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Por consentimiento mutuo, Hari se reunió con el Hombre Gris en un café cerca de las oficinas del Servicio Imperial de Suelo, en uno de los niveles burocráticos más bulliciosos del Sector Coronnen. Horis Antic expresó su confianza de que la conversación sería privada, en un reservado cubierto que debía haber preparado meticulosamente de antemano.

De hecho, a Hari no le importaba si la Policía Especial de Linge Chen estaba aún siguiéndolo, o escuchándolo. Esa conversación sería lo bastante anodina para que los polis no perdieran tiempo con ella.

—Como puede suponer, mis superiores no aprecian que se les investigue sin aprobación —le dijo el hombrecito a Hari, deteniéndose para sacar una tableta de su cinturón y engulléndola con un trago de cerveza. Nuestra agencia no está bien considerada, políticamente. Incluso un pequeño escándalo nos costaría pérdidas de reparto, prioridades de reclutamiento o un porcentaje de nuestros cubículos de oficinas.

Hari trató de no sonreír. Los Grises vivían en un mundo de tensas pugnas por minucias. Las políticas oficiales y preocupaciones por las apropiaciones del Gobierno mantenían a la mayor parte de los burócratas veteranos en un constante estado de agitación. No era extraño que Horis Antic pareciera nervioso y su mirada saltara continuamente de un rincón a otro. Incluso para ser un Gris, tomaba un número excesivo de píldoras calmantes.

Quizás abriga un sueño secreto, que sus estudios por libre puedan sacarlo de la carrera de ratas y permitirle el paso al mundo más sereno de la meritocracia.

Eso fue lo que le había sucedido a Hari… aunque antes de cumplir los ocho años, cuando aquellos primeros estudios sobre álgebra le consiguieron la túnica meritocrática.

Sólo la clase media (la noble aristocracia cuyos miles de rangos y niveles oscilaban de simples hacendados hasta condes planetarios y duques de sector hasta el emperador mismo) heredaba su estatus social al nacer. Todos los demás eran ciudadanos por nacimiento, y luego se les volvía a encuadrar según su naturaleza y sus logros. Con todo, tales cambios normalmente tenían lugar durante la juventud. Hari veía pocas esperanzas de que Antic consiguiera hacer un cambio con su edad… a menos que considerara convertirse en un excéntrico. En cierto sentido, el hombre ya estaba cualificado para ello.

—Todo empezó cuando tuve la corazonada de reexaminar la antigua cuestión de la sedimentación —explicó el burócrata, después de que sirvieran una nueva ronda de bebidas.

—¿La cuestión de qué…? —preguntó Hari.

Antic asintió.

—Naturalmente, no habrá usted oído hablar de eso. Todo el tema es bastante oscuro. Me temo que no se han escrito muchos informes nuevos ni artículos asequibles sobre los análisis del suelo planetario. Déjeme empezar de nuevo.

»Verá, profesor Seldon, es un axioma desde hace mucho que casi todos los mundos habitados por los humanos tienen una estrecha gama de tendencias… por ejemplo, atmósferas de oxígeno-nitrógeno con una ratio de más o menos veinte a ocho. La mayoría de las formas de vida multicelulares de esos planetas descienden de los cuarenta phyla estándar, usando la misma estructura básica del ADN… aunque hay excepciones.

—Pollos en cada mundo —resumió Hari con una sonrisa, tratando de tranquilizar al hombre. Antic seguía retorciendo su servilleta de tela y esto empezaba a poner nervioso a Hari.

—¡Ja! —rio el burócrata ansiosamente—. Y mala hierba en cada jardín. Me olvidaba de que no es usted nativo de Trantor. Entonces algo de todo esto le será familiar. De hecho, un granjero de Sinbidku reconocería a la mayor parte de los animales de la lejana Incino. Esto apoya la teoría más popular referida a los orígenes de la vida… que especies similares evolucionaron de manera natural en muchos planetas al mismo tiempo, debido a alguna ley biológica fundamental. Esas criaturas similares convergieron entonces naturalmente hacia la forma más elevada de todas, la humanidad.

Hari asintió. Antic estaba descubriendo lo que un matemático llamaría atractor… una situación hacia la que convergen todos los estados adyacentes, atraídos por fuerzas irresistibles, de forma que todas las trayectorias acaban intersectando en el mismo punto. En este caso el dogma estándar decía que todos los caminos evolutivos deberían producir inevitablemente seres humanos.

Sólo que él sabía con seguridad que esta noción atrayente era un error. Años atrás, Hari había aplicado métodos de la psicohistoria a los datos genéticos de toda la galaxia y determinó rápidamente que la gente debía haber emergido de repente de algún lugar en el Sector Sirio, unos veinte mil años antes. Recientemente, lo había confirmado con lo que había leído en Un libro de conocimientos para niños.

Naturalmente, no tenía ninguna intención de exponer la verdad, ni de refutar la teoría de convergencia. ¡Nada perturbaría más el Plan Seldon que hacer que la atención de todo el imperio se fijara de pronto en un mundo diminuto cerca de Sirio, haciendo preguntas sobre acontecimientos sucedidos hacía doscientos siglos!

—Continúe —instó Hari—. ¿He de asumir que pautas similares se aplican a la distribución de los tipos de suelo?

—Sí. ¡Así es, profesor! Oh, hay diferencias geológicas de un planeta a otro… a veces profundas. Pero ciertos aspectos parecen casi universales. La sedimentación de la que hablaba tiene que ver con el estado natural de los suelos llanos que los colonos encontraron en la mayoría de los planetas, la primera vez que colonizaron cada mundo. (Tenemos registros que se remontan hasta entonces, en un millón de planetas.) En cada caso las condiciones del suelo eran similares: aplastado y tamizado hasta una profundidad de varias docenas de metros, con abundancia de vegetación familiar creciendo. Excelentes condiciones para la agricultura, por cierto. Naturalmente, la misión de mi organización es encargarse de que las cosas permanezcan de esa forma, a través del cuidado y el mantenimiento adecuados, impidiendo la erosión o las pérdidas causadas por la contaminación industrial. Me temo que a veces esto nos hace poco populares entre los granjeros y las clases medias locales, pero tenemos que mirar a largo plazo, ¿no? Quiero decir, si alguien no piensa en el futuro, ¿cómo vamos a tenerlo? A veces puede ser tan frustrante…

—¡Horis! —le interrumpió Hari—. Está usted divagando. Por favor, vaya al grano.

—Es verdad. Lo siento. —Inspiró profundamente—. De todas formas, los teóricos han asumido que la sedimentación es sólo otro fenómeno universal que acompaña de modo natural las atmósferas de oxinitrógeno. Sólo que…

Antic hizo una pausa. Aunque había comprobado dos veces la seguridad del reservado al principio de la conversación, giró el cuello para echar un vistazo alrededor.

—Sólo que… miembros de mi servicio siempre han sabido la verdad —continuó con voz mucho más baja.

Tras rebuscar en su bolsillo, sacó una piedra aplanada.

—Mire cuidadosamente estas impresiones, profesor. ¿Ve pautas simétricas? —Hari vaciló. Los meritócratas tenían una aversión natural a tocar rocas o tierra, un motivo por el que tradicionalmente usaban guantes. Nadie conocía los orígenes de la costumbre, pero era antigua y profunda.

Y, sin embargo, yo nunca la he sentido. He metido antes las manos en la tierra, disfrutando de la reacción que esto causaba en mis colegas académicos.

Hari tendió la mano y tocó la piedra, instantáneamente fascinado por la serie de marcas que Antic señalaba.

—Se llama fósil. Mire, ¿ve las extrañas cuencas de los ojos? Advierta la simetría pentagonal. ¡Cinco patas! ¡Esta cosa no tiene ninguna relación con los cuarenta phyla estándar! La encontré en Glorianna, pero eso apenas cuenta. ¡Se pueden encontrar fósiles en aproximadamente el diez por ciento de los mundos colonizados! Si se sube a las montañas, o se aleja uno de las zonas de labranza. Los habitantes de las tierras altas saben de su existencia, pero hay tabúes que prohíben hablar del tema han aprendido a no mencionar esas cosas a sus eruditos locales, que siempre se enfadan y cambian de tema.

Hari parpadeó, transfigurado por el contorno grabado de la piedra. Su mente hervía de preguntas: qué edad tenía esa criatura, y cuál podía haber sido su historia. Quería seguir la historia de Antic sobre las cosas que sabían los granjeros en innumerables mundos, y sobre qué no querían o no podían aprender los meritócratas.

Pero nada de todo esto los acercaba más al tema que ardía con más fuerza en su mente.

—Horis, su informe habla de anomalías en la sedimentación. Por favor, hábleme de las excepciones. Las que provocaron sus recelos.

El burócrata volvió a asentir.

—¡Sí, sí! Verá, profesor, ¡la sedimentación no es un fenómeno tan universal como podría parecer al principio! En mi larga experiencia como inspector, al haber visitado más mundos de los que podría contar; he encontrado irregularidades: planetas donde las llanuras y valles tienen consistencias más toscas, mucho más variadas, sin ninguna huella del cambio o del calentamiento reciente que encontramos en la mayoría de las tierras bajas. Más como afición o pasatiempo que por otra cosa, empecé a hacer una lista de otras tendencias inusitadas de estos planetas… como la existencia de gran número de bestias genéticamente inusitadas. En varios casos, había signos de que una supernova había estallado en la región, a veces en los últimos treinta mil años. Un planeta tiene una fantástica cantidad de radiactividad ambiental en su corteza, mientras que varios otros tienen una multitud de montañas de metales fundidos dispersas por toda su superficie. Empecé a hacer gráficas de estas anomalías, y descubrí que se agrupan en grandes franjas…

—¿Y esas franjas se relacionan también con esas «corrientes del espacio» de las que hablaba? ¿Cómo lo ha descubierto?

Antic sonrió.

—Un golpe de suerte. Mientras curioseaba entre los archivos galactográficos en busca de datos, me encontré con un amigo aficionado… otro burócrata como yo con una secreta afición. Comparamos nuestros pequeños fanatismos… ¡y si piensa usted que el mío es extraño, tendría que oírlo hablar sobre el flujo y reflujo de esas nubes difusas de átomos del espacio! Cree ver pautas en ellos que han escapado a la atención del Servicio Imperial de Navegación. Cosa que es enteramente posible, ya que sólo se preocupan de mantener las rutas despejadas para el comercio. Incluso así, todo lo mantienen a nivel rutinario para…

—Horis.

—¿Eh? Oh, sí. Bueno, como le decía, mi amigo y yo comparamos notas… también tuve la temeridad de aplicar unas cuantas herramientas matemáticas que vi descritas en versiones simplificadas de su obra, profesor. El resultado es la carta galáctica que llamó su atención anoche. —Antic resopló—. ¡Y aquí estamos!

Hari frunció el ceño.

—Sólo vi su nombre en el estudio.

—Sí, bueno mi amigo es bastante tímido. Considera que no tenemos ninguna prueba todavía para exponerlo a la opinión pública. Sin pruebas sólidas y tangibles, un artículo especulativo podría poner en peligro nuestras carreras.

—En cambio usted consideró que el riesgo de hacerlo público merecía la pena.

Antic sonrió mientras rebuscaba otra píldora en su bolso.

—Llamó su atención, profesor Seldon. Está sentado ahí enfrente. Sé que no malgastaría usted su precioso tiempo con algo que fuera completamente trivial.

La esperanza pareció hincharse en la voz del Gris, como si esperara que el manto azul de la meritocracia fuera colocado sobre sus hombros de un momento a otro. Pero Hari estaba demasiado distraído para ofrecer una alabanza amable. Su mente bullía.

¿Que no perdería mi tiempo en trivialidades? ¿Puedes estar tan seguro, mi joven amigo? Quizás sólo estoy aquí esta noche debido al aburrimiento terminal… o a la senilidad absoluta. Tal vez esté pasando por alto algo obvio. Algo que derrumbaría tus ofertas de aficionado como un castillo de naipes en mitad de un trantormoto.

Pero hasta ahora Hari no había encontrado ni un solo fallo. Aunque el trabajo analítico de Antic parecía rudimentario, también era meticulosamente honrado. La comprobación que Hari había hecho sobre referencias y datos públicos no revelaba ningún error aparente.

Sean cuales sean las pautas que ha descubierto, usando muestras de tierra y nubes flotando en la nada del espacio, parece correlacionarse burdamente con las zonas donde los mundos del caos han sido más frecuentes… un problema que llevo media vida intentando resolver:

De hecho, esto no era esencial para el éxito o el fracaso del Plan Fundación. Una vez que la caída del imperio empezara a precipitarse, la aparición de los mundos del caos cesaría. La gente estaría demasiado ocupada por toda la galaxia preocupándose por sobrevivir, o enzarzándose en estilos más clásicos de rebelión, para dedicarse a orgías de salvaje individualismo utópico.

Y, sin embargo, la psicohistoria siempre estará incompleta sin una respuesta a este maldito atractor.

Luego estaba el otro factor, igualmente potente.

Santanni… donde murió Raych. Y Siwenna, donde se vio por última vez la nave que transportaba a Manella y Bellis antes de desaparecer. Ambos mundos se encuentran cerca de algunas de las anomalías de Antic.

Hari sintió que la decisión hervía en su interior.

Sabía una cosa con seguridad. Odiaba su vida tal como era ahora. Desde que terminó las grabaciones de la Cápsula del Tiempo, no era más que una reverenciada figura histórica que esperaba la muerte. Ese no era su estilo. Se había sentido más vivo en los dos últimos días que en todo el año anterior.

Bruscamente tomó una decisión.

—Muy bien, Horis Antic. Iré con usted.

Al otro lado de la mesa, el rollizo hombrecito del uniforme gris palideció visiblemente. Los ojos parecieron salírsele de las órbitas al mirar a Hari, mientras su nuez de Adán temblaba ridículamente.

Finalmente, Antic tragó saliva con dificultad.

—¿Cómo? —empezó a decir, roncamente—. ¿Cómo…?

Hari sonrió.

—¿Cómo sabía que estaba a punto de sugerirle una expedición privada?

Extendió las manos, sintiendo que volvía a ser él mismo de nuevo.

—Bueno, después de todo, joven, soy Hari Seldon.