Cuando Marq entró en Chapoteos y Olfateos para reunirse con su compinche y colega Nim, se sorprendió de encontrarlo allí. A juzgar por las dilatadas pupilas de Nim, se había pasado allí casi toda la tarde.
—Le estás dando fuerte, ¿eh? —dijo Marq—. ¿Te pasa algo?
Nim sacudió la cabeza.
—El Marq de siempre, contundente como un puñetazo. Prueba el Swirlsnort. No sólo no calma la sed, sino que te reseca la cabeza. Pero no te importará.
El Swirlsnort resultó ser un polvo que tenía sabor a ponche de huevo y mordía como un insecto furibundo. Marq lo olió lentamente, una fosa nasal por vez. Quería estar relativamente lúcido cuando Nim lo actualizara sobre temas oficinescos. Después se permitiría echar a volar.
—Tal vez no te guste esto —dijo Nim—. Se relaciona con Sybyl.
—¡Sybyl! —Marq rio inquietamente. ¿Cómo sabes que yo…?
—Me lo contaste. La última vez que aspiramos juntos, ¿recuerdas?
—Oh. —Ese polvo le hacía hablar de más. Peor aún, le hacía olvidar que hablaba de más.
—No es precisamente un secreto de estado —dijo Nim con una sonrisa.
—¿Tan obvio es? —Quería asegurarse de que Nim, que cambiaba de mujeres como de ropa interior, no tuviera sus propios planes con Sybyl—. ¿Qué pasa con ella?
—Bien, hay un gran premio esperando para quien gane el gran debate del Coliseo.
—Ningún problema. Seré yo.
Nim se pasó la mano por el cabello rubio.
—No sé qué me gusta más de ti, si tu modestia o tu capacidad para predecir el futuro. Debe de ser tu modestia.
Marq se encogió de hombros.
—Debo admitir que ella es buena.
—Pero tú eres mejor.
—Soy más afortunado. Obtuve la Razón. Sybyl debe apañárselas con la Fe.
Nim lo miró sonriendo e inhaló profundamente.
—Yo no subestimaría la Fe, en tu lugar. Está asociada con la pasión, y todavía nadie ha logrado librarse de ella.
—No es necesario. Con el tiempo las pasiones se consumen.
—¿Pero la luz de la razón arde eternamente?
—Si regeneras las neuronas, sí.
Nim miró a través de su pajilla para ver si quedaba algo y le guiñó el ojo.
—Entonces no necesitarás un pequeño consejo.
—¿Qué consejo? No he oído ningún consejo.
Nim chasqueó la lengua.
—Si tus neuronas sin regenerar contienen una pizca de sentido común, dejarás de colaborar con Sybyl para mejorar su simulación. Mejor aún, seguirás fingiendo que colaboras, para sacar partido de lo que ella pueda mostrarte. Pero en realidad empezarás a buscar maneras de fastidiarla, a ella y su simulacro. La gente dice que es sensacional.
—Lo he visto.
—Una parte. ¿Crees que te muestra todo?
—Hemos trabajado todos los días en…
—Un simulacro truncado, eso es lo que ves. De noche ella infla la seudopsique.
Marq frunció el ceño.
Sabía que las feromonas le impedían ser objetivo con Sybyl, pero él había compensado ese factor. ¿O no?
—Ella no podría…
—Podría. La gente de arriba le ha echado el ojo.
Marq sintió un aguijonazo de envidia, a su pesar, pero se cuidó de mostrarlo.
—Mmm. Gracias.
Nim ladeó la cabeza con típica ironía.
—Aunque no lo necesites, sería tonto no aceptarlo.
—¿Qué, el dinero cuando gane?
—El dinero no, tonto. ¿Crees que no he visto que estoy hablando con el esclavo de la ambición? Me refiero a mi consejo.
Marq aspiró una doble dosis.
—Lo tendré en cuenta.
—Esta cosa será grande. Tú crees que es sólo un trabajo para este sector, pero te aseguro que gente de todo Trantor participará en el espectáculo.
—Mejor así —dijo Marq, aunque sentía el estómago como si de pronto hubiera entrado en caída libre. Vivir en un auténtico renacimiento cultural era arriesgado. Aunque tal vez esa sensación hueca fuera el estimulante.
—Quiero decir… ¿crees que Seldon y ese tío que lo sigue a todas partes como un perro, Amaryl, dejaron esto en tus manos porque era fácil?
Marq cogió una pizca de estimulante antes de responder.
—No, porque soy el mejor.
—Tú, amigo mío, eres prescindible.
—Y estás muy por debajo de ellos en la escala jerárquica. Marq asintió con serenidad.
—Lo tendré en cuenta.
¿Se estaba repitiendo? Debía de ser el estimulante.
Marq no pensó en el consejo de Nim hasta dos días después. En el salón ejecutivo había oído que alguien elogiaba el trabajo de Sybyl ante Hastor, jefe de Artificios Asociados. Se saltó el almuerzo y regresó a su piso. Se proponía pasar por la oficina de Sybyl para comunicarle el cumplido. Pero cuando encontró la puerta abierta y la oficina vacía, no pudo contenerse.
Media hora después, dio un respingo cuando ella exclamó «¡Marq!» desde la puerta abierta. Sybyl se alisó el cabello en lo que él tomó por un coqueteo inconsciente, delatando el ansia de agradar.
—¿Puedo ayudarte?
Él acababa de configurar el software para conectarse con la oficina de ella y monitorear sus entrevistas con su cliente, Boker. Por lo que él sabía, Sybyl le contaba la sustancia de estas entrevistas, pero razonó que él podría aportar mejores sugerencias si veía a Boker directamente. Comúnmente la relación con el cliente era inviolable, pero esto era especial.
Se encogió de hombros.
—Sólo te esperaba. —He logrado estructurarla mucho mejor. Sus cambios de ánimo están por debajo de cero coma dos.
—Magnífico. ¿Puedo verlo?
¿La sonrisa de Sybyl era más cálida que de costumbre? Él aún se preguntaba eso cuando llegó a su propia oficina, tras trabajar con Juana durante una hora. Sybyl había hecho un excelente trabajo. Meticuloso, intrincadamente entrelazado con la topografía de la personalidad antigua.
¿Todo desde ayer? No lo creía.
Era hora de husmear un poco en el simespacio.