Después de tantos años, creo poder reproducir sus palabras con toda exactitud dado el fulminante efecto que tuvieron sobre el futuro de mis investigaciones. Sólo suprimo de ellas las frecuentes vacilaciones, los carraspeos, las toses nerviosas y el violento agitar de manos y brazos que las acompañaron. Durante su parlamento Judas mantuvo los ojos clavados en el suelo y sólo al finalizar, cuando nos levantamos del tronco aserrado que nos servía de banco, pude verle los ojos, grises y rasgados como los de un ofidio.
«Querido amigo —dijo—, no nos conocemos apenas, aunque yo recuerdo haberte visto alguna vez en casa de Vicente Malvinas Crunch (era este un secuaz de la banda de los Doce en cuya casa se celebraban seminarios sobre canción napolitana a los que yo acudía por acompañar a Susana y por ver al célebre castrato Carotenutto) y creo que en una ocasión te oí hablar de la Tabla de los Elementos. Así que no me resulta fácil, de una parte defender la escrupulosa honestidad de mi conducta, y de otra no dirigir una oscura acusación de inmoralidad a quien, de hecho, es en este momento la persona más importante de mi vida y de mi obra. Observarás que he dicho “de mi obra” porque he comenzado a escribir ya un poema sobre ELLA, en el que la muestro tal cual es: el doctor Mengele, el Ángel de la Muerte, cuya inocencia condena al suicidio voluntario a todos cuantos la conocen. Mi intención es darle un tratamiento a la manera de Perceval Derretide, es decir, prestando gran atención al nivel fónico, y ninguna a la sintaxis. De hecho no me interesa el nivel significativo, sino el nivel de SIGNIFICONCIA, o «sentido del significante loco», aunque controlado. Desde el título mismo, A Nasus, con sus connotaciones latinas y el efecto de relación con la impotencia de Gogol (nasuspene), ya se advierte que es una DEDICATORIA, es decir, una dedi (del dedo o de los dedos; de la digitalidad) ca(s)toria (en la casa —ca— de la historia —storia—, donde la «s» ha sido forcluida para ocultar un siseo, o sea la langue dividida); o lo que es igual, «acaricio con el dedo la mansión del tiempo significativo», que es el primer verso. Pero A Nasus se convierte, en la segunda parte, en ¡Sus, Ana! que es como decir ¡Al ataque, muchacha!, pues esa es la función que ella desempeña en este análisis o susanálisis, o sea, el de atacar para desatascar, batallar para desbastillar, afilar el hacha de la lucha contra el filo beante de la hucha —de la acumulación anal o susanal— con el fin de alcanzar la libación de la lib(era)ción, cuyo trago embriaga sólo cuando no es «era» sino «ahora» en tanto que lib(aho)ración, o rezo que se alza hacia el último verso, tomado del filósofo y psicoanalista Jean François Pétard, JEANNE SUIS KHUN KONG, «no soy más que un gilipollas», pero en el sentido técnico de «gilipollas». El poema, sin embargo, por expreso deseo suyo, va encabezado con el lema «para el número primo», aludiendo ambiguamente a que tú fuiste su iniciador y a ciertos aspectos de tu inteligencia. Dado que me ha sido concedida la Beca del Ministerio de Cultura para escribir un estudio sobre el concepto de «higo» en el psicoanálisis de Max Patán, para lo cual tendremos que trasladarnos a París, me ha encargado que te pida tu firma en este Cheque del Banco Central.»
Estaba en blanco, pero yo también, así que lo firmé sin que me temblara la mano. Luego nos levantamos y pude verle los ojos, como ya he dicho; sensación repugnante que todavía regresa de entre los muertos algunas noches, cuando caigo rendido ante el televisor, mi único amigo actual. No nos dimos la mano, pero aún tuvo tiempo de pedirme prestados los pijamas y, es cierto, yo no los necesitaba. Observé cómo se iba haciendo pequeñito hasta desaparecer junto a madres, abuelas, novias; la noche era muy fría y yo no tenía tabaco.