Capítulo 20

London miró a su prima. Alyssa estaba sentada en el borde de la cama, en Urgencias. Parecía ansiosa y preocupada. Logan y Hunter ocupaban una esquina, junto con Luc, cuchicheando en voz baja sobre la conversación que había mantenido ella con la policía en cuanto se lo permitieron los médicos. Todos ellos decían no saber por qué la había atacado aquel tipo, pero ella no los creía. Logan había estado hablando por teléfono sin interrupción desde que pillaron al intruso. Y aunque no sabía con quién hablaba, ni tampoco por qué él y su hermano habían llegado de manera tan providencial a la oficina, era obvio que tenía más datos de los que confesaba.

—Santo Dios, están muy tensos —le dijo a su prima—. Está claro que pasa algo.

Mientras Chloe jugaba con un animalito de peluche en su regazo, Alyssa miró a los hombres, que le brindaron una tensa sonrisa.

—Están siendo protectores. Es lo que mejor se les da.

Y ella tenía el presentimiento de que en el momento en que aparecieran Xander y Javier, el término protector alcanzaría nuevas cotas. Xander parecía tranquilo y relajado, pero solo era una fachada; Javier era demasiado excitable incluso en un día bueno. Su teléfono seguía en el bolsillo de los vaqueros, que habían sido sustituidos por un camisón de hospital en cuanto llegó. En el momento en que atravesó la puerta de Urgencias, la condujeron a una habitación privada con una enfermera a su disposición para ella sola; sin duda, Xander y Javier tenían algo que ver con ello. A continuación apareció un médico para realizarle una serie de exámenes. No le llevó mucho tiempo averiguar lo que ella ya se había dedicado a decir a todo el mundo: no le pasaba nada, salvo que estaba asustada, aturdida por los golpes y, seguramente, tendría pesadillas con desconocidos y cuerdas durante algún tiempo.

Alyssa le apretó la mano.

—No te preocupes, averiguarán todo lo ocurrido.

—Creo que ya lo saben. Me gustaría que me lo dijeran.

—Ya, pero están protegiéndote. —Alyssa se encogió de hombros—. Ya te acostumbrarás.

Sonó una alerta en el móvil de Logan y él miró la pantalla. Escribió una respuesta rápida. Un momento después comenzó a vibrar el teléfono de Hunter, que pasó el dedo por la pantalla y salió con rapidez al pasillo con el pequeño aparato pegado a la oreja.

—Estoy segura de que es eso lo que hacen, pero me pone nerviosa. —Intentó no estremecerse. Tenía suerte de estar viva. Se sentía feliz… y preocupada. ¿Por qué había intentado asesinarla aquel tipo?

Logan debía de tener un radar, porque a pesar de estar respondiendo el mensaje del móvil y rodeado por los pitidos de los monitores, se dio la vuelta y clavó en ella aquellos intensos ojos azules.

—Intenta relajarte, nadie te hará daño. Nadie. Te lo prometo.

—… y nosotros nos aseguraremos de que así sea —aseveró Xander, que abrió la puerta en ese momento y cruzó la estancia en dos zancadas para acercarse a la cama.

Javier le siguió, poniéndose al otro lado de la cama. Los dos parecían exhaustos y nerviosos… además de muy aliviados de verla sana y salva.

Ella se sintió revivir en el momento en que los vio. Aquel día, durante unos terribles momentos, había llegado a pensar que jamás podría volver a estar con ellos.

La alegría de tenerlos tan cerca era casi imposible de contener.

Xander no vaciló. En el momento en que se detuvo a su lado, le encerró la cara entre las manos, alzándola, y se inclinó para apoderarse de sus labios, besándola como si nunca hubiera estado más preocupado y desesperado en su vida. Ella se entregó a él, estremeciéndose, y sorbió el dulce néctar de su boca. Era evidente que si le hubiera ocurrido algo, él lo hubiera lamentado. Justo antes de finalizar el beso, él le pellizcó el labio inferior con los dientes… una promesa del castigo que recibiría por haberse escapado. Ella tembló.

La soltó y la giró en la dirección contraria. Javier estaba esperando, mirándola con ojos ardientes y los puños cerrados.

—Lo lamento mucho, pequeña.

Antes de que pudiera preguntarle por qué se disculpaba —¿no debería ser ella la que pidiera perdón?—, él se inclinó y la estrechó contra su ancho pecho como si su vida dependiera de ello, sin importarle los cables y máquinas a los que estaba conectada. Mientras le palpitaba el corazón alocadamente, los labios de Javier barrieron los suyos sin pausa. Sin embargo, no forzó la entrada en su boca ni profundizó el beso, solo apretó los labios contra los de ella y respiró su aliento con el cuerpo agitado. Era evidente que quería reconfortarla, pero ella supo de inmediato que era él quien necesitaba ser tranquilizado. Por eso, enredó con suavidad los dedos en su pelo y le acarició la mejilla, buscando sus labios con los de ella como única respuesta. Apenas un instante después, él invadió su boca. Era como si se hubiera colado dentro de su cuerpo; suplicante, ansioso, estremeciéndose de necesidad. La sujetó por los brazos y se apretó contra ella como si no quisiera que volviera a circular el aire entre ellos. La poseyó con ese beso y ella le dejó tomar todo lo que necesitaba, ahogándose en sus demandas y sus posesivas caricias.

Sintió el cuerpo de Xander a su espalda, que la besó en la coronilla.

—Nos has tenido aterrorizados, belleza. Menos mal que estás a salvo. Queremos abrazarte, protegerte de todo mal y…

—Ejem… —El oscuro y peligroso personaje de la puerta arqueó la ceja.

Jack Cole. London solo lo había visto un par de veces, pero el poder que emanaba parecía rezumar por todos sus poros. Resistió el deseo de dar un paso atrás como un niño culpable.

Los hermanos Santiago gruñeron desde donde estaban, como si quisieran desmembrar a Jack para provocarle un profundo dolor. Alyssa ni se dignó a mirar al recién llegado, pero le lanzó a ella una mirada de advertencia, recordándole a una madre exigente que no aprobara al novio de su hija. Luc sonrió de medio lado sin soltar la mano de su esposa. Los ojos de Logan brillaron de diversión, mientras que Hunter mostraba una actitud a medio camino entre la alerta y la desaprobación. Ella sintió que le ardía la cara. Tenía su gracia que cada vez que se perdía entre Xander y Javier se olvidara del mundo exterior.

—Lo siento —se disculpó con los presentes.

—¡A la mierda! —Xander tensó el brazo con que la rodeaba—. No tienes que pedir perdón. Yo no lo siento.

—¡Qué miedo! —se burló Logan.

—No os vayáis por las ramas —intervino Jack—. Tenemos un asunto que aclarar.

—Eres un aguafiestas, tío. Está claro que un ranger jamás será mejor que un SEAL.

Alyssa gimió.

—¿Vais a discutir sobre eso otra vez?

—Creo que tanta agua les ha afectado al cerebro —se burló Jack—. Pero déjales hacerse ilusiones.

—¿Podéis seguir con esa estupidez más tarde? —preguntó Xander de malas maneras—. Logan nos ha dicho que te has puesto en contacto con la policía. ¿Qué has averiguado?

De la cara de Jack desapareció cualquier atisbo de diversión.

—Abrochaos los cinturones, que vienen curvas. —Entró en la estancia y cerró la puerta en busca de privacidad—. La policía mexicana encontró el cuerpo de Carlton después de recibir un chivatazo… —se aclaró la voz—, y comenzaron a investigar. Pero McConnell ya había averiguado todo lo necesario, ¿verdad?

Al ver que Xander asentía, ella frunció el ceño.

—¿Quién es Carlton? ¿Por qué está involucrada la policía mexicana? ¿Qué tiene esto que ver con el tipo que me atacó?

Jack lanzó una inquisitiva mirada a Xander y Javier con la que parecía pedirles permiso para explicárselo. ¿Es que no podía alguien decirle qué demonios estaba ocurriendo? Xander maldijo por lo bajo.

—¡Oh, no! —estalló ella—. Si sabéis algo al respecto, quiero saberlo. ¡Merezco saberlo, maldita sea!

—Claro que sí. —Javier se sentó en la cama, a su lado—. Lo que ha sucedido hoy, pequeña… por lo que me he disculpado… Este ataque no ha sido culpa tuya, su único objetivo es hacerme daño a mí. Carlton era un antiguo empleado que traicionaba a la compañía vendiendo información a un ingeniero que trabajó para nosotros, Chad Brenner, y durante mucho tiempo el artífice de alguno de nuestros productos más lucrativos, pero cuando se fue, presentó una demanda para obtener más beneficios que los estipulados en el contrato por la propiedad intelectual. Todo le salió mal y decidió vengarse. —La tomó de la mano con un pesado suspiro—. Te juro que, si me lo permites, haré que…

—Haremos —apuntó Xander.

—Sí, haremos —convino Javier—. Haremos todo lo posible para mantenerte a salvo. Estás en peligro por mi culpa, London.

—Estaba en peligro —en esta ocasión fue Jack quien corrigió a Javier.

Todos le miraron, pendientes de sus palabras.

—Explícate —gruñó Javier.

—En eso estaba, ¿recuerdas? Cuando la policía llegó a vuestras oficinas para arrestar a Valjean…

Ella jadeó sin aliento y se volvió hacia Javier.

—¿Valjean no es el asesino a sueldo que mató a tu mujer?

Él asintió.

—El mismo. Acabo de descubrirlo.

La sorpresa la atravesó de pies a cabeza.

—¿Brenner ha contratado a este tal Valjean para matarme solo para vengarse de ti? ¿Igual que hizo con Francesca?

—Tenías razón en eso —apuntó Jack—. Desde el momento en que la policía lo detuvo y comenzaron a interrogarle, se apresuró a contar hasta el último detalle. Creo que la amenaza de entregarlo al FBI tuvo mucho que ver.

—¿Así que confesó? —insistió Javier.

—Sí. Y soltó el nombre de Brenner a las primeras de cambio. —Jack suspiró y ella supo que había ocurrido algo malo—. Cuando quisieron trasladarlo a un lugar de máxima seguridad, Valjean atacó a los agentes que le custodiaban, matando a uno de ellos. Los demás le dispararon sin pensárselo dos veces. Está muerto.

—¡Joder! —Javier se puso en pie bruscamente con todos los músculos tensos; parecía estar conteniéndose para no golpear la pared—. Así que no podemos contar con su testimonio y Brenner seguramente se irá de rositas. Sin duda contratará a otra persona para matar a London. ¡No está a salvo!

—Todavía no he terminado la historia. —Jack se cruzó de brazos—. Algo después, el departamento de policía de Lafayette llamó al FBI. Al parecer, llevan tiempo interesándose por las actividades de Brenner. Les gustó escuchar la confesión grabada de Valjean y mandaron a unos agentes a Florida para arrestar a Brenner. Al parecer le acusan de una lista de delitos tan larga que tiene para pasar varias vidas en la cárcel. Y, esto os va a gustar, han confiscado todos sus fondos. Al parecer la CIA también quiere hablar con él. Según he sabido, ha desarrollado algunos prototipos nucleares para los iraníes.

Hunter soltó un silbido.

—Y dependiendo de lo implicado que esté, eso puede ser considerado alta traición.

—Los federales van a tenerle a la sombra durante el resto de su miserable vida. —Logan asintió—. ¡Genial!

—Entonces… ¿ha acabado todo? —intervino ella con voz temblorosa.

Jack cruzó la habitación hasta ella y se sentó en el otro lado de la cama antes de tomar su mano con increíble suavidad. Era un hombre muy guapo, pero ella estaba tan enamorada, que no veía nada más allá. Aunque sin duda no podía negar que la ponía nerviosa.

—Sí, Valjean está muerto y Brenner no volverá a pisar la calle. Respira hondo. Y eso va también por vosotros dos —miró a Javier y a Xander—. Ella está a salvo.

—Muy bien. Gracias. —Xander se interpuso entre ellos—. Ahora quita la mano de encima de nuestra mujer.

Jack puso los ojos en blanco y se levantó.

—Si vas a ser tan celoso, será mejor que le pongáis un anillo en el dedo. Eso es lo primero que hice yo cuando me di cuenta de que no quería que nadie tocara a Morgan.

London deseó que la tragara la tierra. No iban a casarse con ella a la semana de conocerla, en especial cuando todavía no había logrado confiar en ellos por completo.

Sin embargo, no pensaba permitir que se escabulleran sin demostrarles cuánto les quería y amaba.

—Gracias por ponernos al tanto, Jack —se apresuró a decir; tenía que hacer desaparecer aquel embarazoso silencio. Miró a Alyssa—. ¿Te ha dicho el médico cuándo puedo marcharme?

—Están arreglando el papeleo —dijo su prima.

—No tardarán demasiado, cariño. —Luc le brindó una sonrisa de ánimo.

La enfermera apareció en ese momento como si les hubiera leído el pensamiento y miró a los presentes con el ceño fruncido antes de tenderle unos documentos.

—Ya puede marcharse. El facultativo ha dicho que descanse un par de días y que no se olvide de tomar la medicación que le prescribió el médico de California. No prescinda de ninguna pastilla. Llámenos si se desorienta, pierde el equilibrio o se le infectan los cortes en los dedos.

Ella asintió con la cabeza.

—Gracias, eso haré.

—Nosotros nos ocuparemos. —Javier le quitó los papeles de la mano y les echó un vistazo antes de mirar a la enfermera—. No se preocupe.

La mujer se fijó en el tono posesivo de Javier antes de mirar la mano que Xander le había puesto en el hombro y meneó la cabeza como si no quisiera saber lo que ocurría entre ellos.

—Ya veo.

—Nos ocuparemos de ella —insistió Xander mientras la enfermera se iba.

—Ya os he dicho mi opinión… es cosa vuestra. —Con aquel saludo burlón, Jack atravesó el umbral y desapareció.

Hunter se encogió de hombros.

—A pesar de que suele equivocarse a menudo, no es así en esta ocasión; me casé con Kata la misma noche que la conocí. Cuando es la elegida, se sabe al instante. —Señaló a Logan con el pulgar—. Sin embargo, mi hermanito tardó casi quince años en casarse con la chica adecuada.

—¡Eh! Lo supe en cuanto la conocí, y eso que tenía dieciséis años. No es culpa mía que todo se jodiera. Al final me casé con ella, ¿verdad? —Le dio un puñetazo juguetón a su hermano en el brazo.

Si no fuera imposible, le encantaría estrangular a aquellos tres grandes guerreros que rezumaban testosterona por no dejar de hablar de matrimonio. ¡Qué humillante…!

London carraspeó.

—Muchas gracias por rescatarme, chicos.

Hunter hizo un vago gesto con la mano y Logan esbozó una amplia sonrisa.

—Ha sido entretenido. Siempre que necesites que te echemos una mano…

—Será mejor que no haya una próxima vez —gruñó Javier.

—No pensamos perderla de vista —prometió Xander.

Ella los ignoró y miró a los hermanos Edgington.

—Me alegro de que os lo hayáis pasado bien, chicos. Y me alegro todavía más de que seáis tan felices en vuestros matrimonios, pero ¡ya basta!

Hunter y Logan fruncieron el ceño, pareciendo por fin un poco cortados.

—Sí, vale… —titubeó Logan—. Mi hermano y yo…

—… nos vamos a casa, con nuestras mujeres. —Hunter agarró la camisa de Logan y lo arrastró hasta la puerta.

Ella les observó despedirse con un gesto de cabeza. Ambos eran unos locos maravillosos.

—Creo que será mejor que demos a London unos minutos para que se vista —sugirió Alyssa—. Así podremos marcharnos. ¿Necesitas ayuda? Si quieres puedo decirle a una enfermera que…

—Me las arreglaré perfectamente, gracias. —Lo único que quería era salir de allí… Y pensar cuál era el mejor camino para seguir con su vida.

Alyssa se levantó con una sonrisa.

—Si cambias de idea, avísame.

Luc se acercó y le dio una palmadita en el hombro.

—No sabes lo aliviado que me siento al ver que estás bien. Siempre puedes contar con nosotros.

—Gracias. —Se tragó las lágrimas. Estaba fatigada. Bien sabía Dios lo extenuante que había sido el día… y todavía no había terminado. Aún quedaba lo más difícil… para su corazón.

—Significa mucho para mí —le aseguró a su primo político con una sonrisa.

Él se la devolvió antes de mirar a Xander y Javier.

—Dadle unos segundos para vestirse, chicos.

Ninguno de los dos se movió. Parecían decir con su postura que sería necesaria una ley para que salieran de allí.

—Por favor… —susurró ella. Quería vestirse, reordenar sus pensamientos y encontrar el coraje necesario para decidir cómo decirles lo que debía hacerles saber.

Tenía muchas ideas en su mente y era el momento de soltarlas…

Javier maldijo por lo bajo y le lanzó una mirada con la que le advertía que no se le ocurriera dar ni un paso fuera de esa estancia sin él antes de salir al pasillo.

Xander pareció querer discutir… o suplicar. Pero se contuvo.

—Vale —gruñó finalmente.

Siguió a su hermano y, de pronto, estuvo sola. Mientras se ponía los pantalones pensó que aquel silencio debería tranquilizarla. Ahora que la adrenalina había desaparecido se sentía cansada, exhausta. Forcejeó con el sujetador y con la camisa… Todo estaba saliendo mal. Se había pasado años sola… en coma; aislada por sus lesiones y cautiva de sus miedos. Iba a salir herida, no todos la comprenderían ni la amarían. Podía dar con algunos que se horrorizarían al ver sus cicatrices, que se sentirían asqueados; gente superficial, incapaz de ver más allá de la superficie de la piel para alcanzar el corazón que había debajo.

Una vez llegó a pensar que Javier y Xander podían incluirse en dicha categoría pero ¿la rechazarían aquellos hombres que conocía —y amaba— por las marcas que le cubrían la espalda? Quizá… no. Es posible que aquella relación no tuviera futuro, sí, sin embargo no llegaría a saberlo si no se arriesgaba. ¿No formaba el riesgo parte de la vida?

Se puso los zapatos y se retiró el pelo de la cara. Luego clavó los ojos en la puerta que la separaba de ellos. Iba a tener que traspasar sus límites. Quería ofrecerse entera a Xander y Javier, no quería llegar a ellos atemorizada por culpa de otro hombre. Quería que supieran que no les temía, que confiaba en ellos. Su mayor deseo es que no dudaran de lo que ella sentía en el fondo de su corazón. Si después de entregarse por completo la rechazaban… no podría decirse que no lo había intentado de verdad.

Cruzó la estancia, abrió la puerta y, conteniendo la respiración, salió al pasillo.

Sus hombres estaban frente a ella; verdaderas torres protectoras, capaces de protegerla de cualquier peligro. Esbozó una pequeña sonrisa.

—Como no deis un paso atrás, la puerta me golpeará la espalda cuando se cierre.

Luc, que la oyó, se rio entre dientes y Alyssa le dio un codazo.

Javier entrecerró los ojos como advertencia. Le decía sin palabras que, si hubieran estado solos y no hubiera sido un día tan traumático, habría disfrutado mucho dándole una buena zurra antes de torturarla excitándola de una manera insoportable sin dejar que alcanzara el orgasmo. Y a ella le parecía una idea maravillosa.

Xander la tomó por la muñeca y la estrechó contra su cuerpo.

—No pasará nada de eso. Ahora que estás con nosotros, belleza. Siempre estarás a salvo.

—No lo dudo. —Se zafó de su abrazo.

Javier la miró con el ceño fruncido.

—Pequeña, no huyas otra vez de nosotros. Háblanos, cuéntanos… Lamentamos lo que ocurrió anoche en Dallas…

—No quiero hablar de eso. —Ella meneó la cabeza. No quería que se disculpara por necesitar que ella confiara en él. Había estado demasiado asustada para hacerlo y tenía que sobreponerse a ese temor para entregarse a ellos por completo—. Lo entiendo pero… necesito algo de tiempo antes de hablar sobre ello. ¿Podéis esperar?

Xander se puso rígido, estaba a punto de protestar. Miró a su hermano mayor y hubo una especie de silenciosa comunicación entre ellos que la hizo contener una sonrisa. Lo ocurrido había servido para que esos dos hombres se tuvieran el uno al otro y a ella no se le ocurría nada más importante. Era posible que hubieran estado alejados durante años, pero jamás habían estado realmente separados. Sintió un agradable calor en el corazón al verlos tan unidos.

Por fin, Xander dejó caer los hombros al tiempo que emitía un suspiro de frustración. Javier asintió con la cabeza.

—Sea lo que sea lo que necesitas, pequeña, solo tienes que pedírnoslo. No importa lo que puedas creer que vamos a decir, debes hablar con nosotros.

Ella asintió con la cabeza.

—Promételo —la apremió Xander—. Día o noche, con sol o lluvia…

Se preocupaban por ella, era evidente. De repente supo que aquello tenía sentido.

—Lo prometo.

Dio un paso para colocarse entre ambos y dio un beso a Xander en los labios. Él la abrazó e intentó estrecharla contra su cuerpo. El rápido latido de su corazón y la apretada desesperación de su agarre hizo que se derritiera y le susurrara tiernas tonterías al oído.

Lo miró suplicante.

—No necesitaré demasiado tiempo.

Vio la desgarrada renuencia que sentía reflejada en sus rasgos. Él quería convencerla, pero negó con la cabeza. Xander le rozó los labios una última vez, apretó los dientes y dio un paso atrás. Ella miró a Javier; en sus ojos azules brillaban miles de preguntas.

—No te culpo por estar furiosa conmigo por lo ocurrido con Brenner y Valjean, es que…

—No lo estoy. —Frunció el ceño ante lo absurdo de la idea. Era una tontería—. Tú no sabías que Brenner fuera un hombre tan vengativo. Es triste que haya alguien tan mezquino y cruel… Nadie tiene la culpa, solo él. —Respiró hondo—. Y ya acabó todo.

Javier enredó los dedos en su pelo y la atrajo hasta que su boca quedó bajo la de él. Entonces le devoró los labios durante un buen rato, tomando posesión de su boca… y su cuerpo, antes de soltarla a regañadientes.

—No nos olvides.

Ella lo miró a los ojos, tomó la mano de Xander para hacerles una promesa.

—Nunca.

* * *

Los últimos rayos solares de la mañana se deslizaban por la ventana mientras Javier se paseaba por la salita, mirando el reloj por enésima vez. Era domingo, así que no podía dedicarse a descargar la adrenalina en el trabajo. Xander, que se reclinaba en el sofá cercano, no parecía inclinado a moverse. Javier lanzó una mirada anhelante a la botella de Cîroc en el mueble bar; el alcohol ya no tenía el mismo atractivo de antes. Ya no tenía que trabajar con tanta intensidad para acallar las voces que gritaban en su conciencia. London le había mostrado un nuevo camino, el amor auténtico, y sin ella cerca se reconcomía por dentro. ¿Cómo podía Xander permanecer tan tranquilo?

—Vas a dejar un surco en la alfombra —se burló su hermano.

—Y tu culo un agujero en el sofá. ¿No estás preocupado?

Xander vaciló antes de negar con la cabeza.

—Es posible que London no esté preparada para confiar en nosotros, pero no huirá. No escapará de nosotros sin hablar antes. Tú te has ocupado de todo, ¿verdad?

Javier dio una palmadita en el bolsillo, los dos se sentían preocupados y, a la vez, reconfortados por lo que allí guardaba.

—Ya sabes que sí. Estoy preparado, incluso si atraviesa la puerta en este momento. ¿Tienes tu parte?

Volvió a palmear el bolsillo.

—La tengo. —Una amplia sonrisa de satisfacción se extendió por la cara de Xander—. Y esta mañana recibí esa llamada. —Dejó de sonreír—. Es la última oportunidad para retroceder.

—¡Joder, no! —¿Xander se había vuelto loco? Había perdido la esperanza sobre un montón de cuestiones en la vida: tener una adolescencia normal, su esposa, la compañía que le correspondía como derecho de nacimiento… pero no volvería a perder a Xander otra vez. Ni a London—. ¿Qué te ocurre?

—No me ocurre nada, hermanito.

Tragó saliva.

—Eso es lo que quiero oír. Ojalá supiéramos cuándo decidirá que quiere hablar con nosotros, vernos…

Sonó el timbre de la puerta como si una campana tintineara en el techo de la sala.

Corrió hacia la puerta al tiempo que Xander se levantaba del sofá y saltaba sobre la mesita de café para llegar a la puerta a la vez que él. Abrieron juntos… y allí estaba London.

Y era toda una aparición. El largo cabello que la envolvía, con sus pálidos rizos al balancearse con la leve brisa matutina; sus ojos enmarcados por espesas pestañas oscuras, que revoloteaban sobre sus mejillas con incertidumbre, y que tardaron un momento en sostenerles la mirada; la boca, que trazaba una pensativa línea. Vestía un conjunto campestre blanco y unas sandalias de plataforma. Los únicos destellos los arrojaba la pulsera de plata y el brillo de sus labios.

—¿He venido en un mal momento?

Su suave voz le puso duro. Javier no podía arrancar de su memoria sus gemidos y gritos de éxtasis; al oírla, su mente se inundaba de imágenes. El tono rosado de su piel, la manera en que abría más las piernas cuando llegaba al orgasmo… Cómo le abrazaba luego… Había tenido la impresión de que el sitio de esa mujer era en su corazón y estaba dándose cuenta de que no se había equivocado cuando pensó aquello.

—Claro que no. —Sin embargo no pudo moverse, solo clavar los ojos en ella mientras su mente buscaba frenéticamente la mejor manera de convencerla para que se quedara con ellos.

—¿Tienes pensado dejarla en el porche mientras te quedas mirándola estúpidamente como una estatua? —le murmuró Xander, apartándolo para ver a London. Fue su hermano quien la tomó de la mano para que entrara. Él supo que Xander quería tomarla entre sus brazos, pero antes debían escuchar lo que ella tuviera que decirles. Y también ellos tenían algo que aportar a la conversación.

—Pasa, belleza. Tenemos que hablar.

Cerró la puerta y se concentró en las dos personas que se habían convertido en el centro de su mundo, siguiéndolos a la salita.

—¿Podéis sentaros los dos y escucharme unos minutos?

La pregunta fue hecha con mucha suavidad, haciéndole sospechar que ella había necesitado reunir todo su coraje para ir allí y compartir con ellos los fantasmas que poblaban su mente. ¿Sería lo que quería escuchar? ¿Acaso había malinterpretado lo que ella había dicho el día anterior en el hospital? ¿Quizá la despedida anterior solo había sido un preludio de un adiós definitivo?

—Por supuesto —la tranquilizó él, sentándose en el borde del sofá.

Xander ocupó el hueco libre a su lado, con el ceño fruncido.

—Dinos qué estás pensando.

Todavía de pie, ella respiró hondo.

—Quería disculparme por lo que ocurrió el viernes por la noche en el Dominium.

—No pasó nada. Te presionamos demasiado pronto. —Javier luchó contra el deseo de tomarla entre sus brazos para asegurarle que entendía su postura, aunque aquella falta de confianza le irritaba sobremanera.

London asintió con la cabeza y, al momento, comenzó a negar.

—Me exigisteis mucho, es cierto, pero yo me dejé llevar por el pánico y huí como una niña asustada, cuando debería de haber confiado en vosotros y explicaros mis miedos.

—Te comportaste como una mujer que está aprendiendo a gestionar sus sentimientos. Todos cometemos errores. Yo tengo una larga lista… y Xander ni te cuento… —Su hermano le dio un codazo—. Ahora estás preparada para hablar y nosotros deseosos de escucharte.

—Gracias. —La vio retorcerse las manos.

Quiso saltar del sofá y abrazarla, pero ella había levantado una pared invisible entre ellos. London necesitaba liberar todo lo que tenía en la cabeza antes de permitir que la tocaran, así que se limitó a asentir.

—Antes de que digas nada, quiero que sepas que no estamos enfadados porque te fueras, aunque deberías habernos contado tus temores. Todo está bien.

—¿De veras?

—Absolutamente todo, pequeña. Incluso Industrias S. I.

—Sí. Esta misma mañana hemos recibido una llamada del Departamento de Justicia —corroboró Xander—. Los federales están investigando a Brenner y al ingeniero de United Velocity que compró su información sabiendo que provenía de nuestro departamento de Investigación y Desarrollo. Había un listado en el ordenador que los agentes encontraron en casa de Brenner. Nos han asegurado que los contratos del ejército son nuestros. ¿Y sabes lo mejor? Uno de los investigadores más destacados de United Velocity, abrumado al saber que su jefe había hecho eso, se puso en contacto con nosotros; ha dejado United Velocity y nos ha asegurado que colaborará con el fiscal en la investigación. Le hemos ofrecido que trabaje para nosotros.

—Lo que es estupendo —continuó él—, porque es igual de inteligente que Brenner pero posee escrúpulos. Ahora que Xander está implicado en la compañía y yo me encuentro al cien por cien de capacidad, la empresa volverá a despuntar. —Se recostó en el sofá como el hombre contenido que era. O eso quería aparentar. Solo quedaba un obstáculo; le brindó a London una mirada reconfortante—. Y ahora quedas tú. A pesar del peligro que has corrido, me alegro de que todo este sórdido asunto de venganza y espionaje haya terminado. Jamás volverás a correr peligro, te lo prometo.

—Nos aseguraremos de ello —aseveró Xander.

—Me alegro de que todo os esté yendo tan bien a los dos. —Ella les brindó una suave sonrisa.

—A los tres —insistió Xander—. Queremos hablar contigo de ello, belleza. Nada hubiera funcionado sin ti.

—No pensamos seguir adelante si tú no estás con nosotros. —A él no le importaba presionarla; estaba diciendo la verdad—. Nosotros tres tenemos una relación… simbiótica. Tanto Xander como yo nos perdemos sin ti, pequeña. Yo habría acabado inmerso en una espiral de alcohol que me hubiera llevado a la muerte y…

—Estabas sufriendo por Francesca —aseguró ella, frunciendo el ceño.

Ella lo consideraba mejor de lo que era y tenía que aclarar ese punto con honestidad.

—No. Me remordía la conciencia y solo podía pensar en todos los «y si…». Y si hubiera estado más pendiente de ella… y si hubiera estado más atento… y si hubiera controlado sus gastos… y si me hubiera divorciado cuando debía… ¿estaría viva hoy? Quizá. Es probable. Jamás sabré la respuesta. Pero lo que sí sé es que tú me has ayudado a superarlo. Me has librado de toda esa vergüenza y la has sustituido por algo puro y maravilloso. —Sonrió de medio lado antes de mirar a Xander—. Y con respecto a él… Bueno, es vox populi que, antes de conocerte, se perdía entre tetas y coñ…

—Que no hacía buen uso de mi tiempo. —Su hermano le señaló con el dedo.

—Ésa es una declaración muy comedida —murmuró él.

—Cierra el pico, hermano. —Xander se inclinó hacia delante con intención de tomar la mano de London—. Lo que Javier trata de decir hablando mal de mí es que los tres trabajamos mejor juntos. No queremos perderte.

—¿Trabajamos mejor? Por supuesto: —Ella respiró hondo y apartó la mano—. No pienso dejar el empleo hasta que el Proyecto de Recuperación salga adelante. Tenemos por delante más de tres semanas.

—¡A la mierda con el Proyecto! —Javier se puso de pie y les miró furioso—. United Velocity no va a sacar ningún prototipo, así que tenemos tiempo de sobra para investigar a fondo antes de dar a conocer el vehículo. No tenemos presión por ese lado, pequeña. El trabajo es una de mis últimas prioridades en este momento.

—¿En serio? —Él volvió a ver una llama de esperanza en aquellos maravillosos ojos azules. Hasta ese momento no había sido consciente de que ella dudaba realmente de sus sentimientos—. Como hablasteis del trabajo, yo…

—Porque Javier es como es… —murmuró Xander, levantándose a su vez y colocándose al otro lado de ella. Vio que su hermano comenzaba a acariciar el brazo de London como si no quisiera detenerse ahí—. Lo que quiere decir… —explicó con una sonrisa—, es que el trabajo es lo último que nos preocupa.

Era evidente que Xander contaba con tener su ración de sexo ese día pero, de momento, priorizaba otras cuestiones; lo primero era lo primero.

Él miró a su hermano pequeño.

—London ha venido a decirnos algo. Dejémosla hablar.

Xander se sentó de nuevo y la observó.

—Adelante, belleza.

Ella caminó por la estancia. Sus pálidos rizos se ondularon sobre la espalda.

Cuando se giró, la determinación estaba plasmada en cada línea de su rostro.

—Salí del coma pocos días antes de que mis compañeros del instituto se graduaran; fue cuando me dijeron que nunca volvería a andar. Hasta entonces había sido animadora, deportista, me gustaba el ballet… Así que no lo acepté. Me negué a creerlo. Creo que los médicos me permitieron hacer fisioterapia por seguirme la corriente. Me llevó años, pero poco a poco volví a sentir las piernas y recobré el tono muscular. Fue un proceso muy lento. Pasé por varias depresiones, tuve que tomar mucha medicación y busqué consuelo en la comida. Gané peso, mucho peso. No sabía qué hacer… Pensaba que mi vida se había acabado y solo tenía dieciocho años.

Él notó una opresión en el corazón.

—Eres hermosa así, pequeña. No creas otra cosa.

—A mí me encantan tus curvas —apoyó Xander.

—Gracias. He perdido parte del sobrepeso, aunque me gustaría perder más kilos.

—Lo que a ti te haga feliz… —repuso él con una sonrisa.

London forzó otra en respuesta.

—Hace algo más de un año comencé a trabajar con un fisioterapeuta nuevo; me ayudó a fortalecer los músculos y a desarrollar las habilidades motoras. Brian era un hombre inteligente, paciente, divertido y muy guapo. Nuestra relación no era la típica de un fisio con su paciente, sino que nos convertimos en amigos. Me invitó a salir. Acababa de cumplir veinticuatro años y era mi primera cita. Parece una locura, pero llevaba muchos años dedicada a volver a ser normal. Nuestro primer encuentro fue maravilloso. Me besó y me aseguró que le gustaba, que quería volver a verme. Yo me sentí como una adolescente enamorada.

Javier no tenía idea de cómo acababa la historia, pero sabía que no podía tener un final feliz o el tal Brian seguiría dando la lata.

—Es natural. A pesar de tu edad te perdiste toda tu adolescencia.

Ella asintió con la cabeza.

—Todo fue genial hasta que, tras una sesión en la piscina, estaba vistiéndome en el vestuario. Una vez que me puse la ropa interior, me di cuenta de que me había dejado la bolsa con la camiseta en la sala de aguas. Salí a buscarla, segura de que él se habría ido.

La vio morderse los labios y supo lo que había pasado. Quiso matar a Brian, pero no se atrevió a interrumpirla. London necesitaba contarlo.

Xander tuvo un poco menos de control.

—Estúpido gilipollas… —gruñó su hermano.

A pesar de que estaba de acuerdo, le dio un codazo.

—Déjala terminar.

—Estoy segura de que lo estáis adivinando… Me vio la espalda. Mantuvimos una embarazosa conversación sobre el accidente y las operaciones quirúrgicas a las que tuve que someterme. Fue muy… ¿profesional?. El día anterior a nuestra siguiente cita me envió un mensaje disculpándose y alegando que no le parecía ético mantener una relación con su paciente. Cuando llegó la siguiente sesión de fisioterapia, me habían reasignado a una hermosa morena a la que le quedaba de vicio el bikini. Más tarde supe que comenzó a salir con ella a los pocos días.

Él apretó los puños. Tenía miles de preguntas en la punta de la lengua. Quizá Brian no había mentido cuando se disculpó, pero él no le daría el beneficio de la duda. Aunque no pensaba ni mencionarlo.

—No te merecía, belleza. —Xander se levantó y se acercó a ella despacio.

Él le imitó y rodeó la mesita de café por el otro lado para aproximarse también.

—Si no fue capaz de valorar a la preciosa mujer que…

—¡Basta! Vosotros pensáis que os gusto. Que mi cara, mis tetas o cualquier otra parte de mi cuerpo os atrae. Solo os he dejado ver lo mejor de mí y, a pesar de ello, queréis verlo todo; de acuerdo, pero luego no os quejéis. —Parecía al borde del llanto, con la nariz roja y apretando los labios como si intentara contener el temblor—. No quiero que digáis nada. Si me agasajáis con palabras amables y luego decidís que no podéis soportarlo, me haréis más daño.

Eso no ocurriría. A Javier le enfadaba que ella les considerara el mismo tipo de hombre que Brian. Se recordó que ella no tenía más experiencias, que se había topado con un individuo superficial. Tenía intención de asegurarse que se daba cuenta de la diferencia que había entre ese estúpido y los hombres que la amaban.

Una mirada confirmó que Xander y él estaban en la misma onda.

Dejó a un lado todos esos pensamientos y asintió con la cabeza. A su lado, Xander hizo lo mismo.

—Gracias. —London respiró hondo y se estremeció antes de caminar hasta el lugar que iluminaban los rayos de sol que entraban por la ventana. Allí se llevó la mano a la cremallera.

Lentamente, ella bajó la pestaña con un suave siseo. La anticipación le corroyó las entrañas. Se le aceleró el corazón. Cuando llegó a la altura de la cintura, ella se detuvo y se bajó los tirantes de los hombros; primero uno y luego el otro. Por fin, la vio deslizar el vestido por los pechos, revelando un sujetador blanco de encaje.

Entonces siguió abriendo el vestido más allá de la cintura y la tela blanca dejó al descubierto sus muslos y el monte de Venus. Él tuvo que tragar saliva cuando se le hizo la boca agua. Apretó los puños para no tocarla. London necesitaba hacer eso y tenían que dejar que lo hiciera.

Ella empujó el vestido por las caderas, revelando que las bragas eran diminutas y provocativas; esperaba que fuera un tanga porque le encantaban sus nalgas. Después, se quitó las sandalias y las dejó a un lado. Tras una larga pausa, ella tomó aire y coraje. La miró con una sonrisa de aliento. Notó que estaba tensa y que tenía el corazón acelerado. El silencio que les envolvía era casi palpable.

London se llevó los brazos a la espalda y se desabrochó el sujetador, que deslizó por los brazos. En el momento en que vio sus pechos, tuvo que contenerse. Hacía dos días que no se perdía en su interior, pero parecían diez años. A su lado, vio que Xander cerraba los puños y la miraba como si no pudiera esperar para devorarla.

Las bragas fueron las siguientes. Ella tomó el elástico y bajó la tela blanca por los muslos, las rodillas, hasta dejarlas caer a sus pies, donde las apartó con una patada. Él solo podía mirar la rosada carne de su sexo, donde quería tener los dedos, la boca… su pene. Sí, allí siempre.

—Eres preciosa. —El tono de Xander era reverente. No parecía nervioso y él supo que sentía cada palabra en lo más profundo.

—Eres más que preciosa —añadió él—. Sé que no quieres que te lo digamos, pero no puedo evitarlo. Para mí eres única.

—Por favor… dejadme terminar. —El miedo se reflejaba en cada ángulo de su rostro. Intentaba ser fuerte y valiente, y él la admiraba por ello.

London jamás estaría segura de que ella era quien les impulsaría durante el resto de su vida hasta que pasaran esa prueba.

—Lo siento, pequeña. Adelante.

Ella volvió a tomarse otra pausa.

—Si no estáis preparados para aceptar que esto es parte de mí, ¿podéis prometerme algo? No pongáis excusas, no sé enfrentarme a ellas. Solo salid de aquí y cerrad la puerta. Entonces… lo sabré.