Wanda frunció el ceño.
—Todavía me incomoda dejarle a solas —le dijo a Stettin cuando salieron del apartamento de Hari en Streeling.
—Él se niega a que sea de otra forma —dijo Stettin.
—Chen quiere que esté solo… ¡para asesinarlo!
—No lo creo. Chen podría haberle hecho matar cien o mil veces. Ahora ha declarado oficialmente que aprueba la Enciclopedia, y Hari es el patriarca.
—No creo que la política sea tan simple en Trantor.
—Tienes que creer lo que dicen las predicciones de tu abuelo.
—¿Por qué? ¡Él ya no cree en ellas!
La puerta del ascensor se abrió y salieron al vacío para bajar menos de cinco pisos. El aterrizaje fue más brusco de lo que esperaban, algún desajuste en los campos gravitatorios del edificio. Wanda salió con los tobillos doloridos.
—Necesito largarme de aquí —se lamentó—. Hemos esperado tanto tiempo… un mundo propio…
Pero Stettin sacudió la cabeza, y Wanda lo miró con irritación y angustia, porque las dudas de él se justificaban.
—¿Cuáles crees que son las probabilidades —preguntó él— de que realmente nos vayamos de Trantor, aunque el Proyecto y el Plan continúen?
Wanda se sonrojó.
—El abuelo no me engañaría… ni a nosotros. ¿O sí?
—¿Para guardar un secreto muy importante, y para impulsar el Proyecto? —Stettin frunció los labios—. No estoy tan seguro.