Klia despertó al oír un golpe en la puerta y se vistió rápidamente. A1 abrir la puerta, quedó decepcionada, luego satisfecha, al descubrir que no era Brann sino otro joven, que no era dahlita ni tan guapo.
Era menudo e inquieto, un misaroano de nariz larga y la tez muy marcada por la fiebre cerebral. También era mudo, y dio a conocer su propósito con señas del gremio de prestamistas, una lengua que Klia conocía bastante bien.
Me llamo Rock, dijo, cerrando el puño y golpeándolo con la otra mano para enfatizar su nombre. Ven a hablar con el Ignoto, le dijo, y sonrió al ver que ella entendía algunas señas.
¿Ignoto? KIia trazó el doble guión de asombro sobre sus ojos mientras lo seguía.
Rock deletreó un nombre con los dedos, y ella comprendió. Debía reunirse con Plussix, aunque por cierto no lo vería. Nadie lo veía nunca.
Plussix no habló escondido detrás de una pared, como ella había esperado. Klia estaba en un cubículo donde había un cilindro de vidrio cerca de una pared y una silla cerca de la pared de enfrente. En las otras dos paredes había puertas, y una de ellas se cerró en silencio mientras Rock se marchaba con un gruñido y un cabeceo.
Un fulgor claro llenó el cilindro, y una figura cobró forma en su interior: un hombre maduro y bien vestido, de cabello ondulado y pardo pegado al cuero cabelludo, con expresión vagamente agradable y enigmática. Su tez era rubicunda y sus labios eran muy finos, casi ascéticos.
Klia había visto telemímica en librofilmes y otros entretenimientos. Dondequiera estuviera Plussix, esta figura seguiría dócilmente sus movimientos. Ella no podía usar sus poderes con esta imagen.
No le gustaban los engaños, y esto no era una excepción. Se sentó en la silla y se cruzó de brazos.
—Tú sabes quién soy —dijo la figura, y se sentó en una silla espectral dentro del cilindro—. Tu nombre es Klia Asgar, de Dahl. ¿Esta información es correcta?
Ella asintió.
—Vienes a nosotros por consejo de Kallusin. Para tu especie se está haciendo muy difícil sobrevivir en Trantor sin ayuda.
—Supongo —dijo ella, apretando los labios.
—Aquí te sentirás cómoda. Hay muchas cosas fascinantes en estos almacenes. Podrías pasarte una vida aquí, tan sólo estudiando la historia de todo lo que importamos.
—No me gusta la historia —dijo Klia.
Plussix sonrió.
—Hay más historia de la que usamos en nuestra vida personal.
—Mira, vine aquí por mi voluntad… —¿Existe semejante cosa, en tu opinión?
—Claro que sí.
—Claro que sí —repitió Plussix—. Por favor, perdona la interrupción.
—Iba a decir que todo esto me pone los pelos de punta. Los almacenes, el modo en que te ocultas… los pelos de punta. Creo que me gustaría seguir por mi cuenta.
Plussix asintió.
—Un deseo comprensible. Que no se te concederá ahora que estás aquí, por motivos que sin duda entenderás.
—Crees que podría revelar vuestro paradero a otros. A la mujer que nos persigue.
—Es una posibilidad.
—¡Pero no lo haría, lo juro!
—Agradezco tu franqueza, Klia Asgar, y espero que valores la mía. Aquí libramos una especie de guerra. Tú deseas sobrevivir a las consecuencias de una fuerza irracional ejercida por desconocidos. Yo tengo mis medios y mis fines. Tú y tus hermanos son mis medios. Mis fines no son malignos ni destructivos. Se relacionan con el libre albedrío y el ejercicio de la voluntad, cosa que sin duda te resulta irónica, dadas las circunstancias.
Klia se echó el cabello hacia atrás y apretó las mandíbulas.
—Sí —masculló.
—Ya has oído todo esto —dijo Plussix. En su voz no había ironía ni humor; ninguna emoción. Sus palabras eran claras, concisas y un poco frías.
—Es lo que dicen todos los tiranos.
—Sí. Pero mi clase de tiranía tiene sus beneficios. Comes con regularidad, no tienes que robar ni estafar para sobrevivir, y permaneces alejada de gente que te lastimaría… por el momento, hasta que estés preparada.
—¿Preparada para qué?
—Desde tu punto de vista, para vengarte de los que han estropeado tu vida.
—Ellos no me importan. Tal vez deba irme con los demás y abandonar este planeta para siempre.
Plussix sonrió apenas.
Klia se sonrojó. Había buscado alivio, pero allí sólo enfrentaba nuevas presiones. Hasta entonces había corrido delante de la ola; allí estaba estrujada entre esa ola y una superficie al parecer inflexible: Plussix.
—Por favor, reflexiona y tómate tu tiempo. Aquí hay gente buena y amigable. Tus obligaciones son leves. Las oportunidades de aprendizaje y mejoramiento son muchas. Adiestramiento físico, continuación de tu educación… muchas oportunidades.
Mientras Plussix decía estas palabras, Klia notó, por primera vez en esa breve entrevista, cierto placer en esa voz, una presencia relajada y natural.
—¿Eres maestro? —preguntó de golpe.
—Sí, en cierto modo.
—¿De las escuelas imperiales?
—No —dijo Plussix—. Nunca enseñé en las escuelas imperiales. ¿Puedo hacerte algunas preguntas importantes?
Klia miró el techo sin responder, se sintió tonta.
—Claro. Adelante.
—¿Cuánto hace que eres consciente de tu capacidad persuasiva?
—Me las apaño. Eso es todo.
—Por favor. Kallusin me asegura que te encuentras entre las más talentosas que conoce.
—Desde que era niña. No recuerdo cuándo. Hasta hace unos pocos años no sabía que los demás no eran como yo.
—¿Tu padre es viudo?
—Mi madre murió cuando yo tenía cuatro años. La echo de menos. —¿Y por qué le hablas de tus sentimientos a este fantasma?
—¿Durante cuántos años has estado sola?
—Tres.
—Trabajando para varias personas. Actuando como mensajera, buscando información… otros trabajos. Trabajos ilegales, y a veces antiéticos, que te parecían indignos.
Klia desvió los ojos y se entrelazó las manos.
—Me ganaba la vida. Incluso le daba algún dinero a mi padre. Él no lo rechazaba.
—No, claro que no. Los tiempos son difíciles en Dahl. ¿Has conocido a otros como tú?
—A veces. Está Brann.
—Brann es notable, y diferente de ti, como habrás visto. ¿Conociste a la mujer que está ayudando a la policía a encontrar a tu gente?
Klia tragó saliva.
—Nunca la vi. La sentí, sobre todo por el revuelo que armaba.
—¿Alguna vez la sentiste en la mente?
—Como una pluma —contestó Klia—. Quizá como Brann, pero más fuerte. ¿Eres persuasor?
—Eso no importa. ¿Crees que te encontrarías mejor sin tu talento?
Klia no había pensado mucho en esta posibilidad. Era como preguntarle si se sentiría mejor sin sus orejas o sus dedos.
—No. Bien, a veces pienso… —Se calló.
—¿Sí?
—Me gustaría ser normal. Humana como… como los demás.
—Es comprensible. ¿Crees en los robots, Klia?
—No. No creo que existan ahora. Tal vez hace mucho, antes de los tiktoks y esas cosas. Pero nunca he creído que existan ahora. Es una locura.
Plussix asintió y extendió la mano.
—Gracias por verme. Puedo concertar nuevas citas para estas entrevistas con cierta regularidad, para que me informes sobre tus avances y tu estado mental. Dentro de poco tiempo nuestra rutina cambiará. Confío en que estés preparada para entonces.
—¿Y si insisto en pedir permiso para irme?
—Ojalá pudieras volar libre como un pájaro, Klia Asgar. Pero aquí todos tenemos deberes. Como decía, deberes leves y sólo entrenamiento, al principio, pero con el tiempo podemos ser muy importantes. Por favor, trata de comprender.
Klia no dijo nada, pero se preguntó cómo Plussix esperaba que los demás comprendieran cuando él brindaba tan poca información. ¡He caído en otra trampa!
La imagen se desvaneció, la puerta se abrió, y allí estaba Rock, mirándola con ojos entornados. Ejercicio y desayuno, dijo con señas. ¿Puedo sentarme junto a ti?
Klia lo miró dubitativamente. Luego dijo que sí con señas.
Pero pensaba en Brann, preguntándose qué hacía ahora, y con quién estaba.