ACTO SEGUNDO

ESCENA I

Entran el antiguo DUQUE, AMIENS, y dos o tres NOBLES vestidos de cazadores.

DUQUE

Compañeros y hermanos de destierro,

¿verdad que la costumbre hace esta vida

más grata que la del falso oropel?

Aquí en la floresta, ¿no hay menos peligro

que en la pérfida corte? Aquí no sufrimos

el castigo de Adán, el cambio de las estaciones[12]:

ved el helado colmillo y el áspero azote

del viento invernal; cuando pega y me corta

hasta hacerme tiritar, yo sonrío y digo:

«Estos no adulan. Son consejeros

que me hacen sentir lo que soy».

Dulce es el fruto de la adversidad,

que, como el sapo feo y venenoso,

lleva siempre una gema en la cabeza[13];

así, nuestra vida, aislada del trato social,

halla lenguas en los árboles, libros en los arroyos,

sermones en las piedras y el bien en todas las cosas.

AMIENS

Yo no la cambiaría. Dichosa Vuestra Alteza,

que sabe dar al rigor de la fortuna

un sentido tan grato y apacible.

DUQUE

Bueno, ¿vamos a matar ciervos? Con todo,

me apena ver a estos pobres animales

moteados, habitantes naturales

de esta soledad, con el cuerpo ensangrentado

por las flechas en su propio territorio.

NOBLE 1.º

Alteza, el melancólico Jaime

también se lamenta, y jura que, cazando,

vos sois más usurpador que el hermano

que os ha desterrado. Hoy el señor de Amiens y yo

nos habíamos escondido cuando estaba

tendido bajo un roble cuya vieja raíz

asoma al lado del arroyo que murmura

por el bosque, y a su orilla vino a agonizar

un pobre ciervo solitario, herido

por certero cazador. Y, Alteza,

los gemidos del mísero animal

eran tan violentos que su piel

parecía que estallaba; las gruesas lágrimas

corrían lastimeras, una tras otra,

por su cándido hocico; y el melancólico

Jaime observaba cómo el pobrecillo

aumentaba las aguas del arroyo

con su llanto.

DUQUE

¿Y qué decía Jaime?

¿No comentó la escena?

NOBLE 1.º

Sí, con mil símiles. Primero,

lo de llorar en un arroyo caudaloso:

«Pobre ciervo», dijo, «otorgas testamento

como los mortales, y legas de más

al que tiene demasiado». Después, lo de estar

abandonado de sus lustrosos amigos:

«Así es», dijo. «La pobreza separa

de toda compañía». Al punto pasa dando saltos

una manada bien nutrida, e, indiferente,

no se para a saludarle. Y dice Jaime:

«¡Adelante, rollizos ciudadanos!

Es la costumbre. ¿Por qué miráis

a este pobre y mísero arruinado?».

Y estuvo fustigando mordazmente

el campo, la corte y la ciudad,

y aun esta vida nuestra, jurando que no somos

más que usurpadores, déspotas y cosas peores,

que asustamos y matamos animales

en su morada propia y natural.

DUQUE

¿Y le dejasteis en esas reflexiones?

NOBLE 2.º

Sí, Alteza: llorando y meditando

sobre el ciervo sollozante.

DUQUE

Mostradme ese lugar. Me gusta

dar con él cuando está malhumorado,

porque entonces está en vena.

NOBLE 1.º

Ahora mismo os llevo a él.

Salen.