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Loren volvió a la sala de interrogatorios.

Cingle se estaba mirando las uñas.

—El abogado todavía no ha llegado.

Loren sólo la miró un momento. Se preguntó cómo sería ser como Cingle, tener hombres babeando por ti, saber que puedes hacer prácticamente lo que quieras con ellos. La madre de Loren era un poco así, pero cuando una mujer era como Cingle Shaker, ¿cómo debía sentirse? ¿Era algo bueno o malo? ¿Se confiaba en ese recurso en detrimento de los demás? Loren no creía que ese fuera el caso de Cingle, pero eso sólo la hacía más peligrosa.

—¿A que no adivina lo que hemos encontrado en su ordenador? —preguntó Loren.

Cingle pestañeó. Pero fue suficiente. Lo sabía. Loren sacó la fotografía de Charles Talley. También sacó algunas instantáneas tomadas del vídeo. Las colocó sobre la mesa frente a Cingle, quien apenas las miró.

—No voy a hablar —dijo Cingle.

—¿Asentiría?

—¿Qué?

—Yo voy hablando. Usted puede asentir si le apetece. Porque ahora creo que está todo muy claro. —Loren se sentó, juntó las manos y las apoyó en la mesa—. Nuestros técnicos dicen que estas fotografías proceden de un móvil con cámara. Así es como creemos que ha ido la cosa. Charles Talley era una especie de psicópata. Eso lo sabemos. Tiene un historial criminal bastante rico en violencia y perversiones. En fin, se encuentra con Olivia Hunter. Todavía no sé cómo. Tal vez nos lo dirá usted cuando llegue el abogado. Da lo mismo. De todos modos, por alguna razón perversa, se dedica a mandar fotos y un vídeo a nuestro mutuo amigo Matt Hunter. Matt le lleva las fotos a usted. Usted, que es buena en su trabajo, descubre que el tipo de la foto es Charles Talley y se aloja en el Howard Johnson’s del aeropuerto de Newark. O quizá deducen que Olivia Hunter está alojada allí. No sé cuál de los dos.

—No fue así —dijo Cingle.

—Pero más o menos. No conozco los detalles y no me importa por qué o cómo Hunter acudió a usted. Lo que está claro es que lo hizo. Le dio la foto y el vídeo. Usted encontró a Charles Talley. Los dos fueron a enfrentarse con él al hotel. Talley y Hunter se pelearon. Hunter acabó herido y Talley acabó muerto.

Cingle apartó la mirada.

—¿Tiene algo que añadir? —preguntó Loren.

El teléfono de Loren volvió a sonar. Lo cogió, lo abrió y dijo:

—Diga.

Soy tu amigo del barrio, Lance.

—¿Qué pasa?

Adivina dónde estoy.

—¿Frente a la casa de Marsha Hunter?

Acertaste. Adivina quién tiene el coche aparcado enfrente.

Loren se incorporó un poco.

—¿Has pedido refuerzos?

Ya vienen.

Cerró el teléfono de golpe. Cingle la miraba fijamente.

—¿Era por Matt?

Loren asintió.

—Estamos a punto de arrestarlo.

—Se volverá loco.

Loren se encogió de hombros y esperó.

Cingle se mordió una uña.

—Lo ha entendido todo mal.

—¿Cómo es eso?

—Cree que Charles Talley le mandó esas fotos a Matt.

—¿No las mandó él?

Cingle negó lentamente con la cabeza.

—¿Quién, pues?

—Buena pregunta.

Loren volvió a apoyarse en el respaldo de la silla. Pensó en la fotografía, la de Charles Talley. Tenía la mano levantada, casi como si le diera vergüenza que le tomaran la foto. No se había hecho la foto él mismo.

—No importa. Vamos a detener a Matt.

Cingle se puso de pie. Empezó a pasear. Se cruzó de brazos.

—Tal vez las fotos sean un gran montaje —dijo.

—¿Qué?

—Venga, Loren. Utilice la sesera. ¿Todo esto no le parece demasiado bien atado?

—La mayoría de asesinatos lo son.

—Qué estupidez.

—Encuentras un muerto, investigas su vida amorosa. Encuentras una muerta, investigas a su novio o a su marido. Normalmente es así de sencillo.

—Excepto que Charles Talley no era el amante de Olivia Hunter.

—¿Y cómo ha llegado a esa conclusión?

—No fui yo. Fue Matt.

—Sigo esperando el cómo.

—Porque las fotos son falsas.

Loren abrió la boca, la cerró y decidió esperar.

—Por eso ha venido Matt a mi despacho esta noche. Quería ampliar las fotos. Se dio cuenta de que no eran lo que aparentaban ser. Se dio cuenta cuando se puso a llover.

Loren se echó hacia atrás y separó las manos, desesperada.

—Será mejor que se explique desde el principio.

Cingle cogió la fotografía de Charles Talley.

—Mire, ¿ve esta ventana?, ¿cómo entra el sol…?