R. Daneel miró inexpresivamente a Dors, aflojando el cuerpo.

—Debemos protegerlo de Lamurk —dijo Dors—. Tú podrías reaparecer, hacer una declaración a su favor. Como ex-primer ministro, tu respaldo público…

—No puedo reaparecer como Eto Demerzel, ex-persona importante. Pondría en jaque mis otras tareas.

—Pero Hari necesita…

—Además, exageras mi poder como Demerzel. Eso ya pertenece al pasado. A Lamurk no le interesará lo que yo diga, pues no dispongo de legiones a mi mando.

—Pero debes… —protestó Dors.

—Introduciré más gente nuestra en el círculo de Lamurk.

—Es demasiado tarde para infiltraciones.

Daneel activó sus programas expresivos y sonrió.

—He introducido gente de nuestra especie hace décadas. Pronto todos estarán en posición.

—¿Estás usando a… los nuestros?

—Debo hacerlo. Aunque tu implicación es correcta: somos muy pocos.

—También necesito ayuda para protegerlo.

—En efecto. —Daneel extrajo un grueso disco de un compartimiento que tenía bajo la axila—. Esto te permitirá identificar a los agentes de Lamurk.

Ella lo miró dubitativamente.

—¿Cómo? Esto parece un sensor químico.

—Tengo mis propios agentes. A la vez ellos pueden detectar a los agentes de Lamurk. Este aparato los identificará. Otros mensajes codificados se superpondrán a la señal indicadora.

—¿Y los especialistas de Lamurk no detectarán las señales?

—Este dispositivo usa métodos perdidos hace seis milenios. Instálalo en tu brazo derecho, en el corte seis, en interfaz con las aperturas dos y cinco.

—¿Cómo haré para…?

—Las especificaciones e instrucciones pasarán a tu memoria duradera en cuanto te conectes.

Ella se instaló el dispositivo. La grave presencia de R. Daneel imponía silencio. Olivaw nunca desperdiciaba tiempo en palabras ociosas.

Al fin, terminada la instalación, ella suspiró y dijo:

—Hari está interesado en los simulacros que escaparon.

—Está siguiendo la mejor línea de ataque para la psicohistoria.

—También tenemos el problema de los tiktoks. ¿Comprendes…?

—Los tabúes sociales contra los simulacros inevitablemente se derrumban durante los resurgimientos culturales —dijo Daneel.

—¿Entonces los tiktoks…?

—Son congénitamente desestabilizadores si alcanzan un desarrollo excesivo. A fin de cuentas, no podemos permitir una nueva generación de robots, ni el redescubrimiento del proceso positrónico.

—En la documentación histórica hay indicios de que esto ya ha sucedido antes.

—Eres una estudiosa perspicaz.

—Hay sólo algunos rastros, pero sospecho…

—No sospeches más. Estás en lo cierto. No pude borrar todos los datos.

—¿Ocultaste esos acontecimientos?

—Y muchos más.

—¿Por qué? Como historiadora…

—Tuve que hacerlo. La estabilidad imperial es lo más conveniente para la humanidad. Los tiktoks y los simulacros acompañan movimientos tales como ese Nuevo Renacimiento, alimentando el incendio.

—¿Qué debe hacerse?

—No lo sé. Los asuntos están escapando a mis facultades predictivas.

Ella frunció el ceño.

—¿Cómo predices?

—En los primeros milenios del Imperio, nuestra especie desarrolló la simple teoría que he mencionado antes. Útil, aunque primitiva. Me indujo a esperar el resurgimiento de estos simulacros como efecto lateral del «Renacimiento» sarkiano y su turbulencia.

—¿Hari comprende esto?

—La psicohistoria de Hari es muy superior a nuestros modelos. No obstante, él carece de ciertos datos históricos vitales. Cuando los incluya podrá predecir con precisión la involución del Imperio.

—¿No querrás decir evolución?

—En absoluto. Por eso es tan importante que consagremos recursos a ayudar a Hari.

—Él es crucial.

—Exacto. ¿Por qué crees que lo puse a tu cuidado?

—¿Es importante que yo me haya enamorado de él?

—No, pero ayuda.

—¿Me ayuda a mí? ¿O lo ayuda a él?

—Espero que a ambos. Pero ante todo me ayuda a mí.