Entran ROSALINA, CELIA y JAIME.
JAIME
Gentil muchacho, permitid que seamos amigos.
ROSALINA
Dicen que sois un tipo melancólico.
JAIME
Es verdad. Me gusta más que reír.
ROSALINA
Quien está a uno u otro extremo es un ser aborrecible y se expone a la censura de todos mucho más que un borracho.
JAIME
Conviene estar serio y callado.
ROSALINA
Entonces conviene ser un poste.
JAIME
Yo no tengo la melancolía del sabio, que es envidia; ni la del músico, que es capricho; ni la del cortesano, que es orgullo; ni la del soldado, que es ambición; ni la del letrado, que es astucia; ni la de la dama, que es melindre; ni la del enamorado, que es todo eso junto. Es una melancolía muy propia, compuesta de muchos ingredientes, sacada de muchos objetos; a saber, de las múltiples reflexiones de mis viajes, y el mucho cavilar sobre ellos me envuelve en la más veleidosa tristeza.
ROSALINA
¡Conque viajero! Con razón estáis triste. Sospecho que habéis vendido vuestras tierras para ver las ajenas. Siendo así, haber visto mucho y no tener nada es como tener ojos ricos y manos pobres.
JAIME
Pero he adquirido experiencia.
ROSALINA
Y la experiencia os pone triste. Prefiero un bufón que da alegría antes que experiencia que entristece. ¡Y viajar para eso!
Entra ORLANDO.
ORLANDO
Salud y contento, gentil Rosalina.
JAIME
Si habláis en verso rítmico, quedad con Dios.
ROSALINA
Adiós, señor viajero. Hablad con acento y llevad ropa extranjera; denigrad las ventajas de vuestro país; maldecid vuestro origen y reñidle a Dios por el semblante que os ha dado, que, si no, jamás creeré que habéis ido en góndola.
[Sale JAIME.]
¿Qué hay, Orlando? ¿Dónde habéis estado todo este tiempo? ¿Vos enamorado? Si me hacéis otra igual, no volváis a mirarme a la cara.
ORLANDO
Mi bella Rosalina, me he retrasado menos de una hora.
ROSALINA
¿Faltar a promesa de amor una hora? A quien divida un minuto en mil partes y falte a una parte de la milésima parte de un minuto en asuntos de amor, tal vez Cupido le haya tocado en el hombro, pero el corazón seguro que lo tiene intacto.
ORLANDO
Perdonadme, querida Rosalina.
ROSALINA
Si sois tan calmoso, no volváis a verme. Prefiero que me corteje un caracol.
ORLANDO
¿Un caracol?
ROSALINA
Sí, un caracol. Pues, aunque ande lento, lleva la casa a cuestas: algo que vos no aportáis al matrimonio. Además, arrastra su propio destino.
ORLANDO
¿Y cuál es?
ROSALINA
Los cuernos, que gentes como vos deben agradecer a sus esposas. Pero él ya es portador de su fortuna y se adelanta a la deshonra.
ORLANDO
La virtud no pone cuernos y mi Rosalina es virtuosa.
ROSALINA
Yo soy vuestra Rosalina.
CELIA
Le gusta llamarte así, pero su Rosalina tiene la tez más fina que tú.
ROSALINA
Vamos, cortejadme, cortejadme, que estoy de humor festivo y tal vez os dé el sí. ¿Qué diríais ahora si yo fuera la mismísima Rosalina?
ORLANDO
Besaría antes de hablar.
ROSALINA
No, mejor hablar antes y, cuando no os salgan las palabras, tendréis ocasión de besar. Los buenos oradores, cuando se cortan, escupen, y si los amantes no saben qué decirse (¡Dios nos libre!), lo más limpio es besarse.
ORLANDO
¿Y si te niegan el beso?
ROSALINA
Pues hay que suplicar y empieza un nuevo tema.
ORLANDO
¿Quién va a cortarse en presencia de su amada?
ROSALINA
Pues vos mismo si yo fuera vuestra amada. Si no, pensaría que mi virtud es superior a mi ingenio.
ORLANDO
¿Yo cortarme cortejando?
ROSALINA
De palabra, no con un cuchillo. ¿No soy vuestra Rosalina?
ORLANDO
Me alegra decir que lo sois, pues me gusta hablar de ella.
ROSALINA
Pues en su nombre digo que os rechazo.
ORLANDO
Entonces en mi nombre moriré.
ROSALINA
¡Ah, no! Morid por poderes. Este pobre mundo tiene cerca de seis mil años y hasta ahora ningún hombre ha muerto en nombre propio, es decir por amor. A Troilo le sacaron los sesos con una maza griega, y eso que ya intentó morir antes y que es ejemplo de amor. Leandro habría vivido sus buenos largos años aunque Hero se hubiera metido a monja de no haber sido por una ardiente noche de verano. Pues, querido joven, fue a bañarse al Helesponto, le dio un calambre y se ahogó, y los cronistas de la época lo achacaron a Hero de Sestos[43]. Pero todo eso son mentiras. Los hombres se mueren y se pudren, pero no por amor.
ORLANDO
Espero que no piense así mi verdadera Rosalina, pues juro que su ceño me mataría.
ROSALINA
Y yo os juro que no mataría una mosca. Vamos, haré de Rosalina con mejor disposición. Pedid lo que queráis, que os lo concederé.
ORLANDO
Entonces amadme, Rosalina.
ROSALINA
Sí, claro, los viernes y sábados, y todos los días.
ORLANDO
Entonces, ¿me aceptáis?
ROSALINA
Y a veinte como vos.
ORLANDO
¿Cómo?
ROSALINA
¿Acaso no valéis?
ORLANDO
Espero que sí.
ROSALINA
Entonces, lo que vale, ¿por qué limitarlo?— Vamos, hermana, tú haces de cura y nos casas.— Dadme la mano, Orlando.— ¿Qué se dice, hermana?
ORLANDO
Casadnos, os lo ruego.
CELIA
No sé las palabras.
ROSALINA
Empiezan «Orlando, ¿queréis por esposa…?».
CELIA
Adelante.— Orlando, ¿queréis por esposa a Rosalina?
ORLANDO
Sí, quiero.
ROSALINA
Sí, pero, ¿cuándo?
ORLANDO
Pues ahora, en cuanto nos case.
ROSALINA
Entonces debéis decir «Te tomo por esposa, Rosalina».
ORLANDO
Te tomo por esposa, Rosalina.
ROSALINA
Podría preguntar con qué derecho, pero te tomo por esposo, Orlando. Veis que la muchacha se adelanta al cura y, desde luego, los pensamientos de mujer se adelantan a sus actos.
ORLANDO
Todos son así: llevan alas.
ROSALINA
Decidme cuánto tiempo será vuestra después de poseerla.
ORLANDO
Por siempre y un día.
ROSALINA
Decid «un día» sin el «siempre». No, no, Orlando. Los hombres son abril cuando son novios, y diciembre de casados. Las muchachas son mayo de muchachas, pero al casarse el cielo cambia. Estaré más celosa de ti que un palomo bereber con su hembra[44], más chillona que un loro antes de la lluvia, más presumida que una mona, más caprichosa que un mico. Lloraré por nada, como Diana en la fuente[45], y lo haré cuando tú estés alegre. Reiré como una hiena, y lo haré cuando tú quieras dormir.
ORLANDO
¿Eso hará mi Rosalina?
ROSALINA
Por mi vida que hará igual que yo.
ORLANDO
Pero ella es lista.
ROSALINA
Si no, no tendría ingenio para hacerlo: cuanto más lista, más rebelde. Ponedle puertas al ingenio femenino y saldrá por la ventana; cerradla y saldrá por el ojo de la cerradura; tapadlo y saldrá con el humo de la chimenea.
ORLANDO
Quien tenga una mujer con tanto ingenio podrá decir «Ingenio, ¿dónde acabarás?».
ROSALINA
Más os vale guardaros el reproche para cuando el ingenio de vuestra esposa acabe en la cama del vecino.
ORLANDO
¿Y con qué ingenio podría excusarla su ingenio?
ROSALINA
Pues diciendo que fue allí a buscaros. Jamás la pillaréis sin respuesta, a no ser que no tenga lengua. ¡Ay de la mujer que no sabe achacar sus faltas al marido! Si cría a sus hijos ella misma, los criará tontos.
ORLANDO
Ahora os dejo por dos horas, Rosalina.
ROSALINA
Amor mío, no puedo estar sin ti ni dos horas.
ORLANDO
He de acompañar al duque en la comida. Volveré para las dos.
ROSALINA
Vamos, vete, vete ya. Ya sabía yo cómo saldrías. Me lo dijo mi gente y yo estaba segura. Me conquistó tu lengua lisonjera. Otra más abandonada, así que, ¡ven, muerte!— ¿Decíais que a las dos?
ORLANDO
Sí, querida Rosalina.
ROSALINA
Por mi honra, y muy encarecidamente, y que Dios me ampare, y por los juramentos más inofensivos, que si faltáis una pizca a la promesa o llegáis un minuto tarde, os tendré por el perjuro más atroz, por el amante más pérfido y por el ser más indigno de la que llamáis Rosalina de entre toda la caterva de los falsos, conque evitad mi condena y cumplid vuestra promesa.
ORLANDO
Con tanta devoción cual si fuerais de verdad mi Rosalina. Adiós.
ROSALINA
Bueno, el tiempo es el viejo juez que interroga a los culpables. Que juzgue el tiempo. Adiós.
Sale [ORLANDO].
CELIA
Tú deshonras nuestro sexo con tu cháchara amorosa. Tendremos que arrancarte el jubón y las calzas, y mostrar al mundo lo que el pájaro ha hecho con su nido.
ROSALINA
Ah, prima, prima, prima, primita mía, si tú supieras a qué profundidad llega mi amor. Pero es insondable. Lo que siento tiene un fondo desconocido, como la Bahía de Portugal.
CELIA
O más bien no tiene fondo: le echas sentimiento y se sale por debajo.
ROSALINA
No. Que el malvado bastardo de Venus[46], engendrado en el pesar, concebido en el antojo y nacido en la locura, que ese pícaro muchacho que por ciego ciega nuestra vista juzgue lo profundo de mi amor. Aliena, de verdad que no puedo vivir sin ver a Orlando. Me voy a algún lugar umbroso y suspiraré hasta que vuelva.
CELIA
Y yo, a dormir.
Salen.