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richard pasó por encima de la piedra blanca fundida, al interior de la tumba de Panis Rahl. El personal de la cripta aguardó fuera, en el pasillo. Habían instado a Richard a entrar solo. Después de todo, era la tumba de su abuelo, y éstas eran personas que habían vivido y muerto según el tiránico parecer del anterior lord Rahl cuando visitaba a sus venerados antepasados.

Richard, no obstante, reservaba su veneración para aquellos que la merecían. Panis Rahl había sido un tirano con ambiciones de conquista poco diferentes de las de su hijo, Rahl el Oscuro. Panis Rahl podría no haber conseguido alcanzar el nivel de maldad que había mostrado su hijo, pero no había sido por falta de intentarlo.

En la guerra que Panis Rahl había iniciado contra los territorios vecinos, Zedd, un joven por entonces, había liderado a las gentes libres contra la agresión d’haraniana. Al final, Zedd, actuando como Primer Mago, había matado a Panis Rahl y levantado los límites que durante la mayor parte de la vida de Richard habían mantenido aislada D’Hara.

Aun cuando muchos habían respaldado con entusiasmo el deseo de conquista de Panis Rahl, Zedd no había querido matar a todos los habitantes de D’Hara. Muchos de ellos, al fin y al cabo, eran también víctimas de aquella tiranía; haber tenido la desgracia de nacer bajo el dominio de un tirano no es un acto voluntario. Así pues, en lugar de matar a todos los d’haranianos, Zedd había alzado los límites.

Creyó que dejarles que padecieran las consecuencias de sus propias acciones era el peor castigo que podía infligirles. Ello también les daba la oportunidad de cambiar sus vidas, si bien, con los límites, no podría seguir agrediendo a otros.

Habría funcionado, y Richard seguiría viviendo en paz allá en la Tierra Occidental, de no haber dejado de funcionar aquellos límites. Rahl el Oscuro había ayudado en su deterioro viajando a través del inframundo. De no haber caído los límites, sin embargo, Richard no habría conocido a Kahlan. Ella hacía que su vida valiera la pena. Kahlan era su vida.

Richard recordaba que años antes, poco después de que Rahl el Oscuro hubiera abierto la Caja del Destino y hubiese sido arrebatado por su poder, un sirviente del palacio había ido a ver a Zedd para contarle que la cripta de Panis Rahl se derretía. Zedd había dicho al hombre que utilizara una piedra blanca concreta para sellar la tumba antes de que aquel deterioro se extendiera al resto del palacio.

Desde entonces la extraña afección empezó a dañar toda la estancia. Las paredes empezaban a deformarse, empujando las losas de granito rosa fuera de su antiguo plano. En el pasillo, las juntas entre el techo y las paredes se estaban separando debido a la deformación. Si no se le ponía freno, daba la impresión de que aquello continuaría deformando paredes, hasta que la estructura del palacio mismo empezara a desplomarse sobre sí misma.

Richard miró a su alrededor, evaluándolo todo mientras cruzaba la estancia. La luz de cincuenta y siete antorchas se reflejaba en el ataúd recubierto de oro de su abuelo, que descansaba sobre un pedestal, haciendo no tan sólo que refulgiera en el centro de la enorme habitación, sino que casi pareciera flotar por encima del suelo de mármol blanco. Había palabras grabadas en el ataúd, y también en las paredes de la estancia.

—Odio el rosa —murmuró Nicci para sí a la vez que paseaba la mirada con detenimiento por las pulidas paredes y el techo abovedado.

—¿Alguna idea de por qué se están fundiendo las paredes? —preguntó Richard a Nicci mientras ésta daba una lenta vuelta por la habitación, inspeccionándolo todo.

—Eso es lo que realmente me asusta —respondió ella.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Richard a la vez que empezaba a leer las palabras en d’haraniano culto grabadas en las paredes de granito.

—Verna me contó que, cuando vine al palacio, justo antes de ser capturada, yo vine aquí abajo con Ann. Verna dijo que le conté que sabía por qué las paredes de aquí abajo se fundían.

Richard miró atrás, en su dirección.

—Y así pues, ¿por qué se están fundiendo?

Nicci pareció extrañamente confusa y preocupada.

—No lo sé. No lo recuerdo.

—¿No recuerdas… qué?

—Por qué bajaba yo aquí, o por qué se estaban fundiendo… Pregunté a Verna si recordaba alguna cosa que yo pudiera haber dicho, pero dijo que no.

Richard pasó un dedo por el ataúd de su abuelo.

—Cadena de Fuego.

Nicci alzó la mirada, más preocupada aún.

—¿De verdad crees que ésa es la razón?

—¿Tú no recuerdas nada?

Ella negó con la cabeza.

—No. Ni siquiera recuerdo haberle dicho a Verna que conocía la causa del problema, pero lo que es peor es que no recuerdo por qué las paredes se fundían. ¿Cómo he podido olvidar algo importante como eso?

Richard la miró a sus atribulados ojos azules un momento.

—No creo que pudieras, si las cosas fueran normales…

—Eso sólo puede significar que el daño producido por Cadena de Fuego se está extendiendo más allá del objetivo original del hechizo.

—Es la contaminación… —dijo Richard en voz queda.

—Si eso es cierto, entonces eso, lo que sea que esté pasando aquí, está conectado con lo que debemos hacer para invertir el hechizo Cadena de Fuego. La contaminación de los repiques está borrando las memorias para protegerse a sí misma.

Un concepto tan aterrador dio que pensar a Richard. Sabía, sin embargo, que tenía sentido. Ahora tenía que preocuparse no sólo de que Jagang podría ir un paso por delante de él, sino por cómo la contaminación del hechizo Cadena de Fuego podría estar actuando también para defenderse de la exterminación.

No hacía falta que poseyera consciencia para tener una reacción de autoprotección que le permitiera seguir adelante con sus intenciones. Para los repiques, eliminar la magia tenía un propósito, y la contaminación que dejaban tras ellos era su método de conseguirlo, de modo que tales medidas de autodefensa eran probablemente algo consustancial a ellos, de un modo parecido a como las espinas eran en ocasiones el medio de autodefensa de un arbusto o un árbol. Que tuviera espinas no significaba que el árbol fuera capaz de pensar en cómo lastimar a cualquiera que se aproximara. Era simplemente su modo natural de protegerse para poder seguir existiendo.

—Tenemos que invertir Cadena de Fuego o esto no va a hacer más que empeorar —dijo Richard por fin a Nicci—. No pasará mucho tiempo antes de que olvidemos incluso por qué tenemos que invertirlo. Tengo que invocar el poder de las cajas para contrarrestar el hechizo antes de que sea demasiado tarde.

—Necesitamos las Cajas del Destino para hacer eso —le recordó ella.

—Bueno, Jagang tiene dos, y la bruja cogió la tercera. Hemos de recuperarlas.

—Puesto que Seis está cumpliendo las órdenes de Jagang de atacar nuestras tropas en el Viejo Mundo, creo que debemos asumir que tiene intención de darle la tercera caja.

Richard pasó un dedo a lo largo de algunos de los caracteres grabados en el ataúd de Panis Rahl.

—Creo que tienes razón. Es sólo cuestión de tiempo que Jagang tenga las tres cajas, si no las tiene ya.

—Nosotros tenemos algo que él necesita, sin embargo —indicó Nicci.

—¿Lo tenemos? ¿Qué es?

—El Jardín de la Vida. Desde que traduje El libro de la vida he acabado por ver el Jardín de la Vida de un modo diferente. El libro confirmó algunas de las conclusiones a las que había llegado con anterioridad.

»Ahora comprendo el Jardín de la Vida a través del contexto de la magia de las cajas. He estudiado su posición, la cantidad de luz, los ángulos en relación con las distintas cartas estelares y el modo en que el sol y la luna recorren el lugar. También he analizado la zona del interior donde se han invocado los hechizos relativos a las cajas, su ubicación específica.

Richard estaba intrigado.

—¿Lo que quieres decir es que de verdad piensas que el Jardín de la Vida es necesario para abrir una de las cajas?

—Sí. El Jardín de la Vida fue construido de modo específico para proporcionar las condiciones necesarias para abrir una de las Cajas del Destino.

Richard tuvo que repasar aquello mentalmente una segunda vez antes de estar seguro de que la había oído bien.

—¿Quieres decir que Jagang debe entrar en el Jardín de la Vida para poder abrir la caja correcta?

Nicci se encogió de hombros.

—A menos que quiera construir su propio jardín exactamente como el de arriba. Eso no es del todo imposible, pero recrearlo sería una tarea muy compleja.

—Pero ¿podría hacer algo así?

—Necesitaría las referencias originales de los planos para el Jardín de la Vida. Necesitaría también la ayuda no sólo de hechiceras, sino de magos. Tendría que estudiar el Jardín de la Vida para poder construir uno nuevo. La única solución práctica sería duplicar lo que ya estaba construido aquí.

—Bueno, también podría entrar aquí para hacerlo.

Nicci le dirigió una larga mirada.

—Exactamente.

Richard suspiró al captar los motivos auténticos de Jagang.

—No me extraña que no le haya preocupado abrir las cajas antes de ahora. Necesitaba llegar aquí primero. Apoderarse del Palacio del Pueblo ha sido parte de su objetivo más amplio desde el principio. Durante todo este tiempo ha sabido que necesitaba hacerlo.

—Parece ser así… —admitió ella.

Berdine cruzó la abertura que conducía a la tumba.

—Lord Rahl, estáis ahí.

Richard volvió la cabeza.

—¿Qué sucede?

—Encontré este libro —dijo ella, sosteniéndolo en alto mientras recorría con paso decidido la habitación—. Está en d’haraniano culto. Cuando traduje parte de él y me di cuenta de lo que era, Verna me dijo que os lo trajera inmediatamente.

Nicci tomó el libro de Berdine cuando la mord-sith se lo tendió. Abrió la tapa y empezó a ojear el texto.

—Así pues, ¿de qué trata este libro? —preguntó Richard a Berdine.

—Es sobre el pueblo de Jillian. Sus antepasados de Caska…

—Los lanzadores de sueños… —susurró Nicci para sí mientras seguía pasando hojas.

Richard frunció el entrecejo.

—¿Qué?

—Nicci tiene razón —respondió Berdine—. Habla de que la gente de Caska era capaz de lanzar sueños. Verna me dijo que os lo contara.

—Muy bien, gracias.

—Bueno, tengo que regresar. Hay algunos otros libros que Verna necesita que le traduzca. Y no lo olvidéis —dijo volviendo la cabeza mientras empezaba a salir—, en algún momento necesito contaros las cosas que descubrí… sobre Baraccus.

Richard respondió con un asentimiento a la sonrisa de la mord-sith.

Nicci se puso el libro bajo el brazo.

—Gracias, Berdine. En cuanto hayamos terminado aquí, nos pondremos con esto.

Richard contempló por un momento cómo Berdine salía, luego señaló las inscripciones de las paredes.

—Todo esto resulta bastante perturbador. ¿Conoces la naturaleza exacta de los hechizos trazados aquí? Varios de los elementos me resultan vagamente familiares.

—Deberían —respondió Nicci enigmáticamente, y señaló una de las inscripciones en la pared opuesta—. ¿Ves eso? Son instrucciones de un padre a su hijo sobre el proceso de ir al inframundo y regresar.

—¿Te refieres a que Panis Rahl quería transmitir estos hechizos a Rahl el Oscuro, y por lo tanto fueron cincelados en las paredes de su tumba?

—No —respondió ella, negando con la cabeza—, creo que estos hechizos se han transmitido dentro de la Casa de Rahl a lo largo de innumerables generaciones. De cada padre a su hijo, de un poseedor del don al siguiente lord Rahl. Son, en cierto modo, tu derecho de primogenitura.

Richard se sintió un tanto abrumado con la idea.

—¿Cuántos años crees que tienen? ¿Y por qué transmitir hechizos sobre ir al inframundo?

—Por la composición de estos hechizos, mi opinión es que han existido desde la época en que se creó el poder de las cajas. Creo que para utilizar el poder de las cajas, son necesarios estos hechizos.

Richard se giró en redondo hacia ella.

—¿Qué?

—Bueno, por lo que leí en los libros que explicaban ese poder, como El libro de la vida, y algunos de los libros sobre la teoría que rige las Cajas del Destino, he acabado por creer que tiene que ver con el problema de cómo se utilizó Magia de Resta para poner en marcha un acontecimiento Cadena de Fuego.

—¿Te refieres al problema de la eliminación de los recuerdos?

Nicci asintió.

—¿Por qué no podemos el resto de nosotros recordar a Kahlan? ¿Por qué no puede recordar ella quién era? ¿Por qué no podemos usar nuestro don para curar a personas que han olvidado a Kahlan, o curar a Kahlan? ¿Por qué nuestro don no puede restituir esos recuerdos?

Richard reconoció a Nicci, la instructora, pidiendo a su alumno que proporcionara la respuesta por su cuenta. Richard estaba más que familiarizado con aquella técnica. Zedd la había utilizado con él.

—Porque esos recuerdos han desaparecido.

—¿Y cómo se los llevaron? —preguntó ella, enarcando una ceja.

Richard vio que era evidente.

—Mediante Magia de Resta.

Nicci se limitó a mirarle con fijeza, como si aguardara a que dijera más cosas.

Entonces, cayó en la cuenta.

—Queridos espíritus —dijo en un susurro—. La Magia de Resta es la magia del inframundo. —Se acercó más a ella—. ¿Estás diciendo que para utilizar el poder de las cajas, es necesario ir al inframundo porque las cosas que fueron arrebatadas con Magia de Resta sólo pueden ser recuperadas allí?

—Para poder reconstruir recuerdos, debe haber una semilla a partir de la cual hacerlos crecer. El recuerdo que tú tienes de ella es tu recuerdo, no el recuerdo perdido de Kahlan, ni el de Zedd, ni el de Cara… ni el de ninguna otra persona. La sustancia de esa memoria desaparecida es lo que ha desaparecido de este mundo. Ya no existe. Aquí, en todo caso.

Richard era incapaz incluso de pestañear.

—Y ese núcleo de la memoria sacado de las mentes de las víctimas de Cadena de Fuego fue arrebatado mediante Magia de Resta. Así pues, si todavía existe, sólo se halla en el inframundo.

Nicci indicó con un ademán las palabras en d’haraniano culto talladas en las paredes y el ataúd.

El libro de la vida, que Rahl el Oscuro tuvo que haber leído si puso las Cajas del Destino en funcionamiento, dice que parte del proceso de invocar su poder implica ir al inframundo.

—Pero ¿qué memoria habría recuperado Rahl el Oscuro cuando viajó al inframundo?

—Invocar el poder de las cajas requiere unos pasos prescritos. Ir al inframundo es uno de los pasos que hay que ejecutar en su invocación. —Señaló las paredes—. Esos pasos…

—Pero esas referencias sólo dicen que es necesario ir al inframundo. ¿Por qué no exponen el propósito del viaje?

—El propósito de ese viaje es recuperar el núcleo de las memorias, pero las cajas no saben qué hace falta, o quién iba a ser el sujeto del hechizo Cadena de Fuego, de modo que el libro sólo indica el paso que hay que realizar. No dice lo que debe hacerse allí. No es más que una herramienta para la persona que intente invertir Cadena de Fuego. De esa persona depende hacer lo que sea necesario cuando emprenda el viaje.

»Berdine fue la primera que me mostró El libro de la vida. Sabía dónde estaba porque había visto a Rahl el Oscuro utilizarlo. Él fue al inframundo. Estas inscripciones que hay aquí son parte de la fórmula para invocar los hechizos necesarios para hacerlo.

—Pero Rahl el Oscuro no intentaba restituir recuerdos perdidos.

Nicci se encogió de hombros.

—No, él utilizaba las cajas para obtener poder. Es probable que no comprendiera el propósito auténtico de ir al inframundo. Es probable que asumiera que era simplemente un paso más de un ritual complejo.

Richard se pasó los dedos hacia atrás por los cabellos.

—Kahlan me contó que él había viajado al inframundo.

Nicci volvió a señalar las inscripciones.

—Esto es parte de cómo lo hizo.

—Pero ¿cómo demonios voy a hacer yo algo así?

—Según esto, no puedes hacerlo por ti mismo. Hace falta un guía. No simplemente un guía, sino un guía a quien la persona que se embarque en un viaje así tiene que ganarse y que sea absolutamente leal… incluso en la muerte.

—Un buen espíritu a quien pueda confiar mi vida.

Ella asintió y luego indicó un lugar en las inscripciones.

—¿Ves aquí? Esto es un hechizo para hacer venir al guía del inframundo y que te lleve a donde debas ir.

Sintiendo aprensión ante la idea, Richard paseó la mirada por lo escrito. Señaló uno de los lugares en el texto en d’haraniano culto, luego otro lugar en una pared diferente.

—Mira aquí, a estas referencias. Estos hechizos precisan arena de hechicero.

—Ya lo creo. Quizá será mejor que preguntemos al personal de la cripta dónde encontraron ese grano que tienes en el bolsillo.

Abrumado por las cosas de las que se estaba enterando, Richard casi había olvidado por qué habían bajado a la tumba.

—Tienes razón —dijo Richard a la vez que hacía una seña a Cara para que llevara a los seis sirvientes vestidos de blanco al interior de la tumba.

Las seis se apresuraron a seguirla igual que pollitos a su madre. Richard aguardó a que la nidada se congregara. Todos alzaron los ojos hacia él, expectantes.

—Hicisteis un gran servicio al encontrar ese grano de arena. Gracias por prestar tanta atención.

Por el modo en que sonrieron radiantes, Richard no creyó que un lord Rahl les hubiera dado las gracias jamás.

Posó una mano con suavidad sobre el hombro de la única mujer.

—¿Puedes enseñarme dónde encontraste el grano de arena?

Ella miró a los demás y luego se arrodilló delante del ataúd de oro del centro de la habitación. Señaló una esquina del ataúd que descansaba varios centímetros por encima del suelo sobre un pedestal.

Richard se arrodilló junto a ella y agachó la cabeza cuando ella lo hizo. La mujer indicó arriba, a una esquina en la parte inferior del ataúd.

Richard dio unos rápidos golpecitos en la esquina con el borde de la mano. Un poco de arena se derramó al suelo, los diminutos granos rebotaron sobre el suelo de mármol blanco.

Richard se puso en pie a toda prisa y compartió una mirada sobresaltada con Nicci.

—Tráeme tu hacha —gritó a un miembro de la Primera Fila que observaba desde el pasillo.

El hombre agachó rápidamente la cabeza para pasar por la fundida abertura y fue corriendo a entregar su hacha a Richard.

Richard introdujo el afilado borde en la apretada juntura donde la parte superior estaba encajada al resto del ataúd. Movió la hoja, obligándola a penetrar más. Mientras balanceaba el mango, la parte superior empezó a soltarse y levantarse.

Con la ayuda de Nicci, alzó la parte superior. Cuando hizo un leve movimiento de cabeza, el personal de la cripta y el soldado se hicieron cargo del peso de la tapa y la colocaron a un lado.

El interior del ataúd estaba lleno hasta el borde de arena de hechicero.

Richard se quedó parado, contemplándola durante un momento. La luz procedente de las antorchas se reflejaba en la arena desplegando un amplio espectro de diminutos destellos de color.

Retiró con suavidad la arena del cuerpo que había debajo. Allí, incrustado en la arena de hechicero apareció el cráneo carbonizado de Panis Rahl, su abuelo, luciendo aún las quemaduras del fuego de mago que Zedd, su otro abuelo, utilizó para destruir al tirano. Unas pocas gotas de aquel fuego vivo habían salpicado al joven Rahl el Oscuro, engendrando en él un violento odio hacia Zedd y a todos lo que se opusieran al gobierno de la Casa de Rahl.

—Ahora ya sé por qué se está fundiendo este lugar —dijo Nicci—. Es una reacción simpática a la Magia de Resta que fue utilizada para abrir una de las Cajas del Destino arriba, en el Jardín de la Vida.

Richard le echó una mirada.

—Así que es una reacción debida a ese poder.

Con el borde de un dedo Nicci empujó con cuidado unos cuantos granos de vuelta al interior del ataúd.

—Así es. Éste fue el lugar más seguro que Rahl el Oscuro pudo encontrar para almacenar arena de hechicero por si necesitaba más. Murió antes de poder utilizarla, de modo que ha permanecido oculta aquí durante los últimos años. Por eso esta estancia empezó a fundirse. Este lugar no es un campo de contención apropiado para esto.

—No me lo digas… el Jardín de la Vida está construido como un campo de contención para tales cosas.

Nicci lo miró con un pestañeo, como si acabara de sugerir que el agua estaba mojada.

—Por supuesto.

—Entonces tenemos que llevar esto arriba, al Jardín de la Vida.

Nicci asintió.

—Verna y sus Hermanas pueden hacerlo, con la ayuda de Nathan. Pueden trasladar esto por nosotros. —Nicci lo agarró del brazo con urgencia—. Ahora que tenemos la arena de hechicero con la que dibujar los hechizos, es necesario que regresemos a nuestros estudios. Puede que no nos quede mucho tiempo.

—No te lo voy a discutir. Vamos.