En tiempos, habían sido necesarios ciento cuarenta secretarios para encargarse de todo el correo de Hari. Ahora pocos recordaban que había llegado a ser Primer Ministro del Imperio. Incluso su más reciente notoriedad como Cuervo Seldon, profeta del desastre, había captado fugazmente la atención pública mientras los periodistas se centraban en otras historias. Desde que terminó el juicio y la Comisión de Seguridad Pública decretó el exilio para los seguidores de Hari, el flujo de mensajes había empezado a menguar. Ahora sólo esperaban media docena de memorandos en el monitor de pared cuando Kers lo trajo de regreso de su paseo matutino.
Primero, Hari repasó el Informe del Plan semanal de Gaal Dornick, que aún lo redactaba personalmente, por deferencia al padre de la psicohistoria. Los anchos rasgos de Gaal eran aún jóvenes, con una expresión sincera y jovial capaz de tranquilizar a cualquiera… aunque había ayudado a liderar la conspiración humana más importante en diez mil años.
Ahora mismo nuestro mayor dolor de cabeza parece ser la migración en sí misma. ¡Por lo visto algunos miembros del proyecto Enciclopedia no están contentos por haber sido desterrados desde Trantor hasta el último rincón del universo conocido!
Dornick se echó a reír, aunque con tono de cansancio.
Naturalmente, lo esperábamos, como habíamos planeado El Comisionado Linge Chen ha asignado la Policía Especial para impedir deserciones. Y nuestros mentálicos están ayudando a impulsar a los «voluntarios» a partir en sus naves asignadas. Pero es difícil seguir la pista de más de cien mil personas. ¡Hari, no contaste con los pequeños problemas!
Gaal repasó sus papeles mientras cambiaba de tema.
Tu nieta te envía abrazos desde Star’s End. Wanda informa de que la nueva colonia mentálica parece estar funcionando tan bien que puede volver pronto a casa. Es un alivio tener por fin a la mayor parte de los mentálicos lejos de Trantor. Eran un elemento inestable. Ahora sólo quedan en la ciudad los más dignos de confianza, y aquellos que son indispensables para los preparativos. Así pues, parece que tenemos todos los asuntos resueltos…
En efecto. Hari repasó el apéndice de símbolos psicohistóricos adjunto al mensaje de Gaal y vio que encajaban a la perfección con el Plan. Dornick y Wanda y los otros miembros de los Cincuenta conocían bien su trabajo.
Después de todo, Hari los había entrenado.
No tuvo que consultar su copia personal del Primer Radiante para saber qué sucedería a continuación. Pronto se enviarían agentes hacia Anacreonte y Smyrno, para poner en marcha un proceso imparable de secesión en aquellas provincias remotas, preparando el escenario para el principio de las crisis de la Fundación… la primera de muchas que conducirían, con el paso del tiempo, a una civilización nueva y mejor.
Naturalmente, a Hari no se le escapaba la ironía: había pasado todo el tiempo de su cargo como Primer Ministro sofocando rebeliones y asegurándose de que sus sucesores continuaran aplastando los llamados «mundos caóticos» cada vez que levantamientos sociales humanos amenazaran el equilibrio social-humano. Pero estas nuevas rebeliones que sus seguidores debían fomentar en la Periferia serían distintas. Dirigidas por ambiciosos lugareños deseosos de aumentar su propia grandeza, estas insurrecciones serían clásicas en todos los sentidos, y encajarían en las ecuaciones con absoluta precisión.
Todo según el Plan.
La mayor parte del resto del correo de Hari era rutina. Rechazó una invitación a la recepción anual de miembros eméritos de la facultad de la Universidad de Streeling… y otra a la exposición de nuevas obras artísticas del emperador creadas por «genios» de la Orden Excéntrica. Uno de los Cincuenta asistiría a ese acto, para medir los niveles de decadencia mostrados por la casta imperial artística. Pero era sólo una cuestión de calibrar lo que ya sabían: que la auténtica creatividad declinaba hacia nuevas simas sociales. Hari era lo bastante mayor para rechazar el honor. Y lo hizo.
A continuación encontró un recordatorio de que debía pagar sus impuestos como miembro Exaltado de la Orden Meritocrática… otro deber más que habría preferido soslayar. Pero tenía privilegios de rango, y ningún deseo de convertirse de nuevo, a su edad, en un simple ciudadano. Hari dio permiso verbal para que se abonara la factura.
Su corazón latió con más fuerza cuando la pantalla mural mostró una carta de la Agencia de Detectives Pagamant. Había contratado a la firma hacía años para que buscara a su nuera, Manella Dubanqua, y su hija Bellis. Las dos habían desaparecido de una nave de refugiados que huía del mundo caos de Santanni, el planeta donde murió Raych. Sintió un breve destello de esperanza. ¿Las habrían encontrado por fin?
Pero no, era una nota diciendo que los detectives seguían estudiando todavía los informes sobre la nave perdida e interrogando a los viajeros del corredor Kalgan-Siwenna, donde la Arcadia VII había sido localizada por última vez. Continuarían la investigación… a menos que Hari hubiera decidido renunciar por fin.
Apretó la mandíbula. No. El testamento de Hari establecía un fondo para continuar la investigación después de su muerte.
De los mensajes restantes, dos eran obviamente de pega, enviadas por matemáticos aficionados de mundos lejanos que sostenían haber descubierto independientemente los principios básicos de la psicohistoria. Hari había ordenado que el monitor-correo siguiera mostrando esas misivas porque algunas eran divertidas. Además, una o dos veces al año, alguna carta apuntaba a un verdadero talento, una chispa latente de inteligencia que de algún modo destellaba en un mundo lejano, sin llegar a apagarse entre el cuatrillón de ascuas de la galaxia. Varios miembros de los Cincuenta habían llamado su atención de esta forma. Sobre todo su mayor colega, Yugo Amaryl, que merecía ser considerado el fundador de la psicohistoria. El ascenso de Yugo a partir de unos humildes principios hasta las alturas de la genialidad matemática reforzaba la creencia de Hari de que cualquier sociedad futura debía basarse en una movilidad social abierta que animara a los individuos a ascender según sus habilidades. Por eso, siempre concedía a esos mensajes al menos una mirada casual.
Esta vez, uno llamó su atención.
¡Me parece haber hallado correlaciones entre su técnica de psicohistoria y los modelos matemáticos empleados para predecir pautas en el flujo de corrientes espaciomoleculares en el espacio profundo! Esto, a su vez, se corresponde sorprendentemente con la distribución de los tipos de suelo en planetas muestreados en una amplia gama de locales galácticos. Pensé que podría interesarle discutir sobre esto en persona. Si es así por favor indique…
Hari soltó una risotada, lo cual hizo que Kers Kantun se asomara desde la cocina. ¡Desde luego, este era listo! Escrutó columnas de símbolos matemáticos y encontró que el planteamiento era propio de un aficionado, aunque bastante certero y sincero. No era un fraude, entonces. Un aficionado de buenas intenciones, que compensaba su escaso talento con ideas extrañamente originales. Ordenó que se enviara la carta al miembro más joven de los Cincuenta, con instrucciones de que fuese contestada con toda cortesía… una habilidad que la joven Saha Lorwinth debía aprender, si quería ser uno de los gobernantes secretos de la humanidad.
Con un suspiro, Hari hizo girar su silla se ruedas para apartarse del monitor de pared, y se dirigió hacia su estudio privado protegido. Tras quitarse de la túnica el regalo de Daneel, lo dejó sobre la mesa, en una rendija creada especialmente para leer la antigua reliquia. La pantalla lectora ondeó con imágenes bidimensionales y arcaicas letras que el ordenador tradujo para él.
La infotienda que tenía delante era bastante ilegal, pero eso difícilmente iba a detener a Hari Seldon, que una vez había ordenado revivir a aquellos antiguos seres simulados, Juana de Arco y Voltaire, a partir de otro archivo semifundido. Esa acción acabó sumiendo partes de Trantor en el caos cuando la pareja de sims escapó a sus programaciones para huir a la desesperada por los corredores de datos del planeta. De hecho, todo el episodio terminó bastante bien para Hari, aunque no para los ciudadanos de Junin o Sark. De todas formas, sintió poco resquemor por quebrantar de nuevo la Ley de Archivos.
Hace casi veinte mil años. Sopesó la fecha de publicación, casi tan asombrado como la primera vez que activó la fecha del regalo de Daneel. Puede que esto fuera escrito para niños de aquella época, pero contiene más de nuestra historia profunda que todo lo que los eruditos imperiales de hoy podrían recopilar juntos.
Hari había tardado medio año en calibrar y comprender la magnitud de la primera existencia humana, que empezaba en la lejana Tierra, en un continente llamado África, donde una raza de simios inteligentes se enderezó y contempló con curiosidad las estrellas.
Muchas antiguas palabras emergieron de aquel pequeño cubo de piedra. Algunas eran ya familiares, pues habían llegado hasta el presente en formas oscuras, a través de relatos y tradiciones orales…
Extrañamente, algunos cuentos de hadas parecían haber sobrevivido casi sin cambios después de doscientos siglos. Historias populares como Pinocho… y Frankenstein… eran al parecer mucho más antiguas de lo que nadie imaginaba.
Hari había conocido por primera vez otros temas del archivo hacía sólo unas cuantas décadas, cuando los antiguos sims, Voltaire y Juana, los mencionaron.
Pero mucho más grande era la lista de cosas de las que Hari nunca había oído hablar, hasta la primera vez que activó aquel librito. Hechos sobre el pasado humano sólo conocidos por Daneel Olivaw y otros robots.
Personas y lugares que una vez resonaron con vital importancia para toda la humanidad.
Y todo desde las cuevas de Lascaux hasta las catacumbas de acero donde los terrestres se escondieron en el siglo XXVI.
Especialmente ilustrativo para Hari había sido un ensayo corto sobre un antiguo chamán llamado Karl Marx, cuyos elementales ensalmos no tenían ningún parecido con la psicohistoria, excepto la confianza ciega que los creyentes depositaban en su precioso modelo de la naturaleza humana. También los marxistas pensaron una vez que habían reducido la historia a principios científicos básicos.
Naturalmente, nosotros los seldonistas sabemos que no. La ironía hizo sonreír a Hari.
Estaba claro que Daneel Olivaw le había regalado esta reliquia por una sencilla razón: para darle una tarea. Algo que ocupara su mente durante estos últimos meses antes de que su frágil cuerpo cediera por fin. Aunque su cerebro se había vuelto demasiado débil para ayudar a Gaal Dornick y los Cincuenta, seguía pudiendo manejar un simple proyecto psicohistórico: encajar unos pocos milenios de datos de un solo mundo en el general. Tabular la historia lejana de la Tierra podría ayudar a extender las líneas básicas (las condiciones) del Primer Radiante en un decimal o dos.
De todas formas, le daba a Hari una ocasión de sentirse útil.
Creí que esto ayudaría también a responder mis preguntas más profundas, reflexionó. Ay, el principal resultado había sido solamente azuzar su curiosidad. Parece que la propia Tierra pasó varios períodos como mundo del caos. Uno de esos episodios engendró a la especie de Daneel. Una época en la que se inventaron los robots humaniformes como Dors.
Un temblor sacudió la mano izquierda de Hari y temió estar a punto de sufrir otro ataque… hasta que el temblor finalmente cedió.
¡Será mejor que Daneel venga pronto, o nunca conseguiré las explicaciones que me he ganado cumpliendo sus indicaciones todos estos años!
Kers le trajo la cena, una muestra de exquisiteces micogénicas que Hari apenas probó. Toda su atención estaba centrada en Un libro de conocimientos para niños, en el capítulo que hablaba de la gran migración… cuando la vasta población de la Tierra se debatió por huir de un mundo que se hacía rápidamente inhabitable por algún misterioso motivo. Con heroicos esfuerzos, casi mil millones de personas salieron del planeta a tiempo, huyendo en burdas hipernaves para establecer colonias por todo el Sector Sirio.
Cuando se publicó aquel archivo, los editores de Un libro de conocimientos para niños sólo podían imaginar cuántos mundos se habían colonizado. Los informes de la frontera hablaban de guerras entre las subculturas humanas. Y algunos rumores eran aún más extraños. Leyendas de fantasmas del espacio. Cuentos de misteriosas explosiones durante la noche, enormes y preocupantes, que centelleaban por delante de la avanzadilla de la exploración humana.
Había comenzado un proceso de disolución, en el que las porciones remotas de la humanidad perderían contacto. Una larga edad oscura de duros esfuerzos y luchas comenzaría pronto, cuando los recuerdos se perdieran a medida que la barbarie engullera a incontables reinos menores… hasta que la paz regresara por fin al universo humano. Una paz conseguida por el dinámico y emergente Imperio de Trantor.
Al contemplar aquel vasto golfo, Hari sintió que algo extraño lo asaltaba.
Si este archivo estaba destinado a los niños… eso demuestra que nuestros antepasados no eran idiotas.
Naturalmente, Hari había leído libros muchísimo complicados a la edad de seis años. Pero aquel «libro infantil» habría superado las capacidades de casi todos sus compañeros en Helicon. Los antiguos no eran tontos. Y, sin embargo, su civilización se disolvió en medio de la locura y la amnesia.
Hasta ahora, las ecuaciones psicohistóricas no ofrecían ninguna ayuda. Hari sondeó el archivo en busca de explicaciones. Pero tenía la acuciante sospecha de que las respuestas (las respuestas reales) tendrían que ser halladas en otra parte.