Entran el antiguo DUQUE, AMIENS, y dos o tres NOBLES vestidos de cazadores.
DUQUE
Compañeros y hermanos de destierro,
¿verdad que la costumbre hace esta vida
más grata que la del falso oropel?
Aquí en la floresta, ¿no hay menos peligro
que en la pérfida corte? Aquí no sufrimos
el castigo de Adán, el cambio de las estaciones[12]:
ved el helado colmillo y el áspero azote
del viento invernal; cuando pega y me corta
hasta hacerme tiritar, yo sonrío y digo:
«Estos no adulan. Son consejeros
que me hacen sentir lo que soy».
Dulce es el fruto de la adversidad,
que, como el sapo feo y venenoso,
lleva siempre una gema en la cabeza[13];
así, nuestra vida, aislada del trato social,
halla lenguas en los árboles, libros en los arroyos,
sermones en las piedras y el bien en todas las cosas.
AMIENS
Yo no la cambiaría. Dichosa Vuestra Alteza,
que sabe dar al rigor de la fortuna
un sentido tan grato y apacible.
DUQUE
Bueno, ¿vamos a matar ciervos? Con todo,
me apena ver a estos pobres animales
moteados, habitantes naturales
de esta soledad, con el cuerpo ensangrentado
por las flechas en su propio territorio.
NOBLE 1.º
Alteza, el melancólico Jaime
también se lamenta, y jura que, cazando,
vos sois más usurpador que el hermano
que os ha desterrado. Hoy el señor de Amiens y yo
nos habíamos escondido cuando estaba
tendido bajo un roble cuya vieja raíz
asoma al lado del arroyo que murmura
por el bosque, y a su orilla vino a agonizar
un pobre ciervo solitario, herido
por certero cazador. Y, Alteza,
los gemidos del mísero animal
eran tan violentos que su piel
parecía que estallaba; las gruesas lágrimas
corrían lastimeras, una tras otra,
por su cándido hocico; y el melancólico
Jaime observaba cómo el pobrecillo
aumentaba las aguas del arroyo
con su llanto.
DUQUE
¿Y qué decía Jaime?
¿No comentó la escena?
NOBLE 1.º
Sí, con mil símiles. Primero,
lo de llorar en un arroyo caudaloso:
«Pobre ciervo», dijo, «otorgas testamento
como los mortales, y legas de más
al que tiene demasiado». Después, lo de estar
abandonado de sus lustrosos amigos:
«Así es», dijo. «La pobreza separa
de toda compañía». Al punto pasa dando saltos
una manada bien nutrida, e, indiferente,
no se para a saludarle. Y dice Jaime:
«¡Adelante, rollizos ciudadanos!
Es la costumbre. ¿Por qué miráis
a este pobre y mísero arruinado?».
Y estuvo fustigando mordazmente
el campo, la corte y la ciudad,
y aun esta vida nuestra, jurando que no somos
más que usurpadores, déspotas y cosas peores,
que asustamos y matamos animales
en su morada propia y natural.
DUQUE
¿Y le dejasteis en esas reflexiones?
NOBLE 2.º
Sí, Alteza: llorando y meditando
sobre el ciervo sollozante.
DUQUE
Mostradme ese lugar. Me gusta
dar con él cuando está malhumorado,
porque entonces está en vena.
NOBLE 1.º
Ahora mismo os llevo a él.
Salen.