Capítulo 10

Acababan de dar las tres cuando Xander le dijo a London que apagara el portátil y se fuera a la cama. Le hubiera gustado acostarse a su lado y presionar aquellas cálidas curvas contra su cuerpo, pero parecía exhausta. Después de echarle una mano durante las últimas seis horas, mientras ella trabajaba con increíble diligencia e intuición en el informe anual, para que la Junta Directiva y los empleados tuvieran una visión perfecta de en qué punto se hallaba la compañía —demostrando lo capaz que era—, London necesitaba descansar. Él había respondido a sus preguntas, debatiendo qué debía exponer y cómo hacerlo, pero había sido ella la que eligió las palabras adecuadas. Su eficacia le había dejado muy sorprendido.

Él siguió en pie otra hora más, estudiando los resultados y las escasas cifras que había recibido del departamento administrativo. Aquello era deprimente. Las acciones habían perdido el veinte por ciento de su valor y los pedidos también habían descendido. Sus competidores les habían puesto la zancadilla en varias ocasiones a lo largo del último año, mientras Javier ahogaba en alcohol sus penas y la sensación de culpa. Gracias a Dios, la venta de todo lo referente a la avanzada tecnología láser había salido adelante, permitiéndoles mantenerse a flote. Sin embargo, después de lo que había visto esa noche, tenía muy claras algunas cosas y pronto pondría a su hermano al corriente.

Habiéndose acostado a las cuatro de la madrugada, no le sentó demasiado bien que alguien comenzara a golpear la puerta unos minutos antes de las siete y pulsara insistentemente el timbre al ver que nadie respondía. «¿Qué cojones…?».

Se levantó y atravesó el pasillo, tambaleándose, hasta la puerta principal.

Esperaba que al imbécil que había tenido la brillante idea de despertarle no le molestara que atendiera a la puerta en calzoncillos, aunque a él le importaba muy poco lo que opinara quien fuera.

Abrió la puerta con cara de pocos amigos. No sabía a quién esperaba encontrar al otro lado, si a un vecino curioso, al repartidor del periódico o a un espía industrial, pero se equivocó por completo.

—¡Logan! —El ceño fruncido se transformó en una sonrisa—. Hombre, me alegro de verte.

Logan Edgington entró en la casa y ambos amigos intercambiaron un apretón de manos y una palmada en el hombro, que acabó convirtiéndose en un abrazo.

—¿Cuándo has llegado? —preguntó Xander, dando un paso atrás e indicándole que pasara antes de cerrar la puerta.

—Ayer por la noche. Por fin. ¡Hogar, dulce hogar! Me alegró saber por Tara que estabas en Lafayette.

—¿Qué te trae por aquí? ¿O solo has venido a ver a tu viejo amigo?

—Ya quisieras… —Logan puso los ojos en blanco—. Le dije a Tyler que me encargaría del entrenamiento de Javier esta mañana. Del tenía trabajo y él debía ocuparse de los niños. ¿Qué tal está tu hermano?

—Pues prácticamente igual que en el último correo electrónico que te envié. —Se encogió de hombros—. Vamos día a día, ¿sabes?

Logan asintió con la cabeza.

—Sí, claro. Tampoco tú pareces estar demasiado bien.

—Solo he dormido tres horas, sádico bastardo. ¿Es que no sabes dormir cuando estás en casa?

Su amigo se rio y él puso los ojos en blanco.

—Si fuera un buen tipo, te dejaría volver a la cama y regresaría más tarde. Pero no lo soy, así que tienes que hablar conmigo ahora. ¿Por qué no te vistes? Mientras tanto, haré café.

En otras circunstancias hubiera mandado a Logan a la mierda. Sin embargo, hacía meses que no le veía y podía sacrificar unas horas de sueño para hablar con él.

—De acuerdo. —Se dirigió al dormitorio e hizo lo que Logan, había sugerido.

Aprovechó también para cepillarse los dientes, antes de ponerse los mismos pantalones del día anterior y regresar a la cocina.

—Joder, cómo alegro de verte. ¿Cuántos días tienes de permiso? —le preguntó al entrar en la cocina.

—En teoría, dos semanas. —Logan vaciló—. Aunque mi idea es presentar la renuncia.

—¿Cómo? —Parpadeó. Logan formaba parte de los SEALs desde antes de conocerlo. Hasta que se casó, hacía ya dos años, había vivido, comido y dormido por los SEALs. Aquella era su razón de ser—. No me digas que te has ablandado —bromeó. Lo cierto es que no entendía lo que pasaba por la mente de Logan.

—Tara está embarazada.

La sorpresa fue como un golpe. Sin duda no debería estar tan sorprendido; Logan estaba enamorado hasta las trancas de su pelirroja esposa y así había sido desde que la conoció en el instituto. Era cuestión de tiempo que comenzaran a tener hijos.

Lo que más le sorprendió fue, sin duda, que tras el impacto inicial fueron celos lo que atravesó sus venas como raudos relámpagos. Logan poseía todo lo que él quería tener: amor, compromiso, familia y buenos amigos, y ahora un hijo en camino. Era posible que su amigo no tuviera demasiado dinero, pero él mismo era la prueba viviente de que por muchos millones que se tuvieran, no se podían comprar las cosas más valiosas de la vida.

—¡Felicidades, hombre! —Le dio una palmada en la espalda—. Deberías mostrar más entusiasmo.

Su amigo asintió con agrado, pero mostraba una expresión pensativa.

—Sí. Tara no me ha pedido que deje el cuerpo, pero no quiero que críe sola a nuestros hijos. Mi madre lo hizo y lo pasó fatal. Tampoco quiero regresar a casa en una caja de pino; ella me necesita ahora. Ya he cumplido treinta años, me siento demasiado viejo para jugar a la guerra.

Él le miró sin añadir nada, dándole la razón en silencio.

—¿Y qué sientes al renunciar a tu carrera? Siempre he pensado que acabarías siendo oficial de la Marina.

Logan respiró hondo, procesando sus palabras.

—Aunque sabía que este día llegaría, me siento un poco triste. Me gusta servir a mi país, es algo de lo que siempre estaré orgulloso. Sin embargo, creo que es lo mejor. Es el momento justo. Un poco antes de volver a estar con Tara, prolongaron mi comisión durante dos años porque… ¿Quién no piensa que Afganistán es el paraíso? —Puso los ojos en blanco—. Así que, en teoría, podría ser un hombre libre dentro de pocas semanas y buscarme un trabajo en la vida civil.

No parecía demasiado ilusionado.

—Te gusta vivir al límite. El chute de adrenalina…

—Me encanta, pero quiero más a Tara. —Su suspiro decía más que sus palabras—. Seré padre en enero —repitió con una sonrisa de medio lado—, tengo el presentimiento de que ésa será toda una aventura.

—Sin duda. —Últimamente todo el mundo parecía considerar la vida una aventura, incluso él mismo.

—¿Dónde está tu hermano? Me gustaría trabajar con él a fondo, presionarlo hasta el límite.

—Está en cama. Si Dios existe, tendrá una buena resaca.

Logan le miró con el ceño fruncido.

—¿Sigue bebiendo hasta caer inconsciente?

—Sí —confirmó con tristeza—. No sé qué hacer para detenerle.

London apareció en ese momento por la puerta de la cocina con el pálido pelo envolviéndole como una nube los hombros y la espalda; un dulce revoltijo que acababa de despertar. La ceñida camiseta de color rosa que había usado para dormir hizo que se pusiera duro otra vez y, aunque no llevaba una gota de maquillaje ni ninguna prenda que pudiera ser considerada sexy, se moría por tocarla.

Ella se detuvo al verlos sentados a la mesa.

—Buenos días. Hola, Logan.

Incluso le excitaba el leve sonrojo que inundaba poco a poco sus mejillas. Le gustaría proporcionarle algo que la hiciera ruborizarse de verdad. Se preguntó qué diría ella si supiera que cuando por fin decidió acostarse la noche anterior, tuvo que masturbarse en el baño para no colarse en su dormitorio, desnudarla y follarla.

—Hola, London —repuso Logan.

Ella le brindó una pequeña sonrisa.

—Me alegro de verte.

—Sí, yo también. ¿Qué tal va todo, guapa?

—Bien. En realidad mucho mejor —repuso ella—. ¿Qué tal tú?

—Genial.

—Qué bien que estés en casa. —Su voz flotó en la estancia mientras se dirigía a la cafetera.

Logan aprovechó el momento para lanzarle a él una mirada penetrante al tiempo que arqueaba la ceja. Parecía preguntarle si se había acostado con ella.

Ella se sirvió una taza de café antes de sonreírles con timidez mientras se retorcía el pelo.

—Voy a ver si Javier está despierto. Deberíamos contarle lo que ocurrió ayer por la noche.

Dicho eso, salió de la cocina. Aún no había desaparecido de su vista cuando Logan le lanzó otra mirada inquisitiva.

—¿Qué ocurrió anoche? ¿Estás tomándome el pelo? —susurró Logan furioso—. ¿La prima de Alyssa? Ésa es una mala idea. Ella es una chica inocente, no está preparada para seguirte el juego.

Sería fácil acallar a Logan diciéndole la verdad.

—Tranquilo, no me he acostado con ella. Y no será porque no lo haya deseado.

—Estoy dispuesto a apostar lo que sea a que todavía es virgen.

Xander asintió con la cabeza.

—Estoy dándole el tiempo y el espacio que necesita.

—Lo que deberías es guardar las distancias. Sabes que te considero un hermano, pero London necesita a alguien que se preocupe por ella, que esté a su lado a largo plazo y…

—Creo que me he enamorado de ella.

—Qué cabronazo… —Logan se movió inquieto—. ¿Alguna vez habías pensado eso de cualquier otra mujer?

—No. —Tragó saliva al darse cuenta de la manera en que había desperdiciado su vida. Fue como tragar un nudo de pena—. Lo cierto es que ella no se fía demasiado de mí. Javier consideró que debía decirle mi cifra…

—¡Ay! —Logan hizo una mueca—. ¿Acaso tú sabes exactamente cuál es tu cifra?

—No, ni siquiera aproximadamente. —Se encogió de hombros—. Pero London es distinta. Tiene un corazón de oro; le importa la gente que la rodea; es una mujer real. Y sé que le gusto, pero… —¿Cómo demonios abordar lo que seguía? ¿Quién iba a creerse que un hombre como él había conocido a la mujer sin la que estaba seguro que no podría vivir y que daba la casualidad de que ella se sentía más atraída por su hermano?—. Creo que siente algo por Javier. Incluso pensarlo me resulta doloroso. Sí, vale, si me diera puerta sobreviviría, pero me dolería más de lo que puedas imaginar.

—¡Joder! Así que no se trata solo de que sus tetas te hayan nublado el juicio, ¿verdad?

—No —sonrió de oreja a oreja—. Pero reconozco que son únicas.

—Capullo…

Xander se encogió de hombros.

—No he vuelto a acostarme con otra mujer desde que la conocí. Aunque sí, hace solo unos días.

—Viniendo de ti, es toda una hazaña.

—En efecto. Eso debería indicarte lo serio que es esto.

Logan tomó un trago de café mientras meditaba sobre la situación.

—Entonces… ¿piensas que va a elegir a Javier?

—Hay muchas posibilidades —repuso sin apartar la vista del oscuro líquido que llenaba la taza. Olía bien, pero le sabía a ceniza. Lanzó una mirada al dormitorio principal; la puerta seguía cerrada. La certeza de que ella elegiría a su hermano y de que había sido la propia London la que había cerrado la puerta le molestó sobremanera.

—¿Qué vas a hacer?

Se encogió de hombros.

—No lo sé. Luc me ha aconsejado que la compartamos.

—¿Y sabe Alyssa que su marido te ha dado esa idea?

No pudo evitarlo, se rio.

—No. Estoy seguro de que si lo supiera le clavaría uno de sus tacones de aguja en el culo.

—Es posible. —Logan ladeó la cabeza y le miró fijamente—. ¿Y tú qué opinas? ¿Crees que podrías compartirla con Javier? Da la impresión de que estás muy celoso.

Y en cierta manera lo estaba. La idea de que London solo amara a Javier le mataba; era como si alguien le hubiera clavado un puñal en el corazón y lo retorciera. Sin embargo, ella sería buena para su hermano. Morgan había sugerido que Javier necesitaba cerca a alguien que significara algo para él y London podía ser esa persona, pero no sabía si podría renunciar a ella. Se imaginó a su hermano besándola y se introdujo en la escena, observándolos mientras lo hacían… antes de acariciar las curvilíneas nalgas de London, de lamerle el cuello y susurrarle en el oído. En su fantasía, ella también le besaba a él.

Le pareció que explotaría de excitación.

—¿Sabes? Es posible que me guste. —Entonces regresó a la realidad y suspiró—. ¿Te imaginas pedirle a una virgen que se preste a participar en un trío? Tendría que ser ella la que quisiera. ¿De verdad querría liarse con dos hombres a la vez? Un playboy confeso y un alcohólico. Sería demasiado para ella…

—Si siente algo por los dos, intentará que funcione. La única pregunta importante es, ¿será lo suficientemente fuerte?

—Sí. —En ese sentido no tenía dudas. London podía tener inclinaciones sumisas, pero los había puesto en su lugar cuando fue necesario. Tenía carácter.

Permanecieron en silencio durante unos minutos. Supo que su amigo tenía muchas preocupaciones en la cabeza; el próximo año iba a ser, sin duda, el más importante de su vida. Por un lado recibiría la mayor bendición de su existencia y por otro debería adaptarse al cambio que se produciría en su carrera. Logan lo sopesaría todo con minuciosidad antes de dar un paso en cualquier sentido.

London salió en ese momento del dormitorio y lo miró titubeante. Cuando sus ojos se encontraron con los de ella, fue como si le diera un calambrazo que hiciera crepitar su piel. Ella pasó junto a él de camino a la cafetera y notó que se recreaba en su torso desnudo antes de apartar la vista.

No pudo contenerse. La cogió por el brazo y la obligó a girarse para que le mirara. Ella no se resistió. Cuando él le enmarcó la cara entre las manos, se tensó pero no intentó zafarse, limitándose a mirarle con aquellos hermosos ojos azules.

—¿Has dormido bien, belleza?

Ella se relajó.

—Sí, estaba muy cansada. Podría haber seguido durmiendo si no fuera por… —Lanzó a Logan una mirada airada antes de volver a clavar la mirada en él—. ¿Y tú?

—No demasiado bien, pero da igual.

Ella frunció el ceño, y él observó ensimismado cómo se movían las pálidas cejas.

La vio acercarse más.

—¿Estás preocupado por Javier?

Entre otras cosas.

—Un poco. Estaba durmiendo, ¿verdad?

Ella asintió con la cabeza.

—Le he despertado para ofrecerle una taza de café. Debería reunirse con nosotros en breve, así podremos ponerle al día sobre Maynard y todo lo que hemos descubierto.

Deseó que ella hubiera esperado un poco más, pero comprendía su necesidad de ser franca con su jefe; con el hombre por el que empezaba a desarrollar fuertes sentimientos.

—Es un buen plan. Se lo explicaremos juntos.

—Es posible que no le guste lo que oiga, aunque sea lo más correcto. Gracias. —Le brindó una sonrisa.

Él la besó en la frente antes de dejarla marchar con un suspiro. Era necesario por ahora. Afortunadamente ella no se alejó demasiado y pudo seguir embriagándose con su aroma natural a flores y cítricos. El leve matiz a jazmín era en ese momento más fuerte y le excitaba como nada. Tuvo que inclinarse contra la encimera, fingiendo estudiar el café, para ocultar su erección.

La vio señalar el pasillo.

—Me voy a la ducha. Logan, si ya no estás cuando salga, dale recuerdos a Tara.

—De tu parte. —Logan le brindó una amplia sonrisa.

La vieron alejarse por el pasillo hasta su dormitorio, donde recogió algunas cosas antes de desaparecer en el cuarto de baño del fondo. En el momento en que escucharon correr el agua, él cerró los ojos. Imaginaba con facilidad a London, desnuda bajo el chorro de agua que recorrería su pálida piel cuando metiera debajo la cabeza, recorriéndose el cuerpo con las manos.

—Estás jodido —observó Logan.

Suspiró. ¿Para qué mentir?

—Sí. Pero también lo está Javier.

—¿En serio piensas que podrías compartir a London con él?

—Sí, podría… En especial si eso es lo que necesita ella. La pregunta es, ¿podría él? A mi hermano jamás se le ha dado bien compartir. Sin ir más lejos, fíjate en la compañía… Es nuestra herencia, pero tengo suerte si me invitan a la fiesta de Navidad.

—Lo sé. —Logan vaciló antes de mirarle fijamente—. Estoy pensando en qué me contaste de cuando erais niños. Javier y tú compartíais dormitorio. Entonces os llevabais muy bien, ¿lo recuerdas?

Claro que lo recordaba. A menudo habían fingido irse a la cama para pasarse algunas horas jugando con los Hot Wheels y los camiones. Sus niñeras habían llegado a comentar con sorpresa lo mucho que les extrañaba que los dos niños estuvieran encantados de acostarse tan pronto. Pero una vez que su padre descubrió que usaban las horas de descanso para jugar, los separó, castigó a Javier por su falta de responsabilidad y le aleccionó sobre cuál debía ser su comportamiento. Su hermano tenía entonces diez años. Después de eso, su carácter se había endurecido y la relación no había vuelto a ser la misma.

—Por supuesto. ¿Qué quieres decir con eso?

—Me comentaste que fue la época más feliz de tu vida.

Entonces, Javier se preocupaba por él. Estaban en el mismo bando; se habían unido en pos de una pasión y un secreto común.

De inmediato supo adonde quería llegar Logan con aquella lógica.

—Y lo fue. Sin embargo, no sé cuáles son los sentimientos de Javier al respecto. Sé que la desea. Incluso es posible que la necesite. Es posible que haya encontrado en ella una razón para dejar de beber y recuperar su vida.

—No veo nada malo en ello.

Expresar en palabras aquellas ideas le daba miedo, pero siguió adelante. Logan era un buen juez, y él había notado que se estaba quedando sin tiempo antes de que comenzara a ocurrir algo entre Javier y London. Fuera lo que fuera, estaba a punto de estallar. Si quería formar parte de ello, tenía que decidirse ya.

—Lo peor es que si London le ama y no está enamorada de mí…

—Te quedarás fuera de juego y te va a doler.

Frunció el ceño mientras estudiaba el café.

—Sí.

—Sin embargo, si no haces nada, acabará eligiendo a Javier. Es cierto que en estos momentos es un hombre destrozado, pero es más seguro. Tú le das miedo.

—¿Miedo? —Se extrañó—. Jamás le haré daño.

—No me refiero a eso. —Logan puso los ojos en blanco—. Piénsalo, tío. Ella te mira como algo precioso que no puede permitirse. Te desea, aunque le asusta tu considerable experiencia, sobre todo porque ella no tiene ninguna. Realmente acojonaría a cualquiera.

Ella había dejado caer algo al respecto y él no la había escuchado. Jamás había considerado la situación desde esa perspectiva. Lo cierto es que él también estaba un poco acojonado. Tratar con una virgen era nuevo para él, y que se tratara de una mujer que le importara tanto, era todavía más novedoso. Follar por follar… Podría hacerlo durante toda la noche, y lo había hecho. ¿Usar su cuerpo y sus caricias para decirle a London que era diferente para él, sin desequilibrar a su hermano?

Jodidamente difícil.

Pero era su única oportunidad.

—Tienes razón, creo que me has dado buenos consejos. ¿Te importa si te pido que seas un buen amigo y te esfumes? Javier va a perderse su entrenamiento personal esta mañana.

Logan se rio.

—No hay problema. Tara te lo agradecerá, seguro. Me dijo que ayer tuvo las primeras náuseas y se ha quedado durmiendo cuando salí. Se alegrará de verme de vuelta. Me largo… Ya me cuentas más tarde.

—Gracias por todo. Necesitaba hablar con alguien. —Tomó lo que quedaba de café en su taza.

Tras darle una palmada en el hombro, Logan dejó el recipiente vacío en el fregadero.

—Buena suerte, tío. En serio, me gusta verte colgado por alguien, para variar. Por lo general todo el mundo te considera un capullo antes de conocerte, pero esta chica te ha ablandado.

—Vaya… No te dejes nada dentro, ¿eh? —Puso los ojos en blanco antes de escoltar a Logan a la puerta.

—Somos demasiado amigos para andarnos con rodeos. Siempre te diré las cosas a la cara. Espero que tú hagas lo mismo.

Él asintió con la cabeza.

—Tienes razón. Y aunque no me has pedido consejo, voy a dártelo de todas maneras. Vuelve a casa; ser un SEAL es estupendo cuando eres joven y sin familia, es como cuando se ansía ser astronauta o piloto de carreras cuando eres crío, pero al crecer te das cuenta de la realidad.

—Sí. El mundo puede ser un sitio peligroso y odio que Tara se preocupe tanto. No me dice nada; me mira y sonríe antes de abrazarme. Le gusta tenerme en casa. Una vez, justo cuando me iba a una misión, me quedé parado frente a la puerta después de que ella la cerrara y la escuché llorar. Me destrozó. Y me resultará todavía más duro cuando la familia crezca.

—Me da la impresión de que ya has tomado una decisión.

—Eso creo. Como tú, también estoy preocupado por mi hermano. Hunter se reincorporó hace poco a la vida civil y lo está llevando bastante bien. Sin embargo, me doy cuenta de que todavía está… acostumbrándose. —Suspiró—. Dudo que tenga problemas, pero creo que su transición, y la mía, serán más fáciles si las hacemos juntos.

Vio la relación. A Javier y a él les unía una mujer, no el deber a la patria. No le daría la espalda a su hermano.

Logan y él se despidieron con la promesa de reunirse pronto para tomar una cerveza. Cuando cerró la puerta, respiró hondo.

Había llegado el momento de cambiar su vida.

Cuando regresó a la cocina, London estaba allí, con el pelo húmedo, unos pantalones de pinzas de color rosa y una camiseta. En el mismo momento que entró, le asaltó su femenino aroma. Su esencia, el pensar en estar tan cerca, le excitaba a más no poder.

La vio preparar tostadas y fruta, que puso en una bandeja junto con otra taza de café y un buen vaso de agua. Observó que al lado de la comida había colocado la carpetilla que contenía la información que Maynard les había facilitado. La vio fruncir el ceño antes de dirigirse a toda prisa a su dormitorio, de donde regresó con una bolsa de farmacia. Rebuscó en el interior hasta encontrar dos comprimidos de ibuprofeno y unas gafas de presbicia que colocó junto al plato.

Él hizo un gesto.

—¿El desayuno?

—Javier tendrá hambre, apenas cenó. He pensado que si come algo, quizá le cueste menos asimilar la decisión que tomamos anoche por él.

—¿Y todo lo demás?

Ella suspiró.

—Ayer, cuando llegó el señor Navarro, Javier me ordenó salir de la oficina. Aquella reunión me pareció muy tensa y tenía escrita la palabra desastre. No me llevó mucho tiempo tomarme el almuerzo, así que fui a la farmacia a comprar ibuprofeno para una más que probable resaca. Por otro lado, tiene problemas para leer los documentos con letra pequeña y no quiere ir al oculista, así que compré unas gafas a ver si le ayudan.

Xander sonrió de oreja a oreja. Aquella chica estaba tan enamorada de su hermano que buscaba la mejor manera de simplificarle la vida. Poco pensaba ella que él también tenía algunas ideas al respecto.

Pero todavía tenía que hacer una pequeña comprobación.

Se acercó a ella sigilosamente, le puso las manos en los hombros y la pegó a su cuerpo.

—Eres demasiado buena, belleza. Además de hermosa, amable y maravillosa. ¿Estás tratando de que los dos nos enamoremos de ti?

Ella contuvo el aliento como si la hubiera acusado de hacer algo terrible, como si la idea la sorprendiera.

—No, de veras. Es solo que… Javier necesita una amiga.

—A ti te importa más que lo que le importaría a una simple amiga. —No preguntó, no era necesario.

—No. —A sus palabras les faltaba convicción. Se sonrojó y apartó la mirada—. No sé qué decirte.

—Estás interesada en Javier. Es evidente. —La apretó con fuerza cuando ella intentó alejarse—. Sin embargo, no eres el tipo de chica que me habría dejado comer ese dulce coñito si yo no te gustara también.

—¡Xander! —Le apartó las manos de los hombros al tiempo que su rostro adquiría un profundo tono rojo.

Él se rio.

—¿Me equivoco?

—Eso ha sido… muy poco delicado.

Seguramente, aunque tampoco le importaba. Volvió a ponerle las manos en los hombros y la arrinconó contra la encimera, enjaulándola entre sus brazos.

Apoyándose contra su cuerpo, le hizo saber lo duro que le ponía. Notó que ella se ablandaba al instante, que se le erizaban los pezones. Pero parecía conmocionada.

Xander introdujo una mano entre ambos y le apresó un pecho para frotarle el pezón hasta que ella cerró los ojos y gimió. Se sintió victorioso. Era posible que no estuviera enamorada de él todavía, aunque por el momento se conformaría con el deseo.

—Y sin embargo es cierto, belleza. Cuando te dejas llevar por la pasión, estás todavía más hermosa. Me excita que me desees.

Ella encorvó los hombros y apartó la cara, avergonzada.

—¿Qué me ocurre?

—Nada en absoluto. Ve a llevarle a mi hermano el desayuno. Me reuniré con vosotros dentro de unos minutos.

Ella le miró de reojo. Fue como si hubiera recibido una indulgencia temporal.

Cogió la bandeja con rapidez y salió disparada hacia el dormitorio principal.

Silbando feliz, él fue hasta el coche para recoger algunos artículos esenciales.

Luego se metió en la ducha para lavarse, envolvió sus caderas con una toalla y sacó dos condones de la cartera. Por fin, atravesó la casa para reunirse con las dos personas más importantes de su vida.

London llevó la bandeja con manos temblorosas y empujó la puerta del dormitorio de Javier con la cadera. Todavía seguía pensando en lo ocurrido en la cocina con Xander. Él sabía que ella sentía algo por ambos. ¡Santo Dios!, apenas podía enfrentarse a ese hecho. Y qué decir sobre qué hacer. Si fuera lista, evitaría aquella situación. Necesitaba el trabajo, así que tendría que mantener una relación estrictamente laboral con Javier. Pero además, debería dejar de ver a Xander. Lo mejor sería que dejara aquella bandeja en algún sitio, hiciera el equipaje y llamara a Luc para que fuera a buscarla. Tenía que volver a la rutina.

Pero su vida normal no la hacía feliz. Lo cierto es que ni siquiera podía decirse que viviera. Tampoco podía limitarse a abandonar sin más a los hermanos Santiago; los dos sufrían y necesitaban la ayuda que pudiera darles. Sin ella como árbitro, posiblemente su relación se rompería definitivamente. El orgullo era un muro entre ambos. Si se marchaba, ¿cómo les haría entender que podían ayudarse el uno al otro?

Al verla, Javier se sentó en la cama con una sonrisa. Se había duchado, aunque luego se había vuelto a tumbar en la cama tras ponerse una camiseta negra y unos pantalones de chándal grises.

—Habría ido yo a la cocina.

Ella depositó la bandeja sobre su regazo y se sentó en el borde de la cama, a su lado.

—Lo sé. Pero quería hablar contigo antes. Come.

Javier sonrió como si le divirtiera que fuera tan mandona. Le vio tomar un trozo de fruta mientras pensaba que se alegraba de que sonriera y comiera, que pareciera despreocupado a pesar de lo ocurrido el día anterior. Le gustaba que hiciera algo que no fuera derrumbarse y autodestruirse.

—Pareces nerviosa. ¿Qué has hecho?

Aunque parecía que Javier bromeaba con ella, no pudo evitar una mueca.

—No te enfades, pero…

—Si empiezas así, casi seguro que me enfado.

Ella suspiró. Santo Dios, mejor decirlo de una vez.

—Xander me ayudó ayer por la noche con los proyectos que me diste. Sé que no es lo que querías…

—¿Y luego te desnudó y te puso sobre el escritorio?

Le miró boquiabierta.

—¡No!

Xander y ella habían estado trabajando. No importaba que le hubiera mirado incontables veces por encima de la mesa pensando que era guapísimo, que se sentía deseable cuando él estaba cerca y que había caído víctima de su encanto. Más de una vez se preguntó qué pasaría si dejaban de trabajar y se besaban…

—¿De verdad?

—De verdad —repuso—. Xander me ayudó con Maynard y evaluó acertadamente el asunto de los accesos a las bases de datos. Tenemos un plan y creo que ha sido de una ayuda inestimable para decidir qué hacer. Te lo explicaré al detalle cuando estés menos sarcástico. —Se levantó y le miró furiosa—. Se comportó como un perfecto caballero. Y la verdad, mi vida personal no es asunto tuyo. Eres mi jefe, no mi padre.

Se dio la vuelta y caminó deprisa hacia la puerta. Algunas veces Javier era tan terco que solo provocaba que quisiera gritar.

—¡Quieta! —ordenó Javier.

Ella se detuvo. No era su intención obedecer, pero la palabra pareció dominar su cerebro de manera absoluta antes de… bajar directa a su sexo. Le oyó dejar la bandeja en la mesilla de noche y cerró los ojos. Notó un lento latido en el clítoris.

¿Qué tenían esos dos hombres que conseguían, sin proponérselo, que ella quisiera rendirse a ellos? ¿Por qué no podía elegir a uno? Quizá a Xander, así no pondría en peligro su trabajo. Claro que si lo elegía a él, ¿cómo iba a conseguir dejar de pensar en Javier? Él necesitaba a alguien a quien le importara, pero no sabía cómo preocuparse por él sin quererle. Tampoco sabía cómo resistirse a Xander. Le gustaba su carácter abierto y simpático, su sexappeal, la manera en que conseguía hacerla sentirse hermosa y especial.

Sus pensamientos seguían imparables en su cabeza cuando giró sobre sí misma para mirar a su jefe, con la barbilla alzada por la rabia.

—¿Qué quieres?

Él arqueó una ceja al escuchar su tono. Ella tragó saliva, era evidente que no le gustaba que se enfadara. Bueno, una lástima. Aunque le ponía nerviosa su mirada penetrante y la felina manera en que se levantó de la cama, ella no se movió. Él no tardó en cernirse sobre ella. El corazón le galopaba con furia y le ardía el pecho por la ansiedad. Y para rematarlo todo, su clítoris había comenzado a palpitar a toda velocidad.

—Tranquila, pequeña.

—Estoy tratando de decirte la verdad. Lamento que no quieras escucharla, pero Xander me ayudó anoche a llevar a cabo algo que no hubiera logrado yo sola. Si quieres despedirme por hacer lo que consideré más conveniente, adelante. Lo que he hecho ha sido por ayudar, y porque quiero lo mejor para ti… y para la compañía —añadió de manera precipitada.

Javier la estudió con aquella mirada penetrante suya sin decir nada durante un buen rato. Ella intentó no retorcerse bajo su escrutinio. Por fin, él miró la bandeja y cogió las gafas.

—¿Qué es esto?

Si se lo decía, no las querría.

—Póntelas.

Él cruzó los brazos y la miró con una expresión que le advertía que estaba a punto de cruzar la línea. Javier no iba a moverse a menos que ella retrocediera. Y aquello, aunque la frustraba, también la excitaba locamente.

—Por favor, póntelas. —Suavizó el tono antes de continuar—. Es lo mejor, señor.

—Sí, mucho mejor así… —Javier todavía sostenía las gafas como si fueran a morderle de un momento a otro. Cuando se las puso, miró con atención a través de los cristales y frunció el ceño con intención de quitárselas.

Antes de que lo hiciera, ella asió la carpetilla con las listas de Maynard y se la puso bajo las narices. Al momento, él concentró la vista en los documentos. Miró fijamente las letras, deslizando los ojos por la página.

—Puedo verlo perfectamente. —Se quitó las gafas y la miró—. El texto es ahora demasiado grande, incluso.

—Señor… son unas gafas de presbicia. Ayudan a ampliar cualquier cosa que te acerques a los ojos. Podrás leer periódicos, la pantalla del móvil, faxes, etcétera. Mi madre tiene unas en cada habitación de la casa.

La expresión de él se volvió épica.

—¿Acaso me consideras lo suficientemente mayor como para ser tu padre?

—No. —Ella contuvo un suspiro—. No solo le ocurre a los viejos, señor. Cuando uno se acerca a los cuarenta años, puede ocurrir, o no. Tú tienes dificultades para ver de cerca, como otras muchas personas. Incluso yo he recurrido a ellas —señaló—. Si me dejas pedirte una cita con el oculista, el médico te informará de cuál es la graduación más adecuada para ti.

El lento asentimiento y su prudente expresión no contribuyeron a tranquilizarla.

Le vio dejar a un lado la carpeta y soltar las gatas sobre la mesilla.

—Gracias.

—De nada.

Javier la miró con los ojos entrecerrados y ella pudo darse cuenta de que algo le preocupaba.

—Apenas llevas veinticuatro horas trabajando para mí y has tenido tiempo para traerme a casa sano y salvo, meterme en la cama y asegurarte de que podía ver bien. —Clavó los ojos en la bandeja—. También me has traído unos comprimidos para el dolor de cabeza. Incluso estás tratando de que arregle las cosas con mi hermano… ¿Por qué?

Ella parpadeó. Nada como ir al grano.

—Porque está en mi naturaleza, señor. Veo algo mal e intento arreglarlo. Soy testigo del dolor e intento curarlo.

—Tienes buen corazón. Pero ayudarme a mí va a suponer mucho más que tostadas, gafas y pastillas, pequeña.

—Lo sé. Si dejaras que la gente entrara en tu vida, te sentirías mejor. Te estás autodestruyendo. No quiero verte padecer por una mujer que no te merecía. Ella ha muerto, sí. Fue una tragedia, sí. Pero tú sigues aquí, y no estás solo.

Javier alargó la mano y la agarró por el brazo para acercarla a su cuerpo. Ella no fue capaz de discernir si su expresión era de irritación, diversión o cariño.

—¿Te has erigido en mi salvadora?

—Si es necesario…

Él se acercó tanto que ella percibió su calor corporal. Su aroma la obnubiló cuando pareció mirar el interior de su alma.

—¿Porque eres una secretaria modelo y te involucras mucho en tu trabajo?

La soltó y caminó a su alrededor, rozándola al pasar. De pronto, estaba a su espalda, sujetándole las caderas con las manos para pegarla a su cuerpo. Lo primero que ella sintió fue su palpitante erección encima de las nalgas. El deseo hizo caer todas sus defensas. Cerró los ojos y apoyó la cabeza en su hombro con un suspiro.

—En p-parte.

Él rodeó sus brazos y le acarició la mejilla con la suya, áspera por la barba incipiente. Le cubrió el vientre con las manos antes de subirlas poco a poco hasta sus pechos doloridos. Se moría porque la tocara.

—¿En parte?

¿De qué estaban hablando? ¡Santo Dios!, apenas podía pensar. Las ideas flotaban en su mente hasta que localizó la respuesta a la pregunta.

—No, no solo me preocupa eso.

Él se puso rígido y sus brazos se convirtieron en tenazas.

—Así que si te beso…

—Por favor… —Se le escapó. Las palabras fueron casi una queja.

Apenas tuvo tiempo de respirar antes de que Javier la hiciera girar sobre sí misma, enredara los dedos en su pelo y tirara hacia atrás. Capturó sus labios con los de él y los sometió a un beso voraz. Ella se dejó llevar, entregándose a él por completo, pero aquello no era suficiente para aliviar el sordo dolor que crecía en su interior. Cada rincón de su boca era dominado por él y solo hacía que ansiara más.

Javier la poseyó con codicia, sin dejar de abrazarla con fuerza, saqueando y exigiendo. Ella gimió y le rodeó los hombros con los brazos, poniéndose de puntillas para salir a su encuentro, mientras notaba que perdía el control. Se entregó con todo su ser.

Javier interrumpió el beso durante un minuto y sus labios gravitaron sobre los de ella. Lo miró, parpadeando, mientras él le devolvía la mirada como si quisiera poseerla. Ella había dejado de ofrecer resistencia.

Por fin, él buscó el bajo de la camiseta y tiró hacia arriba. En su interior comenzaron a explotar fuegos artificiales cuando alzó los brazos, dispuesta a dárselo todo.

Al ponerse de puntillas para besarlo en el hombro, vio a Xander en la puerta, con una mochila de cuero negro colgando de la mano.

Y sin otra cosa encima que una toalla. Les observaba con tanto fuego que ella pensó que se quemaría.