Wanda miró atónita a ese viejo alto y solemne que había aparecido como un fantasma. Había entrado sin avisar, y sin activar la alarma. Stettin salió del dormitorio del diminuto apartamento. Llevaba una toalla sucia en la mano. Estaba por protestar contra las privaciones que sufrían en el sector de Peshdan cuando también vio al hombre alto.
—¿Quién es? —le preguntó a Wanda.
—Dice que conoce al abuelo —dijo Wanda. El hombre saludó a Stettin con un movimiento de cabeza.
—¿Quién eres? —preguntó Stettin mientras se secaba el pelo.
—En un tiempo fui conocido como Demerzel —dijo el hombre—. He vivido en reclusión desde esos lejanos días en que era primer ministro.
—Vaya —dijo Stettin—. ¿Por qué vienes aquí? ¿Y cómo sabías…?
Wanda pisó levemente el pie descalzo de su esposo.
—Ay. —Stettin decidió que sería mejor que hablara su esposa.
—Hay algo diferente en ti —dijo ella.
—Ya no soy joven —dijo Demerzel.
—No… algo en tu porte.
Entre Stettin y Wanda, esta era una palabra en código que significaba que Stettin debía examinar al visitante con sus propios poderes. Stettin ya lo había hecho y no detectaba nada inusitado. Se concentró, sondeó un poco más y encontró un escudo muy efectivo, casi indetectable.
—Nuestro talento es un poco especial, ¿no? —dijo Demerzel cabeceando al reconocer el sondeo de Stettin—. Yo he convivido con él durante largo tiempo.
—Eres mentálico —dijo Wanda.
Demerzel asintió.
—Es muy útil en política.
—¿Quién te dijo que estábamos aquí? —preguntó Wanda.
—Os conozco muy bien. Me interesa el trabajo de tu abuelo, y su influencia sobre mi propio… legado. Demerzel alzó las manos, como si pidiera perdón por una debilidad. Una vez más, su sonrisa no le pareció del todo natural a Wanda, pero no podía lograr que ese hombre le disgustara. Sabía que eso era muy diferente de confiar en él.
—Tengo contactos en otras partes del palacio —dijo él—. He venido a decirte que tu abuelo puede estar en un gran aprieto.
—Si sabes qué le sucedió…
—Sí, lo han arrestado, junto con algunos colegas. Pero están a salvo por el momento. No me preocupa una amenaza de la Comisión. Puede haber un intento de subvertir el trabajo de Hari. Después del juicio, debes tratar de permanecer con él, mantenerlo apartado de gente que no conozcas personalmente…
Wanda dio un respingo. Con su abuelo podía suceder cualquier cosa, pero Demerzel había sido primer ministro más de cuarenta años atrás, y no aparentaba mucho más de cuarenta o cincuenta…
—Es una petición muy extraña. Nadie ha podido convencer a mi abuelo… —Wanda se interrumpió, comprendiendo las implicaciones—. ¿Crees que alguien quiere matarlo, aparte de Linge Chen?
—Linge Chen no quiere matar a Hari. Al contrario. Sé que en realidad le tiene simpatía. Eso no le impedirá condenarlo y encarcelarlo, incluso ejecutarlo si obtiene una ventaja política, pero entiendo que Hari vivirá y será liberado.
—Mi abuelo parece convencido de ello.
—Sí… bien, quizá no esté tan convencido ahora que está en la cárcel.
—¿Has ido a verle?
—No —dijo Demerzel—. No sería práctico.
—¿Quién lastimaría a mi abuelo?
—Dudo que lo lastimen físicamente. ¿Conoces mentálicos más fuertes que nosotros?
Wanda tragó saliva, tratando de encontrar un motivo para no hablarle a ese hombre.
Él no aplicaba la persuasión. No le pedía confidencias ni detalles sobre los demás, sobre Star’s End y la Segunda Fundación.
—Sé de uno o dos —dijo.
—Sabes de Vara Liso, que ahora trabaja con un hombre llamado Farad Sinter. Constituyen un grupo poderoso, y te han causado muchos problemas, pero ahora no buscan a los tuyos. Han modificado esa búsqueda. Linge Chen está trabajando para desacreditar a Sinter, dándole soga para colgarse, por usar un antiguo dicho. Pero Sinter tiene otros enemigos, y no podrá llegar muy lejos sin que lo detengan. Sospecho que ambos serán pronto ejecutados y no presentarán ninguna amenaza para tu abuelo ni para ti.
Wanda interpretó esta declaración como la posibilidad de que Liso representara una amenaza para Demerzel.
—¿Y para ti? —preguntó.
—Improbable. Ahora debo irme. Pero te pediré que protejas a Hari cuando lo liberen. El trabajo de Hari es fascinante y muy importante. ¡No debe detenerse!
Demerzel saludó y dio media vuelta.
—Nos gustaría mantenernos en contacto contigo —dijo Wanda—. Pareces conocer muchas cosas útiles, no te pierdas…
Demerzel sacudió la cabeza con tristeza.
—Sois jóvenes deliciosos, y vuestra labor es muy importante —dijo—. Pero soy un incordio para mis amigos. Estáis mejor sin mí.
Abrió la puerta, que antes estaba con triple cerrojo, la traspuso, saludó con dignidad y la cerró. Stettin resopló de alivio. Tenía el pelo erizado después de su insatisfactorio baño.
—A veces me pregunto si debí casarme contigo —dijo—. Tu familia conoce a las personas más extrañas.
Wanda miró la puerta con expresión perpleja.
—No pude leer nada en él. ¿Tú pudiste?
—No —admitió Stettin.
—Es un experto en bloqueos. —Wanda tiritó—. Aquí sucede algo muy raro. ¿Alguna vez tuviste la sensación de que mi abuelo no nos cuenta todo lo que sabe?
—Siempre —dijo Stettin—. Pero en mi caso, puede ser que tenga miedo de aburrirme.
Wanda adoptó su expresión resuelta.
—No te pongas cómodo.
—¿Por qué no? —preguntó Stettin, y alzó las manos defensivamente—. No de nuevo…
—Nos mudamos. Todos se están mudando otra vez.
—¡Por el cielo! —maldijo Stettin, y arrojó la toalla contra un rincón—. ¿Acaso no dijo que Hari triunfaría?
—¿Qué sabe él? —dijo sombríamente Wanda.