Xander usó la llave para abrir la puerta de la casa en penumbra de su hermano.
London sostenía a Javier, rodeándole con un brazo el musculoso torso, y éste se apoyaba en ella para no perder el equilibrio. Ella se regocijaba en secreto de esa cercanía. A pesar de lo que Javier había dicho bajo la influencia del vodka, era demasiado educado para iniciar un tórrido affaire con su secretaria. Un hombre de su nivel en el mundo empresarial querría a su lado a alguien inteligente y ocurrente.
Alguien que fuera su igual. Y ésa no era ella, aunque tuviera la tonta ocurrencia de que podía ayudarle a recuperar la cordura y que él quería que lo hiciera.
Una vez dentro, Xander encendió la luz. El vestíbulo comunicaba con el salón.
Ambas estancias poseían una suntuosa decoración. Suelos de mármol blanco cubiertos por elegantes alfombras y enormes ventanales de suelo a techo en la fachada posterior con vistas a la piscina que dominaba el jardín tenuemente iluminado. La lámpara de araña bañaba con su luz todo el lugar. Aquel espacio era tan sofisticado como el propio Javier.
—Por aquí. —Xander la guió a través del salón hasta un vestíbulo más pequeño.
Abrió otra puerta y encendió una luz antes de dar un paso atrás.
Ella contuvo el aliento. Aquel dormitorio era enorme. Una versión contemporánea de una cama con dosel dominaba el espacio con sus líneas claras y su madera oscura. Estaba cubierta con un edredón blanco muy mullido y, encima, almohadones verdes, dorados y plateados decorando la inmaculada superficie. Una puerta de cristal flanqueada por dos ventanas de gran tamaño conducía al jardín, iluminado por los últimos rayos de sol del crepúsculo. En otra pared había una chimenea, enfrente de ésta se encontraba una zona con una librería llena de libros que ofrecía un acogedor espacio para sentarse a leer y disfrutar de una tarde relajada.
En el otro extremo vio una puerta abierta que comunicaba con un cuarto de baño en sombras, aunque se intuía lo grande y lujoso que era la ducha con mamparas de cristal parecía brillar en la oscuridad.
—Yo le tumbaré. Acércale a la cama. Tiene que dormir —pidió Xander.
Sin embargo, cuando se acercó para sostener a su hermano, Javier protestó.
—No te necesito. Vete a la mierda —espetó con voz gangosa—. Pequeña, tú quédate.
Ella se mordió el labio inferior. A pesar de lo tentador que sonaba, aquello era una mala idea. No sabía por qué Xander había insistido en entrar, pero se alegraba de que lo hubiera hecho y se preocupara por ayudarla.
—Si quieres irte, estaré bien —le aseguró a Xander.
Él la miró con el ceño fruncido, como si se hubiera vuelto chiflada.
—No pienso dejarte sola con él. Ya me he ocupado antes de situaciones similares, sé lo que hacer.
Y ella no tenía ni idea. Triste pero cierto.
—Gracias. —Miró a Javier—. Por favor, acuéstese. Hágalo por mí.
—Va a portarse como un capullo hasta que haya pasado por la ducha y comido algo. Lo llevaré al cuarto de baño para lo primero mientras tú le calientas un poco de sopa en la cocina.
Ella asintió con la cabeza y dio la vuelta para alejarse. Javier se sentiría más humano —y más cómodo consigo mismo— una vez que se hubiera duchado y metido algo en el estómago.
Atravesó la casa a tientas hasta una cocina oscura, en la que buscó un interruptor palpando la pared. Cuando encendió la luz, contuvo el aliento al ver los hermosos aparadores de estilo moderno en madera oscura y acero inoxidable, con encimeras de mármol de Carrara. Aquella casa parecía sacada de una revista.
No le llevó mucho tiempo preparar algo; no había mucho donde elegir. Calentó un poco de sopa en el microondas, hizo un sándwich de queso y sirvió un vaso de agua. Después recogió todo lo que había usado y registró los aparadores en busca de una bandeja en la que llevar la comida.
Con la bandeja en las manos, se dirigió al dormitorio dónde encontró a Xander esperándola. Todavía se escuchaba el ruido de la ducha al fondo.
Él le quitó la bandeja de las manos y la puso encima del tocador para envolverla entre sus brazos. Cuando la apretó contra su cuerpo, grande, imponente y musculoso ella alzó la vista hacia él. Se le debilitaron las rodillas ante lo que vio; era muy guapo y olía aún mejor. Su aroma era algo más almizclado que el de su hermano, más intenso. La besó con voracidad. Sin duda haría el amor con esa misma implacable violencia.
Notó que Xander se contenía, reteniendo ese lado oscuro que ella percibía en su interior. Cuando estaba en la misma habitación que él, era consciente de su presencia; cuando la tocaba, como ahora, se derretía por completo.
No debería desear a Xander. No iba a quedarse con ella. Seguramente jamás se enamoraría de nadie, aunque eso estaba bien. Le proporcionaría placer y la enseñaría a explorar sus posibilidades. Era más de lo que podía esperar.
—Lamento lo que ha ocurrido hace un rato en casa de Luc. No tenía intención de humillarte ni de hacer que te sintieras avergonzada —le murmuró él al oído, al tiempo que le besaba la sien y la mejilla camino de su boca.
London se sorprendió. Jamás habría esperado una disculpa. Los amigos de Logan siempre le habían descrito como un vividor que iba de cama en cama y que ayudaba a sus amigos cuando estaban en apuros porque le ponía a cien correr peligro. Pero el hombre que tenía enfrente no parecía buscar un chute de adrenalina. Le vio inclinarse para rozar sus labios y el contacto duró apenas un instante, creando un vacío en su pecho antes de que él se retirarse con un suspiro de pesar.
—Lo sé. —No pudo evitar enredar los dedos en el suave pelo oscuro—. Es… complicado. He empezado hoy a trabajar para tu hermano. Es posible que me despida por decírtelo; me ordenó que no te comentara nada del negocio.
Vio que Xander apretaba los dientes y hacía una mueca de dolor.
—No te despedirá. Es posible que te lo dijera, pero… ahora mismo no vale para nada.
Ella asintió con la cabeza.
—¿Te interesa la compañía?
—Pues claro. No tenía por qué haber hecho un Máster en Administración de Empresas. ¿Por qué crees que lo hice? Quería ser útil a mi hermano y a la Junta Directiva.
Xander no lo dijo, pero ella sospechó que Javier había apartado a su hermano menor del negocio hacía ya mucho tiempo. Aunque no le gustaba pensar que su jefe hizo eso, lo primero que notó en él —una vez que apartó los ojos de su perfección física— fue que quería tener completo y total control de lo que ocurría en la oficina.
¿Le ocurriría lo mismo en el dormitorio? Alyssa había mencionado que Xander era un Amo, y ella había googleado el término para saber qué significaba, pero Javier parecía pertenecer al mismo grupo. El pensamiento de estar a merced de aquellos hombres le debilitaba las rodillas.
«Eso no importa ahora. ¡Concéntrate!».
London se mordió el labio, reenfocando sus ideas e intentando decidir qué decir.
Javier no quería que su hermano estuviera involucrado en la empresa aunque podía llegar a necesitarle. La familia, su apoyo y amor incondicional, podía salvar a una persona. Ella lo sabía de primera mano. Sus padres estuvieron a su lado en cada paso del camino tras el accidente. Jamás habría salido adelante si no hubiera sido por ellos y la incansable fuerza que le prestaron día tras día, año tras año.
Dado que esos dos hermanos ahora no se comunicaban, quizá ella pudiera ayudarles.
—Javier también podría despedirme por divulgar lo que voy a decirte, pero él te necesita más de lo que yo necesito el trabajo. Quiero que supere esto.
Xander le encerró la cara entre las manos y la miró a los ojos buceando en su alma.
—Cuéntame. Déjame ayudarle. Le he arrastrado hasta Lafayette contra su voluntad, esperando encontrar algo o alguien que le hiciera querer vivir otra vez, olvidarse del vodka y de ese antinatural empeño en el trabajo. Estoy abierto a cualquier opción, belleza.
Ella asintió con la cabeza al ver la preocupación de Xander y le relató la visita de Nick Navarro y sus resultados. Él la escuchó en absoluto silencio, pero aún así su sorpresa era evidente; se puso rígido, cambió de posición y frunció el ceño.
—¡Dios mío! ¿Un asesino a sueldo? ¿Y Navarro todavía no tiene una teoría que explique por qué contrataron a este tipo para matar a Francesca?
—Si la tiene, yo no la escuché. ¿Sabías que Francesca estaba embarazada cuando la mataron?
Xander volvió a apretar los dientes para contener una mueca dolorosa.
—No.
—Tu hermano perdió al mismo tiempo a su hijo y a su amada esposa. Y después, va y se entera de que ella le fue infiel y que…
—¿Es eso lo que te contó Javier? —Xander la miraba con el ceño fruncido—. Porque no es cierto. Se casaron por conveniencia; una condición para hacer una fusión. Francesca era tan insoportable como hermosa. Javier no le interesaba en absoluto, salvo para que le proporcionara dinero que gastar en Prada o en Tiffany’s. Aunque estuvieron casados seis años, no eran más que unos desconocidos.
—Jamás la amé. Ella lo sabía y no le importaba. —Javier salió en ese momento del cuarto de baño, con una toalla en torno a la cintura y el mojado pelo oscuro retirado de la cara.
A ella se le secó la boca. Los hombros eran anchos y musculosos; los marcados pectorales estaban cubiertos por una fina capa de vello oscuro que se perdía bajo la toalla blanca. Daría lo que fuera por saber qué había debajo.
En el momento en que tuvo ese pensamiento, apartó los ojos. Su jefe estaba diciendo algo importante y ella no hacía otra cosa que mirarle como si fuera idiota.
Subió la vista a sus pupilas. Aquellos iris azules contenían una pizca de diversión, pero la severa expresión hizo que se preguntara si no la estaría imaginando.
Entonces asimiló las palabras de Javier. Nunca había amado a su esposa. ¡Caray!
—N-no lo s-sabía. —Meneó la cabeza—. Di por hecho que estaba así de trastornado porque… porque estaba locamente enam…
—No. —Javier arqueó una ceja antes de volver al baño para cerrar el grifo—. He pensado que lo más inteligente era escuchar lo que decíais de mí para saber lo que comentabas a mis espaldas.
Sus palabras la hicieron encogerse.
—Lo siento, señor.
Bajó la mirada, avergonzada. Javier le había dicho explícitamente que no hablara con Xander sobre él, y ella había traicionado su confianza el mismo día que se lo pidió. Trabajaba para él y tenía que seguir sus órdenes, no dedicarse a juzgarlo.
—Si quiere despedirme, lo entenderé.
—¿Por qué le has contado todo eso, pequeña?
—Porque está preocupada por ti, gilipollas —intervino Xander.
—Perdona, pero quiero que me responda ella —repuso él con rigidez, antes de mirarla—. ¿Es cierto eso?
Ella ni siquiera era capaz de mirarle a los ojos.
—Sí. Le noté muy contrariado después de que se fuera el señor Navarro. Soy una firme defensora de que el apoyo de la familia siempre es vital para salir de las situaciones difíciles. No le conozco demasiado bien, pero estoy segura de que pedir ayuda no es lo suyo. Xander siempre estará aquí, si le deja.
—Pequeña, tampoco le conoces a él. Te lo aseguro.
—No te atrevas a seguir por ese camino —intervino el hermano pequeño—. No habría podido salvar a Francesca —gruñó— y tú lo sabes.
Ella observó, anonadada, cómo Javier se enfrentaba a su hermano menor en un claro choque de cornamentas. ¿De qué manera habría podido Xander salvar a su cuñada? ¿Por qué estaban los dos tan enfadados? No entendía nada, pero sentía que estaba a punto de hacerlo.
Javier mostró los dientes.
—Podrías haberlo intentado.
—Estás siendo irracional sobre esto porque es más fácil eso que enfrentarte a la sensación de culpa. No la amabas y no querías tener nada que ver con ella. Pero en vez de divorciarte de ella, intentaste que yo me ocupara. Es posible que yo sea un buen Amo, pero ella no me necesitaba. Solo necesitaba corazón.
Ella jadeó en silencio. ¿Javier había ofrecido su mujer a su hermano? ¿Para qué?
¿Para qué se acostara con ella?
Ella miró a su jefe, que no lo negó; solo apretó los puños y observó a su hermano con toda la furia que ardía en su interior.
—No me mires así —gruñó Xander—. Fran se destruyó a sí misma. No es culpa tuya ni mía. Sabía qué clase de matrimonio era el vuestro cuando se casó contigo, y estuvo de acuerdo. Metió la pata y pagó por ello. No puedes culparte, hermano; tampoco permitiré que me culpes a mí.
—Vete a la mierda —dijo Javier.
—Estupendo. —Xander apretó los dientes—. A la mierda es adonde va tu vida de cabeza. He intentado salvarte, ayudarte… Me he ofrecido a trabajar contigo, a escucharte, a ser tu apoyo… pero me arrojas a la cara todas mis ofertas. ¿Quieres matarte bebiendo vodka? Ya has dejado claro que no puedo impedirlo, así que voy a dejar de intentar evitarlo.
Xander giró sobre sus talones y se dirigió a la salida del dormitorio. Ella sabía a ciencia cierta que si permitía que ambos hermanos se separaran así, seguirían enemistados para siempre; y eso suponiendo que Javier no se matara en breve.
Porque estaba segura de que eso es lo que estaba tratando de conseguir.
—¡Basta! ¡Estáis actuando como críos!
Los dos se volvieron hacia ella con idénticas expresiones de sorpresa. Habría sido muy fácil ceder bajo aquellas miradas airadas, pero permaneció firme. Los dos le habían ofrecido mucho en un corto intervalo de tiempo. Si pudiera ayudarles a encontrar el camino para volver a entenderse, dejaría de considerarse en deuda con ellos.
—No tengo hermanos —dijo, forzándose a mantener un tono calmado—. Es algo que siempre he echado de menos. Si los tuviera, les querría a pesar de todo. Compartís la misma sangre. ¿Tenéis más familia?
Ninguno de ellos respondió. El silencio era más elocuente que las palabras.
—Exacto. Javier, ¿tu orgullo es tan importante que estás dispuesto a ponerlo por encima de tu único hermano? —le tuteó ella, poco dispuesta a seguir con formalismos ante aquella situación—. Necesitas aprender a pensar con el corazón. No conocí a Francesca, pero sé cómo somos las mujeres. Si tú no la amabas y la entregaste a otro hombre para… para lo que fuera, ella se sentiría herida y… Yo, en su piel, también hubiera hecho cosas terribles.
—No es lo que piensas. No tenía nada que ver con el sexo.
Ella arqueó una ceja.
—Querías que Xander fuera su Amo… ¿No quiere eso decir que otorgabas a tu hermano poder sobre su cuerpo?
Los dos hermanos se miraron antes de que el menor suspirara.
—Existe una modalidad de BDSM en la que los Amos pueden tener sumisas con las que no mantienen relaciones sexuales. Algunas sumisas desean y necesitan límites. Francesca podría haber sido una de ellas.
Era evidente que ella no iba a llevarle la contraria en eso.
—Ella comenzó a perder el control por completo algunos meses antes de que la asesinaran y Javier me propuso que me convirtiera en su Amo. Había redactado un contrato en el que estipulaba lo que podía hacer con ella; el sexo no estaba incluido. Se hubiera tratado de intentar modificar su comportamiento con una serie de recompensas y castigos; lo que la situación exigiera en cada momento.
Aquello sonaba parecido a educar a un hijo.
—¿Ibas a castigarla sin salir si se portaba mal? ¿A retirarle las tarjetas de crédito?
—Sin duda habría reducido sus salidas. Y también le habría quitado las tarjetas de crédito. Además, cada vez que me hablara con descaro, habría recibido una buena tunda en el trasero.
Ella puso los ojos en blanco.
—¿Una buena tunda en el trasero? ¿Ibas a zurrarle?
—Eso sería el principio. Pero solo se consigue modificar la conducta de una sumisa cuando el Amo tiene intención de someterla de verdad. Es un intercambio de poder. La sumisa se muestra de acuerdo en otorgarle al Amo su confianza y libertad, pero puede poner fin a cualquier situación difícil o demasiado dolorosa diciendo una palabra segura. Salvo eso, le da a su Amo total autoridad sobre su cuerpo. No frunzas el ceño, belleza. Las sumisas desean sentirse atesoradas, incluso poseídas. Un buen Amo removerá cielo y tierra para mantener a salvo a su sumisa, y venerará su cuerpo y su alma.
Ella no lo comprendía, pero las palabras de Xander la afectaron a un nivel visceral. Sí, había luchado mucho para escapar del maltrato a que había sido sometido su cuerpo, para alejarse del nido que era la casa de su madre y empezar una nueva vida. Su madre la quería, sin embargo había llegado el momento de que volara con sus propias alas; había sido una carga horrible para ella durante diez años. Lo que Xander describía parecía muy diferente.
—¿Y el Amo quiere aceptar esa responsabilidad?
—Por completo. Si lo hace bien, consigue ver cómo aprende, cómo florece y crece. La conoce por dentro y por fuera; le ayuda a vencer cualquier tipo de miedo que le impida ser feliz. A su vez, ella se ofrece por completo. Los lazos entre un Amo y su sumisa suelen ser muy profundos.
—¿Has disfrutado de esa experiencia? —Apenas quería saberlo. Le dolería escuchar que él había tomado a alguien a su cargo. Alguien que le había llegado a importar profundamente, pero la curiosidad era demasiado fuerte.
—No. Solo he sido testigo de ello. Mi conocimiento de un intercambio absoluto de poder, del tipo que Javier proponía, es solo teórico. No tengo ninguna experiencia personal sobre una relación durante las veinticuatro horas del día, todos los días de la semana. Aun así, no era esa mi mayor preocupación. Fran no era sumisa. Si ella no se ofrecía libremente, entonces tendría que forzarla. Y eso me convertiría en un capullo. —Miró a su hermano—. Javi, yo no podría haberla salvado.
Javier no dijo nada. Se limitó a mirar a su hermano airadamente.
Aunque la cabeza le daba vueltas por las intrigantes posibilidades que describía Xander, siguió intentándolo.
—Quizá no podrías haber salvado a Fran, Xander, pero si ella hubiera pensado que le importaba a alguien, aunque solo fuera a un amigo, las cosas habrían sido diferentes.
—¡Exacto! —aseveró Javier.
—Era tu mujer —señaló Xander—. Eso deberías haberlo hecho tú.
Aunque Xander tenía a la lógica de su parte, la afligida cara de Javier la impulsó a seguir adelante.
—Es posible, pero eso es agua pasada. Francesca ha muerto, quedáis vosotros y solo os tenéis el uno al otro. No voy a ser testigo de cómo os hacéis pedazos. Javier, ha llegado el momento de que comprendas las destructivas consecuencias que tiene que ignores a una persona que se supone que forma parte de tu vida, así que deberías empezar a intentar llevarte bien con tu hermano, o llamaré a Luc para que venga a buscarme. Sabes que tengo razón.
Sus palabras fueron seguidas por un silencio sepulcral. Los dos la miraron aturdidos. Sí, es posible que ella pareciera dulce y calmada, pero tenía mucho temperamento y una vena de absoluta terquedad. Y no se privaba de utilizarla cuando era necesario.
—¿Me quedo o me voy? —Se cruzó de brazos.
Ambos hermanos se miraron. Parecía como si hubieran establecido una muda comunicación durante algunos segundos.
Por fin, Javier asintió con la cabeza.
—Quédate.
Sonó como una orden, aunque ella también captó cierto matiz de súplica en la palabra. Luchó para contener una sonrisa.
—Por favor, belleza. —Xander ni siquiera intentó ocultar el tono implorante—. Los dos queremos que te quedes.
—Es mi último aviso —les advirtió—. Quiero que os comportéis.
Ambos asintieron con la cabeza sin añadir nada más. La enemistad parecía haber desaparecido de la estancia, pero ninguno de ellos sabía romper el hielo. Era un milagro que siguieran allí.
—¿Te sorprendió enterarte de que Francesca estaba embarazada? —preguntó ella a Javier.
Xander también intervino.
—Sé que no os llevabais bien, pero perder a un hijo nonato es algo muy duro. ¿Por qué no me lo has dicho antes? Sé que quieres tener hijos.
Javier suspiró antes de pasarse la mano por la cara.
—No lo he sabido hasta hoy. Quería tener hijos, pero no me resignaba a tenerlos con ella. Estaba seguro de que no era capaz de querer a alguien más que a sí misma, así que siempre tomé precauciones. El médico forense informó a Nick de que ella estaba de cuatro semanas. —Tomó aire—. No me acostaba con Fran desde hacía por lo menos tres meses.
Ella contuvo el aliento. ¿El bebé no era suyo? Clavó los ojos en él, boquiabierta, sin saber qué decir. ¿Quizá alguna frase de ánimo? ¿O mejor una de apoyo ante tal traición? Seguramente Javier no querría escuchar ninguna de las dos.
—Es terrible. —Se le escaparon las palabras, pero no parecieron quedar mal. Sin duda eran sinceras—. ¿Y no tenías idea de que estaba embarazada?
Javier negó con la cabeza.
—Dudo que lo supiera ella misma.
—Francesca siempre fue una mujer temperamental y difícil —añadió Xander—. Su comportamiento solía ser irreflexivo.
—Nunca te gustó. —Javier no preguntaba, declaraba.
—¿Y a ti? —repuso Xander.
Javier se encogió de hombros.
—Como London ha dicho, eso ya no importa. —La miró—. Sea lo que sea lo que has cocinado, huele genial.
Entre el desnudo torso de Javier y la sobredosis de información, se había olvidado por completo de la comida.
—Solo un poco de sopa de lata y un sándwich de queso. ¿Quieres que te lo lleve a la cama?
En cuanto se dio cuenta de lo que había dicho, se sonrojó. Sonaba mucho más provocativo de lo que era su intención. Javier sonrió de medio lado.
Xander intervino con voz acerada.
—Vístete, Javi. Iré al coche para coger la bolsa de London y lo que recogió en la oficina de camino hacia aquí.
Era un alivio; le evitaba hacerlo a ella y le proporcionaba unos momentos a solas con su jefe.
Se volvió hacia él y vio que desaparecía detrás de una puerta. Regresó al cabo de unos minutos, cubierto tan solo con unos calzoncillos grises. La prenda dibujaba el contorno de sus firmes y estrechas caderas, así como las apretadas nalgas, como si no llevara nada encima.
Los dos hermanos eran impresionantes y cada uno de ellos la hacía sentir algo diferente. Javier representaba seguridad, protección, tranquilidad. Aunque también le enseñaba; en solo un día había contribuido a su crecimiento personal. Su familia la había mimado hasta el punto de agobiarla, pero Javier quería que floreciera, que tuviera éxito. Y Xander… la hacía sentir ardiente y temeraria. Cuando estaba con él quería arrancarse la ropa para que él cayera sobre ella y le enseñara todas las alegrías de ser mujer. Recordaba haber tenido novios antes del accidente, de algunos se había enamorado con toda la inocencia de los quince años. Ninguno había conseguido que quisiera apretar contra él cada centímetro de su cuerpo y suplicarle que la acariciara. La idea de entregar su cuerpo y su voluntad a cualquiera de aquellos dos hombres la hacía sentir un hormigueante latido en algunos lugares prohibidos de su cuerpo.
Javier se acercó a la cama y ella cogió la bandeja del tocador para acercársela.
—Si se ha enfriado, lo volveré a calentar.
Él negó con la cabeza con una ambigua sonrisa. Ella le puso la bandeja en el regazo y se enderezó. Cuando estaban tan cerca, apenas podía respirar. Sin embargo, al intentar dar un paso hacia atrás, Javier la agarró por la muñeca y apretó con fuerza para impedir que escapara.
—¿Por qué mi hermano?
—¿Perdón? —¿Qué estaba preguntando exactamente?
—De todos los hombres del mundo, ¡joder!, de esta ciudad, ¿por qué has elegido a mi hermano?
Ella abrió la boca, pero se le trabó la lengua.
—Bueno… En realidad me eligió él.
—Sí, ya, imagino que sí. —Javier parecía amargado por ello.
—¿Por qué estás tan enfadado? No tenemos… Mmm… No hemos dormido juntos.
—Todavía.
—Eres mi jefe. —Aunque había química entre ellos. Es posible que fuera inocente, pero no era estúpida. Javier había dejado caer más de una señal de que también la deseaba.
La posibilidad de que ocurriera tal cosa cayó sobre ella como lava ardiente.
Intentó disimular su acalorada reacción. Incluso aunque la deseara, ¿era porque la deseaba realmente o porque también lo hacía su hermano?
—Responde a mi pregunta —exigió él—. ¿Por qué Xander?
—Es encantador. Me hace sentir bien conmigo misma, y eso es algo que hacía mucho que no disfrutaba. Cuando estoy con él me siento hermosa, como si fuera alguien diferente.
—Imagino que sabes que eso lo hace para su propio beneficio. Es una táctica. Consigue que te sientas bien y que te quites la ropa. Quiere follar contigo.
Sus palabras fueron como un golpe.
—Gracias por hacerme sentir estúpida. Por supuesto, es imposible que guste a ningún hombre, o que me deseen tal y como soy.
Intentó zafarse de su agarre, pero él no la soltó.
—Lo siento. No es eso lo que quería decir, pequeña. Por favor… Creo que eres maravillosa, hermosa y especial. Eso está claro. Pero Xander tiene una táctica, y no es conocido por su profundidad o sinceridad.
Ella frunció el ceño.
—Actúas como si tu hermano fuera un depredador sexual. Te diré que tuvo oportunidad de… bueno, ya sabes… el día que nos conocimos. Acabamos en una cama. Yo estaba desnuda y me ofrecí, pero no hizo nada.
Supo que eso había sorprendido a Javier, aunque lo vio encogerse de hombros.
—Seguramente se trate de otra táctica. Estás hablando de un hombre que se ha acostado con cinco mil mujeres. No se seduce a tantas mujeres sin haber perfeccionado una buena manera de actuar.
«¿Cinco mil?». Se le revolvió el estómago y por primera vez se preguntó si Javier tendría razón.
—¡Oh, Dios…! ¿Por qué yo?
Él se levantó de la cama.
—Estás de broma, ¿verdad? Eres el tipo de mujer que un hombre mira y solo puede pensar en perderse en las suaves profundidades de tu cuerpo una y otra vez hasta que no vuelvas a mirar a otro tipo.
Su vehemencia atravesó su cuerpo.
—Tú… Tú no has pensado eso.
Javier tiró de su muñeca para acercarla más.
—¡Oh, sí! Claro que sí. Desde el primer momento en que te vi. Pero me he convencido a mí mismo de que debía mantenerme alejado de ti. Tú no necesitas a un hombre arruinado y a mí solo me faltaba una denuncia por acoso sexual. Quiero que sepas que lo que digas ahora no afectará en absoluto en que conserves o no el empleo. Me aceptes o no, seguirás teniendo trabajo.
—Gracias —repuso ella automáticamente. London no sabía de qué otra manera responder; aquello iba demasiado rápido.
—Quiero que pienses en ello. Sabes cuántas mujeres se ha llevado Xander a la cama. ¿Quieres que te diga con cuantas me he acostado yo en los últimos siete años? Una.
Otro bombón. Javier se los lanzaba uno tras otro.
—Entonces… Si no amabas a Francesca…
—Le fui fiel hasta el día en que murió. —Soltó una carcajada amarga—. ¡Joder! Sigo siéndoselo.
—¿Por qué?
Él dio un bocado al sándwich. Ella pensó que parecía como si estuviera haciendo tiempo para aclararse las ideas en la cabeza.
—Nuestro padre fue un mujeriego terrible. Cuando cumplí diez años me di cuenta de que gastaba más energía en tirarse a su secretaria que en ocuparse de su esposa, sus hijos o Industrias S. I. Aquello dejó una amarga sensación en mí. Es posible que no pudiera ofrecerle a Francesca todo lo que debería, pero sí podía serle fiel.
London no podía respirar. Miró a Javier mientras él tomaba la sopa. Era una acción sencilla que contrastaba totalmente con el complicado hombre que tenía delante.
—¿Por qué eres fiel a una mujer que no amabas y que ya ha muerto? ¿Penitencia?
—Posiblemente. —Se encogió de hombros—. Al principio estaba demasiado anonadado por que hubiera muerto y me hubiera sido infiel. Unas semanas después, estaba enfadado, con ella y conmigo mismo. Estaba demasiado sumergido en ira y vodka para preocuparme por el sexo. A partir de entonces, un día se convirtió en otro… Durante los últimos tiempos solo me he ocupado de mi labor como presidente de Industrias S. I., de sacar a esta compañía adelante mientras ahogaba mis demonios interiores en alcohol. Ambas tareas me reclamaban por completo y me destrozaban.
Ella se sentó en el borde de la cama, a su lado, y movió la bandeja para rodearle con los brazos. Era posible que él no quisiera su cariño, pero lo necesitaba.
—Estoy aquí para ayudarte como pueda. Te escucharé y te ayudaré en la oficina. Puedo hablar contigo cuando la necesidad de beber sea acuciante. Lo que sea.
—Bésame.
La orden salió de la nada, y el anhelo de obedecerla la inundó. No podía negar que quería sentirle, sanarle y perderse en él. Era un hombre arruinado, pero ella admiraba muchas de sus cualidades.
Era fuerte. Algunos le llamarían terco, y es que cuando creía en algo, se entregaba por completo. Era fiel.
Dudaba mucho que Xander fuera igual. Después de disfrutar de tanta libertad sexual, siempre querría disfrutar de lo mismo. Ella sabía que no era una belleza delirante, pero Xander también tenía cualidades que admiraba. Era insistente, divertido, intuitivo… dispuesto a arriesgarse por aquellos que le importaban. Quizá, solo quizá, jamás había conocido a una mujer que realmente le importara.
¡Dios! Esa línea de pensamiento era peligrosa para su corazón.
La realidad pura y dura era que les admiraba y deseaba a ambos. Había desarrollado sentimientos por los dos. No sabía qué hacer al respecto.
Divididos, sus pensamientos corrían salvajemente… cuando se inclinó hacia él y le besó… en la mejilla. Había empezado algo con Xander; quería perder la virginidad con ese hombre ardiente que tanto placer podía darle. Había comenzado a trabajar con Javier con la intención de convertirse en una profesional y poder sentirse orgullosa de sí misma. Nunca había sido su intención desearlos a los dos.
Peor todavía, en las últimas veinticuatro horas, aquel deseo había echado raíces como una mala hierba, tenaz e indeseada. ¿Cómo iba a poder elegir, sabiendo que cualquiera de ellos podría robarle el corazón y rompérselo sin que se diera cuenta?
—London… —susurró él en su oído, antes de sostenerla por los hombros para mirarla a los ojos.
—Tienes problemas, Javier. Creo que también Xander los tiene. Él ha poseído a cinco mil mujeres, tú apenas a un puñado. —Respiró hondo para reunir valor—. Yo nunca me he acostado con nadie y estoy abrumada.
Javier se sentó más derecho y la miró boquiabierto.
—¿Eres… virgen?
—Sí. Es una larga historia. Tengo mis razones. Estoy dispuesta a cambiar, pero a mi ritmo.
Él asintió con la cabeza.
—Seré bueno para ti. Puedo ser muy paciente.
—¿Estás tratando de ligar conmigo a pesar de que me has visto con tu hermano?
Javier dio otro mordisco al sándwich y tragó.
—Las mujeres no son más que estaciones de servicio para Xander. Cuando encuentra una se detiene, busca alivio y luego va en busca de la siguiente. Tú te mereces algo mejor.
Interesante analogía.
—No busco un compromiso, solo sexo. Sigues siendo mi jefe y pienso que mezclar negocios y placer no es una buena idea.
—Eso es un tópico. Cada uno es diferente. Sé que has conocido antes a Xander y que él es… —Javier tragó como si aquel pensamiento fuera doloroso—. Excitante. Pero mañana, él buscará otra chica. En cambio yo… Tú eres la única que me ha importado desde hace muchos años.