XVI

FUGA

DOLORES estaba dispuesta a todo. La vida en su casa era triste. Se sentía como un pájaro prisionero.

—¿Tú qué proyectos tienes? —le preguntó a Adrián.

—Yo tengo el proyecto de que nos casemos cuanto antes y nos vayamos a Méjico.

—¿Y tu tío?

—Mi tío nos favorece; hará lo que yo le diga.

—En mi casa sólo habrá obstáculos.

—No lo creas. Mi tío ha escrito a tu padre y tu padre hará la vista gorda. Así, que con él te puedes franquear. Ahora no digas nada a tu madre ni a tu hermano. A tu tía no le digas nada tampoco, porque puede charlar demasiado.

Al comienzo del mes de octubre, como en años anteriores, fueron a Elguea Margarita Olano, Soledad Ponce de León y Dolores a pasar unos días a casa de una amiga que por entonces se iba a casar, Rosario Arteaga.

Adrián pensó que de allí será fácil marcharse.

Se lo había indicado a Dolores y ella había hablado a su padre que no pondría ningún obstáculo.

Adrián le dijo que haría sus preparativos y que le tendría al corriente. Le advirtió que no dejara traslucir nada de lo que proyectaban ni dijera lo más mínimo, ni a sus amigas.

Dolores había maniobrado con grán habilidad. Pidió al párroco Arvizu sus papeles con diversos pretextos, luego se mostró lánguida, triste y desganada y consiguió que la familia la dejara marchar a Elguea.

Después, en otoño, ocurrió un suceso que para los planes de los enamorados les vino muy bien. Los españoles se habían establecido en las líneas de Azpeitia y Azcoitia, y por entonces los franceses ocupaban la costa sin entrar en el interior. De esta manera no había relación entre una y otra zona.

En varios días de fiesta se leyeron en la iglesia de Elguea las amonestaciones para la boda de Adrián de Erláiz y Dolores de Emparan. La gente no los conocía mucho y la noticia pasó sin causar ningún efecto.

Adrián había visto a su amigo el Zomorro, el patrón del Shagu-Sharra.

Un par de semanas después, un domingo por la mañana, Dolores Emparan salió de casa de Rosario Arteaga para oír misa y se metió en un rincón y estuvo rezando.

Algunas veces se le saltaban las lágrimas y se limpiaba los ojos con el pañuelo.

A la misma hora aproximadamente se acercó al malecón del puerto el quechemarín, el Shagu-Sharra, y de él bajaron Adrián de Erláiz, con su madre, doña Cristina, y el tío Antón el de Lastur. Se reunió a ellos el Zomorro y entraron todos en la iglesia.

Al poco tiempo se celebraba la boda, firmaron los testigos y salieron todos pocos momentos después a volver al barco.

Ishquira y Carramarro aparejaron las velas, el Zomorro se colocó en el timón y el Shagu-Sharra se dirigió a Francia. Al llegar a las costas del golfo de Gascuña remontaron hasta Royan, donde se trasladaron los viajeros a un paquebot que esperaba allí.

Desde el barco escribió Dolores a sus padres diciéndoles que se había casado con Adrián y que salían para América.

Adrián o don Adrián contaba luego que en el barco Dolores le preguntaba si no se arrepentiría de haber cargado con ella, que él contestaba en broma que quizá le pasara esto, y que ella, acompañándose con la guitarra de un marinero, le cantaba en burla:

Esaten dute bada

Ezkondu, ezkondu

Ez zait neri sekulan

Gogorik berotu

Ai! zer zori orduko

Ezkondu beharra

Geroztik egiten det

Sarri ta negarra.

(‘Se dice casarse, casarse. Nunca he tenido ese deseo. ¡Ah!, qué malhadada necesidad de casarse. Desde entonces no hago más que llorar constantemente.’)