Durante la cena se sentía eufórico y exhausto, sin ganas de conversar. Ser un pan parecía suprimir sus centros del habla. Necesitó cierto esfuerzo para preguntarle a Vaddo acerca de la tecnología de inmersión. Habitualmente aceptaba los tecnomilagros como rutina, pero para comprender a los pans necesitaba comprender cómo los experimentaba.
—El dispositivo de inmersión le pone en medio de la circunvolución cingulada anterior del pan —dijo Vaddo durante el postre—. La «circunvolución», para abreviar. Es la principal región cortical del cerebro para comunicar las emociones y expresarlas a través de la acción.
—¿El cerebro? —preguntó Dors—. ¿Y qué hay del nuestro?
—La misma configuración general —respondió Vaddo—. El cerebro de los pans es más pequeño.
Hari se inclinó hacia delante, ignorando su humeante taza de kaff.
—¿La circunvolución no brinda control motor inmediato?
—No, lo hemos intentado. Desorienta tanto al pan que cuando uno se ausenta él no logra recobrar la compostura.
—Pues debemos ser más sutiles —dijo Dors.
—En efecto. En los machos, la luz piloto siempre está encendida en neuronas que controlan la acción y la agresión…
—¿Por eso son más proclives a la violencia? —preguntó Dors.
—Eso creemos. Hay estructuras paralelas en nuestro cerebro.
—¿De veras? ¿Neuronas masculinas? —preguntó Dors escépticamente.
—Los machos humanos tienen niveles de actividad más elevada en el sistema límbico temporal, en zonas más profundas del cerebro… estructuras evolutivamente más antiguas.
—¿Entonces por qué no ponerme en ese nivel? —preguntó Hari.
—Colocamos los chips de inmersión en la zona de la circunvolución porque podemos llegar desde arriba, quirúrgicamente. La zona límbica temporal está mucho más abajo, y es imposible implantar el chip.
Dors frunció el ceño.
—Entonces los machos…
—Son más difíciles de controlar. El profesor Seldon está conduciendo su pan desde el asiento trasero, como quien dice.
—¿Y Dors conduce su ejemplar desde un centro de control que es más central en las hembras? —Hari miró a lo lejos—. ¡Yo sentía un impedimento físico!
Dors sonrió burlonamente.
—Tienes que jugar con los naipes que te tocan.
—No es justo.
—Palo Grande, la biología es destino.
La tribu encontró fruta podrida y fue presa de un entusiasmo febril.
El olor era repugnante y atractivo al mismo tiempo, y al principio Hari no entendió por qué. Los pans se lanzaron sobre esos bulbos azules y verdes, arrancando la piel, sorbiendo el zumo.
Hari probó uno. El impacto fue inmediato. Lo invadió una cálida sensación de bienestar. Por supuesto… los esteres se habían convertido en alcohol. Los pans se estaban embriagando.
«Permitió» que su pan los imitara. No tenía mucha opción en el asunto.
Yo-pan gruñía y braceaba cuando Hari trataba de alejarlo del fruto. Y al rato Hari tampoco quiso alejarse. Decidió agarrar una buena borrachera. Últimamente se preocupaba demasiado, y a fin de cuentas esto era totalmente natural, ¿o no?
Entonces apareció una manada de conaches, y perdió el control de Yo-pan.
Vienen rápido. Corriendo a dos patas, sin ruido. Agitan las colas, hablando entre si.
Cinco giran a la izquierda. Aislan a Esa.
Grandote brama. Furtivo corre hacia el más próximo y lo ensarta con su rama.
Yo arrojo piedras. Le acierto a uno. Grita y retrocede. Pero otros lo reemplazan. Arrojo piedras de nuevo y siguen viniendo y el polvo y los gritos son espesos y los otros tienen a Esa. La rasguñan con sus zarpas. La patean con sus afilados cascos.
Tres de ellos se la llevan.
Nuestras hembras corren, asustadas. Los guerreros nos quedamos.
Combatimos. Gritando, arrojando, mordiendo cuando se acercan. Pero no podemos llegar a Esa.
Se van. Corriendo con sus dos patas con cascos. Agitando las colas victoriosamente. Burlándose de nosotros.
Nos sentimos mal. Esa era vieja y la amábamos.
Las hembras regresan, nerviosas. Nos peinamos y sabemos que los dos-patas están comiendo a Esa.
Grandote se acerca, trata de palmearme. Gruño.
¡Él es Grandote! Él debió haberlo impedido.
Abre bien los ojos y me abofetea. Le devuelvo el golpe. Me da un puñetazo. Rodamos en el polvo. Mordiendo, aullando. Grandote es fuerte, y me choca la cabeza contra el suelo.
Los demás guerreros nos miran sin intervenir.
Él me aporrea. Siento dolor, me alejo.
Grandote calma a los guerreros. Las hembras se acercan a presentar sus respetos a Grandote. Lo tocan, lo peinan, lo pal pan tal como a él le gusta. Él monta rápidamente a tres de ellas. Se siente muy Grandote.
Yo me lamo las heridas. Sheelah viene a peinarme.
Me siento mejor. Olvido los problemas.
Pero no olvido la zurra que me dio Grandote. Frente a todos. Ahora siento dolor, mientras a Grandote lo peinan.
Dejó que se llevaran a Esa. Él, Grandote, él debió detenerlos.
Algún día saltaré sobre él. Sobre su espalda.
Algún día seré Más Grande.