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Un tipo alto, atlético, con traje gris diplomático y tez de color zanahoria —posiblemente por exceso de betacaroteno o de rayos UVA o vaya usted a saber de qué— me tiende la mano.
—¿Habla castellano?
—Por favor, comisario, ocupo la cátedra de Filología Hispánica en la University of Miami.
—Eso no quiere decir que hable castellano.
—¿Beg your pardon?
—Nada, que comience.
—You see, señor comisario, soy igualmente amante de las letras y de la salud. A veces los intelectuales creemos que lo importante es reflexionar, intercambiar ideas y experiencias, y nos despreocupamos de la salud. Olvidamos que para ganar el Nobel o el Cervantes la primera condición es ser longevo. No se ha entregado ese premio a nadie que muriera joven, por muy bien que escribiera. El intelectual insalubre siempre será anónimo. Sólo conquistaremos la gloria fusionando intelecto y salud.
—¿No le explicaron que debía ser breve?
Cómo se nota que él no tiene que soportar a un hijo de treinta años que sólo piensa en vivir de la pensión de su padre y que me descuadra hasta la tensión sanguínea provocándome vejez prematura. Espera un momento, Gorgonio. Si sometiera al rapaz a una sesión de veinte horas seguidas de rayos UVA… No. Mejor, rayos cósmicos para que lo achicharraran.
—… Lo anterior se lo he expuesto para que entendiera por qué me fijo en los rostros. Son el letrero indicador del tiempo de vida que nos queda. Usted, for example, comisario, esas ojeras tan pronuncia…
—No me toque los capuchinos, señor Wilson.
Me mira extrañado, como si hubiese traducido literalmente lo de «capuchinos» y no comprendiera qué tienen que ver los frailes en todo esto. Prefiero sacarlo del sopor de inmediato:
—Venga, ¿qué cojones vio?
Carraspea.
—Vi al señor Gabriel transpirando profusamente. Sus manos empapaban los papeles y de su frente caían gotas. And also aquel olor a almendras.
No era mi imaginación, entonces.
—Sugiere que ese sudor exagerado no se justificaba, ¿verdad? ¿O usted, como experto en salud —agrego, esperando que aprecie el retintín— lo atribuyó a alguna causa que no ha mencionado?
—Pensé que se trataba de un brote de ansiedad.
—El olor a almendras, ¿lo sintió antes o después de que Gabriel comenzase a sudar?
—I couldn’t say. Creo que fue al mismo tiempo.
Doy una calada a la colilla y observo de nuevo al cadáver. Sudor, papeles mojados, olor a almendras… Hum.
—¿Qué es lo que más le gusta de la narrativa breve?
Me mira extrañado, se encoge de hombros y me dice mordiendo las palabras, como con asco:
—El oxímoron. You know: inteligencia militar, banca ética, tolerancia cero… —Me lanza una sonrisa y añade—: Policía Científica.
Ajá, así que Pepote es un oxímoron.
—Gracias, no tengo más preguntas. Puede retirarse.
Tras la retirada del guiri, me vuelvo hacia el doctor:
—¿Lo que acaba de oír podría indicarnos un fallo cardíaco?
—Podría, pero hasta la autopsia no lo sabremos con seguridad.
No se puede esperar a la disección del cadáver. Esto hay que resolverlo antes: mañana quiero jubilarme sin nada pendiente.
—¿Qué habéis averiguado los oxímoron? —inquiero, esta vez a Pepote y sus chicos de la Científica.
—No me calientes, Gorgonio —gruñe, al tiempo que se ajusta el bozal—. No me calientes los cascos.
La Mari se aproxima con una sonrisa. Me coge del brazo. Mari, por tu madre, no me provoques, que te conozco. ¿Qué buscará esta?
—¿Cómo lo ves? —le pregunto.
—El primero, don Blas, el emérito que arrastraba los pies…
Asiento.
—… es el típico perfil de una perífrasis: mucho Gregre para decir Gregorio… No mataría ni una mosca.
—¿Y el que no quiso hablar?
—Don Valentín de Fox es una clásica elipsis. Sólo mataría por omisión.
—¿Qué me dices del yanqui?
—Su perfil es el de una antítesis.
La miro extrañada y me aclara:
—Son de los que matarían con un objeto en punta, pero no afilada, como en la metáfora, sino casi roma.
Por la gloria de mi madre, quién me mandaría a mí preguntar.
—¿Cuántos nos quedan por interrogar?
—Dos más, Gorgui.
La miro severo.
—No te pongas así, Gorgui. Tenemos que encontrar un hueco para hablar de nuestra hija.
—Acerque a otro, inspectora.
No sé, no sé. En vez de jubilarme mañana, tal vez debería solicitar destino en una colonia española en la que no me encontrara nadie. ¡Hostias!, pero si perdimos el imperio hace eones y ya no nos queda ninguna. Y si me operase y desapareciera de…