London se ha ido. Las palabras resonaban en la mente de Xander una y otra vez.
Thorpe lo miró con agudeza. Javier parecía abatido y deprimido. ¿Qué demonios iban a hacer ahora?
«Lucha por ella».
—¡Maldita sea! ¡Dinos dónde está! —insistió—. Se aleja de nosotros a pesar de que nos necesita…
—Sí, es obvio que necesita algo: espacio. —Thorpe sacó el móvil, que volvía a sonar, y Xander vio el nombre de Callie en la pantalla—. La amáis, lo entiendo. Creo que ella también siente algo muy profundo, pero a veces eso no es suficiente. Ya conocéis el refrán: «si la amas, déjala marchar…». Es lo más adecuado en este caso. Si os ama, volverá.
—¡Tú no sabes nada! —Javier atravesó la estancia en dirección a Thorpe y tuvo que detener a Xander cogiéndole por el cuello. Mientras luchaba para zafarse de su agarre, siguió gritando—. Eso es lo que dicen los cobardes para justificar que no están al lado de aquellos que aman. Pero yo sé la verdad. Permití que mi esposa se alejara porque pensaba que eso la haría más feliz y lo cierto es que solo fue una excusa, ella no me importaba lo suficiente. ¡Y ahora está muerta! Dejarla marchar es solo una señal de que se es demasiado débil para retenerla.
Él no podía estar más de acuerdo.
—Si quieres dejar marchar a Callie, que ella se entregue en cuerpo y alma a otro, yo no puedo evitarlo. Sin embargo, estás mintiéndote a ti mismo y te aseguro que nosotros no vamos a compartir tu fantasía. ¡Dinos ahora mismo dónde está London!
—Deja a Callie fuera de esto y tranquilízate —repuso Thorpe con frialdad.
Su amigo había tensado la mandíbula con tanta fuerza que le sorprendía que no se le partieran los dientes. Sin duda, desafiar a Thorpe hablándole de Callie no había sido una buena idea. A pesar de todo, que el dueño del club no quisiera ver la verdad aunque la tuviera delante de las narices, no significaba que él fuera hacer lo mismo.
Tras una década y media y miles de mujeres, por fin había conocido a alguien a quien quería de verdad. No pensaba dejarla escapar.
—Estamos furiosos contigo. Con ella seremos tan suaves y educados como bebés.
Thorpe puso los ojos en blanco.
—No voy a decíroslo. E, incluso aunque lo hiciera, ¿qué le diríais para hacerle cambiar de idea? No estaríamos en esta situación si ella confiara en vosotros. Ha huido porque no lo hace, y deberíais preguntaros el porqué.
Thorpe giró sobre sus talones y se dirigió a la puerta. Observó que no la cerró de golpe aunque estaba seguro de que era lo que quería, pero se limitó a un suave clic.
El silencio que siguió resonó como un triste gemido en su cabeza.
—Tiene razón —concluyó Javier, sonando casi derrotado—. Para ella solo soy un borracho. Incluso cuando la entrevisté estaba bebido. El primer día de trabajo acabé tan hecho polvo que tuvo que encargarse de mí. Y perdí el control la primera vez que me acosté con ella. ¿Por qué iba a confiar su cuerpo o su bienestar a alguien con tan poco autocontrol?
Una semana antes hubiera estado de acuerdo con su hermano. Ahogar su sentimiento de culpa en el vodka casi le había anulado y alejado de todos los que le amaban. Pero London le había hecho ver partes de sí mismo que no había querido reconocer antes.
—También es culpa mía. —Frunció el ceño y cerró el puño con fuerza, conteniendo el deseo de clavarlo en una pared—. Mi vida carecía de objetivos, así que me dediqué a follar sin control. Era lo único que sabía hacer bien. Tú solo has estado ahogándote en alcohol durante unos meses, sin embargo yo llevo media vida sumergiéndome en un coño tras otro. No sabía qué otra cosa hacer, nadie me necesitaba. —Se le llenaron los ojos de lágrimas; aquello era lo menos viril que le había pasado nunca, pero no podía retenerlo en su interior durante más tiempo. Exponer sus cicatrices no iba a traer de vuelta a London, pero al menos le ayudaría a superarlas y ser un hombre mejor—. Y tú menos que nadie. Vivía a tu sombra. Me he pasado años queriendo ser importante para ti, como cuando éramos niños, y, al no conseguirlo, me convertí en todo lo que tú despreciabas solo para ver si así te fijabas en mí.
Notó que a su hermano también se le llenaban los ojos de lágrimas.
—Compartir a London contigo… ha hecho que vea cómo el playboy millonario se convertía en otro hombre. He visto tu dolor. Lo compartía. No pude controlarme y me dejé llevar cada vez más por las responsabilidades hasta que no me importó nadie, hasta que no sentí nada… En especial después de casarme con Francesca. Sabía que no la amaba y ella también lo sabía, así que me oculté detrás de mi trabajo. Os dejé a ambos desatendidos. Ella pagó el precio por mi descuido, jamás hubiera estado con su asesino si me hubiera ocupado de ella como debía. No puedo cambiar eso, no podré arreglarlo nunca. Tengo que vivir con ello durante el resto de mi vida. Lo más fácil fue culparte a ti por no haberla entrenado, yo no podía aceptar la responsabilidad que me correspondía por haberla hecho infeliz. He sido despreciable. —Javier estiró el brazo y le puso la mano en el hombro—. Esta semana me ha enseñado lo importante que eres… para mí. Para London. Para la compañía. Siento todo lo ocurrido, en especial haberme mantenido alejado durante tanto tiempo.
—Disculpas aceptadas. —Abrazó a su hermano. Se estrecharon con fuerza sin poder contener las lágrimas. Se giró disimuladamente para enjugárselas, pero Javier tenía que haberlo visto—. Sé que tenías que contenerte cada vez que en las noticias de Los Angeles se hacían eco de mis escapadas y las diseccionaban con pelos y señales. Lamento haber hecho todo eso.
—Sí. —Vio que su hermano se secaba los ojos, antes de sonreír de oreja a oreja—. También acepto tus disculpas, pero estoy seguro de que tendrás que disculparte alguna vez más por ser un idiota.
Xander se rio, aquella broma aligeró su estado de ánimo y su corazón.
—Vete a la mierda.
Javier se dejó caer pesadamente en la silla que London había ocupado minutos antes y asintió con la cabeza.
—Sí, y bien puedes acompañarme.
El silencio resultante estaba lleno de gravedad. Habían confesado sus errores, pero London seguía ausente; ella seguía pensando que no era lo suficientemente perfecta para ellos y no confiaba en lo que le decían. Aquello era lo que más dolía.
London no necesitaba estar sola; tenía que convencerse de que la amaban.
Necesitaban mostrarle que los defectos que tenían eran menos graves porque su dulce espíritu y su amor les había cambiado.
—Tenemos otra opción —indicó Javier quedamente—. Podemos dejarla marchar y volver a ser los hombres que éramos…
—¡Jamás! —Él ya no quería seguir siendo un playboy. Se había sentido demasiado solo y miserable. A pesar de que se había tirado a miles de mujeres, no había intimado con ninguna hasta que conoció a London.
—Bien, eso es lo que yo pienso. Ahí mismo hay una botella, podría beber y olvidarme de todo durante un rato… pero mi necesidad por London no habrá desaparecido cuando se me pase la resaca. No puedo olvidarla.
Como había hecho con Francesca. Y él entendió perfectamente lo que quería decir. La soledad podía ser controlada e ignorada hasta que uno tenía algo realmente importante que impedía olvidarla.
—Estoy seguro de que podía ir en busca de Whitney y follarla de todas las maneras conocidas por el hombre durante las próximas horas. Y si con ella no fuera suficiente… hay más, pero no me interesa y eso decepcionaría a London. Necesita que seamos más fuertes para poder sanarla a ella; para que por fin pueda ser libre y entregarse por completo.
—Exacto.
—¿Qué hacemos? Si ella se ha marchado del Dominium, me parece una tontería que nos quedemos —señaló.
—¿Has intentado ponerte en contacto con ella?
—Su teléfono está en el hotel. Incluso aunque lo llevara encima, dudo que respondiera.
Javier asintió con la cabeza.
—¿Sabes por casualidad dónde vive Callie?
—No. Siempre consideré que Callie estaba fuera de mi alcance porque intuía lo que siente Thorpe por ella, aunque es demasiado terco para admitirlo. Además, Callie no es mi tipo; demasiado respondona. No respeta a su Amo, da igual quién sea. Seguramente el que tiene ahora está loco por sus ojos azules y sus curvas exuberantes y no se da cuenta de que va a hacerle perder la razón.
—Entonces, vámonos al hotel. Es posible que nos la encontremos allí, es donde están sus cosas. Y si quiere… bueno… sabe dónde encontrarnos cuando esté preparada para hablar.
En efecto. Y el hecho de que sus teléfonos siguieran mudos no contribuía precisamente a que mantuvieran la compostura. Estaba de un humor de perros y no volvería a estar bien hasta que tuviera a London entre sus brazos, entre él y Javier, y la hicieran sentirse amada.
Salieron del despacho de Thorpe y recogieron sus pertenencias en la mazmorra donde habían estado antes. Observó que el Amo de Callie y Thorpe discutían en una esquina. Se preguntó si su amigo no se daría cuenta de que aquella necesidad no correspondida y los celos incontenibles hacían que se comportara como un auténtico capullo.
Con Javier al lado, se sumergieron en la sofocante noche. Ignoró los más de treinta grados de temperatura a pesar de pasar de medianoche y contuvo la furia mientras se subía al coche y atravesaban la oscuridad de regreso al hotel.
Ni siquiera percibió la opulencia y elegancia del hotel Turtle Creek cuando entraron. Atravesó el vestíbulo en dirección a la suite. Sacó la tarjeta del bolsillo antes de llegar a la puerta y la pasó por la ranura. En el momento en que abrió, se dio cuenta de que la gabardina que London llevaba puesta cuando abandonó el club estaba encima de la cama tirada de cualquier manera, y en el suelo vio los zapatos.
Apretó los puños para contener la ansiedad y tocó la prenda. Todavía estaba caliente.
Sin embargo su ropa y el bolso no estaban por ningún lado.
—Se ha marchado —dijo Javier, rompiendo el horrible silencio mientras se pasaba la mano por la cara—. La presioné demasiado —añadió, aterrado.
Se sintió invadido por una enorme desolación.
—Tiene que deshacerse de eso que le lastima y preocupa. Tenemos que ayudarla.
—¿Cómo? No sabemos dónde ha ido. Dudo mucho que vaya a hacer caso de nuestras llamadas o aparezca por la oficina el lunes. No va a actuar como si no hubiera ocurrido nada.
Javier tenía razón.
—Lo único que sabemos es que no tiene motivos para regresar, pero tengo un truco para localizarla.
—¿De veras? —Su hermano parecía intrigado.
—Tuvo ciertos problemas con su cuenta de iCloud, así que le eché una mano. Me dio su correo electrónico y contraseña. Con eso puedo localizar el punto en el que está su iPhone. Sabremos dónde está. —Tras introducir algunos datos en su propio móvil, intentó localizar el dispositivo, pero la aplicación no lo conseguía. Maldijo entre dientes. Siguió intentando un par de veces. Nada—. ¡Maldita sea! Ha apagado el teléfono.
Con un pesado suspiro, Javier se sentó en una lujosa silla.
—¿Hay alguna manera más elocuente de decirnos que no quiere saber nada de nosotros?
No, pero eso no iba a ser el fin.
—Pues lo siento por ella. No pienso dejar que se recree en esa falta de confianza en sí misma. Pondría la mano en el fuego a que en este momento quiere rodearse de comodidades y personas familiares.
—Estoy de acuerdo. De alguna manera logrará regresar a Lafayette —aseguró Javier.
Asintió con la cabeza.
—Recojamos todo y marchémonos.
Su hermano comenzó a meter su ropa en la maleta sin orden ni concierto.
—¿Qué hacemos cuando la encontremos?
—La convenceremos de que nos morimos sin ella y de que jamás la dejaremos marchar.
Apenas había acabado de decirlo cuando sonó su móvil. Lo sacó con rapidez del bolsillo, rogando que fuera London la que estuviera al otro lado de la línea para decirles que les echaba de menos, que quería hablar… Lo que fuera. Cuando miró la pantalla se quedó paralizado.
—¿Quién es? —preguntó Javier.
—Alguien que contraté para que nos ayude en el tema de los accesos. Maynard estaba muy liado y este tipo está más capacitado. Estuvo en el ejército, en un cuerpo de élite. Se dedica sobre todo a investigar casos de espionaje industrial. Que llame en mitad de la noche no es buena señal. —Presionó la pantalla para responder—. ¿Qué pasa, Decker?
—Hola. He seguido el rastro de esos accesos desde Cancún y he dado con un hombre que responde al nombre de Albert Carlton. ¿Te suena de algo?
—De nada —repuso antes de mirar a su hermano—. ¿Conoces a un tal Albert Carlton?
—Sí. Es un empleado. Pertenece al departamento de investigación y desarrollo. Es uno de los esbirros de Sheppard, le sigue a todas partes como un perro en celo.
—¿Has oído eso? —preguntó a Decker.
—Sí. ¿Quién es Sheppard?
—El director del departamento.
Decker gruñó.
—Comienzan a encajar algunas cosas.
Quizá fuera así para el investigador, pero él estaba tan confuso como antes.
—Si es un empleado, ¿qué hace accediendo a información reservada desde México? ¿Está trabajando mientras disfruta de unas vacaciones?
—De ser como dices, sus vacaciones se han convertido en permanentes —ironizó Decker arrastrando las palabras.
—¿A qué te refieres?
—Fui allí a espiarle, pero solo encontré su cuerpo. Estoy convencido de que es el trabajo de un profesional.
—¿Un profesional? ¿Un asesino profesional? —Se pasó los dedos por el pelo—. ¿Estás seguro?
—Sí. Carlton no estaba en un hotel turístico, sino en una casa en mitad de un pueblo. Cualquiera achacaría el crimen a un robo o un tema de droga. Nadie le robó la cartera, el teléfono, las tarjetas, el pasaporte o la maleta llena de coca. La impresora, el fax y el ratón seguían en el escritorio. Sin embargo, faltaba el portátil. Sospecho que el asesino esperó a que anocheciera y Carlton abriera la ventana para que entrara la brisa; no había señales de lucha. Puso fin a la vida de Carlton antes de que el pobre infeliz supiera qué pasaba.
—¿Nadie escuchó los disparos?
—Dado que ese vecindario es frecuentado por muchos camellos, si alguien hubiera escuchado algo no lo diría. Además, Carlton no recibió un disparo; le estrangularon. La marca en el cuello es inequívoca, fue con una cuerda muy gruesa. El asesino es un tipo fuerte. Carlton murió rápidamente, no tuvo piedad de él.
Aquellas palabras le estremecieron. ¿Estrangulado? ¿Por un asesino a sueldo?
¿Con una cuerda gruesa? Así había muerto Francesca. ¿Cuántas posibilidades había de que se repitiera la historia?
—No todo son malas noticias —prosiguió Decker—. Investigué su teléfono. Encontré una lista de contraseñas. Tenía contratado un disco duro virtual, así que me hice con otro portátil y volqué en él los archivos de Carlton. En estos momentos debería de haber concluido la descarga, así que si me dejas un rato, podría decirte qué es lo que le mató.
—Suena bien —aseguró sin convicción. Parecía que el espionaje industrial iba dejando un rastro de cadáveres a cuenta de asesinos profesionales… Y de muertes por estrangulación.
Pero ¿qué conexión tenía eso con Francesca? Ella no sabía nada sobre la compañía, era algo que ni siquiera le importaba.
¡Joder! Ni Javier ni él necesitaban eso en ese momento. Ahora tenían que concentrarse en London, pero habían asesinado a un empleado y tenían que regresar a la ciudad lo antes posible para buscar respuestas a las preguntas. Le hizo señas a su hermano y recogieron juntos el equipaje antes de abandonar la habitación. Se acercaron al mozo, Javier le entregó el ticket correspondiente y esperaron impacientes que les llevaran el coche.
—Eres demasiado fantasioso —se rio Decker.
—Muy bien, mono peludo, ¿acaso no disparan los profesionales a sus víctimas?
—Es frecuente, pero no ocurre siempre. Pueden usar otros métodos si así consiguen que se callen. Y algunos tipos siguen un método… Como si fueran asesinos en serie o algo por el estilo.
Sin embargo, en un lugar donde nadie se extrañaría de escuchar un disparo, ¿por qué no asesinar a Carlton de un tiro? Era una forma mucho más segura de matar y quizá sería menos sospechoso si Francesca no hubiera muerto de la misma forma…
—¿Tomó la policía fotos de la escena del crimen antes de retirar el cuerpo de Carlton? —preguntó mientras el mozo llevaba el coche. Javier guardó el equipaje en el maletero al tiempo que él se sentaba detrás del volante.
—La policía mexicana todavía no había descubierto el crimen cuando yo me pasé por allí. No te preocupes, no dejé ninguna huella de mi paso, me ocupé de ello. Sin embargo, saqué algunas fotos con el móvil, por si acaso. Te las reenviaré.
—Gracias. —No podía evitar sospechar que lo que Carlton sabía fue la causa de su muerte. ¿Quién necesitaría quitárselo de en medio?
Al poco rato sonó un mensaje, pero no puso la llamada de Decker en espera para examinar las instantáneas mientras se alejaban a toda velocidad del hotel. Quería estudiar las fotos a fondo antes de mostrárselas a Javier. A menos que fuera necesario, prefería no enseñarle a su hermano imágenes de una estrangulación, no fuera a ser que volviera a perder la cordura. El alejamiento de su inclinación por el vodka era demasiado reciente.
Mantuvo el móvil pegado a la oreja mientras Decker tecleaba en el ordenador.
—Me pediste también que buscara cualquier relación de un tal Chad Brenner con todo esto, ¿verdad?
Xander apretó el móvil con fuerza.
—Sí. ¿Has encontrado algo?
—Un montón de cosas. —Su amigo guardó silencio durante largo rato—. ¿Estás preparado? Carlton trabajó para ti hasta el viernes pasado. Al parecer se dedicó durante años a sonsacar información a Sheppard en secreto y su intención fue siempre venderla al mejor postor. Qué conveniente que documentara todas estas gestiones; apuntó qué vendía, a quién y por cuánto. —Decker silbó por lo bajo—. No es de extrañar que renunciara al trabajo. Era muy rico.
—¿Qué pinta Chad Brenner en todo esto? Durante mucho tiempo, fue él quien desarrolló toda la nueva tecnología. Es un genio. Puede crear cualquier cosa, o mejorar las que ya están inventadas, así que dudo que le interesen nuestros secretos.
—Carlton intercambió un montón de correos electrónicos con alguien que se llama a sí mismo «La cara de la venganza». —Decker hizo un sonido de burla—. Parece el mote de un niño de sexto curso a punto de jugar al Call of Duty.
«Pues sí». Brenner había querido vengarse de Industrias S. I. desde que consideró que se habían apropiado de sus inventos y perdió la demanda. ¿Seguiría obsesionado en aquel empeño?
—¿Qué dicen esos correos?
—Carlton vendió información a este tipo, Cara de Venganza. —Se escuchó ruido de teclas mientras Decker investigaba las pruebas—. Pues hay todo tipo de información. Estuvieron en contacto durante dieciocho meses. Es información de tu compañía. La última venta está relacionada con algo llamado «Proyecto de Recuperación».
Eso explicaba perfectamente por qué sus competidores les habían ganado por la mano durante los últimos meses. Habían comprado su tecnología y la hacían pasar por propia.
—¡Joder! ¿Te haces una idea de lo que Cara de Venganza ha podido hacer con la información que compró? Uno de nuestros competidores ha anunciado un producto casi idéntico a uno de los nuestros… y no es la primera vez.
—Estoy leyéndolo ahora… —Tras otra larga pausa, Decker continuó—: Bueno, parece ser que Carlton tenía dudas sobre seguir haciendo negocios con Cara de Venganza y comenzó a investigarlo. Ha reunido información sobre la identidad de ese tipo. Tras indagar a fondo, llegó a la conclusión de que era Chad Brenner. ¿Es ése el competidor del que hablabas? ¿De United Velocity?
Decker era muy bueno, estaba dejándole muy impresionado.
—El mismo.
—Bueno, ¿sabes qué? El tal Brenner posee un montón de acciones de United Velocity, si nos fiamos de las investigaciones de Carlton.
«¿Sí?». Esa podía ser la información que necesitaban para probar finalmente que Brenner no había cejado en su venganza desde que los tribunales dieron la razón a Industrias S. I., cuando afirmaron que los productos sujetos a leyes de propiedad intelectual que desarrolló mientras trabajaba para ellos pertenecían a la compañía. Y como había sido incapaz de llevárselos consigo, estaba robando todo lo que la compañía diseñaba desde entonces y los vendía a sus competidores… Que tuviera acciones era una prueba más en su contra.
—Genial —su voz chorreaba ironía—. Pero ¿por qué matar a Carlton? Estoy suponiendo que Brenner tiene algo que ver en ello. Quizá supiera que andaba detrás de él.
—Quizá. Sin embargo, que Carlton hubiera abandonado la compañía quería decir que no iba a servir para sus propósitos en el futuro, por lo que no estaba de más deshacerse de un cabo suelto.
De hecho, sonaba perfecto.
—¿Algo más?
Decker siguió tecleando al otro lado de la línea. Una música horrible surgió del altavoz.
—¿Qué coño es eso? Suena peor que un karaoke. —Xander mantuvo alejado el aparato, pero la música siguió retumbando, invadiendo sus oídos y obligándole a esbozar una mueca.
—Este tipo era muy raro. Aquí hay un archivo de vídeo en el que está con una botella de ron en una mano mientras se filma cantando. Caray, tiene mal aspecto. —Decker se rio, pero la risa se interrumpió de golpe—. ¡Oh, Dios!
—¿Qué ocurre? —preguntó alerta.
—Este gilipollas se estaba filmando cuando el asesino entró en la habitación, con una cuerda entre las manos. Carlton le vio por la cámara, pero no le dio tiempo a nada. Cuando el asesino le rodeó el cuello con la cuerda, bajó la tapa del ordenador.
—¿Y aún así se grabó?
—Sí —afirmó Decker.
—¿La cámara logró captar la cara del asesino?
—Está en sombras, pero se adivinan algunos rasgos.
Aquella prueba podía usarse para solucionar aquel asesinato…
Y quizá para aclarar otro. ¿Se trataría del mismo tipo que había asesinado a Fran? Si era así, se preguntó una vez más qué relación había entre el espionaje industrial y una aburrida ama de casa. Si Brenner estaba detrás de todo eso, ¿qué esperaba obtener?
Venganza.
Se le aceleró el corazón. No quería llegar a conclusiones precipitadas, pero todos sus pensamientos —y esperanzas— volaban. Quizá eso lograría que Javier cerrara esa etapa de su vida.
—Envíame todo lo que encuentres, lo estudiaré en cuanto llegue.
—De acuerdo. Te llamaré si encuentro algo más; estoy seguro de que estamos en el buen camino. —Antes de que él pudiera agregar nada más, Decker colgó.
Suspiró. Tenía el vello de punta. El día había comenzado muy mal: London se había ido; tenía el corazón destrozado; Carlton había sido estrangulado… ¿Y ahora qué? Todo aquello no le gustaba nada. Se dedicó a estudiar las fotos que Decker había enviado del cuello de Carlton. Eso le gustó menos todavía.
Las marcas en el cuello de Carlton eran justo iguales que las que encontraron en la garganta de Francesca. Ver el vídeo del comienzo del asesinato del que fuera su empleado le hizo estremecer.
Miró a su hermano con el corazón en un puño.
Javier frunció el ceño.
—Parece como si hubieras visto un fantasma. ¿Qué ocurre?
No, no era un fantasma, sino algo peor.
—¿Reconoces la cara que se acerca a Carlton por su espalda? —Xander sostuvo el teléfono en alto, exhibiendo el fotograma en el que la víctima se daba cuenta de que había un extraño en casa y éste le ponía la cuerda alrededor del cuello. Era la mejor instantánea del asesino. En su cabeza correspondía exactamente con la cara del amante del Fran, su asesino, en aquella foto en el hotel de Aruba donde se la vio viva por última vez.
—Valjean, el asesino —espetó Javier antes de fruncir el ceño.
«Exacto». Apretó los labios y aceleró. Cada minuto que estaban en el coche era otro minuto desperdiciado.
Javier parecía afectado.
—Oh, Dios… ¿Es él quién mató a Carlton?
—Eso parece. —Dejó el teléfono en el regazo—. La pregunta es, ¿por qué? —Cuanto más lo pensaba, que Brenner se hubiera puesto en contacto con Carlton y que este fuera asesinado por el mismo tipo que mató a Francesca, parecía casi surrealista. La conexión debía de ser Brenner—. Dijiste que habías contratado a alguien para investigar la muerte de Fran, ¿verdad?
Javier asintió con la cabeza con expresión de horror.
—Un investigador privado. Se llama Nick Navarro.
—Llámale. Brenner tiene una vendetta personal contra nosotros. Utilizó a Carlton mientras le fue útil y luego pagó a alguien para que lo matara. ¿No te preguntas si es la primera vez que Brenner contrata a un asesino a sueldo?
London agradeció que Callie tuviera la amabilidad de acompañarla al Shreveport a pesar de la hora. La vio hablar varias veces con su Amo, un escocés con un marcado acento que resultaba muy sexy. Su jefe, Thorpe, también llamó. Le dio la impresión de que ambos se comportaban de una manera muy territorial. Clavó los ojos en su propio teléfono, que apagó en cuanto llegaron a la habitación del hotel; no estaba preparada para hablar con Xander o Javier. Le dirían que sus defectos no importaban; que había reaccionado de una manera excesiva, dejándose llevar por el pánico durante la escena. Y quizá fuera cierto.
Perderse todas las fases madurativas entre los quince y los veinticinco años hacía que a veces se sintiera confusa y asustada. Por un momento había llegado a creerse la fantasía de que podían aceptarla a pesar de las cicatrices, que la reclamarían; que podían amarla. Pero cuando llegó el momento de la verdad, no fue capaz de arriesgarse a ver en sus rostros la expresión de asco que había visto en la de Brian.
Ellos jamás habían mencionado el amor, fue ella quien lo creyó porque así lo quiso… porque les había entregado su corazón… Y no era real.
Ahora tenía que aceptar que Javier seguía estando demasiado atormentado por su pasado y Xander siempre había sido demasiado salvaje y mundano para ella. Había llegado el momento de alejarse antes de que hacerlo doliera demasiado. Alyssa había intentado advertirle… Pero claro, había tenido que llegar a sentir aquel terrible, miserable y doloroso pánico antes de convencerse de que no era la mujer adecuada para sanarlos o abrazarlos. El accidente había hecho que se sintiera extraña de muchas maneras; una chica asustada aprisionada en un cuerpo de mujer… Sin embargo, a lo largo de esa semana se había sentido normal. Y amada. Siempre se lo agradecería.
Se negó a ser una carga para Callie, a pesar de que la joven le repitió una y otra vez que no le importaba, así que se tragó el orgullo y llamó a su prima. Fue Luc quien, somnoliento, respondió al aparato, quién escuchó sus lágrimas y quién quedó en recogerla a medio camino entre Dallas y Lafayette. Cada kilómetro que la separaba de los hermanos Santiago hacía que la ardiente puñalada en su corazón doliera un poco más. Ahora casi quedaban solo las cenizas. Sabía que saldría adelante aunque jamás volvería a ser la misma.
—Estás muy callada —comentó Luc, a su lado.
—Gracias por venir a buscarme. Lo siento. Sé que no he sido nada oportuna.
—Ya te has disculpado dos veces. —Le brindó una sonrisa bajo el naciente sol matutino que iluminaba el parabrisas mientras se dirigían hacia el sureste—. Cuéntame qué pasó.
—No pasó nada.
—Eso es mentira —aseguró Luc—. Tienes que contarme qué te hicieron Xander y Javier. Es necesario que lo sepa para administrarles la cantidad adecuada de dolor antes de matarlos.
—¡No le veo la gracia!
Luc arqueó una ceja.
—¿Quién dice que estoy intentando ser gracioso?
Ella le miró furiosa antes de poner los ojos en blanco, sintiéndose casi como una adolescente hablando con su padre.
—No fue culpa suya.
—¿De veras? —Decir que su tono estaba siendo escéptico era quedarse corto—. ¿Son las almas inocentes de esta relación? ¿Te entregaron sus corazones y luego te exigieron demasiado y muy pronto?
Ella lo miró boquiabierta.
—¿Cómo sabes que…?
—Oh, venga… Podría escribir el guión de lo ocurrido sin usar demasiado la imaginación. Tú no tienes experiencia con los hombres, ¿verdad? —Al ver que ella negaba con la cabeza, prosiguió—: Y te sientes atraída por un niño rico y un borracho torturado.
—¡No digas eso! Son mucho más. Puede que se encuentren mal y…
—Ellos han obtenido lo que querían, por supuesto. Son tus primeros amores, lo entiendo. Has caído con todo el equipo, pero estás jugando en primera división y apenas te manejas en tercera regional. Esto solo puede acabar de una manera.
—Te equivocas. Soy yo la que fallé. Ellos han exigido mucho, sí. —Se sonrojó y se retorció en el asiento, segura de que Luc estaba leyendo entre líneas, pero continuó hablando—. También se han ocupado de mí en todos los aspectos, intentando que me sintiera bien conmigo misma. Lo que pasa es que no soy capaz de entregarme de la manera que ellos quieren. No puedo mostrarles mis cicatrices y ellos no lo aceptan.
—¿Porque son perfectos? —Él puso los ojos en blanco.
—Claro que no. Querían que confiara en ellos de una manera absoluta y no he podido. No podré hacerlo nunca. Se merecen ser felices y les amo lo suficiente para pensar que lo serán sin mí.
—¿A expensas de ti? ¿No crees que estás siendo un poco impulsiva? Lo lógico es que estés bastante abrumada por la velocidad a la que se ha desarrollado la relación. La confianza no se entrega de la noche a la mañana.
—Eso no cambia los hechos.
Él suspiró.
—He estado en contra de esta relación desde el principio, aunque no quise meterme. Eres adulta y necesitas experimentar con la vida, así que lo dejé pasar. Ya tienes suficientes problemas. Sin embargo, si los amas de verdad y estás segura de que es importante para ellos, deberíais sentaros a hablar sobre ello. Cariño, debido al accidente no has disfrutado de las relaciones fugaces que tienen otras mujeres y se aprende incluso de los errores. Ahora estás abrumada… lo que es comprensible; ellos están a años luz de ti en ese aspecto.
—Se merecen a alguien que se entregue por completo. Además, estoy segura de que es una estupidez pensar que podía manejar a uno, imagínate a dos. Quiero decir, a ti tampoco te funcionó con Deke y Kimber.
—¿Cómo sabes eso? —Luc apretó los dientes—. Sin embargo, las circunstancias eran diferentes. Deke no iba a superar sus problemas y yo no estaba dispuesto a ser su apoyo. Kimber no me amaba. Todo ha resultado bien. ¿Quieres más a Xander que a Javier, o viceversa?
—¡No! —La idea era absurda.
—De no ser por tus miedos, ¿querrías vivir con uno de ellos sin el otro?
De pronto supo a dónde quería ir Luc con aquella secuencia lógica.
—No. Y sé lo que me vas a decir, que debería pasar de mis cicatrices y arriesgarme. Ver si pueden aceptarme como soy. Pero ¿y si no lo hacen? No sé si sobreviviría, Luc. —Enterró la cara en las manos—. ¡Santo Dios!, cualquiera que me viera ahora me diría que estoy exagerando.
—Tienes razón. Algunas personas no lo entenderían, pero es evidente que no están dentro de tu cabeza y no saben a qué miedos tienes que enfrentarte. Espero que disfruten de sus vidas perfectas, el resto de nosotros no somos así.
Ella sonrió ante su sarcasmo.
—Bien, siempre es más fácil criticar, ¿verdad?
—Pues sí. A todos los efectos eres una cría con el cuerpo de una mujer y tienes que encontrarte a ti misma.
Y quería…
—A fin de cuentas, solo les perjudico si no puedo sobreponerme a mi ansiedad y confiar en ellos. Además, jamás dijeron que esto fuera algo serio. Javier me ha contratado durante cinco semanas, pero creo que he permitido que nuestra relación significara más de lo que en realidad significa. Prefiero dejarlo ahora a que me rompan el corazón.
Luc se mantuvo en silencio un buen rato.
—Si es eso lo que quieres en realidad, te apoyaré. Sin embargo, antes voy a confesarte algo: más de una vez me he preguntado si Lys puede seguir amándome a pesar de que es muy probable que no podamos tener más hijos. Dudar de ella sería lo más fácil y sus afirmaciones son solo palabras, ¿verdad? Se dicen y se disipan al instante. Pero así es el amor, ¿realmente quieres renunciar a él? Piénsalo. No tomes una decisión precipitada.
Ella suspiró, sus palabras penetraron lentamente su mente. Había algo de verdad en lo que él decía. Quizá debería hablar con ellos, o al menos pensar en hacerlo.
Pasaron en silencio el resto del trayecto hasta que el móvil de Luc comenzó a sonar después de las siete. Él la miró de reojo y ella estudió el número que aparecía en la pantalla. Xander. Se le detuvo el corazón.
—Te apuesto lo que quieras a que Lys le ha dicho que me llame, ¡maldita sea! —musitó él con cara de pocos amigos antes de responder—. Sí, está conmigo. Sí, está bien. Cariño, ¿quieres hablar con ellos?
Quería. Le dolía el alma por lo mucho que quería. Nada le haría sentir mejor que escuchar sus voces, pero todavía no había recuperado la calma. Quería estar preparada la próxima vez que hablara con ellos.
—Ahora no.
—Lo siento, chicos. Necesita más tiempo.
—¡Por favor!
Escuchó la frustración de Xander a través del teléfono y se estremeció. Si hablaba ahora con ellos, aunque solo fuera para decirles que no estaba enfadada y se sentía bien… Sería demasiado fácil dejar que la convencieran para que enterrara sus miedos y abrirles los brazos otra vez, pero ellos ya se habían topado una vez contra el muro de sus inseguridades y solo era cuestión de tiempo que se hartaran. ¿Acaso no le dolería más entonces tener que renunciar a ellos?
Luc la miró con impaciencia y ella negó con la cabeza.
—No quiere, Xander. Suplicarme no servirá de nada. Es solo una muchacha inocente que está madurando… No, no me hago ilusiones, imagino que ya no será tan inocente y que esa relación vuestra le ha producido un montón de problemas emocionales que ella está tratando de procesar… ¡Pues ármate de paciencia! Te llamará cuando esté preparada para hablar.
Luc siguió siendo bastante borde con Xander y, cuando colgó, ella supo que él no volvería a intentar ponerse en contacto con ella otra vez a través de su prima o su marido.
—Quería tener un amante, ¿sabes? —confesó con un graznido. Sintió la cara ardiendo, pero necesitaba hablar con alguien. Alyssa la confortaba, daba igual lo que le dijera. Sin embargo, Luc sería más sincero—. No quería estar viva, sino sentirme viva.
—El sexo no es vida.
—El sexo forma parte de la vida y he experimentado muy poco en la mía. Solo quería… Todo. Trabajo, amigos, independencia… Puedo decir que he disfrutado de todas esas cosas brevemente… Y ahora puedo añadir un corazón roto a la lista —bromeó.
Él suspiró y la miró con tanta comprensión que casi la hizo llorar.
—Cariño, disfrutarás de todas las experiencias que necesites. Tienes que entender que has perdido diez años y es duro ponerse al día. Hay una razón por la que los padres protegen a sus hijos adolescentes para que no experimenten todo demasiado rápido. —Cuando ella abrió la boca para objetar, él alzó una mano—. Ya sé que no eres una adolescente, si lo fueras, ahora estarías castigada sin salir. Pero quiero que entiendas que no todas las experiencias son buenas. Y que no siempre son fáciles. Ten paciencia y, mientras tanto… ¡Dios, no puedo creer que vaya a decir esto!… Quizá deberías tener paciencia con ellos. Si están llamándote a estas horas, es que les importas.
Seguramente era un buen consejo. ¿Podría ponerlo en práctica? Parecía tener tendencia a meterse en problemas con aquella inclinación a decir todo lo que le pasaba por la mente. Sin embargo, aquello era demasiado importante para apresurarse.
—Gracias. Agradezco lo que has hecho.
—Me alegro de oírlo. Puedes pagármelo quedándote ahora con Chloe mientras yo me vuelvo a la cama.
Al escucharle se puso tensa. No debería quedarse sola con una niña tan pequeña y Luc lo sabía, pero él estaría cerca y tenía que empezar a confiar en sí misma…
Quizá entonces comenzaría a confiar en los demás.
Ella se rio.
—Así que te toca a ti.
Llegaron a Lafayette a media mañana. Alyssa la abrazó en cuanto atravesó la puerta.
—Hablaremos cuando regrese a casa. Sobre lo que quieras y cuándo quieras.
Pero el comportamiento de su prima decía que llegaba tarde al trabajo, así que dio un paso atrás y la empujó al exterior.
—Vete, venga. Luc vuelve a la cama. Yo me ocupo de todo.
Alyssa sonrió. Su prima estaba muy guapa con aquella blusa negra, la falda color crema y los zapatos con tacón de aguja. Suspiró, envidiándola, cuando Luc y ella se besaron profundamente. El amor que sentían el uno por el otro era palpable. Luc había aceptado el horrible pasado de su prima y ella sus defectos. Compartían una existencia idílica, una casa maravillosa y una hermosa hija. En lugar de preguntarse si era suficiente con ello, aceptaban la vida como venía.
Quizá ella había reaccionado exageradamente con Xander y Javier al ser tan insistente sobre no enseñarles las marcas en su espalda. No, hoy no estaba preparada para ello, pero ¿y mañana?
Chloe la abrazó al tiempo que Alyssa desaparecía. Luc cerró con llave y se dirigió al dormitorio. Ella desayunó mientras observaba a la niña con una sonrisa en la cara. Intentó aclarar sus ideas.
Cuando Luc despertó unas horas después, se ocupó de su hija y ella aprovechó para encender el teléfono, por si acaso. Ignoró los mensajes de voz, el creciente número de llamadas perdidas y se metió el aparato en el bolsillo antes de coger las llaves para salir a pasear. Hacía mucho calor y pronto estaría sudando, pero tenía que conseguir andar esos cinco kilómetros de costumbre. Necesitaba paz y tranquilidad.
Paseó durante un rato, pasándose la mano por la frente para enjugar el sudor. Por fin se detuvo ante el edificio donde se encontraba el despacho que había compartido con Javier y Xander. Sintió una agridulce punzada en el pecho. Debería seguir caminando. Si quería mantener la cabeza clara, estar en el lugar donde había sido seducida en cuerpo, alma y corazón por los hombres que amaba no era lo más inteligente. Pero tampoco era lo suficientemente fuerte para resistir la tentación.
Entró en el vestíbulo gracias a la llave que llevaba consigo y llamó al ascensor con dedos temblorosos. Luego procedió a entrar en la oficina con la otra llave que le había dado Javier.
La estancia estaba oscura y comenzó a encender las luces.
Antes de que pudiera darse cuenta de que había un extraño, un duro cuerpo apareció a su espalda y la empujó. Ella trastabilló para recuperar el equilibrio y él aprovechó para cerrar la puerta. El intruso —era un hombre, si se fiaba de su fuerza— la agarró del brazo y tiró. Ella le miró por encima del hombro al tiempo que él le cubría la boca con una mano enguantada.
Con el corazón acelerado, estudió unos fríos ojos oscuros. No necesitó más para darse cuenta de que era un depredador de los peores. Ese hombre no tenía alma.
—Cariño, lo siento —masculló él con acento francés.
London no comprendió su disculpa hasta que le vio alzar las manos con una cuerda tirante entre ellas y la acercó a su cuello.