Linge Chen recibió a Sedjar Boon a solas en su residencia personal del Pabellón de la Comisión y le dio cinco minutos para que describiera la reunión con Hari Seldon.
—Admiro al hombre, sire —dijo Boon—, pero no parece importarle mucho lo que sucederá. Parecía más interesado en obtener asesoramiento legal para un estudiante o asistente que llegó a Trantor hace poco tiempo.
—¿Quién es?
—Gaal Dornick, sire.
—No le conozco. Es nuevo en el Proyecto de Psicohistoria, ¿no es cierto?
—Creo que sí, sire.
—En la Universidad y la Biblioteca hay cincuenta personas trabajando en el Proyecto de Seldon. ¿Con Dornick son cincuenta y uno?
—Así es.
—Y por debajo de estos cincuenta, que pronto serán cincuenta y uno, hay cien mil, diseminados por todo Trantor, con algunos miles apostados entre nuestros aliados, y unos cientos trabajando en las estaciones receptoras de todo el sistema. Nadie en las estaciones de defensa. Todos son leales, y se conducen con muda dedicación. Seldon se convierte en el pararrayos para no llamar la atención sobre toda esta actividad. Un logro notable en un hombre tan ignorante de la ley y tan desdeñoso de las minucias de la gestión como él parece ser. Boon detectó la crítica implícita.
—No lo subestimo, comisionado. Pero usted me ha ordenado que le brinde el mejor asesoramiento legal, y él no parece interesado.
—Tal vez sepa que usted responde ante mí.
—Lo dudo, comisionado.
—Es improbable, pero él es un hombre inteligente. ¿Ha estudiado los trabajos psicohistóricos de Seldon, doctor?
—Sólo en la medida en que se relacionan con los cargos por los cuales usted se propone enjuiciarlo. —Boon lo miró con esperanzado respeto—. Mi tarea sería mucho más fácil si supiera cuáles son esos cargos, comisionado.
Chen enfrentó su mirada con aire socarrón.
—No —dijo—. La mayoría de mis Grises, y sin duda la mayoría de los que están en asuntos legales, opinan que Seldon es un charlatán inofensivo y divertido, otro meritócrata revoltoso que aspira a ser un excéntrico. En Trantor se le profesa cierto afecto. La noticia de que está por comparecer en juicio está demasiado difundida, doctor. Incluso podría convenirle a Seldon publicitar el juicio, presionándonos para que retiremos los cargos o renunciemos a la causa. Podría presentarse como un académico respetado, un meritócrata creativo de viejo estilo, atropellado por una nobleza afeminada y cruel.
—¿Es una sugerencia, comisionado? Podría ser una buena defensa.
—En absoluto —dijo Chen de mal humor. Se inclinó hacia delante—. No esperará que yo haga su trabajo, doctor. ¿Él ha hablado con usted de su estrategia?
—No, sire.
—Él quiere comparecer en juicio. Está usando este juicio de algún modo, quizá porque le resulta necesario. Curioso.
Boon estudió al comisionado mayor unos segundos.
—¿Puedo hablar con franqueza, comisionado? —preguntó al fin.
—Por cierto.
—Aunque sea verdad que las palabras y predicciones de Seldon se pueden interpretar como actos de traición, sería más razonable que los comisionados se limitaran a ignorarlo. Su organización es importante, sin duda… el mayor agrupamiento de intelectuales fuera de la Universidad. Pero está consagrado a fines pacíficos… una enciclopedia, según se dice. ¡Erudición, pura erudición! No entiendo los motivos de usted para enjuiciar al profesor. ¿Está usando a Hari Seldon?
Chen sonrió.
—Es mi infortunio que se me considere omnisciente. No soy omnisciente, ni soy políticamente omnívoro. No devoro y transformo todos los acontecimientos a mi conveniencia. —Evidentemente Chen era reacio a dar una respuesta más detallada.
—Claro que no, comisionado. ¿Puedo hacer una pregunta más, por razones puramente egoístas y profesionales… para evitarme un esfuerzo excesivo cuando hay tanto que hacer y tan poco tiempo?
—Quizá —dijo Chen, curvando el labio para dar a entender que no sería muy magnánimo.
—¿Hará arrestar a Gaal Dornick, sire?
Chen reflexionó un instante.
—Sí —dijo al fin.
—¿Mañana, sire?
—Sí, desde luego.
Boon manifestó su gratitud y, para su inmenso alivio, Chen le dio permiso para marcharse.
Cuando partió el abogado, Chen activó sus registros personales y pasó varios minutos buscando la primera mención del juicio de Seldon por traición, realizada por él o en su presencia. Chen habría jurado que él había sido el primero en sugerirlo, pero las grabaciones le demostraron que se equivocaba.
Lodovik Trema había sido el primero en sugerir la idea, en una sutil conversación que habían entablado menos de dos años atrás. Ahora el juicio resultaría tan problemático como oportuno… mucho más oportuno que problemático. Una pequeña herramienta con la cual podría limpiar el palacio. ¿Cómo podía Lodovik haber sabido, tanto tiempo atrás, que resultaría de ese modo?
Chen cerró los archivos y se sentó en silencio diez segundos. ¿Qué habría hecho Lodovik en esa etapa para obtener la máxima ventaja política?
El comisionado procuró sobreponerse a su abatimiento. ¡Haber llegado a depender tanto de un hombre! Sin duda eso era un signo de debilidad.
—No pensaré de nuevo en él —juró.