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Los guardias regresaron a la celda de Hari por la mañana. Él estaba sentado en el borde del catre, como todas las mañanas desde la visita del viejo tiktok, pues no deseaba dormir más de lo necesario. Ya se había vestido y había hecho sus abluciones, y tenía el cabello blanco peinado hacia atrás, sostenido con un alfiler en un nudo de erudito, un estilo meritocrático que había evitado hasta ahora. Pero si alguna clase representaba Hari, después de tantos años de académico y su breve gestión de primer ministro, era la de los meritócratas. Como ellos, nunca he tenido hijos. Adopté a Raych, lo crie a él y a mis nietos, pero nunca tuve hijos propios… Dors

Bloqueó esos pensamientos.

Con su juicio, los meritócratas de toda la galaxia verían si un Imperio declinante podía tolerar la ciencia y el placer del descubrimiento. Otras clases también podrían tener interés en el proceso; aunque fuera cerrado, circularían rumores. Hari se había vuelto muy famoso, aunque su fama no siempre era favorable.

Los guardias entraron con practicada deferencia y se plantaron frente a él.

—Tu abogado espera afuera para acompañarte a la cámara judicial de la Comisión.

—Sí, por cierto —dijo Hari—. Vamos.

Sedjar Boon se reunió con Hari en el corredor.

—Ha sucedido algo —susurró—. Es posible que cambien la estructura del juicio.

Esto confundió a Hari.

—No entiendo —murmuró, mirando a los guardias de ambos flancos. Un tercer guardia caminaba tras ellos, y había tres más detrás. Demasiada protección, teniendo en cuenta que ya estaban en un recinto totalmente seguro.

—El juicio estaba destinado a durar menos de una semana —dijo Boon—. Pero la oficina de supervisión judicial del emperador ha modificado el programa y ha reservado la cámara para tres semanas.

—¿Cómo lo sabe?

—He visto el acta de la Comisión de Seguridad General.

—¿Qué es eso? —preguntó Hari, sorprendido.

—Farad Sinter tiene su propia comisión, una nueva rama con presupuesto imperial. Linge Chen está luchando para mantenerlo fuera del juicio, alegando que hay groseras irrelevancias, pero parece que se permitirá la intervención de Sinter.

—Oh. Espero que alguien me deje hablar, en medio de tantos pesos pesados.

—Usted es la estrella —dijo Boon—. Además, a petición de Seguridad General, usted y Gaal Dornick serán juzgados al mismo tiempo. Los otros serán liberados.

—Ah —dijo fríamente Hari, aunque esto le sorprendía aún más.

—Gaal Dornick ha sido acusado formalmente —comentó Boon—. Pero es un personaje menor… ¿Por qué lo eligieron a él en particular?

—No sé —dijo Hari—. Supongo que por ser el más nuevo de nuestro grupo. Tal vez crean que será el menos leal y el más dispuesto a hablar.

Llegaron al ascensor. Cuatro minutos después, tras subir un kilómetro hasta el Salón de la justicia, en el edificio de los Tribunales Imperiales, se detuvieron ante las altas e intrincadas puertas de bronce del juzgado número siete, primer distrito, Sector Imperial, dedicado en los últimos dieciocho años a audiencias solicitadas por la Comisión de Seguridad Pública.

Las puertas se abrieron. En el interior, los hermosos bancos de madera y los palcos afelpados que rodeaban las teatrales galerías estaban vacíos. Los guardias los condujeron respetuosamente por el pasillo central, enmoquetado de azul y rojo, hasta la sala de conferencias lateral. La puerta se cerró detrás de Hari y Boon.

Gaal Dornick ya estaba sentado en el banquillo de los acusados.

Hari se sentó junto a él.

—Es un honor —dijo Gaal con voz trémula.

Hari le palmeó el brazo.

Los jueces de la Comisión de Seguridad Pública, cinco en total, entraron por la puerta de enfrente. Linge Chen entró y se sentó en el centro.

La procuradora del tribunal entró en último lugar; sus deberes constituían una antigua formalidad. Era una mujer baja y ondeante de ojillos azules y pelo rojo y corto. Caminó hasta la mesa de acusaciones, examinó los documentos con gestos entre tristes y solemnes y se acercó a los cinco comisionados.

—Declaro que estos autos de procesamiento están correctamente labrados y formal y correctamente incluidos en la lista de acusaciones del Salón Imperial de la Justicia del mundo capital de Trantor en el año imperial de 12067. Que todas las partes tengan en cuenta que los ojos de la posteridad presencian este procedimiento, y que dicho procedimiento será debidamente consignado y dentro de mil años, presentado al escrutinio público, tal como lo requieren los antiguos códigos que deben acatar todos los tribunales imperiales que se basan en una constitución y un conjunto particular de leyes. Hey nas nam niquas per sen liquin.

Nadie sabía qué significaba esta frase, en un oscuro dialecto usado por los nobles que se habían reunido en el Consejo de Po doce mil años atrás. Nada más se sabía sobre el Consejo de Po, salvo que allí se había redactado una constitución que hacía tiempo se ignoraba.

Hari frunció la nariz y miró a la Comisión.

Linge Chen aceptó la declaración de la procuradora con una reverencia y se reclinó en su asiento. No miraba a Hari ni a nadie. Su porte regio, pensó Hari, es digno del maniquí de una tienda.

—Que se inicie el proceso —declaró el comisionado mayor con voz serena y melodiosa, enfatizando aristocráticamente las sibilantes.

Hari se inclinó con un suspiro apenas audible.