X

—Móvil Uno a Central. ¿Me oye, Central, me oye? Cambio.

—Le oigo perfectamente —dijo Martin. Él era Central. Casi lo primero que había hecho después de su llegada a Roma había sido organizar un Puesto de Mando. Aquello era algo que siempre había deseado: un Puesto de Mando con él mismo al frente bajo el nombre clave de Central. Ahora lo tenía; y tenía también material de radio y de televisión por valor de 200.000 dólares en un rincón del Salón de Baile Borgia. Estaba sentado enfrente de su material, con un micrófono en una mano y un cigarrillo en la otra. También llevaba auriculares. Esto le complacía mucho.

—Móvil Dos informando. Pero no tengo nada de que informar.

—Entonces, siga como antes —dijo Martin en tono enérgico.

Las Roy Bell Dancers, habiendo terminado otro ensayo, estaban holgazaneando sobre el escenario, bebiendo café solo y hablando de sistemas para evitar que las uñas se partieran. Caroline había estado leyendo un libro sobre la crianza de perros de raza. Soltó el libro y echó a andar hacia el Puesto de Mando de Martin.

—Móvil Tres llamando.

—Informando, querrá decir —rectificó Martin.

—Lo siento. Móvil Tres informando de que no hay nada de que informar.

—Enterado —dijo Martin secamente, dando una chupada a su cigarrillo, secándose la frente y pellizcándose el labio. Los auriculares lastimaban sus orejas, pero no iba a quitárselos por una tontería semejante. Podía soportar el dolor; sabía que otros hombres habían soportado dolores probablemente más intensos.

—Móvil Cuatro informando. Hey, Martin, ¿qué te parece si…?

—Nada de Martin —dijo Martin en tono de reproche—. La nomenclatura correcta en esta situación es Central.

Martin agitó la cabeza, con aire de disgusto. En la Móvil Cuatro estaba Chet, y probablemente le fastidiaba tener que actuar como Localizador, y como cuarto Localizador, por añadidura. Pero las cosas habían rodado así, que era como ruedan a veces las cosas. Y, en cualquier caso, Chet no debía abusar de su amistad de doce años pura llamar a Martin por su nombre de pila; no, después de que Martin explicara a todo el mundo la necesidad de atenerse estrictamente a la Clave de Radio en una operación de este tipo.

—Su informe, Móvil Cuatro —ladró Martin.

—Nada que informar, Central —dijo Chet—. Móvil Cuatro solicita permiso para almorzar.

—Negativo —respondió Martin.

—Oye, Central, no he tenido tiempo de desayunar…

—Pero tuviste tiempo para alquilar el Coliseo —dijo Martin.

—Bueno, ya expliqué eso. No pretendía…

—¡PETICIÓN DENEGADA! —aulló Martin. Y con voz más tranquila añadió—: Tengo la impresión de que va a ocurrir algo de un momento a otro. No puedo prescindir de ti precisamente ahora, Móvil Cuatro, de veras que no puedo.

—De acuerdo —respondió Móvil Cuatro, o Chet—. Mantendré la vigilancia hasta que se me ordene otra cosa. Corto y cambio. Quiero decir cambio y corto.

Martin agarró el micrófono convulsivamente. ¡Señor, señor, cuánto odiaba la ligereza, la desidia, la presunción, la insubordinación y otras cosas por el estilo! No se había dado cuenta de lo mucho que odiaba aquellas cosas hasta hoy, cuando finalmente estuvo al mando de su propia Operación. Casi podría sentir un vestigio de simpatía por el señor Fortinbras…

—Caramba, tienes un montón de material ahí —dijo Caroline, con una voz que reflejaba su absoluta falta de interés.

—Tenemos lo que necesitamos —dijo Martin—. No se puede dirigir una ¡Operación como esta con un par de latas vacías y un trozo de cordel. —Trató de dar una fuerte chupada a su cigarrillo, pero descubrió que lo había aplastado al agarrar convulsivamente el micrófono. Encendió otro cigarrillo y le dio una fuerte chupada.

—¿Qué es aquel pequeño dial que hay allí al final, a la izquierda? —preguntó Caroline.

Martin no tenía la menor idea, pero se apresuró a contestar:

—Eso es el Elemento Reostático de Sobrecarga Variable Multifásico.

—Caramba —dijo Caroline—. ¿Es importante?

Martin sonrió con aire de superioridad y dio una fuerte chupada a su cigarrillo.

—¿Importante? Toda esta instalación probablemente volaría en pedazos sin el ERSVM. De modo que supongo que puede decirse que es importante.

—¿Por qué volaría en pedazos la instalación? —preguntó Caroline.

—Bueno, principalmente debido al factor de resonancia de la toma de voltaje de la línea —dijo Martin—. Es un tipo de fenómeno interesante, en realidad. Podría explicártelo si estuvieras interesada en él.

—No importa —dijo Caroline.

Martin asintió. A veces tenía la impresión de que podía conquistar el mundo.

—¡Aquí Móvil Uno! —gritó una voz en sus auriculares—. ¡El Blanco acaba de salir de su casa! ¡Repito, el Blanco…!

—Ya lo he oído la primera vez —dijo Martin—. Y no grite tanto por ese micrófono. ¿O es que quiere ensordecerme?

—Lo siento, Central. Supongo que ha sido una reacción natural después de tantas horas de espera.

—De acuerdo, olvídelo. ¿Alguna otra unidad le ha captado?

—Móvil Cuatro informando. Le he captado.

—Móvil Tres informando. El Blanco no está aún en mi campo visual.

—Móvil Dos informando con el mismo mensaje.

—¿Qué mismo mensaje? —rugió Martin.

—El mismo mensaje que Móvil Tres. Quiero decir que no puedo ver el Blanco.

—De acuerdo —dijo Martin—. Móviles Dos y Tres, mantengan sus posiciones. Móvil Uno, quiero que…

—CQ, CQ, llamando a CQ —dijo una voz clara en los auriculares de Martin. Era una voz que Martin no había oído nunca, e inmediatamente sospechó espionaje, contraespionaje y otras varias cosas.

—¿Sí? —respondió prontamente, aunque con evidente desgana.

—Hola —dijo la voz—. Aquí 32ZOZ4321. Me llamo Bob, tengo trece años y estoy emitiendo desde Wellington, Nueva Zelanda, por medio de un Hammarlund 3BBC21 reconstruido, utilizando una frecuencia de 24 metros con una antena Arcana con una Dormeister acoplada para la refracción estratosférica, y deseo hablar con cualquiera de mis hermanos radioaficionados, aunque tengo un interés especial en hablar con radioaficionados de El Cairo, Bokhara y Mukden, con los que me gustaría intercambiar tarjetas DX y saber cómo me captan, ya que últimamente he tenido problemas con la Dormeister, aunque creo que se trata simplemente de manchas solares, cambio.

—¡Fuera del aire! —aulló Martin.

—Tengo tanto derecho como usted a estar en el aire —replicó 32ZOZ4321 con dignidad.

—¡Estás emitiendo en una frecuencia comercial asignada particularmente! —dijo Martin—. Y me estás interfiriendo en un momento crucial, cambio.

Se produjo un breve silencio. Luego, 32ZOZ4321 dijo:

—¡Cielos, señor, tiene usted razón! Mi 3BBC21 deriva un poco, debido a que no he podido adquirir las piezas necesarias para fijar bien la frecuencia. Lo siento mucho, señor, de veras que lo siento, cambio.

—Olvídalo, yo también tuve tu edad, muchacho. Ahora, ¿me harás el favor de salir de mi frecuencia, cambio?

—Inmediatamente. Espero que no me denunciará por esto, señor, podrían quitarme la licencia de radioaficionado, cambio.

—¡No te denunciaré si sales del aire ahora mismo, cambio!

—Voy a hacerlo en seguida y muchas gracias, señor. ¿Le importaría decirme cómo llega mi señal, cambio?

—Cinco por cinco, cambio —respondió Martin.

—Gracias, señor. Cambio y corto.

—Cambio y corto —repitió Martin.

—Cambio y corto —dijo Móvil Uno prontamente.

—¡No, usted no! —dijo Martin.

—Pero, usted ha dicho…

—No importa lo que haya dicho. ¿Qué hay acerca del Blanco?

—Lo tengo a la vista —dijo Móvil Uno—. Está avanzando a lo largo de la Via Cavour y acaba de llegar al cruce con la Via dei Fori Imperiali. Se ha parado, y, maldición… Un autobús se acaba de interponer entre el Blanco y yo.

—Móvil Cuatro informando —dijo Chet—. Le tengo. Todavía está en la esquina. Tiene las manos en los bolsillos y los hombros caídos. Ahora mira hacia arriba, con mucha atención…

—¿Qué es lo que mira? —gritó Martin.

—Una nube —respondió Móvil Cuatro—. Es lo único que hay allí.

—¿Por qué tendría que mirar a una nube? —le preguntó Martin a Caroline.

—Tal vez le gustan las nubes —dijo Caroline.

—¡Móvil Tres informando! ¡Vuelvo a tenerle, Central! El Blanco avanza por una calle de nombre ilegible, desplazándose en dirección norte-noroeste y un punto oeste sobre una ruta de intersección con el Foro de Trajano, que fue diseñado por Apolodoro de Damasco y se encuentra aún en un estado de conservación excelente después de mil ochocientos años de vicisitudes diversas.

—Limítese a darme la información esencial, por favor, Móvil Tres —dijo Martin—. ¡Pero me gusta su minuciosidad!

—¡Móvil Tres informando! ¡Le tengo! Aquella calle de nombre ilegible es la Via Quattro Novembre. El Blanco se ha parado ahora a unos treinta y siete metros al sur de Santa María de Loreto.

—Enterado —dijo Martin. Volviéndose hacia un enorme mapa mural de Roma y sus alrededores, señaló la ruta de Polletti en el papel de acetato que lo cubría. Trazó una gruesa línea negra para los movimientos confirmados, y una línea de puntos rojos para los avances probables.

—Móvil Uno informando. Le tengo. Aún está parado.

—¿Qué está haciendo? —preguntó Martin.

—Creo que se está rascando la nariz —dijo Móvil Uno.

—Será mejor que se asegure de eso —dijo Martin ominosamente.

—Móvil Dos informando con confirmación del informe de Móvil Uno. El Blanco, visto a través de unos prismáticos Zeiss 8 x 50 montados sobre trípode, se está rascando la nariz… Rectifico. El Blanco acaba de terminar la acción precedente.

—¡Móvil Dos informando! El Blanco avanza de nuevo, en dirección septentrional a lo largo de la Via Pessina hasta el cruce con la Via Salvatore Tommasi…

Martin se volvió hacia su mapa, miró, bizqueó y se volvió de nuevo hacia el micrófono.

—No puedo localizar esas calles, Móvil Dos. Repita los nombres.

—Roger. El Blanco está avanzando… Lo siento, Central, alguien me ha dado un mapa equivocado. Las últimas calles que he mencionado se encuentran en Nápoles. No sé cómo puede haber ocurrido…

—Tranquilícese —dijo Martin—, no es momento para dejarse ganar por el pánico. ¿Alguien tiene al Blanco?

—CQ, CQ, llamando a CQ, aquí 32ZOZ4321…

—¡Te has colado otra vez! —gritó Martin.

—Lo siento mucho —dijo 32ZOZ4321—. Cambio y corto.

—Móvil Cuatro informando. El Blanco ha girado en la Via Babuino.

—¿Cómo ha llegado ahí? —preguntó Martin después de consultar su mapa—. ¿Acaso tiene alas?

—Rectifico. Quise decir la Via Barberini.

—Enterado… Pero ¿cómo ha llegado ahí?

—Móvil Uno informando. El Blanco fue invitado a subir a un automóvil azul Alfa Romeo modelo XXV-1 descapotable con tres tubos de escape cromados y un supercargador Morrison-Chalmers, por un hombre de baja estatura, gordo y calvo. El Blanco y el hombre de baja estatura, gordo y calvo parecían ser amigos, o al menos conocidos. Se dirigieron por diversas calles hasta la Plaza de España, donde el Blanco se apeó.

—A veces se mueven muy aprisa —murmuró Martin para sí mismo, haciendo otra señal en su mapa—. ¿Qué hizo a continuación el hombre de baja estatura, gordo y calvo?

—Se alejó en la dirección general de Via Véneto.

—¿Alguien tiene al Blanco?

—Aquí Móvil Dos. Yo le tengo. Ahora está de pie delante, o ligeramente a la izquierda, en realidad, de la Agencia American Express.

—¿Qué está haciendo?

—Contemplando un póster del escaparte. El póster anuncia un viaje turístico a Grecia, específicamente. Atenas, El Píreo, Hydra, Corfú, Lesbos y Creta.

—¡Grecia! —gruñó Martin—. No puede hacerme esto, no estoy preparado para ello, tendríamos…

—¡Móvil Cuatro informando! El Blanco avanza de nuevo. Ha recorrido varios metros y ahora está sentado en la escalera de la Plaza.

—¿Está seguro de eso? —gritó Martin.

—Completamente. Está sentado en el séptimo peldaño empezando por abajo, y mirando con descaro a dos muchachas rubias sentadas en los peldaños quinto y cuarto respectivamente.

—Es más astuto de lo que parece —dijo Martin—. Nadie va a sentarse en los escalones de la Plaza de España. Me pregunto si está intentando…

—¡Móvil Tres informando! ¡El Blanco se ha puesto en marcha! Está cruzando la Plaza de España… Le he perdido… no, vuelvo a tenerle, está en la Via Margutta, casi en el centro de la manzana… se ha parado y ha entrado en un edificio.

—¿Qué edificio? —gritó Martin.

—El Club de Caza —dijo Móvil Tres—. ¿Debo seguirle?

Caroline había estado observándolo todo en un Monitor. Ahora tomó el micrófono de manos de Martin y dijo:

—Atención, Móviles. Quédense todos donde están. Yo me reuniré con el Blanco en el Club de Caza.

—¿Es prudente eso? —le preguntó Martin.

—Tal vez no —dijo Caroline—, pero será interesante.

—Mira, nena —dijo Martin—, ese individuo está armado y es peligroso.

—Y atractivo —añadió Caroline—. Quiero comprobar por mí misma cómo es Polletti.

—El señor Fortinbras no lo aprobaría —dijo Martin.

—El señor Fortinbras no tiene que matar a nadie —dijo Caroline—. Yo sí.

Aquello no tenía respuesta. Martin se encogió de hombros mientras Caroline se alejaba. Luego sonrió torvamente y se dejó caer en su sillón giratorio. Prima donnas e incompetentes, ese era el material humano con el que tenía que tratar; gente incapaz de hacer una sola cosa a derechas. Él tenía que resolverlo todo. ¿Y qué agradecimiento obtenía por ello? ¡Ninguno! Sólo la pequeña satisfacción del trabajo bien hecho.

—A todas las Unidades Móviles —radió Martin—. Sigan el Plan Panadero-Feliz, repito, Plan Panadero-Feliz. Cambio y corto.

Se alejó del transmisor, sonriendo aún torvamente y con un cigarrillo apagado colgando de una comisura de su boca.

Las Roy Bell Dancers se habían marchado ya, y el gran Salón de Baile estaba desierto. El transmisor zumbó suavemente para sí mismo, .luego crujió. Transcurrieron varios segundos; finalmente pudo oírse una voz en el receptor.

—Aquí 32ZOZ4321 llamando a CQ… ¿Hay alguien ahí?

En el gran Salón de Baile reinaba el silencio; eternamente, inevitablemente, no había nadie allí…