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Klayus saltó de su gran asiento del Salón de las Bestias cuando Sinter entró en la habitación. Monstruos de toda la galaxia se erguían sobre ellos. El emperador siempre iba allí cuando se sentía intranquilo e inseguro. Las bestias lo hacían sentir monstruosamente poderoso, como correspondía a su título de emperador de la Galaxia.

Sinter se acercó a Klayus, los brazos cruzados dentro de las largas mangas de su toga de comisionado.

—¿Qué sucede? —chilló Klayus.

Sinter se inclinó y lo miró alzando las cejas.

—He iniciado una busca selectiva de más pruebas, como habíamos convenido —dijo—. Sire, he estado en reunión con los planificadores de la expansión de nuestra autoridad sobre la Comisión de Seguridad Pública…

—¡Has llamado a los Dragones, maldición! ¡Esta no es una emergencia de estado!

—No hice semejante cosa, alteza.

—Sinter, están por todo Dahl, el Sector Imperial y Streeling, miles de ellos. Usan sus cascos instructores, y el general Prothon los dirige personalmente.

—¡No sé nada de eso!

—Klayus resopló.

—¿Cómo que no sabes? Ya han arrestado a cuatro mil chicos tan sólo en Dahl, y los llevarán a la prisión Rikerian para procesarlos.

—Ellos sólo… es decir, Prothon sólo puede hacer eso… sólo tiene autorización para hacerlo, si hay una insurrección general…

—¡He hablado con él, idiota!

Farad arrugó la frente y miró al emperador con espanto.

—¿Y qué dijo?

—¡La Comisión de Seguridad General ha emitido una proclama de peligro inminente para el trono! ¡La proclama tiene tu imprimátur, tu sello de comisionado!

—¡Es falso! —exclamó Sinter—. Tengo un grupo selecto de Especiales buscando robots. Vara Liso, sire. Nada más. Nos estamos concentrando en Streeling. Tenemos un grupo de sospechosos arrinconado en un viejo almacén cerca de los distritos minoristas…

—He ordenado al general que retire sus tropas de inmediato —chilló Klayus—. Dijo que obedecería… Aún tengo ese poder, pero…

—Claro que sí, alteza. Debemos averiguar al punto quién es responsable…

—¡A nadie le importa! Dahl está hirviendo… hubo mucha presión económica y social, y siempre han sido volátiles. Mis informadores me dicen que nunca han visto tanta inquietud… ¡Cuatro mil chicos, Sinter! ¡Esto es increíble!

—¡No es obra mía, mi emperador!

—Tiene todas las características. Alucinaciones paranoicas…

—¡Sire, tenemos el robot! Estamos registrando su memoria.

—He visto el informe. Chen me lo envió hace quince minutos. Esa cosa ha estado en Mycogen durante años, escondida en una casa particular, guardada por una familia leal a los viejos ritos, los viejos mitos… tiene miles de años, y su memoria está casi en blanco. La familia sostiene que es el último robot en funcionamiento de la galaxia. ¡No tiene ninguna memoria de Hari Seldon!

Sinter guardó silencio, pero movía los labios y fruncía la frente.

—Aquí hay un plan. Alguien tiene un plan —jadeó.

—Prothon afirma que tiene tu orden, con el imprimátur y el sello de la nueva comisión. Ha ofrecido su renuncia como protector del Imperio, su suicidio y el oprobio del honorable nombre de su familia, si alguien puede demostrar lo contrario.

—Alteza… Klayus, por favor, escúchame…

Pero Klayus estaba fuera de sí.

—No sé qué pasará si…

—Escucha, emperador…

—¡Sinter! —graznó el emperador, aferrándole los hombros y sacudiéndolo bruscamente—. ¡Prothon acompañó a Agis al exilio! ¡Desde entonces no ha dirigido ninguna campaña oficial!

Sinter palideció. Las arrugas de su frente se borraron.

—Chen —dijo con un hilo de voz.

—¡Linge Chen está recluido para el juicio de Seldon! Seguridad Pública está trabada. Él está detrás de Seldon, no de los robots, no de…

—Chen controla a Prothon —dijo Sinter.

—¿Quién puede probarlo? ¿Y qué importa? ¿Algo de eso importa? Mi trono es muy frágil, Sinter. Todos piensan que soy un mentecato. Tú me dijiste que podíamos fortalecernos, que podía granjearme la reputación de salvador de Trantor, proteger al Imperio de una vasta conspiración…

Sinter dejó que el emperador se desquitara y soportó los escupitajos que recibía en la cara. Se devanaba los sesos, pensando cómo retirar y reagrupar sus fuerzas, cómo disociarse de lo que era una catástrofe inminente.

—¿Por qué no recibí el informe antes que tú, sire? —preguntó, y Klayus calló el tiempo suficiente para fulminarlo con la mirada.

—¿Qué importa eso?

—Debí haber recibido el informe primero, para interpretarlo. Esa era mi orden.

—¡Contradije tu orden! Pensé que debía enterarme cuanto antes.

Sinter evaluó fríamente esas palabras, entornó los ojos.

—¿Se lo has dicho a alguien, sire?

—¡Sí! Le dije al asistente de Prothon que sus órdenes eran ridículas, que acabábamos de realizar nuestra propia investigación. Procuré aferrarme a los detalles para salvarte el pellejo, Sinter… dije que nunca habrías ordenado una acción policial de tal escala cuando tus pruebas aún no eran definitivas… —Klayus contuvo el aliento.

Farad Sinter sacudió la cabeza tristemente.

—Entonces Chen sabe que aún no tenemos nada. —Apartó las manos de Klayus de sus hombros—. Debo irme. Estamos tan cerca… esperaba capturar una célula de robots…

Echó a correr del Salón de las Bestias, dejando al joven emperador con las manos tendidas y los ojos desorbitados.

—¡Prothon! ¡Sinter, Prothon! —chilló Klayus.