Ocho meses antes:
Sábado, 18 de diciembre de 1976
Siete días antes de Navidad, en el centro informático del ala aislada de la casa de Greenwich, las mesas con monitores, el sistema de iluminación, los tubos de rayos catódicos y los campos de aplicación, si bien eran en su mayoría rojos y verdes, no recuerdan a Salsbury las próximas fiestas.
Cuando Klinger entró en la habitación, por primera vez desde hacía meses, recorrió las luces con la mirada y dijo:
—Muy navideño.
Por muy extraño que pudiera parecer, era cierto que resultaba bastante navideño. Sin embargo, como Salsbury no se había dado cuenta de algo que el general había captado en pocos segundos, se sintió incómodo. Desde hacía casi dos años, día y noche había estado diciéndose que debía ser más rápido, más agudo, más ingenioso y más previsor que sus dos socios si quería evitar que acabasen metiéndole una bala en la cabeza y enterrándolo junto a Brian Kingman en el extremo sur de la propiedad; lo cual era, sin duda alguna, lo que le tenían preparado. Y lo que se preparaban el uno al otro. Esto o la esclavitud mediante el programa llave-cerradura. Por ello le molestó bastante que Klinger, peludo y con el rostro plano de gorila, hubiera hecho, nada más llegar y antes que él, una observación sobre la estética.
Sólo vio una forma de librarse de su turbación: hacer flaquear el aplomo del general lo antes posible.
—Aquí no puedes fumar. Apágalo inmediatamente.
—Oh, sí, claro… —aceptó Klinger, a la vez que pasaba el puro del centro de sus gruesos labios a un lado.
—Es por toda esta delicada maquinaria —barbotó Salsbury bruscamente, y señaló las luces navideñas.
Klinger se quitó el puro de la boca e hizo el gesto de ir a tirarlo al suelo.
—En la papelera.
Después de haberse deshecho del puro, el general se disculpó:
—Lo siento.
—No te preocupes. No estás familiarizado con un lugar como éste, con computadoras y todo lo demás. Es lógico que no lo sepas.
Y pensó: «Me he marcado un tanto».
—¿Dónde está Leonard? —preguntó Klinger.
—No va a venir.
—¿No va a venir para una prueba tan importante?
—Considera que no es necesario.
—Poncio Pilatos.
—¿Cómo?
—Debe de estar arriba lavándose las manos —añadió Klinger, mirando al techo como si pudiese ver a través de él.
Salsbury no estaba dispuesto a participar en ninguna conversación que supusiera criticar o analizar a Dawson. Había tomado todas las medidas oportunas para protegerse contra cualquier intento por parte de éste de colocar micrófonos ocultos en su zona de trabajo, no pensaba que nadie pudiese espiarlo mientras estaba allí; pero no podía estar positiva y absolutamente seguro de ello. En tales circunstancias consideraba que la paranoia era una ventajosa posición desde la cual observar el mundo.
—¿Qué tienes que enseñarme?
—Para empezar, supongo que querrás ver unas cuantas impresiones relativas al programa llave-cerradura.
—Siento curiosidad —admitió el general.
Salsbury tomó un bloque de papel continuo plegado en docenas de secciones de unos 45 centímetros.
—Nuestros tres nuevos empleados…
—¿Los mercenarios?
—Sí. Les he suministrado la droga a los tres y les he mostrado en noches sucesivas una serie de películas, aparentemente como un entretenimiento para pasar la velada: El Exorcista, Tiburón y Domingo negro. Eran, por supuesto unas copias muy especiales de las películas. Tratadas aquí, en esta propiedad. Hice el trabajo personalmente, grabé en cada una de las películas una fase diferente del programa subliminal.
—¿Por qué estas tres películas en particular?
—Habría podido usar cualquiera. Las escogí al azar de la cinemateca de Leonard. La película es simplemente el envoltorio, no el contenido. Presenta simplemente un pretexto para que los sujetos miren la pantalla durante un par de horas mientras el programa subliminal está trabajando más allá de su umbral de conocimiento —le entregó a Klinger uno de los pliegos impresos—. Aquí tienes, segundo a segundo, la traducción verbal de las imágenes que aparecían en la pantalla de la película reostática, que empieza simultáneamente con la película. Cuando el ordenador imprime «Leyenda», significa que, en la película reostática, los mensajes subliminales por imagen se sustituyen por un mensaje en letras, una orden directa para el espectador.
SUJETO CODIFICADO-LLAVE-CERRADURA
PROGRAMA REVISADO/FASE UNO
MATERIAL ALMACENADO
PROGRAMA ALMACENADO: 6/8/76
ESTA IMPRESIÓN: 18/12/76
IMPRESIÓN
SEGUNDOS | CONTENIDO SUBLIMINAL |
---|
0001 | SIN CONTENIDO |
---|---|
0002 | SIN CONTENIDO |
0003 | IMAGEN-PECHOS DE MUJER |
0004 | IMAGEN-PECHOS DE MUJER |
0005 | IMAGEN-PECHOS DE MUJER |
0006 | IMAGEN-PECHOS DE MUJER |
0007 | IMAGEN-PECHOS DE MUJER |
0008 | LEYENDA-MIRA |
0009 | LEYENDA-MIRA |
0010 | LEYENDA-MIRA |
0011 | LEYENDA-MIRA |
0012 | LEYENDA-MIRA ESTA PELÍCULA |
0013 | LEYENDA-MIRA ESTA PELÍCULA |
0014 | LEYENDA-MIRA ESTA PELÍCULA |
0015 | IMAGEN-PENE RELAJADO |
0016 | IMAGEN-PENE RELAJADO |
0017 | IMAGEN-PENE RELAJADO |
0018 | IMAGEN-PENE EN MANO DE MUJER |
0019 | IMAGEN-MUJER ACARICIANDO PENE |
0020 | IMAGEN-MUJER ACARICIANDO PENE |
0021 | IMAGEN-MUJER ACARICIANDO PENE |
0022 | IMAGEN-MUJER ACARICIANDO PENE |
0023 | LEYENDA-MIRA ESTA PELÍCULA |
—Los primeros sesenta segundos solo para asegurarse de que el sujeto prestará atención al resto de la película —explicó Salsbury—. Cuando empieza el segundo minuto y a lo largo de toda la película, se le prepara cuidadosa y gradualmente para la fase dos del programa y para un eventual y total sometimiento a la modalidad de conducta llave-cerradura.
—¿Lentamente y con mucho cuidado por lo que le sucedió a Brian Kingman? —pregunto el general.
—Por lo que sucedió con Brian Kingman.
0061 | IMAGEN-MUJER TOCANDO TESTÍCULOS |
---|---|
0062 | IMAGEN-MUJER TOCANDO TESTÍCULOS |
0063 | IMAGEN-MUJER ACARICIANDO PENE |
0064 | IMAGEN-MUJER ACARICIANDO PENE |
0065 | IMAGEN-MUJER ACARICIANDO PENE |
0066 | LEYENDA-OBEDIENCIA A LA CLAVE-SATISFACCIÓN |
0067 | LEYENDA-OBEDIENCIA A LA CLAVE-SATISFACCIÓN |
0068 | LEYENDA-OBEDIENCIA A LA CLAVE-SATISFACCIÓN |
0069 | IMAGEN-PENE ERECTO |
0070 | IMAGEN-PENE ERECTO |
0071 | IMAGEN-PENE ERECTO |
0072 | LEYENDA-OBEDIENCIA A LA CLAVE-SATISFACCIÓN |
0073 | LEYENDA-OBEDIENCIA A LA CLAVE-SATISFACCIÓN |
0074 | IMAGEN-MUJER SONRIENDO ANTE PENE ERECTO |
0075 | IMAGEN-MUJER SONRIENDO ANTE PENE ERECTO |
0076 | IMAGEN-MUJER SONRIENDO ANTE PENE ERECTO |
0077 | LEYENDA-OBEDIENCIA A LA CLAVE-SATISFACCIÓN |
0078 | LEYENDA-OBEDIENCIA A LA CLAVE-SATISFACCIÓN |
0079 | IMAGEN-COITO A LO PERRO |
0080 | IMAGEN-COITO A LO PERRO |
0081 | IMAGEN-COITO A LO PERRO |
0082 | LEYENDA-OBEDIENCIA A LA CLAVE-SATISFACCION |
0083 | LEYENDA-OBEDIENCIA A LA CLAVE-SATISFACCION |
0084 | IMAGEN-COITO HOMBRE ENCIMA |
0085 | IMAGEN-COITO HOMBRE ENCIMA |
0086 | IMAGEN-COITO HOMBRE ENCIMA |
0087 | LEYENDA-OBEDIENCIA A LA CLAVE-SATISFACCIÓN |
0088 | LEYENDA-OBEDIENCIA A LA CLAVE-SATISFACCIÓN |
0089 | IMAGEN-ROSTRO DE MUJER EXPRESANDO ÉXTASIS |
0090 | IMAGEN-ROSTRO DE MUJER EXPRESANDO ÉXTASIS |
0091 | IMAGEN-ROSTRO DE MUJER EXPRESANDO ÉXTASIS |
0092 | LEYENDA-OBEDIENCIA A LA CLAVE-SATISFACCIÓN |
0093 | LEYENDA-OBEDIENCIA A LA CLAVE-SATISFACCIÓN |
0094 | IMAGEN-EYACULACIÓN EN VELLO PÚBICO DE MUJER |
0095 | LEYENDA-OBEDIENCIA A LA CLAVE-SATISFACCIÓN |
0096 | IMAGEN-EYACULACIÓN EN VELLO PÚBICO DE MUJER |
0097 | LEYENDA-OBEDIENCIA A LA CLAVE-SATISFACCIÓN |
0098 | IMAGEN-ROSTRO DE MUJER EXPRESANDO ÉXTASIS |
0099 | LEYENDA-OBEDIENCIA A LA CLAVE-SATISFACCIÓN |
0100 | IMAGEN-EYACULACIÓN EN VELLO PÚBICO DE MUJER |
—El pene no se pone erecto hasta que se le dice al espectador que la obediencia a la clave es igual a satisfacción —observó Klinger.
—Exactamente. Y te habrás dado cuenta de que están representados tanto el orgasmo del hombre como el de la mujer. Este programa servirá para ambos sexos.
—¿Todo esto ha sido sacado de una película pornográfica?
—Fue filmado especialmente para mí por un cineasta de Nueva York especializado en pornografía —respondió Salsbury, a la vez que se ajustaba las gafas en la nariz y se enjugaba el sudor de la frente—. Se le indicó que utilizase únicamente a actores muy atractivos. Lo filmó todo a una intensidad de luz regular, pero yo utilicé un proceso especial para grabar bajo el umbral del conocimiento. Posteriormente, intercalé frases que contenían mensajes en las secuencias de sexo. —Salsbury desdobló seguidamente algunas hojas impresas—. Esta primera secuencia dura otros cuarenta minutos. Después hay una pausa de dos segundos, y a continuación, se presenta otro mensaje de la misma forma.
0143 | IMAGEN-MUJER TOCÁNDOSE CLÍTORIS |
---|---|
0144 | IMAGEN-MUJER TOCÁNDOSE CLÍTORIS |
0145 | IMAGEN-HOMBRE ACARICIANDO PENE RELAJADO |
0146 | IMAGEN-HOMBRE ACARICIANDO PENE RELAJADO |
0147 | IMAGEN-HOMBRE ACARICIANDO PENE RELAJADO |
0148 | LEYENDA-SOMETIMIENTO A LA CLAVE-IMPOSIBILIDAD DE FRACASO |
0149 | LEYENDA-SOMETIMIENTO A LA CLAVE-IMPOSIBILIDAD DE FRACASO |
0150 | LEYENDA-SOMETIMIENTO A LA CLAVE-IMPOSIBILIDAD DE FRACASO |
0151 | IMAGEN-MUJER SONRIENDO ANTE PENE ERECTO |
0152 | IMAGEN-MUJER SONRIENDO ANTE PENE ERECTO |
0153 | IMAGEN-MUJER SONRIENDO ANTE PENE ERECTO |
0154 | LEYENDA-SOMETIMIENTO A LA CLAVE-IMPOSIBILIDAD DE FRACASO |
0155 | LEYENDA-SOMETIMIENTO A LA CLAVE-IMPOSIBILIDAD DE FRACASO |
0156 | IMAGEN-COITO MUJER ENCIMA |
0157 | IMAGEN-COITO MUJER ENCIMA |
0158 | IMAGEN-COITO MUJER ENCIMA |
0159 | LEYENDA-SOMETIMIENTO A LA CLAVE-IMPOSIBILIDAD DE FRACASO |
0160 | LEYENDA-SOMETIMIENTO A LA CLAVE-IMPOSIBILIDAD DE FRACASO |
0161 | IMAGEN-COITO ESTILO PERRO |
0162 | IMAGEN-COITO ESTILO PERRO |
0163 | IMAGEN-COITO ESTILO PERRO |
0164 | LEYENDA-SOMETIMIENTO A LA CLAVE-IMPOSIBILIDAD DE FRACASO |
0165 | LEYENDA-SOMETIMIENTO A LA CLAVE-IMPOSIBILIDAD DE FRACASO |
0166 | IMAGEN-ROSTRO DE MUJER EXPRESANDO ÉXTASIS |
0167 | IMAGEN-ROSTRO DE MUJER EXPRESANDO ÉXTASIS |
0168 | IMAGEN-ROSTRO DE MUJER EXPRESANDO ÉXTASIS |
0169 | LEYENDA-SOMETIMIENTO A LA CLAVE-IMPOSIBILIDAD DE FRACASO |
0170 | LEYENDA-SOMETIMIENTO A LA CLAVE-IMPOSIBILIDAD DE FRACASO |
0171 | IMAGEN-EYACULACIÓN EN NALGAS DE MUJER |
0172 | LEYENDA-SOMETIMIENTO A LA CLAVE-IMPOSIBILIDAD DE FRACASO |
0173 | IMAGEN-EYACULACIÓN EN NALGAS DE MUJER |
0174 | LEYENDA-SOMETIMIENTO A LA CLAVE-IMPOSIBILIDAD DE FRACASO |
0175 | IMAGEN-ROSTRO DE MUJER EXPRESANDO ÉXTASIS |
—Comprendo el esquema —dijo Klinger—. ¿Cuántas «leyendas» de este tipo había?
Se encontraban ante uno de los tableros de mando. Salsbury se inclinó hacia delante y utilizó el teclado.
Una de las pantallas de la pared empezó a imprimir:
FASE UNO DE MENSAJES CLAVE-CERRADURA, EN ORDEN DE APARICIÓN, COMO SIGUE:
01 | OBEDIENCIA A LA CLAVE-SATISFACCIÓN |
---|---|
02 | SOMETIMIENTO A LA CLAVE-IMPOSIBILIDAD DE FRACASO |
03 | SOMETIMIENTO A LA CLAVE-IMPOSIBILIDAD DE TEMOR |
04 | SOMETIMIENTO A LA CLAVE-IMPOSIBILIDAD DE CULPABILIDAD |
05 | SOMETIMIENTO A LA CLAVE-IMPOSIBILIDAD DE PREOCUPACIONES |
06 | SOMETIMIENTO A LA CLAVE-IMPOSIBILIDAD DE CÓDIGOS MORALES |
07 | SOMETIMIENTO A LA CLAVE-IMPOSIBILIDAD DE RESPONSABILIDADES |
08 | SOMETIMIENTO A LA CLAVE-IMPOSIBILIDAD DE DEPRESIONES |
09 | SOMETIMIENTO A LA CLAVE-IMPOSIBILIDAD DE TENSIONES |
10 | SOMETIMIENTO A LA CLAVE-PLACER |
11 | SOMETIMIENTO A LA CLAVE-FELICIDAD |
12 | SOMETIMIENTO A LA CLAVE-TU MAYOR DESEO |
Salsbury pulsó una tecla en el tablero. La pantalla quedó en blanco. Se repitieron las series tres veces a lo largo de la película.
—¿Y lo mismo la segunda noche? —preguntó Klinger.
—No. —Salsbury tomó otro montón de hojas impresas que había en la silla situada junto a la consola y lo cambió por el análisis de la fase uno—. El primer minuto transcurre asegurando la atención de los sujetos, como en el caso de la primera película. La diferencia entre la fase uno y la fase dos resulta evidente en el segundo minuto.
0061 | IMAGEN-MUJER LLORANDO |
---|---|
0062 | IMAGEN-MUJER LLORANDO |
0063 | IMAGEN-MUJER LLORANDO |
0064 | IMAGEN-HOMBRE LLORANDO |
0065 | IMAGEN-HOMBRE LLORANDO |
0066 | LEYENDA-RECHAZO A OBEDECER LA CLAVE-DOLOR |
0067 | LEYENDA-RECHAZO A OBEDECER LA CLAVE-DOLOR |
0068 | IMAGEN-MUJER, CUBIERTA DE SANGRE, GRITANDO |
0069 | IMAGEN-MUJER, CUBIERTA DE SANGRE, GRITANDO |
0070 | LEYENDA-RECHAZO A OBEDECER LA CLAVE-DOLOR |
0071 | LEYENDA-RECHAZO A OBEDECER LA CLAVE-DOLOR |
0072 | IMAGEN-HOMBRE, CUBIERTO DE SANGRE, GRITANDO |
0073 | IMAGEN-HOMBRE, CUBIERTO DE SANGRE, GRITANDO |
0074 | LEYENDA-RECHAZO A OBEDECER LA CLAVE-DOLOR |
0075 | LEYENDA-RECHAZO A OBEDECER LA CLAVE-DOLOR |
0076 | IMAGEN-MUJER, CUBIERTA DE SANGRE, GRITANDO |
0077 | IMAGEN-MUJER, CUBIERTA DE SANGRE, GRITANDO |
0078 | LEYENDA-RECHAZO A OBEDECER LA CLAVE-DOLOR |
0079 | LEYENDA-DOLOR, DOLOR, DOLOR, DOLOR |
0080 | SIN CONTENIDO |
0081 | SIN CONTENIDO |
0082 | IMAGEN-MUJER SONRIENDO ANTE PENE ERECTO |
—La segunda fase del programa alterna entre un refuerzo negativo y uno positivo. Los siguientes veinticinco segundos están dedicados a una secuencia de estímulo sexual, similar a lo que has visto en las primeras hojas. Puedes avanzar un poco.
0110 | IMAGEN-FAZ DE UN LOBO GRUÑENDO |
---|---|
0111 | IMAGEN-FAZ DE UN LOBO GRUÑENDO |
0112 | IMAGEN-ESCORPIÓN ATACANDO A UN RATÓN |
0113 | IMAGEN-ESCORPIÓN ATACANDO A UN RATÓN |
0114 | IMAGEN-ATAÚD |
0115 | IMAGEN-ATAÚD |
0116 | IMAGEN-ATAÚD |
0117 | LEYENDA-RECHAZO A OBEDECER LA CLAVE-MUERTE |
0118 | LEYENDA-RECHAZO A OBEDECER LA CLAVE-MUERTE |
0119 | IMAGEN-CALAVERA HUMANA |
0120 | IMAGEN-CALAVERA HUMANA |
0121 | IMAGEN-CADÁVER PUTREFACTO |
0122 | LEYENDA-RECHAZO A OBEDECER LA CLAVE-MUERTE |
0123 | IMAGEN-CADÁVER PUTREFACTO |
0124 | LEYENDA-RECHAZO A OBEDECER LA CLAVE-MUERTE |
Klinger levantó la mirada de las hojas.
—¿Quieres decir que la muerte es tan eficaz como el sexo en la persuasión subliminal?
—Prácticamente, sí. En publicidad, se pueden utilizar los mensajes subliminales para establecer el mismo tipo de ecuación motivacional tanto con la muerte como con el sexo. Según Wilson Bryan Key, que escribió un libro sobre la naturaleza de la manipulación subceptiva hace unos cuantos años, es posible que se utilizasen por primera vez imágenes de muerte en un anuncio del whisky Calvert, que apareció en una serie de revistas en 1971. Desde entonces, cientos de símbolos de muerte se han convertido en herramientas habituales de las más importantes agencias de publicidad.
—¿Y qué me dices de la tercera fase? —preguntó el general a la vez que dejaba a un lado la impresión de la segunda fase—. ¿Qué se ocultaba en la película que les mostraste la tercera noche?
Salsbury tenía en la mano otro montón de papel continuo.
—Al principio, esta película se limita a reforzar los mensajes y los efectos de las dos primeras películas. En algunos puntos se acaba en décimas de segundo porque, para entonces, los sujetos están preparados para una asimilación más rápida, para órdenes de mayor estímulo. Al igual que ocurre con las otras películas, los mensajes reales empiezan en el segundo minuto.
0060 | 00 | IMAGEN-ROSTRO DE MUJER EXPRESANDO ÉXTASIS |
---|---|---|
0061 | 00 | LEYENDA-OBEDIENCIA A LA CLAVE-SATISFACCIÓN |
0061 | 05 | IMAGEN-PENE EYACULANDO |
0062 | 00 | IMAGEN-ROSTRO DE MUJER EXPRESANDO ÉXTASIS |
0062 | 05 | LEYENDA-OBEDIENCIA A LA CLAVE-SATISFACCIÓN |
0063 | 00 | IMAGEN-MUJER LLORANDO |
0063 | 03 | IMAGEN-HOMBRE LLORANDO |
0063 | 06 | IMAGEN-FAZ DE UN LOBO GRUÑENDO |
0063 | 09 | IMAGEN-ESCORPIÓN ATACANDO A UN RATÓN |
0064 | 02 | IMAGEN-ATAÚD |
0064 | 05 | LEYENDA-RECHAZO A OBEDECER LA CLAVE-MUERTE |
0065 | 00 | IMAGEN-MUJER BESANDO PENE |
0065 | 05 | IMAGEN-PENE DESLIZÁNDOSE ENTRE PECHOS DE MUJER |
0065 | 08 | IMAGEN-PENE PENETRANDO EN VAGINA |
0066 | 00 | LEYENDA-SOMETIMIENTO A LA CLAVE-IMPOSIBILIDAD DE FRACASO |
0066 | 05 | IMAGEN-BRAZO HUMANO CORTADO Y ENSANGRENTADO |
0066 | 08 | IMAGEN-CADÁVER PUTREFACTO |
A continuación, tanto el ritmo como el impacto emocional de las imágenes se aceleraban drásticamente:
0800 | 00 | IMAGEN-CABEZA HUMANA CON HERIDA DE BALA |
---|---|---|
0800 | 01 | IMAGEN-SOLDADO CLAVANDO BAYONETA EN EL PECHO DE MUJER ANCIANA |
0800 | 02 | IMAGEN-BEBÉ VIETNAMITA MUERTO |
0800 | 04 | IMAGEN-GUSANOS EN UN PEDAZO DE CARNE |
0800 | 06 | IMAGEN-RATA GRUÑENDO |
0800 | 07 | IMAGEN-DE UN LOBO GRUÑENDO |
0800 | 08 | IMAGEN-ATAÚD |
0800 | 09 | IMAGEN-GUSANOS EN PIEZA DE RES |
0801 | 00 | LEYENDA-RECHAZO A OBEDECER LA CLAVE-MUERTE |
0801 | 02 | IMAGEN-PENE ERECTO |
0801 | 04 | IMAGEN-ROSTRO DE MUJER EXPRESANDO ÉXTASIS |
0801 | 06 | IMAGEN-LENGUA EN CLÍTORIS |
0801 | 08 | IMAGEN-MUJER BESANDO PENE |
0801 | 09 | IMAGEN-PENE EN VAGINA |
0802 | 00 | IMAGEN-EYACULACIÓN EN VELLO PÚBICO DE MUJER |
0802 | 01 | LEYENDA-SOMETIMIENTO A LA CLAVE-TU MAYOR DESEO |
Mucho más adelante, cada vez más acelerado:
2400 | 00 | IMAGEN-PRIMER PLANO DE ROSTRO BEBÉ MUERTO |
---|---|---|
2400 | 01 | IMAGEN-GUSANOS EN ESTIÉRCOL DE CABALLO |
2400 | 02 | LEYENDA-RECHAZO A OBEDECER LA CLAVE-MUERTE |
2400 | 03 | IMAGEN-HOMBRE TOCANDO CLÍTORIS |
2400 | 04 | IMAGEN-MUJER LAMIENDO PENE |
2400 | 05 | LEYENDA-SOMETIMIENTO A LA CLAVE-FELICIDAD |
2400 | 06 | IMAGEN-ENTRAÑAS HUMEANTES DE VACA |
2400 | 07 | LEYENDA-RECHAZO-DOLOR |
2400 | 08 | LEYENDA-RECHAZO-MUERTE |
2400 | 09 | IMAGEN-EYACULACIÓN EN BOCA DE MUJER |
2401 | 00 | IMAGEN-ROSTRO DE MUJER EXPRESANDO ÉXTASIS |
2401 | 01 | LEYENDA-SOMETIMIENTO-FELICIDAD |
2401 | 02 | LEYENDA-SOMETIMIENTO-ÉXTASIS |
Finalmente, había menos tiempo dedicado a las imágenes motivadoras y más a las órdenes directas:
3600 | 00 | IMAGEN-GUSANOS EN UN TROZO DE CARNE |
---|---|---|
3600 | 01 | LEYENDA-RECHAZO-MUERTE |
3600 | 02 | IMAGEN-GATO MUERTO |
3600 | 03 | LEYENDA-OBEDECE LA CLAVE |
3600 | 04 | LEYENDA-OBEDECE, OBEDECE, OBEDECE |
3600 | 05 | IMAGEN-MUJER CHUPANDO PENE |
3600 | 06 | LEYENDA-SOMETIMIENTO-VIDA |
3600 | 07 | LEYENDA-OBEDECE LA CLAVE |
3600 | 08 | IMAGEN-EYACULACIÓN EN MUSLO DE MUJER |
3600 | 09 | LEYENDA-OBEDECE LA CLAVE |
3600 | 10 | LEYENDA-VIDA, VIDA, VIDA |
—Se mantiene hasta el final de la película este mismo ritmo —resumió Salsbury—. Durante los últimos quince minutos, mientras continúan entrando estos mensajes de sexo y de muerte, también se introduce e implanta permanentemente, en el profundo subconsciente del espectador, el concepto de las frases clave llave-cerradura.
—¿Todo queda dentro?
—Sí, todo queda dentro, gracias a la droga que los prepara para los mensajes subliminales.
—Y no son conscientes de haber visto nada de eso.
—Si fuesen conscientes de ello, el programa no surtiría efecto. Debe ir dirigido únicamente al subconsciente para que sobrepase la capacidad natural de razonamiento de la mente consciente.
Klinger retiró de la mesa de control la silla y se sentó. Tenía la mano izquierda apretada sobre el regazo. Estaba tan greñudo con su pelo negro que a Salsbury le recordó una rata de alcantarilla. Se pasó la otra mano por el pelo mientras reflexionaba sobre las hojas impresas que acababa de ver.
—¿Cuándo completaron nuestros tres mercenarios la tercera fase del programa? —preguntó finalmente.
—Hace un mes. Durante las últimas semanas he estado observándolos y comprobando su sometimiento.
—¿Ninguno ha reaccionado como Kingman?
—Los tres han tenido pesadillas. Probablemente sobre lo que habían visto en la pantalla reostática. Ninguno de ellos consiguió acordarse. Además, los tres han padecido por la noche fuertes escalofríos y ligeras náuseas. Pero viven.
—¿Has tropezado con algún otro problema?
—Ninguno.
—¿Ningún punto débil en el programa? ¿En ningún momento se han negado a obedecerte?
—En absoluto, hasta el momento. Dentro de unos minutos, cuando los hayamos sometido a la última prueba, sabremos si nuestro control sobre ellos es total. En caso contrario, volveré a empezar. Si lo hemos conseguido: champán.
Klinger suspiró.
—Supongo que es algo que debemos saber. Supongo que esta última prueba es completamente necesaria.
—Completamente.
—No me gusta.
—¿No fuiste oficial en Vietnam?
—¿Qué tiene que ver con esto?
—Habrás mandado a hombres a la muerte con anterioridad.
—Pero siempre con honor —replicó Klinger, e hizo una mueca—. Siempre con honor. Y seguro como que hay un infierno que no hay honor alguno en lo que va a pasar aquí.
Honor, pensó Salsbury amargamente. Eres un idiota tan grande como Leonard. No existe el cielo y no existe nada semejante al honor. Lo único que cuenta es conseguir lo que se quiere. Tú lo sabes, yo lo sé e incluso Leonard lo sabe, cuando está humildemente ante su zumo de fruta en los desayunos de súplicas de la Casa Blanca con Billy Graham o con el Presidente; pero yo soy el único de nosotros que lo admite.
—De acuerdo. —Klinger se puso de pie—. Acabemos con esto. ¿Dónde están?
—En la habitación contigua, esperando.
—¿Saben lo que van a hacer?
—No. —Salsbury se dirigió a su escritorio y habló por el intercomunicador—: Rossner, Holbrook y Picard. Venid. Os estamos esperando.
Unos segundos después se abrió la puerta y entraron tres hombres.
—Colocaos en el centro de la habitación —ordenó Salsbury.
Ellos obedecieron.
—¿Ya los has abierto con la frase clave? —quiso saber Klinger.
—Antes de que llegases.
El primero de ellos, a pesar de ser un hombre que tendría casi cuarenta años e incluso más, parecía uno de esos tipos peligrosos que se apostan en las esquinas. Era delgado pero fuerte, mediría un metro sesenta, tenía la tez oscura y llevaba el cabello, castaño oscuro y plateado en las sienes, peinado hacia atrás. Su postura, los pies separados y con la mayor parte del peso sobre las puntas de los pies, indicaba que estaba siempre preparado para moverse, y para moverse con rapidez. Era de rostro chupado, los ojos estaban un poco demasiado juntos, y los labios, sobre una barbilla puntiaguda, eran delgados y de un tono rosa grisáceo.
—Éste es Rossner —se dirigió Salsbury a Klinger—. Glenn Rossner, norteamericano, dieciséis años como soldado a sueldo.
—Hola —saludó Rossner.
—Ninguno de vosotros debe hablar mientras no se os dirija la palabra —lo reprendió Salsbury—. ¿Está claro?
—Sí —contestaron las tres voces.
El segundo hombre tenía aproximadamente la misma edad que el primero; aparte de esto, no podía haber sido menos parecido a Rossner. Metro ochenta, fornido, tez clara, pelo rubio paja muy corto, rostro ancho, fuertes mandíbulas. Había mantenido aquella expresión severa durante tantos años que parecía habérsele grabado en la carne. Tenía el aspecto de un padre que establece reglas arbitrarias, utiliza castigos corporales con su hijo dos veces por semana como mínimo, habla fuerte, actúa brutalmente y convierte a los hijos como Glenn Rossner en gamberros callejeros.
—Éste es Peter Holbrook —lo presentó Salsbury—. Británico. Hace veinte años que es mercenario, empezó sólo con veintidós.
El tercero no tenía más de treinta años y era el único del que se podía decir que era guapo. Un metro ochenta, delgado y musculoso, espeso cabello castaño, frente ancha, extraños ojos verdes grisáceos con largas pestañas, de las que cualquier mujer se habría sentido orgullosa; rasgos muy angulosos y la mandíbula y la barbilla especialmente fuertes. Guardaba cierto parecido con Rex Harrison de joven.
—Michel Picard. Francés. Habla perfectamente inglés. Hace diez años que es mercenario.
—¿Con cuál de ellos se hará? —preguntó Klinger.
—Creo que con Picard.
—Empecemos, entonces.
Salsbury se volvió hacia Rossner.
—Glenn, sobre mi escritorio hay un trozo de lona doblado. Tráelo.
Rossner fue al escritorio y volvió con la tela.
—Peter, ayúdale a extenderla en el suelo.
Un minuto después, la lona de casi tres metros cuadrados estaba extendida en medio de la habitación.
—Michel, colócate en el centro de la tela.
El francés obedeció.
—Michel, ¿qué soy yo?
—Usted es la llave.
—¿Y qué eres tú?
—Yo soy la cerradura.
—¿Harás lo que yo te diga que hagas?
—Sí, naturalmente.
—Relájate, Michel. Estás muy relajado.
—Sí. Me siento bien.
—Eres muy feliz.
Picard sonrió.
—Seguirás siendo feliz, sea lo que sea lo que te ocurra en los próximos minutos. ¿Has comprendido?
—Sí.
—No intentarás evitar que Peter o Glenn cumplan las órdenes que yo les dé, sean cuales sean esas órdenes. ¿Has comprendido?
—Sí.
Salsbury sacó de uno de los bolsillos de su bata blanca una cuerda de nailon de poco más de un metro.
—Peter, toma. Ponla en el cuello de Michel como si fueras a estrangularlo; pero no te extralimites.
Holbrook se colocó detrás del francés y le pasó la cuerda alrededor de la garganta.
—Michel, ¿estás relajado?
—Oh, sí, muy relajado.
—Ahora tienes las manos en los costados; las mantendrás en los costados hasta que te diga que debes moverlas.
—De acuerdo —dijo Picard, todavía sonriendo.
—Seguirás sonriendo mientras puedas.
—Sí.
—E incluso, cuando ya no puedas sonreír, sabrás que todo esto es para bien.
Picard sonrió.
—Glenn, tú observarás. No intervendrás en el pequeño drama que estos dos están a punto de interpretar.
—No intervendré —afirmó Rossner.
—Peter, tú harás lo que yo te diga.
El hombre grandote asintió.
—Sin titubeos.
—Sin titubeos.
—Estrangula a Michel.
Si la sonrisa del francés se desvaneció, apenas fue perceptible.
Seguidamente, Holbrook tiró de ambos extremos de la cuerda.
La boca de Picard se abrió de golpe. Daba la impresión de estar tratando de gritar, pero no tenía voz. Empezó a vomitar.
A pesar de que Holbrook llevaba una camisa de manga larga, Salsbury pudo ver que los músculos se hinchaban y se tensaban en los gruesos brazos.
Cada vez que Picard respiraba desesperadamente, se producía un ligero y agitado resuello. Se le pusieron los ojos en blanco. Su rostro estaba rojo.
—Estira fuerte —le ordenó Salsbury a Holbrook.
El inglés obedeció. Una sonrisa feroz, en absoluto producida por el humor, sino por el esfuerzo, transformaba su rostro en una cabeza cadavérica.
Picard cayó sobre Holbrook.
Éste dio un paso atrás.
Picard se desplomó de rodillas.
Tenía las manos todavía en los costados. No hacía esfuerzo alguno por salvarse.
—Por todos los demonios —exclamó Klinger, atónito, paralizado, incapaz de sacar de su boca algo más que un susurro.
Picard, en medio de sacudidas y convulsiones, perdió el control de la vejiga y de los intestinos.
Salsbury se alegró de haber pensado en la lona.
Segundos después, una vez terminada la tarea, Holbrook se apartó de Picard. La cuerda había producido unas marcas rojas e inflamadas en las palmas de su mano.
Salsbury sacó otro trozo de cuerda de un bolsillo de la bata y se la entregó a Rossner.
—¿Sabes qué es esto, Glenn?
—Sí.
Rossner había contemplado impasible cómo Holbrook asesinaba al francés.
—Glenn, quiero que le des la cuerda a Peter.
Sin detenerse a pensar en ello, Rossner puso la segunda cuerda en las manos del inglés.
—Ahora dale la espalda a Peter.
Rossner se volvió.
—¿Estás relajado, Glenn?
—No.
—Relájate. No te preocupes de nada. Es una orden.
Los rasgos de Rossner se suavizaron.
—¿Cómo te sientes, Glenn?
—Relajado.
—Bien. No harás nada para evitar que Peter obedezca las órdenes que yo le dé, sean cuales sean estas órdenes.
—No me meteré —aseguró Rossner.
Salsbury se volvió al inglés.
—Pasa la cuerda alrededor del cuello de Glenn como has hecho con Michel.
Una vez hubo tirado de la cuerda y enrollado los extremos de ésta en sus manos, Holbrook estaba listo para recibir más órdenes.
—Glenn, ¿estás en tensión? —preguntó Salsbury.
—No. Estoy relajado.
—Está bien, muy bien. Seguirás estando relajado. Ahora, voy a decirle a Peter que te mate, y tú vas a permitir que lo haga. ¿Está claro?
—Sí. He comprendido.
La plácida expresión de Rossner no cambió.
—¿Quieres vivir?
—Sí. Sí, quiero vivir.
—¿Por qué, entonces, estás dispuesto a morir?
—Yo…, yo… —balbuceó confundido.
—Estás dispuesto a morir porque negarte a obedecer a la llave supone dolor y, de todas formas, la muerte. ¿No es así, Glenn?
—Así es.
Salsbury miró a los dos hombres atentamente, en busca de signos de pánico. No había ninguno, ni siguiera de tensión. El hedor del cuerpo sucio de Michel Picard era casi insoportable y empeoraba de segundo en segundo. Rossner sabía seguramente lo que estaba a punto de sucederle. Había visto morir a Michel, le habían dicho que iba a morir de la misma forma; sin embargo, permanecía impasible y, aparentemente, no estaba asustado.
—Control total —se asombró el general—. No obstante, no parecen autómatas ni se comportan como tales.
—Porque no lo son. No hay nada sobrenatural, sólo lo último en técnicas de modificación del comportamiento —se enorgulleció Salsbury, eufórico—. Peter, dame la cuerda. Gracias. Los dos lo habéis hecho muy bien, excepcionalmente bien. Ahora, quiero que envolváis el cuerpo de Michel en la lona y que lo llevéis a la habitación contigua. Esperad allí hasta que tenga más órdenes para vosotros.
Como si fueran un par de obreros normales y corrientes que comentan la forma de desplazar una carga de ladrillos de un sitio a otro, Rossner y Holbrook discutieron el asunto que tenían entre manos. Una vez hubieron decidido la mejor forma de enrollar y cargar el cadáver, llevaron a cabo el trabajo.
—Felicidades —dijo Klinger, que estaba sudando. El Ernst Klinger de sangre fría, inmutable y de mirada dura, estaba transpirando como un cerdo.
¿Qué piensas ahora de las luces de las computadoras?, le preguntó Salsbury para sus adentros, ¿parecen tan navideña como hace diez minutos?
La sala de los ordenadores olía a limón. Salsbury había echado ambientador para eliminar el hedor a excrementos y a orina.
Sacó una botella de whisky del cajón de su escritorio y se sirvió un trago para celebrarlo.
Para Klinger fue un trago doble para calmar sus nervios. Una vez se lo hubo tomado, preguntó:
—Y, ahora, ¿qué?
—La prueba práctica.
—Ya lo has mencionado con anterioridad, pero ¿por qué? ¿Por qué no podemos empezar con el plan de Oriente Próximo como Leonard apuntó en Tahoe, hace casi dos años? Sabemos que la droga funciona, ¿no es así? Y sabemos que los mensajes subliminales funcionan.
—He alcanzado los resultados deseados con Holbrook, Rossner y el pobre Picard —empezó Salsbury; luego, tomó un trago de whisky—, pero ello no significa necesariamente que todos vayan a reaccionar así. No puedo tener completa confianza en el programa hasta que hayamos tratado, observado y probado a unos cientos de sujetos de ambos sexos y de todas las edades. Además, nuestros tres mercenarios han sido tratados y han respondido en una situación de laboratorio controlada. Antes de poder correr el extraordinario riesgo que supone algo como el plan de Oriente Próximo, donde deberemos crear unas series subliminales nuevas para otra cultura y en otro idioma, tenemos que conocer los resultados que obtendremos en la práctica.
Klinger se sirvió otro vaso de whisky. Cuando se llevaba el vaso a los labios, una mirada de temor cruzó rápidamente por su rostro. No duró más de un segundo o dos. Como si estuviera pensando en la prueba, miró la bebida de su vaso, la botella que estaba sobre el escritorio y, finalmente, el vaso de Salsbury.
—No te preocupes, Ernst —le tranquilizó Salsbury, riéndose—. No se me ocurriría introducir la droga en mi propio Jack Daniels. Además, tú no eres un sujeto potencial, eres mi socio.
Klinger asintió en silencio. Sin embargo, dejó el vaso sobre la mesa sin probar el whisky.
—¿Has pensado ya en qué lugar llevarías a cabo una prueba así?
—En Black River, Maine. Es un pequeño pueblo cerca de la frontera canadiense.
—¿Por qué allí?
Salsbury se dirigió al ordenador más próximo y tecleó una orden.
—Hace dos meses, preparé una lista con los requisitos básicos del lugar ideal para la prueba.
Todas las pantallas empezaron a presentar la misma información:
DATOS DE LA PRUEBA LLAVE/CERRADURA, COMO SIGUE:
1A | EL LUGAR DEBE SER UN PEQUEÑO PUEBLO, PERO PROVISTO DEL NÚMERO SUFICIENTE DE SUJETOS PARA UNA ESTADÍSTICA PRECISA |
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1B | BLACK RIVER, MAINE-POBLACIÓN, 402 CAMPAMENTO DE EXPLOTACIÓN FORESTAL-POBLACIÓN, 188 OTROS HABITANTES EN 8 KILÓMETROS, NINGUNO |
—¿Campamento de explotación forestal? —preguntó Klinger.
—Se trata de un pueblo creado en torno a Big Union Supply. Casi todo el mundo en Black River trabaja para Big Union o suministra a los que allí trabajan. La compañía mantiene en funcionamiento un gran campamento (barracones, cantina, facilidades para el ocio) cerca de los bosques que deben explotarse, para los leñadores solteros que no quieren correr con el gasto de alquilar una habitación o un apartamento en el pueblo.
2A | EL LUGAR DEBE ESTAR AISLADO GEOGRÁFICAMENTE SEGÚN LOS CRITERIOS SOCIALES NORMALES |
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2B | PRIMER PUEBLO MÁS CERCANO A BLACK RIVER-48 KILÓMETROS SEGUNDO PUEBLO MÁS CERCANO A BLACK RIVER-99 KILÓMETROS RUTAS TERRESTRES A BLACK RIVER -1 CARRETERA ESTATAL, 2 CARRILES -1 VÍA FÉRREA, SÓLO TRÁFICO INDUSTRIAL RUTAS FLUVIALES A BLACK RIVER-RÍO NAVEGABLE, SIN TRÁFICO REGULAR ACCESOS AÉREOS A BLACK RIVER-NINGUNO |
3A | EL LUGAR DEBE ESTAR DENTRO DEL CAMPO DE RECEPCIÓN DE UNA O MÁS CADENAS DE TELEVISIÓN |
3B | CADENAS QUE SE RECIBEN EN BLACK RIVER -1 ESTADOUNIDENSE -1 CANADIENSE |
—Existe un interesante dato adicional —interrumpió Salsbury—. La cadena norteamericana pertenece a una filial de Futurex. Emite muchas viejas películas por la noche y durante el fin de semana, así que podremos obtener copias de la programación de la cadena con mucha antelación. Podremos preparar copias, ampliadas subliminalmente, de las películas que se van a emitir y cambiarlas por las copias originales de la filmoteca de la cadena.
—Esto es un golpe de suerte.
—Nos ahorrará mucho tiempo. De no darse esta circunstancia, Futurex habría tenido que adquirir una de estas cadenas, y para ello habrían hecho falta años.
—Pero ¿cómo puedes estar seguro de que la gente de Black River verá estas películas manipuladas?
—Se los inundará de mensajes subliminales en una serie de medios de comunicación que les ordenará que las vean. Por ejemplo, la Fundación Dawson para Ética Cristiana pasará docenas de anuncios de servicio público en ambas cadenas, la canadiense y la norteamericana, dos días antes de las películas. Todos estos anuncios esconderán unas drásticas órdenes subliminales para que los habitantes del pueblo y del campamento de explotación forestal conecten el canal adecuado en el momento preciso. Haremos también publicidad directa para varias compañías de Leonard, a fin de enviarles todavía más mensajes subceptivos. Todas las personas del pueblo recibirán publicidad por correo y algunas muestras gratis, como jabón, champú y rollos fotográficos. La publicidad y las muestras irán en envoltorios con numerosas órdenes subliminales de ver una determinada cadena de televisión a una determinada hora de un determinado día. Aunque el sujeto tire esos elementos sin abrirlos, se verá afectado, por que en los sobres se habrán impreso también mensajes subliminales. Las más importantes revistas y los periódicos que lleguen a Black River durante el período de programación llevarán anuncios llenos de órdenes subceptivas para que la gente vea las películas. —Salsbury se estaba quedando casi sin aliento—. Una sala de cine no puede normalmente prosperar en un pueblo del tamaño de Black River; pero Big Union tiene una, como servicio al pueblo. Durante el verano, todos los días, menos el domingo, hay una sesión matinal para los niños. Las copias de las películas que se pasen en estas matinales serán nuestras copias, con mensajes subliminales que instarán a los niños a ver las películas de televisión con el programa llave-cerradura. Todas las emisoras de radio que cubren la zona emitirán cientos de cuñas especiales con instrucciones subliminales subauditivas. Todo esto sólo representa la mitad de nuestros métodos. Después de este lavado de cerebro de la comunidad, todos estarán delante de un aparato de televisión en el momento adecuado.
—¿Y qué pasa con la gente que no tiene televisión? —quiso saber Klinger.
—En un lugar tan aislado como Black River no hay mucho que hacer. La sala de recreo del campamento tiene diez aparatos. Prácticamente todas las personas del pueblo tienen un aparato. A quienes no lo tengan, se les ordenará, mediante la primera ola de mensajes subliminales preparatorios, que vean la película en casa de un amigo, o con un familiar o un vecino.
Klinger, por primera vez, miró a Salsbury con respeto.
—Increíble.
—Gracias.
—¿Qué me dices de la droga? ¿Cómo será introducida?
Salsbury se terminó el whisky. Se sentía exultante.
—Sólo hay dos posibilidades allí de conseguir comida y bebida. Los hombres del campamento adquieren lo que necesitan en la cantina; en el pueblo, todo el mundo compra en la tienda de Edison. Éste no tiene competencia. Es incluso proveedor del único restaurante del pueblo. Y tanto la cantina como el almacén reciben sus productos del mismo mayorista de alimentación de Augusta.
—Ah —se admiró el general. Sonrió.
—Se trata de una perfecta operación comando para Holbrook y para Rossner. Pueden entrar en el almacén del mayorista por la noche y contaminar rápidamente varios productos diferentes destinados a ser enviados a Black River. —Salsbury señaló la pantalla con el listado de requisitos para el lugar idóneo—. Número cuatro.
Klinger miró la pantalla de su izquierda.
4A | EL LUGAR DEBE TENER UN EMBALSE QUE SUMINISTRE COMO MÍNIMO AL 90% DEL TOTAL DE LA POBLACIÓN |
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4B | EMBALSE DE BLACK RIVER-100% DE LOS RESIDENTES EN EL PUEBLO-100% DE LOS RESIDENTES EN EL CAMPAMENTO |
—Normalmente, en un pueblo de una región apartada como éste, cada casa tendría su propio pozo de agua —explicó Salsbury—; pero la fábrica necesita el embalse para propósitos industriales, y el pueblo se beneficia de ello.
—¿Cómo has escogido Black River? ¿De dónde has sacado toda esta información?
Salsbury apretó un botón del teclado e iluminó una pantalla.
—En 1960, Leonard financió una compañía llamada Statistical Profiles Incorporated. Lleva a cabo toda la investigación de marketing para sus otras compañías, así como para empresas que no son de su propiedad. Paga para tener una línea principal con el banco de datos de la oficina del censo. Utilizamos Statistical Profiles para buscar el lugar ideal para la prueba. Por supuesto, no sabían por qué nos interesábamos por un pueblo que reuniese estos requisitos particulares.
—¿Cuántas personas de Statistical Profiles intervinieron en la investigación? —preguntó el general, con el ceño fruncido.
—Dos —contestó Salsbury—. Sé lo que estás pensando. No te preocupes, está previsto que ambos mueran en accidentes mucho antes de que demos comienzo a la prueba práctica.
—Supongo que mandaremos a Rossner y a Holbrook a contaminar el embalse.
—Luego nos desharemos de ellos.
El general levantó sus pobladas cejas.
—¿Matarlos?
—O les ordenaremos que se suiciden.
—¿Por qué no limitarnos a decirles que olviden todo la que han hecho, que lo borren de sus mentes?
—Eso podría salvarlos de un proceso si las cosas se pusiesen muy mal, pero no nos salvaría a nosotros. No podemos borrar de nuestras mentes todos los recuerdos de lo que les hemos hecho hacer. Si hay problemas con la prueba práctica, graves problemas que echen por la borda toda la operación, y si resulta que Rossner y Holbrook son vistos en el embalse o dejan cualquier pista detrás de ellos…, bien, no queremos que las autoridades nos vinculen con Glenn y con Peter.
—¿Qué problema de esa envergadura podría surgir?
—Cualquier cosa. Nada. No sé.
Después de haber meditado sobre ello un rato, Klinger asintió:
—Sí, supongo que tienes razón.
—Sé que la tengo.
—¿Has previsto ya una fecha para esta prueba?
—Deberíamos tenerlo todo listo para agosto.