—Quería tantas cosas —dijo Vara Liso—. ¿Comprendes?
Hari la miró de frente. Estaba a cuatro metros de ella, a siete metros de donde la otra mujer yacía contra la puerta entornada. Liso alzó el látigo neural.
—No necesitas eso —dijo Hari, como dirigiéndose a una estudiante. Vara Liso titubeó—. Eres mentálica. La detuviste. —Señaló a la mujer caída. Dors.
Vara Liso bajó la cabeza pero no dejó de mirar a Hari. Parecía una niña enfurruñada, pero en sus ojos ardía el odio más puro que él había visto.
—Todo aquello en que creía ha muerto —dijo—. Van a matarme, tal como mataron a los hombres, mujeres y niños que encontré. Mi propia gente.
—Farad Sinter te hizo hacer eso, ¿verdad?
—El emperador —dijo Vara Liso. Parecía a punto de romper a llorar, pero mantenía el látigo en alto, y el dedo sobre el botón. Hari notó que estaba sintonizado en descarga casi letal.
—Sí, pero Sinter era tu…
—Él me amaba —gimió Vara, y soltó el látigo. Pero irradió una oleada de pesadumbre que le dio de lleno. La sala se llenó con las emociones de Vara Liso, y eran las más feas y sórdidas que Hari había conocido. Chocaron contra sus propios centros de ambición y necesidad, y sintió que se partían los huesos de su yo más interior.
La mujer del suelo se movió, y Vara Liso alzó la cabeza y se volvió hacia ella.
Hari aprovechó el momento, usando la única oportunidad que tenía. En Helicon había tenido años de entrenamiento en autodefensa, pero hacía tiempo que su cuerpo se negaba a responder prontamente a sus instrucciones. Casi había llegado a Liso cuando ella movió la cabeza y gritó de nuevo, en silencio, y dentro de su mente.
Contra Hari.
En ese momento Brann y Lodovik abrieron la puerta, empujando a Dors, que aún no lograba reunir la voluntad para moverse.
Klia tropezó con la pierna de Dors, cayó en la Sala de Dispensas, vio que Lodovik se movía con velocidad sobrehumana hacia su enemiga, le vio alzar el brazo y coger la mano de la mujer para hacerla girar…
Para matarla, si era preciso, ejerciendo esa libertad humana…
Pero Lodovik se detuvo antes de tocarla, paralizado por una mirada.
Vara Liso se arrodilló, frotándose las muñecas y las manos, y se enfrentó a Klia Asgar.