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—Claro que estamos emparentados —declaró el experto especialista Vaddo. Era un hombre corpulento, bronceado y musculoso que irradiaba confianza en sí mismo. Era guía de safaris y especialista en inmersiones, con formación en biología. Realizaba investigaciones usando técnicas de inmersión, pero ante todo impedía que la estación se humedeciera.

Hari puso cara de escepticismo.

—¿Usted cree que los pans estaban con nosotros en una Tierra?

—Claro. Así tuvo que ser.

—¿No pudieron emerger de manipulaciones genéticas con nuestra especie?

—Lo dudo. El inventario genético muestra que venían de un establo pequeño, tal vez un zoológico instalado aquí. O bien una colisión accidental.

—¿Existe alguna probabilidad de que este mundo fuera la Tierra original? —preguntó Dors.

Vaddo rio entre dientes.

—No existen fósiles ni ruinas. En todo caso, la fauna y la flora local tienen una clave extraña en su hélice genética, un poco diferente de nuestro ADN. Un grupo de metilo adicional en los anillos de purina. Nosotros podemos vivir aquí y comer la comida, pero ni nosotros ni los pans somos nativos.

El argumento de Vaddo era convincente. Los pans parecían casi humanos. La documentación antigua se refería a una clasificación, pero eso era todo: «trogloditas pans», fuera cual fuese el significado de esa frase en una lengua perdida. Tenían manos con pulgares, la misma cantidad de dientes que los humanos y no tenían cola.

Vaddo señaló el paisaje.

—Fueron abandonados aquí con muchas otras especies emparentadas, en una biosfera que soportaba las hierbas y árboles habituales, y muy poco más.

—¿Hace cuánto tiempo? —preguntó Dors.

—Más de trece mil años, con certeza.

—Antes de la consolidación de Trantor. Pero otros planetas no tienen pans —insistió Dors.

Vaddo asintió.

—Supongo que en los primeros días del Imperio nadie los consideraba útiles.

—¿Y lo son? —preguntó Hari.

—Que yo sepa no. —Vaddo se encogió de hombros—. No hemos procurado entrenarlos demasiado, al margen de los propósitos de investigación. Recuerde que debemos mantenerlos en estado salvaje. Así estaba estipulado en el subsidio imperial original.

—Hábleme de sus investigaciones —dijo Hari. En su experiencia, ningún científico pasaba por alto la oportunidad de cantar su canción. No se equivocaba.

Habían tomado ADN humano y ADN pan, explicó Vaddo con entusiasmo, y luego descifrado las cadenas de doble hélice de ambos. Al eslabonar una cadena humana con una pan se obtenía un híbrido.

Cuando las cadenas se complementaban, las dos se eslabonaban en una nueva doble hélice parcial. Cuando diferían, el eslabonamiento era débil e intermitente, y tramos enteros quedaban libres.

Luego hacían girar las soluciones acuosas en una centrifugadora, de modo que los tramos débiles se separasen. El ADN bien eslabonado era el 98,2 por ciento del total. Los pans eran asombrosamente parecidos a los humanos. Menos de un dos por ciento de diferencia, aproximadamente la misma diferencia que entre hombres y mujeres. No obstante, los pans vivían en bosques y no inventaban nada.

La diferencia típica entre el ADN de los individuos era un décimo de un punto porcentual, declaró Vaddo. Aproximadamente, pues los pans eran veinte veces más diferentes de los humanos que las personas entre sí, genéticamente hablando.

Pero los genes eran como palancas que soportaban grandes pesos pivotando en torno de un fulcro pequeño.

—¿Entonces usted cree que nos precedieron? —dijo Dors, impresionada—. ¿En la Tierra?

Vaddo asintió enfáticamente.

—Debe de existir un parentesco, pero nosotros no descendemos de ellos. Genéticamente nos separamos hace seis millones de años.

—¿Y ellos piensan como nosotros? —preguntó Hari.

—El mejor modo de verlo es una inmersión —dijo Vaddo con una sonrisa invitante—. El mejor modo, sin duda.

Hari se preguntó si Vaddo cobraría comisión sobre las inmersiones. Sus argumentos de venta eran sutiles, adaptados a los intereses académicos, pero aun así eran argumentos de venta.

Vaddo ya había puesto a disposición de Hari una gran cantidad de datos sobre los desplazamientos de los pans, su dinámica de población y su conducta. Era una fuente rica, con milenios de antigüedad. Con cierta modelación, aquí podía haber un terreno fértil para una sencilla descripción de los pans como protohumanos, usando una versión truncada de la psicohistoria.

—Describir la historia vital de una especie matemáticamente en una cosa —dijo Dors—. Pero vivir en ella…

—Vamos —dijo Hari. Aunque sabía que la estación de excursiones estaba organizada para vender safaris e inmersiones, estaba intrigado—. Necesito un cambio, como has dicho. Salir del enrarecido Trantor, dijiste.

Vaddo sonrió cálidamente.

—Es totalmente seguro.

Dors miró a Hari con resignación. Hay una diplomacia de los ojos entre viejos matrimonios.

—Está bien, de acuerdo.