado sacarla.