14
—Matt…
Matt no dejaba de mirar las fotos de Charles Talley. Aquella misma maldita sonrisa engreída, la que había visto en la foto de su móvil. Matt volvió a tener la sensación de estar cayendo, pero aguantó el tipo.
—Le conoces, ¿no? —dijo Cingle.
—Necesito que me hagas un favor —dijo.
—No hago favores. Esto es mi trabajo. Te lo voy a facturar, ¿recuerdas?
—Mejor. —Miró a Cingle—. Quiero que me encuentres todo lo que puedas de Charles Talley. Quiero decir todo.
—¿Y qué debería buscar?
Buena pregunta. Matt no sabía cómo enfocarlo.
—Cuéntamelo —dijo Cingle.
Matt sacó su móvil. Dudó pero, de hecho, ¿qué sentido tenía seguir manteniéndolo en secreto? Lo abrió, puso la función cámara y apretó la flecha hacia atrás hasta que salió la foto de Charles Talley, la que habían tomado en aquella habitación de hotel. Era el mismo hombre, no había duda. La miró fijamente un momento.
—Matt…
Las palabras de Matt fueron lentas y deliberadas.
—Ayer recibí una llamada del teléfono de Olivia. —Se lo pasó—. Contenía esto.
Cingle cogió el teléfono. Sus ojos se fijaron en la pantalla. Matt vio que los abría, sorprendida. Sus ojos fueron de las fotos a la imagen de la pequeña pantalla. Finalmente le miró a él.
—¿Qué demonios es esto?
—Aprieta la tecla de avance —dijo Matt.
—¿La de la derecha?
—Sí. Te llevará al vídeo que llegó después de la foto.
La cara de Cingle era una máscara de concentración. Cuando el vídeo acabó, dijo:
—Si aprieto la tecla de «replay», ¿volverá a pasar?
—Sí.
Ella la apretó. Visionó el breve vídeo dos veces más. Cuando terminó, dejó cuidadosamente el móvil sobre la mesa.
—¿Tienes alguna explicación? —preguntó.
—Ninguna.
Cingle se lo pensó.
—Sólo he visto a Olivia una vez.
—Lo sé.
—No puedo decir si es ella o no.
—Yo creo que lo es.
—¿Crees?
—Su cara no se distingue bien.
Cingle se mordió el labio inferior. Alargó el brazo, cogió el bolso y rebuscó en él.
—¿Qué? —preguntó Matt.
—No eres el único que está al día en tecnología —dijo Cingle.
Sacó un pequeño ordenador portátil, no mayor que el teléfono de Matt.
—¿Una Palm Pilot?
—Un PC de bolsillo de última tecnología —le corrigió ella. Sacó un cable, enchufó un extremo al teléfono y otro al PC de bolsillo—. ¿Te importa que descargue la foto y el vídeo?
—¿Por qué?
—Me los llevaré a la oficina. Tenemos toda clase de programarlo para visionar las imágenes cuadro a cuadro, ampliarlas y analizarlas con precisión.
—Que quede entre nosotros.
—Entendido.
Cingle descargó las fotos y devolvió el teléfono a Matt.
—Una cosa más.
—Te escucho.
—Descubrir cosas de nuestro amigo Charles Talley puede que no nos dé lo que necesitamos. —Se inclinó hacia él—. Tenemos que llegar al fondo del asunto. Encontrar una conexión entre Talley y…
—Olivia —acabó Matt.
—Sí.
—Quieres investigar a mi esposa.
Cingle se echó hacia atrás y cruzó de nuevo las piernas.
—Si esto sólo fuera una aventura vulgar y corriente, probablemente no sería necesario. Puede ser que se conocieran por casualidad. Que coincidieran en un bar. No lo sé. Pero Talley te sigue. También te manda fotos, y te las restriega por la cara.
—¿Y eso significa?
—Significa que aquí hay algo más —dijo Cingle—. Deja que te pregunte algo y no te ofendas, ¿vale?
—Vale.
Cingle se agitó en la silla. Todos sus movimientos, intencionados o no, tenían algo de seductor.
—¿Qué sabes en realidad de Olivia? De su pasado, quiero decir.
—Lo sé todo, de dónde es, a qué escuela fue…
—¿Y de su familia?
—Su madre se largó siendo ella un bebé. Su padre murió cuando ella tenía veintiún años.
—¿Hermanos?
—No tiene.
—¿Así que su padre la crio solo?
—Básicamente. ¿Y qué?
Cingle siguió hablando.
—¿Dónde se crio?
—En Northways, Virginia.
Cingle lo apuntó.
—Fue a la universidad allí, ¿no?
Matt asintió.
—Fue a la UVA.
—¿Qué más?
—¿Qué quieres decir? ¿Qué más quieres? Hace ocho años que trabaja para DataBetter Associates. Su color preferido es el azul. Tiene los ojos verdes. Lee más que ningún otro ser humano que conozca. Su placer oculto son las películas cursis de Hallmark. Y, a riesgo de hacerte vomitar, cuando me despierto y está junto a mí, sé que no hay hombre más afortunado en la tierra. ¿Lo estás apuntando?
La puerta del despacho se abrió de golpe. Los dos se volvieron. Entró Mediana Edad.
—Oh, disculpen, no quería interrumpir.
—No pasa nada —dijo Matt.
Mediana Edad miró su reloj, con gran ostentación.
—Necesito que nos pongamos con el caso Sterman enseguida.
Matt asintió.
—Ahora mismo iba a llamarte.
Los dos miraron a Cingle. Ella se levantó. Inconscientemente, Mediana Edad se ajustó la corbata y se atusó el pelo.
—Ike Kier —dijo, ofreciéndole la mano.
—Sí —dijo Cingle, consiguiendo no poner los ojos en blanco—. Encantada. —Miró a Matt—. Ya hablaremos.
—Gracias.
Ella le miró un segundo más de lo necesario y se fue hacia la puerta. Mediana Edad se apartó para dejarla pasar. Cuando se hubo marchado, Mediana Edad se sentó en la silla que ella había ocupado y dijo:
—¿Quién diablos es esa?
—Cingle Shaker. Trabaja para MVD.
—¿Me estás diciendo que es una sabuesa?
Mediana Edad se rio de su propia broma. Como Matt no le secundó, disimuló con una tosecita y entornó los ojos. Sus cabellos canosos estaban impecablemente peinados. El cabello gris favorece a los abogados, y más cuando es abundante. Les da un cierto aire de autoridad con los jurados.
Matt abrió el cajón de su mesa y sacó el expediente de Sterman. Los dos hombres hablaron del caso durante tres horas sobre los preliminares, lo que podría ofrecer la oficina del fiscal. Estaban a punto de terminar cuando sonó el móvil de Matt. Comprobó el identificador de llamadas. La pantalla decía: «No disponible». Matt se llevó el teléfono a la oreja.
—¿Diga?
—Eh. —Era un susurro de hombre—. A ver si adivinas qué le estoy haciendo ahora mismo a tu mujer.