—¿Que yo hice trampa? —le gritó Marq a Sybyl. La muchedumbre del Coliseo estaba frenética—. ¿Juana de Arco explicando metafísica informática? ¿Que yo hice trampa?
—¡Tú empezaste!, exclamó Sybyl. —¿Crees que no sé cuándo alguien ha metido mano en mi oficina? ¿Crees que tratas con una aficionada?
—Bien, yo…
—¿Crees que no reconozco una matriz de restricción de carácter cuando la encuentro adherida a un simulacro?
—No, yo…
—¿Crees que no soy tan brillante?
—Esto es escandaloso —rezongó Monsieur Boker—. ¿Qué habéis hecho? Es suficiente para hacerme creer en la brujería.
—¿Acaso no cree? —respondió el cliente de Marq, el Escéptico. Él y Boker se pusieron a discutir, sumándose a los indignados e histéricos gritos de la multitud.
—Arruinados —murmuró el presidente de Artificios Asociados, frotándose las sienes—. Estamos arruinados. Nunca podré explicarlo.
Sybyl miró hacia otro lado. El mec que había visto antes, cogido la mano de su compañera humana y rubia, bajó por el pasillo hacia la pantalla. Cuando pasaba, le rozó la falda con una de sus tres manos libres.
—Perdón —dijo, deteniéndose el tiempo suficiente para que Sybyl leyera el sello mec que llevaba en el pecho.
—¿Esa cosa se atrevió a tocarla? —preguntó Monsieur Boker, con la cara hinchada de rabia.
—No, no, en absoluto —dijo Sybyl. El hombre mecánico, llevándose a su compañera humana, huyó hacia la pantalla.
—¿Lo conoces? —preguntó Marq.
—En cierto modo —respondió Sybyl. En el café simulado había creado al personaje interactivo Garçon 213-ADM siguiendo ese modelo. La pereza, tal vez, la había inducido a holocopiar la apariencia física de un tiktok estándar. Como todos los artistas, los simprogramadores tomaban prestado de la vida, no la creaban.
El tiktok, a quien ahora ella veía como Garçon, se abría paso el pasillo atestado, más allá de los gritos, las ovaciones, las burlas hacia la pantalla. Su avance no pasó inadvertido. Asqueados al ver un mec cogiendo la mano de una atractiva joven rubia, los Preservadores gritaban insultos y epítetos.
—¡Fuera con esa cosa! —gritó alguien.
Sybyl notó que el tiktok se ponía tieso, como reaccionando ante esa última palabra. Los tiktoks no tenían nombres personales, pero el calificativo de cosa lo había afectado. O quizás ella estuviera proyectando.
—¿Qué hace aquí? —preguntó un hombre de tez rubicunda.
—¡Tenemos leyes contra eso!
—¡Basura mec!
—¡Cogedlo!
—¡Pateadlo!
—¡No lo dejéis ir!
La muchacha cogió la mano de Garçon con más fuerza y le rodeó el cuello con el brazo libre.
Cuando llegaron a la plataforma, las ruedas del tiktok chirriaron en la superficie irregular.
Garçon desvió con sus cuatro brazos una granizada de maíz tostado y vasos de drogasodas, cogiéndolos con experta gracia, como si lo hubieran diseñado para esa tarea.
La muchacha le gritó algo que Sybyl no pudo oír. El tiktok se postró a los pies de los imponentes hologramas.
Voltaire miró hacia abajo.
—¡Levántate! Salvo para hacer el amor, no soporto ver a nadie de rodillas.
Voltaire se arrodilló a los pies de la imponente Doncella. Detrás de Garçon y la mujer, la muchedumbre abandonó toda moderación. Se armó un alboroto incontenible.
Juana sonrió sensualmente. Sybyl nunca le había visto esa sonrisa. Contuvo el aliento con curiosidad.