Entran ORLANDO y ADÁN.
ADÁN
Querido amo, no puedo andar más. ¡Ah! Me muero de hambre. Voy a echarme a medir mi sepultura. Adiós, mi buen amo.
ORLANDO
¿Qué pasa, Adán? ¿Ya no tienes ánimos? Vive, anímate, confórtate. Si en este ignoto bosque hay algo salvaje, yo seré su alimento o él lo será tuyo. Te ves más próximo a la muerte de lo que estás. Anímate, hazlo por mí. Con la muerte guarda las distancias. En seguida vuelvo contigo y, si no te traigo nada de comer, te permitiré que mueras. Pero si mueres antes de que vuelva, te habrás burlado de mi esfuerzo. Eso es, ya estás animado. Yo vuelvo en seguida. Pero aquí te da el aire frío. Vamos, ven; te dejaré a cubierto y si hay algo viviente en esta soledad, no morirás por falta de sustento. ¡Animo, Adán!
Salen.