XVII

EPÍLOGO

¡Y ahora, después de tantos años, de las aventuras de la juventud, de los trabajos de la madurez de don Adrián de Erláiz y Uranga, no queda más que ese cuadro comprado por un trapero del Rastro de Madrid y que no lo quiere nadie!

¡Qué pobre miseria! ¡Qué cínico resto sin valor del sueño de la vida!

«Vita Somnium Breve», como puso el pintor mejicano al borde de su retrato.

Itzea. 1941