Gracias a mis primeros lectores, a mi amiga Kate y a mi marido Robin. Abordasteis mi farragoso primer borrador y nuestras sesiones en la mesa de la cocina me llevaron por buen camino. De no haber sido por vuestra oportuna ayuda, no estoy segura de si habría conservado el juicio.
Gracias a mis editores y a mi agente, Leah, Erika y Rowan. Habéis mejorado la calidad de este libro, por lo cual os estaré eternamente agradecida. Los últimos meses que pasé escribiéndolo, gracias a las alas que me dieron vuestras palabras y vuestra sabiduría, resultaron ser los más placenteros. Gracias.
Gracias también al resto del equipo de Headline —en especial a Ben, Vicky, Emily y, de nuevo, a Leah— por seguir haciendo que la vida profesional de esta escritora resulte tan gratificante.
Gracias a mi querida familia, los Hall y los Etherington, y a amigos geniales por animarme en todo momento. Sonya, Jo y Aisling: aunque el año de Hadley no es nuestro año, espero haber plasmado en la historia parte de nuestra alegría. Quisiera dar las gracias en especial a mis padres y a mi hermana, Szilvia, Alwyn y Emese, por leer los borradores preliminares y brindarme su apoyo entusiasta e incondicional. No podría pedir más.
Y, de nuevo, a Robin. Gracias por todo, siempre.
Por último, la idea de este libro surgió de un lugar. Tuve la suerte de pasar un año estudiando en Lausana y la enorme suerte de poder recrearlo en una novela y compartirlo con vosotros. Espero haber hecho justicia a su belleza. De todos los libros ambientados en Lausana, Adiós a las armas y París era una fiesta, de Ernest Hemingway, junto con Mrs. Hemingway en París, de Paula McLain, fueron especialmente importantes a la hora de escribir este.