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Linge Chen dejó que su sirviente Kreen 1o vistiera de gala para su papel de juez y administrador. Chen había diseñado personalmente esa toga y las de sus colegas, usando elementos de diseño de cientos o miles de años atrás. Primera venían la sotoveste autolimpiadora que usaba continuamente, aromática y flexible, leve como el aire, luego la sotana negra, que le llegaba a los tobillos y rozaba sus pies descalzos; después la deslumbrante sobrepelliz dorada y roja, y finalmente la guarnición, una capa gris que se sujetaba en la cintura. Sobre su pelo negro y corto llevaba una gorra sencilla, con dos cintas verdes que colgaban detrás de sus orejas.

Cuando Kreen terminó con sus ajustes, Linge Chen se miró en el espejo y en el proyector de imágenes, se tocó el ruedo y la gorra, cabeceó aprobatoriamente.

Kreen retrocedió, la mano en la barbilla.

—Imponente.

—Mi propósito de hoy no es parecer muy imponente —dijo Linge Chen—. En menos de una hora debo comparecer ante el emperador con esta toga chillona, agitado por no poder ponerme ropa más apropiada… comportarme como si me hubieran sorprendido con la guardia baja. Estaré un poco aturdido y vacilaré entre las dos opciones imposibles que me presentarán. Parecerá que mi enemigo ha triunfado, y de ello dependerá el destino de Trantor, incluso del Imperio.

Kreen sonrió confiadamente.

—Espero que todo salga bien, sire.

Linge Chen apretó los finos labios y se encogió levemente de hombros.

—Supongo que así será. Hari Seldon ha dicho que así sería, y sostiene que lo ha demostrado matemáticamente. ¿Crees en él, Kreen?

—Sé muy poco sobre él, sire.

—Un hombre maravillosamente irritante. Bien, para representar mi papel, en los próximos días pondré a un emperador de rodillas y le obligaré a implorar. Antes fue un deber desagradable abandonar mi papel tradicional. Esta vez será un deleite, una recompensa por mis esforzados servicios. Pincharé un absceso en la carne del Imperio, y dejaré drenar esa pústula persistente y dolorosa.

Kreen asimiló esto en reflexivo silencio.

Linge Chen se llevó el dedo a los labios y sonrió.

—Shh. No se lo cuentes a nadie.

Kreen movió la cabeza lentamente, con gran dignidad.