Hari no había visto aposentos tan lujosos desde su época de primer ministro, y no significaban nada para él. Eran los aposentos auxiliares de Linge Chen, en la torre del comisionado, y Hari podía satisfacer cualquier capricho que tuviera, y recibir cualquier servicio disponible en Trantor (y Trantor, a pesar de sus problemas, ofrecía muchos y variados servicios a los ricos y poderosos); pero lo que más deseaba era que lo dejaran en paz.
No quería ver a los médicos que lo atendían, ni quería ver a su nieta, que se dirigía hacia el palacio con Boon.
Hari sentía algo más que duda y confusión. La ráfaga de odio de Vara Liso no había logrado matarle. Ni siquiera había logrado dañar o alterar sustancialmente su mente y personalidad.
Hari tenía una pérdida total de memoria de lo sucedido en la Sala de Dispensas. No recordaba nada salvo el rostro de Vara Liso y, extrañamente, el de Lodovik Trema, que por supuesto había desaparecido y presuntamente estaba muerto en el espacio profundo. Pero Vara Liso había sido real.
Trema, pensó. Alguna relación con Daneel. ¿El condicionamiento de Daneel está obrando sobre mí? Pero ni siquiera eso le importaba.
Lo que había alterado profundamente su estado de ánimo, su sentido de la misión y el propósito, era la única pista, la única prueba contradictoria, que Liso le había dado inadvertidamente.
En todas sus ecuaciones nunca había tenido en cuenta una anomalía mentálica tan potente. Sí, había calculado los efectos de los persuasores y otros mentálicos de la clase de Wanda, Stettin y los escogidos para la Segunda Fundación…
Pero no semejante monstruosidad, una mutación tan imprevista como Vara Liso. Esa mujer menuda y nudosa de ojos intensos…
Hari sintió un escalofrío. El médico que lo asistía —sin que él le prestara atención— trató de conectar un sensor al brazo de Hari, pero Hari se zafó de él y lo miró con exasperación.
—Ha terminado. Déjeme en paz. De todos modos preferiría morir.
—Es evidente, señor, que usted sufre de estrés…
—Sufro de fracaso —dijo Hari—. No puede torcer la lógica ni la matemática, por muchas drogas o tratamientos que me administre.
La puerta del extremo del estudio se abrió, y entró Boon, seguido por Wanda y Stettin. Wanda empujó a Boon a un lado y corrió hacia Hari. Cayó de rodillas junto a su silla, le aferró la mano y lo miró como si hubiera temido encontrarlo hecho trizas.
Hari miró en silencio a su querida nieta, y los ojos se le humedecieron.
—Estoy libre —murmuró.
—Sí —dijo Wanda—. Estamos aquí para llevarte a casa. Hemos firmado los papeles. —Stettin estaba junto a Hari, sonriéndole paternalmente.
El carácter estólido y amable de Stettin siempre había sido un poco irritante para Hari, aunque lo veía como el complemento perfecto de la obstinación de Wanda. En comparación con la extravagante y loca pasión de Vara Liso, ambos son como velas junto al resplandor de un sol.
—No me refería a eso —dijo Hari—. A1 fin estoy libre de mis ilusiones.
Wanda le acarició la mejilla. Ese contacto era necesario y agradable, pero no lo aplacó. Necesito serenidad, no verdad. Ya he visto demasiada verdad.
—No sé a qué te refieres, abuelo.
—Tan sólo una como ella da al traste con todos nuestros cálculos. El Proyecto es un fracaso irremediable. Si puede surgir una como ella, puede haber otros… talentos desaforados, y no sé de dónde vienen. Mutaciones imprevisibles, aberraciones… ¿en respuesta a qué?
—¿Te refieres a Vara Liso? —preguntó Wanda.
—Ella ha muerto —observó Stettin.
Hari torció el labio.
—Que yo sepa, hasta ahora, nunca hubo nada parecido a ella, en todos los millones de mundos humanos, entre los trillones de seres humanos. Ahora habrá más.
—Ella era sólo una mentálica más fuerte. ¿Qué cambio podría significar eso? ¿Qué importancia tiene? —preguntó Wanda.
—Soy libre de ser un mero ser humano en mis últimos años de vida.
—Abuelo, cuéntame. ¿Por qué tiene tanta importancia?
—Porque alguien como ella, educada apropiadamente, bien adiestrada, podría ser una fuerza unificadora —dijo Hari—. Pero no una fuerza salvadora… Una fuente de organización a partir de un solo punto, un orden jerárquico auténticamente despótico. ¡Tiranos! Hablé con muchos de ellos. Meros incendios forestales, tal vez necesarios para la salud del bosque. Pero habrían sido más… Todos habrían triunfado si hubieran tenido lo que tenía esa mujer. Una fuerza destructiva y antinatural. Destructiva para todo lo que hemos planeado.
—Pues reelabora tus ecuaciones, abuelo. Inclúyela. Sin duda no puede ser un factor tan grande…
—¡No sólo ella! ¡Otros! Mutaciones en cantidad infinita… —Hari sacudió la cabeza con vehemencia—. No hay tiempo para incluir todas las posibilidades. Sólo tenemos tres meses para prepararnos… ese tiempo no alcanza. Está por todas partes. Es inútil.
Wanda lo miró con rostro sombrío, con un temblor en el labio inferior.
—Es un efecto traumático —le murmuró el médico a Wanda.
—¡Estoy completamente lúcido! —gritó Hari—. Quiero irme a casa y vivir el resto de mis años en paz. Esta ilusión ha terminado. Estoy cuerdo, por primera vez… ¡Cuerdo y libre!