10

—Necesito ver a Daneel —insistió Hari. Se sentía un poco aturdido después de su interfaz directa con el vertiginoso Retículo. Pero había poco tiempo—. Ya.

Dors sacudió la cabeza.

—Demasiado peligroso, sobre todo con la crisis de los tiktoks…

—Puedo resolverla. Comunícame con él.

—No sé cómo…

—Te amo, pero mientes muy mal.

Daneel usaba un suéter de obrero y parecía muy incómodo cuando Hari se reunió con él en una ancha y atestada plaza.

—¿Dónde están tus Especiales?

—En las inmediaciones, vestidos como tú.

Daneel se sintió aún más incómodo. Hari comprendió que este avanzado robot adolecía de algunas eternas limitaciones humanas. Con las expresiones faciales activadas, ni siquiera un cerebro positrónico podía controlar separadamente las sutilezas de los labios y los ojos mientras experimentaba emociones inconexas. Y Daneel no se atrevía a apagar sus subprogramas de expresión facial en público.

—¿Han levantado una pared sónica?

Hari le hizo una seña al capitán, que empujaba un escobillón a poca distancia. Las palabras de Daneel parecieron llegar a través de una manta.

—No me gusta que nos expongamos de esta manera.

Grupos de Especiales desviaron astutamente a los peatones para que nadie reparase en la burbuja sónica. Hari tuvo que admirar el experto método. El Imperio aún sabía hacer bien ciertas cosas.

—Las cosas están peor de lo que te imaginas.

—Tu solicitud de recibir información constante sobre el paradero de la gente de Lamurk podría exponer a los agentes que he introducido en la red de Lamurk.

—No hay otra manera —replicó Hari—. Tú encárgate de rastrear a las personas indicadas.

—¿Es preciso inmovilizarlas?

—Durante el resto de la crisis.

—¿Qué crisis? —Daneel contrajo el rostro en una mueca, se quedó quieto. Había cortado las conexiones.

—Los tiktoks. Las maniobras de Lamurk. Un poco de chantaje para salpimentar las cosas. Sark. Escoge lo que desees. Ah, y aspectos del Retículo que te describiré más tarde.

—¿Lograrás que los agentes de Lamurk obren siguiendo un patrón predecible? ¿Cómo?

—Con una maniobra. Creo que tus agentes podrán detectar el paradero de algunos dirigentes, incluido Lamurk, en ese momento.

—¿Qué maniobra?

—Enviaré una señal en el instante indicado.

—Bromeas —dijo oscuramente Daneel—. Y el otro requerimiento, el de eliminar a Lamurk…

—Escoge tu método. Yo escogeré el mío.

—Puedo hacer eso, es verdad. Una aplicación de la Ley Cero. —Daneel hizo una pausa, el rostro flojo, en modalidad de alto cálculo—. Mi método requerirá cinco minutos de preparativos en el sitio que escojamos, para provocar el efecto.

—De acuerdo. Sólo asegúrate de que tus robots no pierdan el rastro de los dirigentes lamurkianos, y comuniquen los datos a Dors.

—¡Cuéntame ahora!

—¿Y arruinarte la diversión?

—Hari, debes…

—Sólo si puedes estar absolutamente seguro de que no habrá filtraciones.

—Nada es absolutamente seguro.

—Pues tenemos libre albedrío, ¿no? Al menos yo lo tengo. —Hari sentía un entusiasmo infrecuente. Actuar… le hacía sentir una especie de libertad.

Aunque el rostro de Daneel no revelaba nada, sus gestos evidenciaban cautela: piernas cruzadas, una mano sobre el rostro.

—Necesito cierta seguridad de que comprendes plenamente la situación.

Hari se echó a reír. Nunca lo había hecho frente al solemne Daneel. Era como una liberación.